lunes, 4 de febrero de 2008

Atahualpa Yupanqui: Una voz y una guitarra contra la injusticia.

Remembranza por los cien años de nacimiento del canta-autor y folklorista argentino.

“Donde yo escuche unas palabras amables, me sentiré halagado y agradecido, ahí me quedaré, tomaré mi guitarra y cantaré. Y cuando ya nadie me diga algo, me haré al camino, pues el andar ha sido y es mi destino”. Con estas palabras buscó subrayar el canta-autor , guitarrista y folklorista argentino Atahualpa Yupanqui, seudónimo de Héctor Roberto Chavero Aramburu, cómo estaba él ligado su tierra y a su gente.

El nombre artístico fue tomado de la dinastía Inka: a) Del 14to o último Inka llamado Atahualpa, que fuera detenido en Cajamarca (en el norte del Perú) en 1532 por el soldado e invasor español Francisco Pizarro, quien lo condenara a la pena de muerte mediante el garrotte y; b) De la familia real de los Yupanqui: Lloque Yupanqui (el 3er. Inka), Cápac Yupanqui (el 5to. Inka), ,, Cusi Yupanqui (el 9no. Inka) y Túpac Yupanqui (el 10mo. Inka).

El padre de Atahualpa Yupanqui tenía origen quechua y trabajaba para la Empresa de Ferrocarriles en Argentina. La madre era blanca y procedía de España, concretamente de Vascongadas. Su niñez transcurrió en una ciudad pequeña, en la cual él conoció de cerca la vida, la cultura y las costumbres del pueblo. Fue allí, donde él tomara contacto con los “paisanos” y los gauchos, con los reseros y baquianos. Su interés por la música se originó, cuando él- siendo niño y joven-, acudía a las faenas y a las fiestas de siembra y de cosecha, a los herrajes y a las kermesses, donde se oía canciones del viejo folklore argentino. En ese ambiente se familiarizó Atahualpa Yupanqui con las canciones y las estrofas rimadas de payadores y copleros. Su decisión para hacerse músico, guitarrista y cantante tuvo lugar, y se acrecentó, cuando él conociera en Buenos Aires- en los años treinta- a Antonieta Paula Pepín Fitzpatrick, conocida amante de la música que se hiciera su mujer, promotora y compañera.

En las canciones de Atahualpa Yupanqui encontraron la vida pueblerina y las labores agrícolas una recreación poética. Su lenguaje está así marcado por el sociolecto regional (lo que algunas y algunos denominan “el dejo”). El lenguaje y la ideosincracia en sus canciones corresponden al sector rural y popular. Atahualpa Yupanqui canta al paisaje de su tierra, al trabajo de sus habitantes en la pampa y en el predio, al amor entre hombre y mujer, a las cosas simples de la vida cotidiana. Temas como pobreza y orfandad, persecusión y encarcelamiento, represión y menosprecio incrementaron su repertorio poético y musical. El mismo fue observado y asediado por la policía entre los años 1946 y 1949, exactamente durante el primer período presidencial del General Juan Domingo Perón. Por esa fecha, estuvo el canta-autor argentino preso unos meses. Ya liberado, decidió emigrar de su país. El comenzó una serie de conciertos en Europa, especialmente en España y en Francia. El año 1952 es la fecha de su retorno a Argentina. Por esa época, había iniciado Perón su segundo mandato presidencial (1952-55).

Entre los años 1963 y 1964 inició el artista argentino una gira por Colombia, Japón, Marruecos, Egipto, Israel e Italia. Después de haber dado un apoteósico concierto en España, se proyectó hacia Francia, donde no solo tuvo éxitos similares, sino que decidó fijar a París como su lugar de residencia. Desde ese lugar, inició él algunas visitas a su país natal, pero ello se fue reduciendo. Una de las rezones radicó en el golpe militar del General Jorge Rafael Videla y en su iniciada “guerra sucia” (1976-1986) contra comunistas y socialistas, contra sindicalistas y estudiantes. El gobierno de Videla formó parte de la tristemente célebre “Operación Cóndor” que tuvo como objetivos neutralizar y/o liquidar a toda oposición y a todo movimiento popular. En esa campaña de “limpieza” participaron los gobiernos de Hugo Bánzer Suárez (Bolivia), de Augusto Pinochet Ugarte (Chile) y de Alfredo Stroessner (Paraguay), entre otros dictadores. Las consecuencias de la “Operación Cóndor” fueron secuestros y apresamientos, tortura y homicidio, forzado exilio o desaparición. Películas como “Estado de sitio” (1972) y “Desaparecido” (1982) del cineasta greco-francés Constantin Costa-Gavras, así como la película “De ojos garzos” (“Blue Eyed”, 1989) del alemán Reinhard Hauff, dan testimonio sobre ese trágico y sangriento capítulo de la historia de América Latina.

Atahualpa Yupanqui fue ejemplo a seguir para otras u otros artistas e intérpretes del folklore latinoamericano. El, como su paisanoy colega Horacio Guarany, ancentuó más lo indígena y lo tradicional. Ambos, juntamente con la chilena Violeta Parra, tendieron las bases para una nueva forma de escribir y de cantar, de hacer música y de sentir en América Latina. Las nuevas y los nuevos representantes del folklore latinoamericano que vinieron después intensificaron lo relacionado a la protesta popular y social, a la resistencia y a la lucha antiimperialista. Los textos de las canciones fueron una forma de reescribir la Historia, ciertamente desde abajo; esto es, el testimonio de los vencidos y oprimidos. En esa lista de la Nueva Canción, debe mencionarse a Víctor Jara, Patricio Manns, Quilapayún, Inti Illimani e Illapu (Chile), a Mercedes Sosa, Kafrune y Uña Ramos (Argentina), a Daniel Viglietti y Alfredo Zitarrosa (Uruguay), a Carlos Puebla, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez (Cuba), a Soledad Bravo y Alí Primera (Venezuela), a los Mejía Godoy (Nicaragua) y a Tania Libertad, Susana Baca, Manuel Acosta Ojeda y a Juan de Dios Rojas (Perú). Todas y todos ellos han sido los representantes de la “Canción Protesta” o “Canción Política” que en los años sesenta y setenta- y entrados los ochenta- jugara un rol decisivo para los proyectos de nueva democracia y de la cultura de la resistencia en América Latina. Y si no estaba presente lo indígena, ocupaba su lugar lo africano o la multiculturalidad de este subcontinente. Por esa consecuencia política, por ese ideario artístico y cultural, fueron estas artistas y estos artistas tildados de agitadores o de comunistas por los gobiernos conservadores con evidente mentalidad colonialista y clientelista. Canta-autoras y canta-autores sufrieron persecusión y encarcelamiento o tuvieron que salir al exilio. El caso del chileno Víctor Jara ha sido el más grave, pues él tuvo que pagar con su vida, en Septiembre de 1973, por haberse mantenido, hasta el final, fiel a su principios y a sus ideales.

Atahualpa Yupanqui ha escrito algo más de 350 canciones que, en gran parte, han sido musicalizadas por él mismo. El ha escrito también varios libros, entre los cuales cabe destacar: “Piedra sola” (1939-40), “Aires indios” (1943), “Cerro Bayo” (1953), “Guitarra” (1960), “El canto del viento” (1965), “El payador perseguido” (1972), “Confesiones de un payador” (1984), “La palabra sagrada” (1984) y “La capataza” (1992). Sus canciones más conocidas y difundidas son “El arriero”, “Basta ya”, “Camino del indio”, “Coplas del payador perseguido”, “Los ejes de mi carreta”, “Indiecito dormido”, “Luna tucumana”, “Los hermanos” y “Los abuelos”.

“Don Ata”, así como solía llamarlo cariñosa y respetuosamente el canta-autor uruguayo Daniel Viglietti, murió al 23 de Mayo del 1992 en París, muy lejos de sus pagos. Al 31 de Enero del 2008, habría él cumplido 100 años de nacimiento. Su arte y sus canciones están presentes, todo lo suyo vive en el recuerdo y ha ganado un lugar de honor en la memoria colectiva de América Latina. Dice al respecto una de sus canciones: “Y aunque me quiten la vida / o engrillen mi libertad / y aunque chamusquen quizá / mi guitarra en los fogones, / han de vivir mis canciones / en el alma de los demás.” (de: “El payador perseguido”).

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