lunes, 31 de diciembre de 2007

El agotamiento del ciclo de la construcción oscurece el horizonte económico.

...por Pedro Montes, economista

Está fuera de toda duda que la economía española se adentrará en un futuro próximo en un período de complicaciones y dificultades. La bonanza de los últimos años expresada por el crecimiento del PIB y la creación de empleo toca a su fin. Las incógnitas que están sobre el tapete son la cadencia del empeoramiento y su intensidad. Los economistas que se dedican a escudriñar los aspectos negativos de la situación económica hace tiempo que señalan que la expansión estaba agotada. Los cambios en la evolución económica han ido quizás más despacio de lo que cabía prever pero, en todo caso, parecían inevitables y ya han llegado.

El núcleo de los problemas está estrechamente relacionado con la construcción. Mantener el crecimiento desaforado de los últimos años, en particular en la construcción de viviendas, era insostenible. Una caída en la actividad de la construcción, por el peso desmedido que ha alcanzado en la economía, tendrá consecuencias importantes en el crecimiento del PIB y en el empleo (que se destruirá fácilmente por su extrema precariedad), y arrastrará tras sí a otras muchas actividades. Por otro lado, las subidas de precio de la vivienda, motivadas fundamentalmente por la especulación, han hecho que millones de familias, a través de hipotecas, se endeuden hasta unos niveles insólitos para su renta, que las mantendrán ahogadas durante mucho tiempo. El consumo privado se mantendrá resentido por ese alto endeudamiento y su evolución estará muy ligada al comportamiento de los tipos de interés. Lo que ha acontecido con la vivienda en los últimos años en este país representa un mecanismo de extorsión tan potente y prolongado, que sus efectos se dejarán sentir durante un largo plazo.

Funcionamiento distorsionado


Hay que tener en cuenta también que los enormes recursos dedicados a la construcción han distorsionado el funcionamiento de la economía y han impedido que el proceso de la acumulación de capital haya sido armonioso con las necesidades de un país que ha de desenvolverse en un contexto extraordinariamente competitivo como el que representa el mercado único, en unas condiciones donde la competitividad sólo puede lograrse por precios, calidad y desarrollo tecnológico, puesto que el euro, la moneda única, no permite el recurso al tipo de cambio para equilibrar las relaciones económicas con el exterior. La pérdida de competitividad de la economía española se detecta en múltiples indicadores y sobre todo se pone de manifiesto por el enorme déficit de la balanza de pagos y de la balanza comercial. Las dificultades para exportar serán crecientes mientras que las importaciones se verán estimuladas, con lo que esto implica negativamente para el crecimiento de la producción interior y la creación de empleo.

Pero no acaban aquí los problemas que el pasado de la construcción entraña para el futuro de la economía española. Recientemente ha estallado una crisis hipotecaria en los Estados Unidos, o crisis de las subprime, como se la conoce. En ese país, el sector de la vivienda ha tenido también en los últimos años un desarrollo hipertrofiado que, inevitablemente, ha descansado en una evolución desmedida del crédito hipotecario que, a su vez, ha sido posible por la concesión de créditos de muy alto riesgo (subprime). Con el retroceso de la demanda y la elevación de los tipos de interés se ha producido una convulsión financiera de gravedad, consecuencias y efectos temporales desconocidos. No hay transparencia sobre lo que está ocurriendo en el sistema financiero norteamericano e internacional, ni hay información fidedigna sobre las intervenciones que están asumiendo los bancos centrales de Estados Unidos y europeo para hacer frente a los agujeros que los impagos de hipotecas y la depreciación de los activos inmobiliarios están ocasionando. No obstante, sí se sabe que la preocupación es máxima y que se está recurriendo a la inyección masiva de liquidez por parte de las autoridades monetarias para acotar el desarrollo de la crisis, como viene siendo habitual y de forma cada vez más intensa cuando aparecen problemas en el sistema. Ante ella, los organismos internacionales han rebajado las previsiones de crecimiento de la economía mundial y ha cobrado mayor incertidumbre el futuro de todo Occidente. Inevitablemente, la economía española sufrirá en mayor o menor grado este deterioro generalizado cuando, como se ha visto, sus datos propios no trazan un horizonte despejado.

De hecho, estos episodios ajenos ya han alterado el clima económico y financiero de nuestro país, pues algunas instituciones se han visto afectadas por la crisis de las subprime en Estados Unidos, el mercado de valores se ha resentido y cobrado inestabilidad, los bancos han anunciado que endurecerán su política de concesión de préstamos y créditos hipotecarios y las previsiones de crecimiento para 2008 se han revisado a la baja. En suma, con independencia de la situación interna, la crisis en Estados Unidos a través de la globalización financiera internacional ya ha empezado a tener efectos adversos sobre la economía española.

No obstante, el gran interrogante que abren los sucesos norteamericanos es si podrán reproducirse directamente en nuestro país, en el que la construcción de viviendas, la evolución de los precios y la expansión del crédito hipotecario han sido significativamente más acusadas que en los Estados Unidos. Sería temerario afirmar que ocurrirán grandes convulsiones como consecuencia del estallido de lo que se ha venido a llamar la burbuja inmobiliaria.

Ahora bien, está igualmente injustificado asegurar que todo está bajo control y que esa burbuja se desinflará sin provocar perturbaciones sensibles. Como ha ocurrido en Estados Unidos, también en el mercado hipotecario español, para sostener los altísimos ritmos de crecimiento del crédito, se ha tenido que recurrir a otorgar préstamos subprime. Se dice que los activos inmobiliarios son sanos, que el nivel de créditos impagados, aunque creciente, es muy bajo. Pero frente a ello hay que poner de manifiesto que el riesgo de los créditos hipotecarios no es algo estático sino que depende de la evolución económica general, del empleo, de los tipos de interés. Por otro lado, el gran castillo de naipes que constituye en toda economía moderna el sistema financiero tiene una inestabilidad intrínseca tan acusada que no se puede garantizar que una conmoción importante en un sector no acabe repercutiendo en el conjunto del sistema. El tiempo nos sacará de dudas.

CIADI, el tribunal de las transnacionales.

...por Mónica Vargas Collazos, del Observatorio de la Deuda en la Globalización

Buscar a Bolivia en la página web de Telefónica no es tarea sencilla. Tampoco figura en el Informe de responsabilidad social corporativa 2006 de la empresa. No obstante, mediante su participación del 10% en Telecom Italia, la empresa tiene una causa abierta desde el 12 de octubre de 2007 contra el tercer país más empobrecido de América, a quien acusa ante uno de los órganos más controvertidos del Banco Mundial: el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). Además de no ser transparente porque sus audiencias son secretas, el CIADI ha demostrado favorecer a los inversores extranjeros. Así, de acuerdo con un estudio de la Fundación Solón, en las 109 disputas atendidas hasta febrero, 93% de los países demandados fueron países en desarrollo. En un tercio de los casos, el tribunal falló a favor de los inversores, y 34% de los casos fueron resueltos fuera de esta corte, pero implicaron una compensación para el inversor. El CIADI es un mecanismo mediante el cual las transnacionales ejercen su poder sobre los países del sur. La situación más usual en que interviene este tribunal es en los casos en los que existe un Tratado Bilateral de Inversiones (TBI) firmado entre el país sede de la transnacional y el país receptor de la inversión. Si recordamos que los Países Bajos han firmado este tipo de acuerdos con la mayoría de los países latinoamericanos, ello explica que empresas italianas como Telecom o de EE UU como Bechtel abran filiales en Holanda para lanzar desde allí sus inversiones en América Latina. Es el caso de la demanda de ETITelecom- Telefónica, que se sustenta en el TBI entre los Países Bajos y Bolivia. Ahora bien, ¿cuán legítima es esta solicitud de arbitraje? Primero, desde el 2 de mayo Bolivia no se encuentra bajo la jurisdicción del CIADI, al haber anunciado su retirada. Segundo, esta decisión se sitúa en el contexto de reformas político-económicas emprendidas por el Gobierno boliviano para reforzar la soberanía del Estado sobre los recursos naturales y los sectores estratégicos. En 1996, varias empresas estatales bolivianas fueron semiprivatizadas. Una de ellas fue Entel, empresa nacional de telecomunicaciones. El 50% de las acciones fueron adquiridas por la italiana STET, que transfirió sus acciones a ETI Euro Telecom International NV (Países Bajos), filial de Telecom Italia. La administración de ETI se caracterizó por la irresponsabilidad social corporativa, a tal grado que en septiembre la Fiscalía boliviana anunció que tenía una deuda tributaria de 18,6 millones de euros, y otros 18,7 por deficiencias en el servicio. En marzo se decidió negociar con ETI para revertir al Estado las acciones gestionadas por las administradoras de fondos de pensiones y para la compra de acciones adicionales necesarias para que el Estado controle al menos el 51% de Entel. No se trata de una medida de expropiación y resulta inexplicable la solicitud de arbitraje presentada ante el CIADI. Además, esta medida hace correr el riesgo a las empresas de verse envueltas en una campaña internacional de denuncia desde la sociedad civil. En 2005, Bechtel-Abengoa-Edison tuvo que retirar una demanda similar contra Bolivia debido a la presión popular. En el caso de Telecom no se vería envuelta sólo Telefónica, también BBVA y La Caixa (que controlan respectivamente el 6,4% y 5,4% de Telefónica). El duelo Telefónica vs. Bolivia podría bien acabar por un 0-1 contundente.

www.diagonalperiodico.net

Por el fornicio hacia Dios: El sexo de los ángeles.

... por Iñaki Errazkin

Cuando Su Santidad el Papa Ángelo Giuseppe Roncalli -más conocido por Juan XXIII, su sobrenombre profesional- dejó este mundo, yo tenía seis tiernos años. Recuerdo difusamente el día de su muerte, consecuencia de un terrenal cáncer de estómago. Corría el mes de junio de 1963 y se encontraba pasando unos días con nosotros mi abuela materna. Doña Julia Ibarluzea Zabaleta, que así se llamaba la madre de mi madre, era una mujer desconcertante. Poseedora de una gran personalidad, antifascista hasta el tuétano (llegó a ir a prisión en el año 1939 por socorrer a un huido de la injusticia), muy concienciada socialmente y poco amiga de cirios y beaterías, profesaba sin embargo un gran afecto al buen Papa Juan. Seguramente fue esa contradictoria simpatía de mi abuela por el difunto pontífice la causante de que todos los miembros de mi familia viviésemos aquel día con tristeza, anormalmente recogidos.

Pero no piensen ustedes que todos los herederos del solio del apóstol Pedro expiraron tan bienaventuradamente. Por ejemplo, mil años antes, en 963, siendo rey de Alemania y emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico Otón I el Grande, otro Juan, también papa, pasaba igualmente a mejor vida. Había elegido para su pontificado el alias de Juan XII y murió asesinado por un airado marido que lo descubrió practicando el sexo con su esposa. Cuentan las crónicas que su sucesor, León VIII, no le fue a la zaga en aficiones puñeteras. El aparato vaticano, figúrense, debió de pasar unos momentos inenarrables cuando el vicario de Cristo falleció de una súbita parada cardíaca mientras, entregado en cuerpo y alma, cometía adulterio con una fiel infiel. Dos papas consecutivos presentándose ante el Altísimo en pecado mortal después de haberse ciscado en los mandamientos sexto y noveno de la ley divina. ¡Cosas veredes!

Nunca hay que afirmar "de este agua no beberé" ni "este Rouco no es mi padre", nos aconseja el sabio refranero. Lo cierto es que, si nos atenemos a la historia de la Iglesia católica, nos topamos una y otra vez con una fijación malsana por el sexo que sobrepasa ampliamente el límite de lo patológico. Nada habría que objetar a los holgorios de la clerecía -que, por otra parte, ha protagonizado felizmente algunas de las mejores y más divertidas páginas de la Literatura Universal- si no fuera porque, en aplicación de la Ley del Embudo, ésta intenta coartar al resto de los mortales su (nuestro) derecho al sano refocilo venéreo.

En este Estado en el que desde sus más altas instancias se han ordenado alegremente secuestros de personas, de partidos políticos y de medios de comunicación, no nos debiera extrañar que también se nos hayan escatimado secularmente algunos hechos ciertos y comprobados. Verbigracia, muy poca gente sabe que la madre del ilustre marqués de Sade era una monja. O que, en 1783, a la muerte de la alcahueta Marguerite Gourdan, reputada fabricante de consoladores, se encontró entre sus pertenencias una extensa lista de pedidos para algunos conventos de religiosas. O que, curiosamente, la biblioteca más completa sobre sexualidad se encuentra dentro de la Ciudad del Vaticano. Por cierto, la Banca Vaticana nunca ha sido muy escrupulosa a la hora de recaudar fondos de origen inguinal. La prostitución ha supuesto en muchas ocasiones una importante fuente de ingresos para sus arcas. El Papa Clemente II se las ingenió para cobrar impuestos a las señoras putas después de muertas, disponiendo que, obligatoriamente, dejasen en herencia la mitad de sus bienes a la Santa Madre Iglesia.

No les quiero aburrir. Verdaderamente, éste es un tema inagotable. Sólo les proporcionaré otro dato que da una idea del respeto que los angelitos tienen por el sexo. Hasta 1890 -mi abuela tenía entonces un añito-, la castración era la causa de las dulces voces de los niños cantores del Vaticano. Con la fiesta de Reyes y el Sorteo del Niño tan próximos, no me atrevo a contarles las amorosas epifanías que recibían aquellos querubines cuando no ensayaban.

www.insurgente.org

Pakistán, tras el asesinato de Bhutto: la distorsionada percepción de Occidente.

...por Tariq Alí

«Los matrimonios apalabrados pueden ser asunto complicado. Concebidos primordialmente como instrumento de acumulación de riquezas, no sirven, sin embargo, para superar escarceos amorosos indeseables o para evitar historias amorosas clandestinas. Si es notorio que los contrayentes se detestan mutuamente, sólo un padre despiadado, de sensibilidad embotada por la perspectiva del beneficio inmediato, insistirá en un proceso, cuyo infeliz y aun violento final conoce a la perfección. Que eso vale también para la vida política, es cosa que ha revelado cristalinamente la reciente tentativa de Washington de unir a Benazir Bhutto con Pervez Musharraf. De firme resuelto padre único ha hecho en este caso las veces un desesperado Departamento de Estado –con John Negroponte en el papel de diabólico intermediario y Gordon Brown, en el de damisela azorada— poseído por el temor de no conseguir imponerse a los potenciales contrayentes y hacerse demasiado viejo para reciclarse».

Escribí este párrafo inicial en un largo ensayo para la London Review of Books a comienzos de este mes. Que la violencia haya llegado a tal punto tan pronto, no ha dejado de sorprenderme. El choque inicial del asesinato de Benazir Bhutto va quedando atrás, y es preciso valorar desapasionadamente sus probables consecuencias, evitando el pietismo que invade las columnas de los grandes medios de comunicación globales. Prácticamente todo lo que se escribe en los periódicos o muestran las pantallas televisivas es engañoso y se diría concebido para eludir la discusión de lo que anda verdaderamente en juego.

¿Por qué Bush, Negroponte y los acólitos británicos estaban tan resueltos a poner precisamente ese remedio a la crisis pakistaní? ¿Qué pensaban lograr? ¿Qué "mundo nuevo" habían fantaseado? Casi todos su supuestos se fundaban en hechos sistemáticamente y selectivamente retocados, distorsionados o exagerados, a fin de evitar cualquier responsabilidad occidental en la actual crisis. Puesto que, con insignificantes variaciones, todo eso lo vienen repitiendo hasta la náusea los medios de comunicación globales, no será ocioso examinar específicamente cada uno de los principales argumentos esgrimidos:

a) Pakistán es un estado nuclear, el único país musulmán en posesión de armas atómicas y que ha realizado pruebas nucleares. Si los jihadistas/alQaeda metieran mano en esas armas, existe el peligro de que pudieran desencadenar un holocausto nuclear. Hay que apoyar a Musharraf porque se opone vigorosamente a es posibilidad.

Hay que recordar que Pakistán ha perfeccionado su armamento nuclear en los años 80 bajo la dictadura del general Zia ul Haq, ínclito aliado de Occidente y pieza central de la entonces llamada guerra contra el Imperio del Mal (la URSS) en Afganistán. Los EEUU estaban a tal punto obsesionados con el conflicto con los rusos, que decidieron organizar una red jihadista global para reclutar militantes en la guerra santa de Afganistán y mirar para otro lado durante la poco disimulada construcción de los silos nucleares pakistaníes.

Las instalaciones nucleares están sujetas a un control militar muy rígido. No hay la menor posibilidad de que un grupo extremista pueda sustraerse al control de un ejército de medio millón de soldados. La única manera que tendrían los extremistas religiosos de hacerse con el poder es por la decisión del ejército de que eso es lo que ha de pasar. El Pentágono y la DIA (la inteligencia militar de EEUU) saben muy bien que la estructura de mando militar de Pakistán jamás ha sido derrotada, y que los generales dependen de la financiación y del armamento americanos. Mes tras mes, el ejército pakistaní rinde cuentas al CENTCOM de Florida (el mando central estadounidense para operaciones en el extranjero) de sus actividades en la frontera afgano-pakistaní. Es el ejército como institución el que responde a esas exigencias, no sólo los generales. A Musharraf no le resta la menor legitimidad en este asunto, por cuanto ha abandonado el uniforme. De aquí la insistencia de Bush en que el proceso electoral siga su curso, a pesar del boicoteo masivo, de los procesos judiciales parados, del chitón de los medios de comunicación, de políticos clave bajo arresto domiciliario y de la ejecución pública de la señora Bhutto. De haberse decidido Benazir a boicotear las elecciones (lo que habría significado romper con Washington), seguiría viva.

b) Pakistán es un Estado en bancarrota, a pique del colapso y circundado de resueltos jihadistas furiosos al acecho. De aquí la exigencia de una alternativa no religiosa y el papel de Benazir Bhutto para ayudar a Musharraf a conseguir un poco de la legitimidad que necesita desesperadamente.

Pakistán no es un «estado fracasado» en el sentido en que lo son el Congo o Ruanda. Es un Estado que funciona mal, y en esa condición se ha mantenido durante casi cuatro décadas. A veces, la situación es mejor, a veces, peor. En el corazón de su mal funcionar está la dominación del país por parte del ejército, y cada nuevo gobierno militar no ha hecho sino empeorar las cosas. Eso es lo que ha impedido la estabilidad política y ha hecho imposible la aparición de instituciones consolidadas. De eso traen los EEUU responsabilidad directa, puesto que siempre han considerado –y siguen considerando— al ejército como la única institución del país con la que se puede tratar, el rocallar que contiene las agitadas aguas de la impetuosa torrentada.

Económicamente, el país se apoya desequilibradamente en una elite corrupta y ultrarrica, pero eso, ciertamente, resulta grato al Consenso de Washington. Y el Banco Mundial siempre fue próvido en elogios para las políticas económicas de Musharraf.

La última crisis es resultado directo de la guerra y de la ocupación de Afganistán por las fuerzas de la OTAN, que han desestabilizado la frontera noroccidental de Pakistán, generando una crisis de conciencia en el seno del ejército. Una fuente de desdicha, eso de ser pagado para matar a camaradas musulmanes en las áreas tribales fronterizas con Pakistán y Afganistán. La conducta arrogante y humillante de los soldados de la OTAN no ha ayudado, desde luego, a resolver los problemas entre ambos países. El envío tropas estadounidenses para adiestrar a los militares pakistaníes en labores de contrainsurrección provocará con toda probabilidad una ulterior inflamación de los ánimos. Afganistán sólo podrá ser estabilizado mediante un acuerdo regional que coimplique a India, Rusia, Irán y Pakistán y que venga acompañado de la retirada total de las tropas de la OTAN. Las tentativas de EEUU por evitar precisamente eso refuerzan la crisis en ambos países.

Musharraf ha fracasado en su papel de hombre clave de EEUU en Pakistán. Su incapacidad para proteger a Benazir Bhuto ha tenido mala acogida en Washington, que podría cambiar de posta el año próximo y volver a depositar sus esperanzas en el general Ashfaq Kayani, quien ha relevado ya a Musharraf como jefe del ejército. Menos fácil será hallarle un substituto a Benazir. Los hermanos Sharif no son de fiar, y son demasiado cercanos a los sauditas. Las elecciones serán manipuladas groseramente, lo que las privará de verdadera legitimidad. La noche oscura está muy lejos de su fin.

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"El mundo del trabajo a 90 años de la Revolución de Octubre"

... por Juan Manuel Sanchez Gordillo, alcalde de Marinaleda


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