viernes, 11 de enero de 2008

El himno de España ya tiene letra

Un grupo de personas bien remuneradas, nombradas por el Comité Olímpico Español y la dichosa SGAE, han conformado un jurado para dilucidar qué letra iba mejor al himno patrio. El resultado es bastante patético, pero de todos modos juzguen ustedes mismos.

Juan Pablo Fusi, catedrático de Historia Contemporánea; Tomás Marco, compositor y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y Aurora Egido, catedrática de literatura española de la Universidad de Zaragoza, Emilio Casares, catedrático de Musicología de la Universidad Complutense de Madrid y presidente del jurado. Todos ellos acudieron ayer jueves a la sede del COE junto con la doble campeona olímpica Theresa Zabell y el ex presidente del Tribunal Constitucional Manuel Jiménez de Parga y comunicaron al presidente del organismo olímpico, Alejandro Blanco, que la decisión ya estaba tomada y que la letra es:


¡Viva España!
Cantemos todos juntos
con distinta voz
y un solo corazón



¡Viva España!
desde los verdes valles
al inmenso mar,
un himno de hermandad



Ama a la Patria
pues sabe abrazar,
bajo su cielo azul,
pueblos en libertad



Gloria a los hijos
que a la Historia dan
justicia y grandeza
democracia y paz

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Víctimas de la tortura: España 2008.

...por Manuel F. Trillo


Apenas ha comenzado el año 2008 y como si fuera una maldición ya ingresa en urgencias del Hospital de Donostia un joven a las quince horas de ser detenido por la Guardia Civil. El parte médico de ingreso es desolador, pues además de rotura de una costilla, aparecen otras lesiones de importancia como la rotura de tejido pulmonar. La causa es la de siempre: se ha resistido. Exactamente, se ha resistido, porque en el lenguaje policial callarse es resistirse, no decir aquello que pretenden que digas es resistirse, no delatar es resistirse. Como antaño, hogaño se tortura adecuadamente para que el “culpable” –pues lo es desde que es detenido, propio de una mente policial estrecha y mínima- “cante la parrala”, aunque no se la sepa.

Aún admitiendo que el detenido sea “Jack el destripador” no se puede torturar. Tampoco en la España de Zapatero, de Rajoy, de Llamazares, y del “calladito” Anasagasti (no condena las torturas en las comisarías de su amada Euskadi, se calla, ¿será que otorga?). La legislación interna e internacional obligan al Estado español a respetar los derechos humanos, y a que nadie sea humillado, vejado, o torturado. ¿Es así? Zapatero, ¡es así! Entonces, ¿qué hacen los detenidos en las UCI de los hospitales? Unos se mueren por sobredosis de coca cuando han sido apaleados (caso de Martínez Galdeano en Almería), otros se caen por las escaleras o se tiran por las ventanas, otros se resisten en la detención. Pero lo cierto es que hay demasiada “sal en la herida”. Ahora hay un ciudadano vasco- Igor Portu- en la “Unidad de Cuidados Intensivos” de un hospital y todo apunta a que las lesiones que padece fueron producidas por guardias, con posterioridad a la detención. En el lenguaje policial hay una expresión terrible: “hay que doblarlo”, parece que no iba doblado en el momento del registro, así lo aseguran sus familiares como testigos, para que dos horas más tarde ingresara en urgencias, en ese momento “ya doblado” del todo.

Zapatero, contesta: ¿diriges un estado torturador? (veáse Informe de Amnistía Internacional 2007, así encontraréis la respuesta). Por otro lado en un cuartel de la guardia civil en Castellón un delincuente de poca monta (ladrón de vehículos) de 29 años de edad ha muerto en el calabozo. Pero, ¡qué está pasando! Alguien se ha vuelto tan loco como Sonajero Bono, que anda por el suelo patrio dando explicaciones de lo dicho hace días, sobre quiénes han de ser las víctimas. Qué podredumbre intelectual hay entre los profesionales de la política.

De qué sirven las sesudas conclusiones de los demócratas de medio pelo sobre el Estado de Derecho cuando se tortura en las comisarías y cuartelillos de la guardia civil. De qué sirven esas ansias de votar de quienes a la vez ponen una vela a dios y otra al diablo (juegan el juego democrático con el estúpido lema: hay que votar a cualquier precio). Votad, malditos, y así limpiáis vuestras conciencias de todo aquello que os empuerca. Sé de alguna ultraizquierdista “luxemburguista” que es capaz de entregar su alma por un voto en las urnas, aunque sea para decir que no quiere lo que vota. Es la imagen misma de la estupidez y del cretinismo político. Pero ahí está ésa, y otras cuantas más, inútiles, que nunca alcanzarán el edén que sueñan, pues nada se ha ventilado en la Historia si no ha sido actuando contra la violencia que ejercen los detentadores del poder, sea el tiempo que sea.

De qué sirven ahora las sesudas conversaciones de quienes creen que en marzo es mejor que sea el PP, o que sea el PSOE, Zapatero o Rajoy, quienes estén al frente de los destinos gubernamentales. Y que conste que esos debates son perfectamente entendibles entre socialdemócratas, derechistas, falangistas, socialistas y comunistas. Todos ellos tan educados en el parlamentarismo. Vale, les vale ese debate, y luchan por tener una poltrona, un lugar donde predicar, sea Carrillo o Anguita, Llamazares o Frutos, Zapatero o Rajoy, Erkoreka o Barcos, Aznar o Fraga, Urkullu o Roca, etc., todos ellos cantamañanas que apoyan y justifican un régimen de impunidad ante las torturas del franquismo (Amnistía de 1977) y del presente borbónico. ¿De qué le sirve a una víctima de torturas en las comisarías de policía o cuartelillos de la guardia civil la democracia que tanto cacarean estos comeollas? ¿Cuánto es lo que les importa a los “izquierdistas” irredentos, pero votantes, que se torture al lado de su casa, o un poco más allá? Hay demasiada hipocresía, y sólo espero que pasen por los mismos trances por los que pasan aquellos que denuncian torturas y malos tratos o acaban en la UCI de un hospital. No hace falta que seas un independentista vasco, hemos visto que así acaban agricultores de Almería, o emigrantes en Cataluña, o… ¿dónde dices que vives? pues abre los ojos y mira de una puñetera vez a tu alrededor y luego pregúntate si merece la pena votar a Rubalcaba (ahora Ministro del Interior y por ende gran garante del Estado de Derecho en España) o a cualquiera de los botarates que se presenten el 9 de marzo. ¿El socialdemócrata consiente la tortura? ¿los demás la toleran, la aplauden incluso? porque no cabe duda de que para el resto es consustancial con su ser, al fin y al cabo los argumentos de Sonajero Bono son aplaudidos por una sociedad aborregada y consentidora de los crímenes de Estado (veáse la Historia reciente de España).

Víctimas del terrorismo. ¿No son acaso víctimas del terrorismo las víctimas de la tortura? (“Se les aplicó escrupulosamente la ley anti-terrorista”).Y claro está, volvemos al gran chamán del Ministerio del Interior, Rubalcaba por ahora, para que –aficionado como es a la pantalla y a las fotos y expresiones simples- diga de una vez por todas cuatro cosas: una, en España se tortura; dos, a los torturados les reconoceremos los derechos propios que se les reconocen a las víctimas del terrorismo; tres, los torturadores serán perseguidos hasta que sobre ellos caigan la acción de la justicia; cuarta, dimito como Ministro porque aún me queda decencia. Me temo que Rubalcaba no tiene ni el talante ni la capacidad política para asumir tan ejemplar modo de proceder contra la tortura, y al igual que a Anasagasti –quien calla otorga-, a Rubalcaba y, por extensión, al Jefe del Gobierno, les cabe el baldón de la indignidad por permitir que se sigan usando métodos inquisitoriales y deleznables contra todo cuanto se considere un “enemigo”. Por otro lado, al juez de la Audiencia Nacional que tiene conocimiento sobre el “caso Portu”, decirle que es un modo de quitarse el muerto de encima dejar que sea el juzgado de guardia de Guipúzcoa el que intervenga, y en este caso el muerto es un posible caso manifiesto de torturas, y por tanto un acto de cobardía profesional no llevar este asunto directamente. Hay que dar la cara.

La conciencia de que estamos en un Estado de Excepción quedó reflejada en las declaraciones del inefable Rubalcaba cuando afirmó sin cuajo alguno que “se les había aplicado escrupulosamente la ley antiterrorista”. Sépase que no hay una ley específica antiterrorista, sino preceptos especiales en la legislación penal -Ley de Enjuiciamiento Criminal (LEC)y Código Penal-, por lo que al referirse a la LEC como “ley antiterrorista” ha dejado a las claras cuál es la mentalidad de este viejo político con méritos notables desde la época de los GAL. Hablan con la desfachatez de quienes ignoran y esconden a la ciudadanía que en España han sido condenados por el delito de torturas no pocos policías y guardias civiles. Da la impresión de que quieren extender la creencia de que “se les ha ido la mano un poco”, y como dice el Sonajero de la Mancha, “qué importa que estén un poco magullados”.

Así se va extendiendo la podredumbre: sobre la arbitrariedad y el crimen de Estado. ¿Quién está seguro ya en este país? pues no importa qué condición tengas, basta simplemente con que te tomen por una “cosa”, por algo desechable, por basura humana, “escoria humana” dice algún renombrado socialista, para que sobre tu persona se actúe sin tino alguno y con desprecio absoluto de los derechos humanos. Pero qué ingenuidad la mía, los derechos humanos, recuérdalo tú y recuérdalo a otros, se les aplica a los seres humanos, y tú has sido calificado como “escoria y basura”, o como “enemigo”. No esperes más que tratos vejatorios (sindicalistas), humillantes (emigrantes), degradantes (mujeres y homosexuales), violencia física y palizas (caso Galdeano), y la tortura considerada como el colmo de la ruindad humana (para los más renuentes). ¿Quién será el siguiente?

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La guerra de EEUU en Iraq mató a unos 120 iraquíes diarios entre 2003 y 2006.

Un informe de la Organización Mundial de la Salud reveló que desde que EEUU invadió Iraq en marzo de 2003, y hasta junio de 2006, murieron en promedio 120 iraquíes diariamente. Según el estudio, entre 104.000 y 223.000 iraquíes fallecieron ''por muerte violenta'' en el mencionado periodo. Pese a las elevadas cifras, el gobierno estadounidense insiste en que la seguridad del país árabe mejora, cuando más de 4.000 soldados estadounidenses han muerto y 2007 cerró con una cifra récord, de más de 900 militares muertos en combate.

Desde que Estados Unidos invadió Iraq, en marzo de 2003, y hasta junio de 2006, más de 151.000 iraquíes han muerto de forma violenta, según reveló un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado el miércoles.

De acuerdo al estudio, realizado a través de entrevistas realizadas en más de 9.000 hogares en Iraq, de marzo de 2003 a junio de 2006 las muertes de ciudadanos iraquíes por hechos violentos oscilan entre 104.000 y 223.000.

En promedio, según el estudio hecho público en la página web de la revista New England Journal of Medicine, fallecieron en Iraq 120 personas diarias durante el periodo señalado.

Más de la mitad de las muertes violentas se registraron en Bagdad.

La investigación también señala que la guerra que EEUU mantiene en Iraq, se convirtió en la primera causa de muerte para los hombres entre 15 y 59 años, desde que las tropas estadounidense invadieran el país árabe, hace ya casi cinco años.

"Hay muchas incertidumbres al hacer estas estimaciones," dijo el especialista en estadísticas de la OMS Mohamed Ali, coautor del estudio, a periodistas en una conferencia telefónica.

Señaló que la inseguridad que reina en el país ocupado hizo que algunas áreas de las provincias de Bagdad y Anbar fuesen inalcanzables para los realizadores del informe.

Además, muchas familias huyeron de sus hogares a causa de la violencia, y algunos dejaron el país, lo que hace difícil que den una evaluación precisa de la violencia en Iraq.

Por este motivo, Ali señaló que el margen de error de la cifra era relativamente alto.

Un controvertido estudio de la Universidad John Hopkins publicado en 2006, que señaló que más de 600.000 iraquíes murieron desde que EEUU invadió a Iraq y hasta la fecha de publicación de la investigación.

Para Washington la seguridad mejora

Pese a las cifras arrojadas por la OMS, el gobierno de EEUU insiste en que la seguridad en Iraq mejora.

Esta semana, el presidentes estadounidense, George W. Bush, dijo en la Casa Blanca que "hay grandes esperanzas en Iraq" y que "los iraquíes empiezan a ver que el progreso político va a la par con los avances sustanciales en seguridad en este último año".

El 10 de enero de 2007, Bush anunció un cambio en la estrategia para Iraq, que incluía la adopción del plan del general David Petraeus.

El plan contemplaba un fuerte incremento de la presencia militar estadounidense, con el envió de 30.000 soldados adicionales a la guerra, que elevó de 132.000 a 168.000 el número de soldados en Iraq.

Al cumplirse un año de la decisión de enviar tropas suplementarias a Iraq, Washington afirma que "el envío de refuerzos fue, hasta ahora, un éxito", dijo el martes el subsecretario estadounidense de Defensa a cargo de Oriente Medio, Mark Kimmitt, durante una conferencia de expertos.

Pero lo cierto es que, además de los miles de civiles iraquíes muertos, desde la invasión de Iraq han fallecido también unos 4.000 soldados estadounidenses, y casi 40.000 han sufrido heridas, mientras que 2007 cerró con una cifra récord, con más de 900 militares muertos en combate en una guerra en la que EEUU ha gastado más de 500.000 millones de dólares.

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Parlamento cubano, singular por composición y características.

Los cubanos votarán el 20 de enero para elegir a un nuevo Parlamento unicameral de 614 diputados, cuya composición resulta ejemplo de democracia.

A diferencia de los países donde aspirar a ejercer un cargo público se condiciona al tráfico de influencias y la posesión de amplios recursos monetarios para sufragar costosas campañas publicitarias, en Cuba esos factores son totalmente ajenos y los que resultan electos no reciben ninguna remuneración especial.

En los llamados sistemas de "democracia representativa", como Estados Unidos, la economía de mercado capitalista domina las relaciones políticas, y quien aspire a representante o senador necesita una fortuna personal multimillonaria para lograr que su partido lo postule y competir con otros de su misma clase social. Esa condicionante excluye a la inmensa mayoría de los ciudadanos, que se preguntan ¿cómo es posible que un candidato invierta millones para devengar un salario anual de 160 mi dólares?

La respuesta lleva implícita palabras malsonantes: corrupción institucionalizada, reveladora de la fuente de resarcimiento.

Por el contrario, los parlamentarios cubanos no devengan remuneración especial por sus tareas legislativas, y durante sus mandatos continúan percibiendo los mismos salarios por las actividades que desempeñaban al momento de su elección.

Igualmente, el grueso de los diputados sigue ejerciendo sus habituales profesiones, salvo los que integren órganos ejecutivos de gobierno.

Otra característica de la Asamblea Nacional del Poder Popular(Parlamento) es que hasta el 50 por ciento de sus integrantes son delegados en sus respectivas circunscripciones, como integrantes de las asambleas municipales, por ende, proceden de la nominación directa de los vecinos en cada demarcación.

Los restantes fueron propuestos por las organizaciones sociales. Las biografías de los candidatos son ampliamente conocidas por los electores antes de votar voluntariamente.

Quienes resulten electos deberán reunir más de la mitad de los sufragios emitidos. Por su procedencia, los parlamentarios cubanos también compendian una representatividad balanceada de la sociedad, lo cual posibilita integrar comisiones gubernamentales de trabajo dotadas de integralidad en los análisis socioeconómicos y desprovistas de prejuicios sectorialistas o regionalistas.

En el próximo Parlamento, 175 de los nominados (29 por ciento) se vinculan directamente con gestiones de producción o servicios. De ellos, 65 son de la educación y 30 de la salud.

También están ligados a la base económica y social los 25 candidatos provenientes del sector de la investigación científica, los 10 de la actividad deportiva, y 42 del ramo de la cultura. La presencia del movimiento obrero se aprecia mediante 25 representantes de la Central de Trabajadores y sus sindicatos ramales, que le confieren la más alta representatividad dentro de las organizaciones de masas de la Isla.

A pesar del vínculo estrecho con las actividades de base, los aspirantes a diputados poseen un alto nivel de instrucción, pues las estadísticas revelan que el 99 por ciento de ellos terminaron la enseñanza media superior o universitaria, lo que constituye otra particularidad exclusiva del Parlamento cubano.

La Asamblea Nacional del Poder Popular deviene el órgano supremo del poder del Estado, que representa y expresa la voluntad soberana de todo el pueblo. Es el único órgano con potestad constituyente y legislativa en la República.

En un universo mayoritariamente caracterizado por la antítesis democrática, el Parlameno cubano sin lugar a dudas constituye ejemplo por la singularidad de su composición y características, referentes para quienes aspiren a una verdadera democratización de sus procesos electorales y períodos legislativos.

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Grupos Autónomos de Valencia en la segunda mitad de los 70 .

Grupos de gente unida por relaciones de amistad o por intereses comunes más o menos subjetivos: proyectos de convivencia, de activismo social y político, de vivir de un modo diferente al dominante... Su existencia fue más o menos efímera. Por ejemplo, muchos de ellos, o de los individuos que los formaban, renunciaron a su autonomía participando en la precipitada reconstrucción de la CNT que se produjo al morir Franco, o integrándose en otros sindicatos o en grupúsculos vanguardistas de la extrema izquierda; otros se engancharon a la heroína, formaron cooperativas o se hicieron musulmanes; otros se convirtieron en simples ladrones o traficantes, o en currantes normales, o en padres y madres de familia. De los que continuaron resistiendo, muchos fueron yendo a parar al talego, y a algunos los mataron la policía, los boqueras, la droga, la enfermedad o el tráfico rodado; algunos otros se suicidaron... En fin, algunos corrieron, simultánea o sucesivamente, una suma mayor o menor de esos destinos u otros por el estilo; no sé si como resultado o causa de la derrota del movimiento en el que habían participado, o ambas cosas a la vez.

Aunque la violencia o la «lucha armada» no era la única manera de actuar ni la más importante, algunos de esos individuos y grupos recurrían ocasionalmente, con mayor o menor frecuencia, a acciones más o menos violentas, a veces usando armas. Robos, atracos, sabotajes, atentados a bancos, cuarteles, comisarías, juzgados, reformatorios, prisiones, oficinas de empleo, grandes almacenes, infraestructuras capitalistas... Dejando aparte a los Comandos Autónomos Anticapitalistas de Euskadi, que, aunque sus propuestas teóricas y prácticas eran muy parecidas, surgieron en un contexto diferente, los antecedentes inmediatos de la mayor parte de estos grupos, por propia elección, por su manera de pensar y actuar, por sus relaciones y por algunas de las personas que los integraban, habían sido, por ejemplo, los Grupos Autónomos de Combate y el MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), que existieron en Barcelona, del 71 al 73, como un intento de crítica teórica y práctica contra el vanguardismo y el reformismo de la «izquierda del capital», y de apoyo a la autonomía de las luchas obreras, cuyos partidarios, desde las comisiones obreras y otros intentos de autoorganización surgidos a partir de ellas, habían tenido que combatir en desventaja contra la manipulación estalinista y de otras burocracias izquierdistas. O los GARI (Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista) que actuaron en territorio francés y belga, durante el 74, en respuesta por el asesinato legalizado de Salvador Puig Antich y en defensa de los otros presos del MIL sobre algunos de los cuales también pesaba amenaza de ejecución. O la multitud de grupos autónomos sin nombre fijo que surgieron en las campañas que hicieron frente a la represión contra los anteriores.

Grupos Autónomos Libertarios es el nombre que utilizó la policía y del que se hizo eco la prensa para etiquetar a ciertas personas que fueron detenidas en Madrid, Barcelona y Valencia en 1978, acusadas de atracos, atentados y tenencia de armas y explosivos. Después, algunas de ellas, y otras que se les fueron sumando a medida que iban cayendo presas, firmaron con el nombre de Grupos Autónomos algunos llamamientos escritos lanzados desde la cárcel. A finales del 80, cuando se publicó por primera vez una recopilación de esos comunicados, había en las cárceles del Estado español unas treinta personas que, agrupadas por afinidad personal, habían realizado efectivamente, entre el 75 y el 79, acciones como las siguientes: lanzamiento de cócteles molotov contra bancos, oficinas de empleo, grandes almacenes, comisarías, cuarteles de la guardia civil y objetivos semejantes, por ejemplo, en respuesta al asesinato de Salvador Puig Antich, o en los aniversarios del mismo o de los últimos fusilamientos del franquismo (en septiembre del 75), o en respuesta a la masacre de Vitoria en el 76, o por los asesinatos de la policía en las calles de Euskadi a principios del 77. Una serie de atentados con bombas y cócteles en el 77 contra empresas alemanas cuando aparecieron suicidados varios presos de la RAF, contra empresas francesas por la extradición de Klaus Croissant -abogado de algunos de los anteriores- y durante la huelga de hambre de Apala para evitar su extradición, realizados simultáneamente unas veces en Madrid y Barcelona, otras también en Valencia, y otras en coordinación con grupos franceses. A mediados del 78, con motivo de la visita de Giscard d’Estaing a España, petardos y cocteladas contra empresas francesas en España y contra empresas españolas en Francia: acciones que pretendían dar una respuesta solidaria internacionalista contra la represión sin fronteras del Capital. Apoyo a las luchas obreras autónomas mediante atentados contra las dependencias e instalaciones de las empresas: en Barcelona en el 76, a las huelgas de «Roca» y transportes «Mateu Mateu»; en Madrid, a las huelgas de la construcción del 76, «Roca» en el mismo año y la del Metro en el 77 y, a principios del 78, otra vez contra el Metro por la subida de tarifas. En apoyo a la lucha de los presos, en Barcelona, Madrid y Valencia, a lo largo de todo el 77 y principios del 78, numerosos atentados contra bancos, juzgados, cárceles, reformatorios y tribunales de menores. Además de gran número de expropiaciones que habían de servir para comprar armas y otros útiles que necesitaban para sostener y extender su forma de actuar, y como crítica directa de la propiedad burguesa y abolición inmediata del trabajo asalariado al menos en sus propias vidas. Nunca hubo «daños colaterales».

En la práctica, esos grupos eran efectivamente autónomos, incluso los de una misma ciudad entre ellos. Cada individuo y cada grupo decidían ellos mismos sus acciones sin aceptar ninguna autoridad o jerarquía. Se ponían de acuerdo para acciones concretas y compartían tanto las armas y otros medios materiales como las técnicas e informaciones necesarias. Entre ellos todas esas cosas estaban socializadas, a disposición de cualquier grupo afín que estuviera dispuesto a «enrollarse», es decir, a actuar por su cuenta y riesgo, y que fuera de fiar, lo cual se valoraba a partir de las relaciones personales y de la participación común en las luchas del momento. Pero nunca formaron una organización fija y el nombre de grupos autónomos o la palabra autonomía apenas se utilizaban ni en la reivindicación pública de las acciones ni en las discusiones internas de los grupos. Creo que era corriente la idea de que quien más hablara de autonomía -o de anarquía- o pretendiera representarla menos posibilidades tenía de alcanzarla realmente y más de convertirse en su enemigo. No les era extraña la idea de «propaganda por la acción», pero no hacían las cosas con vistas a su repercusión espectacular. De hecho, nunca utilizaron unas siglas o un nombre fijos y algunas acciones ni siquiera las reivindicaban. No les interesaba que el Espectáculo les identificara, atribuyéndoles entidad en su mundo manipulado, como pudo hacer una vez les tuvo presos. Lo que buscaban era expresar su rechazo al sistema capitalista a través de acciones significativas, para que quienes pensaban y sentían igual supieran que estaban allí, esperando encontrarse con ellos en la lucha. Demostrar, como proponía el MIL, que el nivel de violencia con que se podía y, por lo tanto, se debía responder a la violencia capitalista era mucho mayor de lo que comúnmente se creía. No se trataba de una opción ideológica, sino de una tendencia práctica, uno de cuyos aspectos principales era la crítica teórica y práctica de toda ideología, el intento de hacer la teoría de una práctica propia y de poner en práctica las propias ideas y proyectos. Eran unas características concretas de ciertas acciones concretas cuya concreta experiencia trajo consigo una manera de entender la acción y de organizarse, y hasta un modo de vivir, en el que no había separación definitiva entre lo político y lo personal. Y, sobre todo, se trataba de la defensa de esa forma de actuar y de vivir frente a cualquier tipo de imposición o manipulación, es decir, de una actitud más bien negativa: anticapitalista, antiestatista, antiburocrática, antiautoritaria, antijerárquica, antivanguardista, antidogmática... La parte afirmativa, creativa, se dejaba más bien a lo imprevisible, a la libertad de cada grupo y de cada persona y, sobre todo, a la autoorganización de cada lucha por medio de un proceso de diálogo directo y decisión permanente entre los implicados.

Otra cuestión era la de la autonomía de las luchas que se produjeron por entonces, en verdaderas oleadas, en todo el territorio del Estado español, autonomía a la que nosotros apostábamos nuestras expectativas revolucionarias y a la que deseábamos apoyar y sumarnos, no decirle cómo tenía que ser o lo que tenía que hacer. En aquellos años proliferaban las huelgas salvajes en las que los trabajadores se autoorganizaban por medio de asambleas obligando a los empresarios y al Estado a negociar directamente sus reivindicaciones con delegados elegidos en ellas y revocables en todo momento, dejando fuera del asunto a las burocracias sindicales, franquistas o democráticas, y demás intermediarios profesionales. A menudo, esas huelgas se extendían espontáneamente, por efecto de la solidaridad y organizándose por medio de coordinadoras de delegados, hasta generalizarse y sobrepasar el marco reivindicativo en que habían comenzado. Llegaron a constituir un problema político de primera magnitud: una concepción práctica de la democracia totalmente opuesta a la que pugnaban por imponer por entonces la coalición de políticos franquistas y «demócratas» que pretendían repartirse el pastel cocinado en el intento de modernizar el régimen de dominación. Al mismo tiempo, se multiplicaban los atentados directos a la propiedad capitalista, especialmente atracos a bancos, acciones encaminadas a liberarse inmediatamente del trabajo alienado, a recuperar una parte del poder que el Capital nos arrebata; mientras los presos sociales estaban destruyendo literalmente las cárceles, por medio de incendios, motines y fugas, reivindicando el indulto general, autoorganizados también por medio de asambleas y de una Coordinadora de Presos En Lucha (COPEL). Otros muchos movimientos reivindicativos entendían de forma parecida la práctica de la democracia, en los barrios, en los manicomios, en las universidades e institutos, en las calles... desbordando por todas partes las previsiones del partido del orden. Todas esas cosas desempeñaron un papel no pequeño en el resquebrajamiento del control social que se produjo por entonces. La desobediencia se extendía, la gobernabilidad se hacía imposible, políticos y periodistas se lamentaban a diario por la inestabilidad social y política. Alrededor de 1976 había en Valencia cierta cantidad de personas de muy diversas procedencias: obreros, estudiantes y gente sin oficio ni beneficio, individuos y grupos unidos por afinidad personal y por una manera común de entender la participación en las agitaciones sociales y políticas del momento y la acción en general. La mayor parte preferíamos liberarnos ya mismo del trabajo asalariado por nuestros propios medios a esperar que lo hiciera una hipotética revolución que, por otra parte, no es que nos pareciera inminente a escala de toda la sociedad. De hecho, algunos de nosotros estábamos de acuerdo en la idea de que las oportunidades de «meter caña» que ofrecía la inestabilidad derivada de la «Transición» sólo iban a durar un par de años, y nos proponíamos aprovecharlas mientras pudiéramos y marcharnos a México, un poco antes de que terminara ese plazo, para librarnos, de paso, de la mili. Para nosotros, la que valía era la revolución que consiguiéramos hacer a diario en nuestras propias vidas y en nuestras relaciones personales. Éramos en gran parte gente quemada del dogmatismo ideológico y los procedimientos autoritarios y manipuladores de los grupúsculos de la extrema izquierda y, aunque la media de edad era muy joven, para muchos eran un punto de referencia los ecos de la recuperación de las comisiones obreras a manos del PCE, o la de las comisiones y asambleas de barrio, y los intentos posteriores de organización autónoma de las luchas obreras, como las plataformas anticapitalistas, recuperadas también por grupúsculos vanguardistas, así como experiencias de lucha armada autónoma como las del MIL o los GARI. Abundaban los grupos de barrio, algunos de los cuales, por ejemplo, se habían desarrollado a través de la participación en luchas vecinales, por desbordamiento de los clubes parroquiales, locales donde la Iglesia intentaba hacer proselitismo juvenil en los barrios obreros y de los que los curas, así como los burócratas izquierdistas, terminaron perdiendo totalmente el control. Entre esta gente, algunos eran trabajadores con experiencia en huelgas y luchas laborales, otros habían desertado de la mili o eran prófugos, otros vivían a salto de mata intentando huir del trabajo, sobreviviendo a base de trapicheos, robos en supermercados, etc., otros venían participando desde hacía algún tiempo en acciones de solidaridad con los presos autónomos, otros en los «comités de apoyo a COPEL» y otras actividades solidarias con la lucha de los presos contra la cárcel, otros habían salido hacía poco del talego donde habían participado en las luchas del momento, otros estaban fugados... Se puede decir que todos estábamos huidos de algo: de la mili, de la fábrica, de la obra, de las aulas, de la familia, de la religión, de la ideología, de la cárcel, de la sociedad...

En las manis y movilizaciones de todo tipo que abundaban en aquella época, siempre éramos los últimos en retirarnos de la calle y los primeros en enfrentarnos a la policía, a los fachas o a los servicios de orden de las burocracias políticas y sindicales de la izquierda. En ellas y en las fiestas que casi siempre les seguían nos encontrábamos y nos conocíamos. Nos reconocíamos sobre todo por nuestras actitudes antiburocráticas, encaminadas a desbordar las consignas moderadas de las «fuerzas democráticas», las cuales pretendían en todo momento encauzar en los términos de la nueva legalidad las energías de los conflictos sociales, personales, políticos... que se planteaban por entonces, a diario y en todas partes, organizándose casi siempre por medio de asambleas, y llevarlos a los Ayuntamientos, Parlamentos, mesas negociadoras, pactos de «consenso», y demás instituciones «democráticas». Mientras nosotros queríamos, por el contrario, que siguieran planteados en las calles, en las cárceles, en los barrios, en las fábricas y en los tajos hasta sus últimas consecuencias, sin que las asambleas y los individuos perdieran su poder. Mientras ellos velaban por el civismo de las masas y aplaudían a la policía, nosotros le lanzábamos piedras y cócteles molotov, así como a los bancos, grandes almacenes y otros objetivos. Mientras ellos se conformaban con la amnistía parcial para los moderados de su cuerda, nosotros exigíamos amnistía total que incluyera a los condenados por delitos violentos -entre los que había todavía alguna gente del MIL y de grupos autónomos posteriores, la solidaridad con los cuales también era un factor de unidad para nosotros. Mientras ellos discriminaban a los «presos comunes», nosotros exigíamos indulto general y apoyábamos la destrucción de las cárceles que los mismos presos estaban realizando. Mientras ellos gritaban «abajo la dictadura» y «libertades democráticas», nosotros gritábamos «muerte al capital» y «poder obrero». En suma, mientras ellos (sindicatos, partidos de oposición, grupúsculos de izquierda, etc.) intentaban redirigir o cortar, en estrecha colaboración con las demás fuerzas del orden, toda iniciativa que pretendiera ir más allá del proyecto de democratización del franquismo pactado entre régimen y oposición, nosotros expresábamos y afirmábamos nuestra rabia de libertad y deseos de destrucción de todo lo que pretendiera explotarnos o manipularnos, al tiempo que buscábamos a quienes pensaran, sintieran y actuaran como nosotros para unirnos a ellos.

A partir de ahí empezamos a coordinarnos, por ejemplo, en cocteladas contra bancos, oficinas de empleo y objetivos similares: un mismo día, a una misma hora, en puntos distintos de Valencia, unas veces con un motivo y otras con otro, al menos diez o quince grupos de dos o tres personas lanzaban unos cuantos cócteles molotov, prendiendo fuego a sus objetivos. En varias ocasiones nos coordinamos también con gente de Madrid, Barcelona, Francia... tal como hemos contado al principio. En acciones como éstas fuimos estableciendo relaciones y desarrollando la costumbre y los procedimientos para ponernos de acuerdo en iniciativas que buscaban ir más allá del impulso a desbordar las convocatorias «democráticas». Antes, durante y después, fuimos conociendo a gente más experimentada, de la que aprendimos técnicas como el uso de armas y explosivos, falsificación de documentos, fabricación de «espadas», robo de coches, etc. Empezamos a hacer atracos, aprendimos a poner petardos, nuestra acción se iba intensificando. Pero al mismo tiempo, casi sin darnos cuenta, la situación social se iba alterando y el suelo que pisábamos empezó a fallar bajo nuestros pies. A medida que íbamos cayendo presos -lo cual empezó a suceder a principios del 78, cuando, a consecuencia del debilitamiento del movimiento general nos fuimos quedando más y más aislados, al tiempo que la policía y su ejército de confidentes podían prestarnos mucha más atención- los compañeros que quedaban libres, en Valencia y en otros lugares, y algunos que consiguieron fugarse, se marcaron como objetivo prioritario la liberación de los encarcelados. Se hicieron varios túneles de fuera a dentro y de dentro a fuera, intentos de liberación en las conducciones y salidas a juicio o a los hospitales, y otras acciones cuyo porcentaje de éxitos no fue muy alto, de modo que la gente iba siendo detenida, en ellas o en las expropiaciones que había que hacer para sostenerlas, más deprisa de lo que conseguían ir sacando a los presos. Al final, casi todo el mundo terminó entalegado o quemado, al mismo tiempo que el movimiento en general iba quedando definitivamente derrotado. Así nos fuimos sumergiendo en los negros 80, años de desencanto y aislamiento para nosotros y de prepotencia del Capital y del Estado. Para nosotros, además de en la destrucción del Estado y de todos sus instrumentos de violencia y opresión, la revolución consistía principalmente en la abolición del trabajo asalariado. Más que fantasear sobre cómo se produciría un futuro proceso de liberación del trabajo (y no es que no lo hiciéramos también en alguna ocasión), nosotros procurábamos librarnos ya mismo de las relaciones de explotación en general, viviendo, por ejemplo, de robos pequeños y grandes, de los que compartíamos tanto las emociones y los riesgos como los productos. En cuanto al futuro, para nosotros la revolución había de ser el principio de un proceso permanente de autotransformación de la sociedad a través de la participación libre e igual de todos los implicados en todas las decisiones y actividades que constituyen la vida social, de creación constante de las condiciones para la libertad, liberación de la parte penosa del trabajo y participación libre en la parte creativa, en la construcción del mundo humano. Cómo ha de hacerse eso, tendrán que decidirlo quienes lo hagan a partir del momento en que decidan hacerlo. Nosotros intentábamos eso mismo, a escala de nuestras propias vidas, partiendo de nuestras pequeñas comunidades y buscando coordinarnos con otras parecidas que fueran surgiendo por ahí y con las que pudiéramos encontrarnos, así como con el movimiento obrero asambleario y los otros movimientos desobedientes de que hemos hablado que, para nosotros, eran ya un principio de revolución. El hecho de la autonomía, es decir, los actos, las actitudes, los procedimientos como las huelgas salvajes, las asambleas de huelguistas, las comisiones de delegados elegidos en ellas y revocables por las mismas en todo momento, la solidaridad, los piquetes, los grupos de afinidad o los acuerdos espontáneos tomados en el momento mismo de la acción al coincidir en ella, todo eso se había convertido en costumbre para mucha gente, pero sus enemigos eran muchos y bien organizados, costaba mucho que esas «buenas costumbres» se impusieran contra los procedimientos de las organizaciones burocráticas, dirigistas y manipuladoras, que en todo momento intentaban sobreponérseles, ya que las organizaciones de la izquierda, partidos y sindicatos, tenían que demostrar su poder de movilización y, sobre todo de desmovilización, su control de las masas obreras, para tener algo que vender a cambio de su porción del pastel «democrático», y podían apoyarse en todos los medios del poder dominante, desde el monopolio y manipulación de la información hasta la intervención de la policía.

La «autonomía» era entonces un conjunto de costumbres, de procedimientos, de tácticas, que se adoptaban espontáneamente en las luchas concretas que se iban produciendo en las calles, en los tajos, en las fábricas, en las cárceles, en los barrios, etc., aplicando directa, intuitivamente en muchos casos, las lecciones del inmediato pasado, sin que la mayoría de sus protagonistas se preguntara por qué hacían las cosas así. Caía por su propio peso, no había otra manera de hacerlas. Quizá el principal defecto fuera esa falta de una conciencia clara de lo que se estaba haciendo, cómo y por qué, y de cuáles eran los enemigos de esta forma de actuar y los procedimientos que usaban para oponerse a ella. Espontaneidad inconsciente, ausencia de teoría crítica, de un modo de pensar estratégico lo suficientemente extendido. Por otra parte, la gente dispuesta a una lucha sin cuartel era una minoría, la mayor parte pertenecía a lo que entonces se llamaba la «mayoría silenciosa», identificada pasivamente con el proyecto «democrático», completamente encandilada con la ilusión del «Estado de bienestar» y de la «sociedad de la abundancia», sin darse cuenta de que la sociedad española llegaba demasiado tarde a todo eso, cuando ya estaba en plena descomposición. Puede que no llegara a existir un verdadero «movimiento», una gran cantidad de gente luchando de común acuerdo por unos objetivos comunes propios. La mayoría de los que se movilizaban, aún muchos de los que defendían las asambleas, lo hacían por mejoras en sus condiciones de trabajo y consumo y otras reivindicaciones «particulares», perfectamente traducibles al lenguaje del Estado y del Capital. Quizá la situación no era tan «revolucionaria» como algunos hubiéramos querido. Aun así, se puede decir que la oleada asamblearia del 76-78 tuvo una gran fuerza, llegando a condicionar todo el desarrollo de la «Transición», creando, mientras duró, una situación ingobernable, extendiéndose del laboral a muchos otros ámbitos y poniendo en peligro en todo momento los beneficios del Capital. De manera que toda la «Transición» puede verse como un enfrentamiento entre los que querían canalizar las energías liberadas por el debilitamiento del régimen franquista en los cauces «democráticos» y los que queríamos desbordarlos.

Pero esas perspectivas rebeldes resultaron derrotadas, aquí como en el resto de Europa, por la acción combinada de la violencia policial, del engaño político y sindical y de la seducción espectacular. Puesto que no ganó la revolución, triunfó la contrarrevolución. Como una respuesta irónica a nuestro rechazo del trabajo, el Capital nos dio la reconversión industrial, el paro, el trabajo negro y el empleo precario, la reestructuración de la producción, un reacondicionamiento del territorio social basado sobre todo en criterios de contrarrevolución preventiva. El Capital, el «devenir mundo de la mercancía», tiene hoy más vigencia que nunca. Sin olvidar el gran desarrollo alcanzado por la estupidez consumista, el trabajo asalariado continúa siendo la esclavitud, la servidumbre de nuestro tiempo; el hecho concreto, actual, de la alienación; el modo de relación social explotadora a través del cual perdemos la libertad vendiendo nuestra energía para que el Capital produzca y reproduzca con ella, según sus propias pautas e intereses, su mundo-mercado en el cual tenemos que vivir por fuerza sin la menor oportunidad de alterarlo o de darle forma según nuestros propios deseos y necesidades. El desarrollo tecnológico, disminuyendo la importancia de la fuerza del trabajo humana en el proceso productivo, ha hecho el trabajo asalariado cada vez menos necesario, de manera que ha adquirido la forma y el contenido de una dominación que sólo tiene sentido por sí misma, o sea, de la prepotencia, del sadismo, por parte de los explotadores, y de la servidumbre voluntaria, en cuanto a los explotados se refiere. Lo malo es que seguimos presos en ella, como nuestros padres y abuelos, pero no disponemos ya de la fuerza que tenía la clase obrera de antaño, derivada de su posición dentro del modo de producción y de su conciencia de clase. Seguimos dependiendo del Capital mientras él depende cada vez menos de nosotros. Ya no hay ningún criterio humano efectivo que pueda juzgar y alterar el rumbo de la historia, es la corriente del Progreso la que juzga y decide sobre todo. La megamáquina explotadora, reforzada tecnológicamente, impera totalitariamente como un poder parasitario sobre la vida, como sustancia absoluta constitutiva de toda realidad, impidiendo de infinitas maneras la formación de cualquier sujeto individual o colectivo que pudiera oponérsele.

Quisiera que quede claro que no pretendo que este relato sirva ahora de ejemplo para nadie. Al contrario, en el mismo relato de lo que pensábamos, o de lo que yo pienso ahora que pensábamos entonces, se pueden distinguir ciertas tonterías e ilusiones ideológicas sin otro fundamento que la alienación, -que consiste, al fin y al cabo, en un alejamiento de la realidad, aunque sea forzado- y en nuestra práctica muchas debilidades y algunas estupideces. Por ejemplo: un cierto fetichismo por las pistolas, una especie de activismo armado, que nos llevaba frecuentemente a confundir la violencia con la radicalidad, y nos alejaba, a través de la especialización en acciones y dinámicas clandestinas, de las luchas sociales reales que, evidentemente, se desarrollaban en un campo mucho más amplio. Un contraculturalismo inmediatista que, cargando demasiado el acento sobre el día a día personal, nos hacía descuidar la búsqueda de perspectivas sociales, históricas, estratégicas. Un cierto espontaneísmo autosuficiente que nos hacía olvidar la necesidad de coordinación práctica concreta de las diversas luchas y de quienes luchaban. En realidad, todavía conservábamos gran parte de la fe determinista en que el proletariado había de hacer fatalmente su revolución social, de manera que nosotros podíamos dejarle hacer mientras nos dedicábamos a la nuestra personal. Todo eso jugaba a favor de las tendencias dominantes en todos los terrenos -político, laboral, vecinal, antirrepresivo, etc.- que, a través de la supresión de todo procedimiento y ocasión de diálogo directo, reflexión, decisión, autoorganización y acción colectivas, empezando por las asambleas, de su sustitución por los mecanismos de mediación estatales, mercantiles y finalmente tecnológicos, y de la reclusión de cada cual en su vida privada, dejaba a los individuos, empezando por nosotros mismos, aislados a merced de la policía y del mercado. Lo que entonces era ya equivocado, por delirante e ilusorio, con mucha más razón lo será ahora, veintitantos años después, en una situación mucho más difícil y compleja y totalmente diferente en algunos aspectos esenciales. No hay que mitificar nada ni a nadie. Todo este rollo sólo tiene sentido si ha de servir a quienes lo lean de material para entender el inmediato pasado tal como ha contribuido a constituir el presente, es decir, en la medida en que seáis capaces de juzgar lo que se dice aquí y lo que no se dice, lo cual supone disponer de conceptos construidos por vosotros mismos a partir de vuestra propia experiencia práctica que, si valen de algo, han de servir también para juzgarla... En un mundo donde todas las «realidades» y, sobre todo, la «realidad» en general, se constituyen según los dictados del fetiche mercancía, precisamente lo que aparece como real es por definición falso, un componente de la mentira dominante. Postular una verdad distinta implica desafiar la que se nos impone, lo cual es algo que no conviene hacer si no se dispone de la fuerza suficiente. Primero hay que constituir esa fuerza. Si no, la derrota está asegurada y las pequeñas y parciales «realidades» que se declaran contra el Capital, derrotadas de antemano, se convierten también en mercancías, o en fetiches y rituales, consagración de la impotencia, aclimatación, falseamiento de la rebeldía. El enemigo nos lleva mucha ventaja también en el plano de la conciencia, conoce mucho mejor que nosotros un territorio que es el suyo y también nos conoce mejor a nosotros de lo que nos conocemos nosotros mismos. Todo ello como consecuencia de la derrota y dispersión consecuente de un movimiento revolucionario que ha quedado interrumpido durante años al ser derrotado como sujeto y suprimidas, al mismo tiempo, las condiciones materiales, objetivas de su existencia. La reanudación de ese movimiento no es una simple cuestión de Fe, ideológica, sentimental o algo así. Tampoco basta con desearla, hay que reconstruir una conciencia crítica colectiva, reanudar una práctica consciente, entablar un proceso de comunicación basado en el rechazo del modo de vida capitalista y en el deseo y la lucha por la libertad, la justicia y la dignidad, y encontrar a través suyo nuevas bases prácticas, palancas materiales para enfrentarse al Capital. También hay que pararse mucho a reflexionar sobre los verdaderos resultados de la lucha armada como enfrentamiento directo con el Estado por parte de algunos grupos cada vez más separados y militarizados, en la «contrarrevolución» de finales de los 70 y los 80, sobre todo en lo que atañe a maniobras de manipulación y tergiversación, y sobre los cambios estratégicos ocurridos desde entonces en el terreno de la guerra social. Actuar de según qué formas sin haber hecho eso, imitando acríticamente y sin ninguna preparación actitudes que, en muchos casos, ya resultaron erróneas en su momento, es ponérselo demasiado fácil al enemigo.

www.nodo50.org/ekintza

La obsesión cubana de la Casa Blanca.

...por Salim Lamrani

En plena Guerra Fría, los EEUU impusieron unilateralmente un embargo contra Cuba. 45 años más tarde, ignorando los cambios históricos que aparecieron en el mundo, Washington prosiguió su cruzada contra el «comunismo cubano». Pero la fabricación y acumulación de diversas «leyes y reglas jurídicas» contra Cuba, en vez de hacer derrumbar el gobierno de Fidel Castro, como lo pensaban, engendró una situación tipo kafkiana, perjudicable para la población cubana, pero también para los simples turistas y comunidades con un lazo de parentesco viviendo desde hace años entre ambos países. Nuestro colega Salim Lamrani analiza el último informe US sobre este dispositivo.

La administración estadounidense actual que preside George W. Bush sufre una singular obsesión con respecto a Cuba. A pesar de la sangrienta tragedia iraquí y el fracaso de la invasión de Afganistán, Washington está más decidido que nunca a derrocar al gobierno de La Habana e instaurar un régimen a sus órdenes. La Unión Europea, tan rápida en seguir los pasos estadounidenses cuando se trata de estigmatizar a Cuba, sigue observando un silencio cómplice frente a la política irracional de la Casa Blanca.

En mayo de 2004 Washington impuso nuevas sanciones económicas que han tenido consecuencias desastrosas para la población cubana. El envío de remesas se ha limitado drásticamente. Los ciudadanos cubanos de Estados Unidos ya no pueden mandar ayudas económicas más que a los miembros directos de sus familias, según la nueva definición del término que dio Bush. Se excluye, por tanto, a todos los demás miembros (primos, tíos, sobrinos...) salvo a los abuelos, padres, hermanos, hijos y esposos. Los emigrados cubanos ya no pueden visitar a sus familiares en la isla más de 14 días cada tres años en el mejor de los casos. En efecto, antes necesitan obtener una autorización del Departamento de Tesoro. Además no pueden llevar más de 20 kilos de equipaje ni gastar más de 50 dólares al día allí [1].

En julio de 2006 el presidente Bush implantó sanciones adicionales aún más duras. ¡Incluso designó a Caleb McCarry como coordinador de la «transición», a semejanza del procónsul Paul Bremmer nombrado en Iraq en 2003, y fijó el plazo para deshacerse del gobierno cubano en 18 meses! Dedicó un presupuesto de 31 millones de dólares para la creación y el refuerzo de una oposición interna, que se añade a la suma de 50 millones de dólares prevista en 2004 y 2005. Washington prevé incluso sancionar económicamente a los países que inviertan en Cuba y ha redactado una lista negra de funcionarios a neutralizar en una futura Cuba recolonizada. Se limitan sumamente los intercambios académicos, culturales, religiosos, deportivos y humanitarios entre los dos países y las más severas sanciones –hasta diez años de cárcel– se pueden aplicar a los infractores. Los envíos de remesas se restringen todavía más y las condiciones requeridas a las empresas estadounidenses para vender productos de alimentación a Cuba cada vez son más difíciles de satisfacer [2].

En octubre de 2007 el presidente Bush pronunció un discurso sumamente virulento contra La Habana subrayando que «pocos problemas habían desafiado [...] a nuestra nación como la situación de Cuba» y reafirmó su voluntad de incrementar todavía más el estado de sitio del cual es víctima la población cubana. También lanzó una llamada a la insurrección destinada al ejército [3].

El 19 de diciembre de 2007 la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de Estados Unidos (United States Government Accountability Office – GAO) publicó un informe de 96 páginas sobre las consecuencias originadas por el endurecimiento de las sanciones económicas contra Cuba, a las que considera como «la red más desarrollada de sanciones económicas impuesta por Estados Unidos». Así, los servicios aduaneros (Customs and Border Protection – CBP) de Miami realizaron inspecciones «secundarias» sobre el 20% de los pasajeros procedentes de Cuba en 2007 con el fin de comprobar que no importaban tabaco, alcohol o productos farmacéuticos de la isla. En cambio, el promedio de inspecciones fue sólo del 3% para todos los demás viajeros. Según el GAO, este enfoque sobre Cuba «reduce la aptitud de los servicios aduaneros para llevar a cabo su misión que consiste en impedir que los terroristas, criminales y otros extranjeros indeseables entren en el país» [4].

«Desde 2001 la Oficina de Control de Bienes Extranjeros [OFAC] abrió más investigaciones e impuso más sanciones por violaciones del embargo -como la compra de tabacos cubanos- que por todas las demás violaciones de otras sanciones tales como las impuestas a Irán», subraya el informe [5]. Más grave aún, el GAO afirma que se detectaron numerosos fallos en «grandes puertos de entrada de toda la nación que aumentan la posibilidad para los terroristas [...] de entrar en el país. El uso eficiente de los recursos de inspecciones secundarias es indispensable para el cumplimiento de la misión prioritaria antiterrorista de los servicios aduaneros» [6]. La lucha contra el terrorismo se ha vuelto «la principal prioridad de la CBP desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001» [7].

Así, entre octubre de 2006 y marzo de 2007, los servicios aduaneros del aeropuerto de Miami procedieron a 1.500 embargos «de pequeñas cantidades de tabaco, alcohol y productos farmacéuticos en la mayor parte de los casos» a pasajeros procedentes de Cuba durante inspecciones que duraron entre 45 minutos y tres horas. En cambio, sólo efectuaron 465 embargos a todos los demás pasajeros procedentes del resto del mundo, entre los que requisaron 211 kilos de drogas y 2,4 millones de dólares en efectivo [8].

La administración Bush, en vez de usar los recursos humanos y técnicos a su disposición para preservar la seguridad nacional y luchar contra el terrorismo y el tráfico de drogas, prefiere concentrar sus esfuerzos para reprimir a los turistas que importan una caja de tabaco, una botella de ron o medicinas de Cuba. Este ensañamiento irracional es aún más grave pues se hace en detrimento de la protección de los ciudadanos estadounidenses. En efecto, el informe destacó la importante carencia de personal aduanero que «ha creado vulnerabilidades en su proceso de inspección en los puertos de entrada estadounidenses» [9].

El informe insiste también en el carácter obsesivo de la política anticubana de Washington. Así, mientras que existen más de veinte programas de sanciones económicas contra terceros países, la OFAC dedicó, entre 2000 y 2006, el 61% de sus recursos a perseguir a los turistas estadounidenses que viajaron a Cuba sin permiso [10]. La OFAC realizó 10.823 investigaciones relativas a violaciones de las sanciones económicas contra Cuba y sólo 6.791 investigaciones para todos los demás programas de sanciones [11]

«Mientras que el embargo contra Cuba sólo es uno de los más de veinte programas de sanciones que la OFAC administra, las multas que impuso la OFAC por las violaciones del embargo contra Cuba representan más del 70% de las multas totales impuestas entre 2000 y 2005» [12]. El estudio concluye que «desde 2000, la OFAC realizó más investigaciones e impuso más multas por violaciones del embargo cubano que por el conjunto de los demás –más de veinte- programas de sanciones que aplica la agencia» [13]. El Departamento del Tesoro impuso multas por un total de 8,1 millones de dólares para las 8.170 violaciones de sanciones contra Cuba, lo que representa un promedio de 992 dólares por violación. «La mayor parte de esas violaciones eran relativamente menores, como comprar tabacos cubanos por Internet» [14].

Le GAO exhortó a las autoridades gubernamentales, y al secretario de la Seguridad Nacional en particular, a que destinaran prioritariamente los recursos humanos de los servicios aduaneros a la seguridad del país y no a «las inspecciones secundarias de viajeros que regresan de Cuba». También pidió a la OFAC que diera prueba de más equilibrio en la administración de las sanciones económicas y se concentrara prioritariamente en los países «involucrados en el terrorismo, la proliferación de armas y el tráfico de drogas» [15].

Estados Unidos está resuelto a derrocar al gobierno cubano y no tiene ningún escrúpulo en infligir un tratamiento cruel e inhumano a los sectores más vulnerables de la población de la isla para alcanzar su objetivo. Persiste en aplicar una política anacrónica e ilegal que viola los derechos fundamentales de los cubanos y por añadidura pone en peligro su propia seguridad. Rechazadas por la inmensa mayoría de la comunidad internacional, las sanciones económicas han fracasado desde hace casi medio siglo e ilustran la incapacidad de Washington para aceptar la independencia y la soberanía de Cuba.

[1] Colin L. Powell, Commission for Assistance to a Free Cuba, (Washington: United States Department of State, mayo de 2004). www.state.gov/documents/organization/32334.pdf (sitio consultado el 7 mayo de 2004), pp. 40-41.

[2] Condoleezza Rice & Carlos Gutierrez, Commission for Assistance to a Free Cuba, (Washington: United States Department of State, julio de 2006). www.cafc.gov/documents/organization/68166.pdf (sitio consultado el 12 de julio de 2006), pp. 19, 24, 25, 27 ; Salim Lamrani, Cuba face à l’Empire (Genève: Editions Timéli, 2006), pp. 139-54.

[3] George W. Bush, «Remarks by the President on Cuba Policy», Office of the Press Secretary, The Miami Herald, 24 de octubre de 2007.

[4] The United States Government Accountability Office, Economic Sanctions. Agencies Face Competing Priorities in enforcing the U.S. Embargo on Cuba, Report to Congressional Requesters, noviembre de 2007. http://www.gao.gov/new.items/d0880.pdf (sitio consultado el 21 de diciembre de 2007), introducción, pp. 1, 6.

[5] Ibid., introducción.

[6] Ibid., p. 6.

[7] Ibid., p. 18.

[8] Ibid., p. 44.

[9] Ibid.

[10] Ibid., p. 6.

[11] Ibid., pp. 45-46.

[12] Ibid., p. 7.

[13] Ibid., p. 9.

[14] Ibid., p. 48.

[15] Ibid., p. 61.

Quico Sabaté y la memoria de la guerrilla antifranquista.

...por Manuel Tabernas

Cada cinco de enero, dentro de un homenaje al maquis, un nutrido grupo de gente se reúne en el cementerio de Sant Celoni para recordar a Quico Sabaté, muerto en combate hace 48 años.

El militante anarquista conocido con el nombre de Quico Sabaté demostró siempre tener un espíritu libre y activo. Antes de los 17 años ya estaba afiliado a la CNT y había fundado el grupo de acción anarquista Los Novatos, formado por sus hermanos y unos amigos, como continuación del grupo Los Solidarios. Durante la guerra luchó en el frente de Aragón con la Columna de los Aguiluchos de la FAI. Pasó a Francia tras acabar la guerra y estuvo en un campo de internamiento, y a principios de los años ‘40 se instaló cerca de la frontera y estudió posibles rutas de entrada al Estado español a través de los montes. En 1944 hizo su primera incursión compaginando su trabajo de fontanero en Francia con su actividad antifranquista en España, robando a acaudalados empresarios y bancos, trasladando propaganda, publicando boletines y reorganizando los sindicatos de la CNT en el interior, así como con sabotajes y actividades de guerrilla urbana en Barcelona, donde colaboró con otros grupos guerrilleros libertarios (los de Massana, Caraquemada y el de Facerías).

En los últimos tiempos de su actividad guerrillera mantuvo fuertes discrepancias con los cargos de la CNT-AIT en Toulouse. A finales de 1959 realizó su última incursión al interior. Le estaba esperando la Guardia Civil, que tendió una emboscada a su grupo. Sólo sobrevivió Quico Sabaté: herido de gravedad, escapó secuestrando un tren del que tuvo que saltar para buscar asistencia médica en Sant Celoni, donde fue asesinado el 5 de enero de 1960 por la Guardia Civil y milicianos fascistas que le dispararon repetidas veces en la cabeza. Hoy, una placa recuerda dónde fue abatido.

La memoria de la guerrilla

Sólo últimamente se está recuperando la memoria de los guerrilleros antifranquistas. Se publican libros, se les hacen homenajes y se les empieza a sacar del ostracismo que el régimen franquista les impuso. Ya no son “bandoleros” aunque, en muchos casos, no se ha modificado esta calificación en sus fichas policiales y muchos más han muerto sin reconocimiento. La mayoría de ellos protestan porque la Ley de Memoria les iguala a cualquier combatiente fascista. Ellos y ellas tienen claro que no son iguales. Y que el tiempo no ha pasado tampoco igual: han sido muchos los años en el exilio o en un doloroso silencio. Aún hoy el Ayuntamiento de Berga, alegando que “aún quedaban muchas heridas abiertas”, se negó a poner una placa conmemorativa al maquis local Massana.

De Quico Sabaté se ha escrito bastante y a veces se ha destacado en exceso la espectacularidad y audacia de sus acciones de guerrilla urbana en detrimento de las motivaciones que tenían. Equipararles a Robin Hood es trivializarlo todo aún más. No sólo robaban bancos o asaltaban empresarios, y desde luego no lo hacían en beneficio propio. Repartían propaganda y daban mítines en fabricas y comedores de obreros. Sabían perfectamente dónde se movían y qué querían. Creían posible volver a ese “corto verano de la anarquía” que durante un breve tiempo se consiguió instaurar en la península. Las tierras, los servicios, los medios de producción estuvieron colectivizados. Y funcionaron. En muchos lugares se abolió el dinero y se instauró el apoyo mutuo. Y funcionó. Eso asustó mucho a los militares, industriales y terratenientes. Era la prueba viviente de que sobraban, de que no eran necesarios. De ese pánico cerval, ese odio y esa rabia en la represión.

Habían de fusilar, asesinar y extirpar todo lo vivo y floreciente. Había que reprimir y destruir hasta el recuerdo. Por ese “corto verano” lucharon gentes como Sabaté y siguieron luchando hasta el final. Ésa era su motivación. Y mientras estuvieron en lucha lo que cada acción armada le recordaba al régimen era que la posibilidad seguía viva o, al menos, que había existido ese mundo; que no había sido un espejismo. Y por eso fueron perseguidas, acosadas y exterminadas las guerrillas antifranquistas urbanas o rurales. Lo cierto es que los maquis buscaban la espectacularidad de sus acciones porque querían dejar claro su oposición armada al régimen. Y es cierto que, en el contexto en que se producía, era fácil que se convirtiera en mito y alimentase la prensa y las novelas sensacionalistas de la época. Pero quedarnos sólo con esto es simplificarlo todo demasiado y hurtar la ideología. Sobre todo, considerar a la gente como mera consumidora de emociones fuertes y, en general, fácilmente impresionable.

La gente no consideraba héroes o mitos a Sabaté y a Caraquemada o Massana porque fueran intrépidos salteadores de caminos. Los frutos de estos atracos iban a apoyar a los compañeros y compañeras presas. Aunque la policía los desarticulaba se configuraban sindicatos y la propaganda que se distribuía se leía. Los guerrilleros no tenían líderes y su organización era la de grupos de afinidad no autoritarios. Y, necesariamente, había enlaces y contactos, cuyo trabajo era, a veces, mucho más peligroso porque no llevaban armas para defenderse. Sin esa base, sin esos apoyos, las guerrillas no pueden existir.

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Las agencias de rating y la crisis financiera.

Diversas informaciones recientes aparecidas en el Financial Times parecen poner de manifiesto que las agencias de rating fueron cómplices y no víctimas del engaño

El tema de la crisis financiera relacionada con las hipotecas subprime es muy complejo de entender para un lego. El mejor análisis que he leído al respecto es la nota editorial publicada en el nº 103 de mientras tanto y firmada por Albert Recio. Es un artículo claro, a pesar de la dificultad del tema y aborda de forma muy sintética prácticamente todos los aspectos relevantes del problema. Este texto pretende sólo ser una apostilla a aquél en relación con el papel jugado por las agencias de rating en la crisis. Pues diversas informaciones recientes aparecidas en el Financial Times parecen poner de manifiesto que las agencias de rating fueron cómplices y no víctimas del engaño.

ABN Amro, un banco holandés que opera a escala mundial (recientemente comprado por el Santander) fue uno de los que diseñó los bonos que han causado la crisis. Su propósito era ofrecer unos títulos con un tipo de interés superior al de los bonos del estado norteamericano y con el mismo grado de seguridad. Para ello necesitaba que una agencia de rating les concediese la calificación AAA o su equivalente (que quiere decir máximo grado de liquidez y mínimo riesgo).

A fin de conseguir este propósito entró en contacto con la agencia Standard & Poors, una de las dos más importantes del mundo. Ambas entidades mantuvieron conversaciones que se desarrollaron durante varios meses para poner a punto el producto. Parece difícil creer que en ese periodo de tiempo tan dilatado Standard & Poors fuera incapaz de descubrir que detrás de los bonos estaban las famosas hipotecas subprime. Resulta más plausible pensar que la agencia, en lugar de cumplir con su obligación de conceder a los bonos una calificación baja (alto riesgo y baja liquidez), aconsejó al banco cómo diseñar el producto para que fuera lo más opaco posible. Luego le concedió la calificación AAA. Unos bonos con ese rating y un interés superior en dos puntos al de los bonos estadounidenses se vendieron como churros, tal como era de esperar. Fue una especie de timo de la estampita, sofisticado, pero timo al fin y al cabo.

La actuación de las agencias de rating en este caso plantea un problema de fondo sobre el que es necesario reflexionar detenidamente. Se trata del proceso de privatización de las tareas de regulación y control que antes realizaba el estado y que ahora han pasado a manos de empresas o asociaciones privadas. Estas entidades están floreciendo en todos los ámbitos. Están, p. ej. las agencias de normalización (como la española AENOR o la internacional ISO), entidades privadas que dictan normas técnicas por delegación expresa o tácita de los estados. Y en el ámbito financiero, tenemos desde el Comité de Basilea para la Supervisión Bancaria en el ámbito internacional, hasta la FASB, la entidad privada que dicta las normas de contabilidad en Estados Unidos, pasando por las empresas auditoras.

Por lo que respecta a las agencias de rating, se trata de entidades privadas que evalúan la solvencia de quienes quieren acceder a los mercados de capitales. Estos pueden ser empresas y bancos, o entidades públicas (ayuntamientos o estados que quieren emitir deuda, p. ej.). Hoy en día estas agencias controlan de facto el acceso a estos mercados y el interés que los solicitantes de crédito van a tener que pagar a sus acreedores (mayor cuanto mas baja sea la calificación). Y dos de ellas monopolizan prácticamente el mercado financiero internacional y muchos mercados nacionales: Moody’s y Standard & Poors.

Las agencias de rating ejercen también facultades normativas por delegación implícita. Así, tanto en Estados Unidos como a nivel internacional se permite que los bancos tengan en bonos las reservas de capital a que están obligados, siempre que dichos bonos estén calificados con un rating alto por determinadas agencias (entre las que se encuentran las dos citadas). Esto puede explicar por qué tantos bancos se han visto pillados por los títulos garantizados por hipotecas subprime. Así, pues, las agencias de rating ejercen tanto funciones de regulación como funciones de control en los mercados financieros.

Una cosa que pone de manifiesto la actual crisis financiera (como pasó también en el caso Enron) es que un sistema normativo en el que la regulación y el control se convierten en negocio no puede funcionar. Así, en el actual sistema, las agencias de rating cobran de aquéllos a los que tienen que calificar. Y el deslizamiento desde las tareas de control a las de asesoramiento es muy fácil. Y de asesorar sobre cómo cumplir los requisitos a hacerlo sobre cómo saltarse los controles no hay más que un paso. De hecho, en 2005, a preguntas de un investigador universitario, los representantes de Standard & Poors declararon que ellos no asesoraban a los clientes ni mantenían contactos informales con ellos. Se limitaban a recibir información objetiva y emitir la correspondiente calificación. Ahora lo que dicen es “los bancos vienen a nosotros con una propuesta de transacción y nosotros les explicamos cómo pueden ser calificados de acuerdo con nuestros criterios (…) No hay nada siniestro en este proceso” (“How S&P put the triple A into CPDO”, en Financial Times, 17 mayo, 2007). Eso es lo que dicen. ¿Qué será lo que hacen durante todos esos largos meses de conversaciones?

La actividad de las agencias de rating y la de la mayor parte de las entidades privadas de regulación y control plantean graves problemas de legitimidad. El principal es su falta de responsabilidad. Así, las agencias de rating son virtualmente invulnerables a pesar de la trascendencia de sus decisiones. No sólo los estados son incapaces de exigirles responsabilidades (Japón lo intentó sin éxito), sino que ellas controlan la actividad de los estados por medio de sus calificaciones. Una medida de política económica inadecuada puede llevar a la degradación de la calificación de un estado, con consecuencias desastrosas para su solvencia financiera (así pasó con Tailandia y Corea). Y todo ese inmenso poder está absolutamente fuera de control. Ni siquiera se ha conseguido que las agencias hagan públicos los criterios que utilizan para conceder sus calificaciones. Tampoco han perdido un solo caso por negligencia, pues los tribunales norteamericanos consideran la actividad de rating como la formulación de una “opinión”, protegida por la Quinta Enmienda.

A la vista de este panorama, parece claro que uno de los problemas con el que nos enfrentamos quienes creemos que otro mundo es posible es el de reabsorber ese inmenso caudal de poder decisorio que se ha delegado a instituciones privadas para ponerlo en manos de instituciones públicas sometidas a control democrático (y no independientes como el Banco Central Europeo). Se trata de una cuestión sobre la que debemos reflexionar, crear conciencia y elaborar propuestas, porque si no, toda nuestra crítica y nuestra actividad pueden dirigirse en una dirección equivocada, dejando de lado los lugares donde realmente está el poder de tomar decisiones.

José A. Estévez Araujo, Mientras Tanto