Se cumplen 75 años del Concordato del Reich entre el Vaticano y la Alemania de Hitler que dio una gran propaganda al régimen y fue considerado como beneficioso para la Santa Sede contra el comunismo.
El concordato fue firmado el 20 de julio de 1933 en el Vaticano por el cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli, el futuro papa Pío XII, y el vicecanciller alemán, Franz Von Papen. La firma se produjo seis meses después de que Hitler fuera elegido canciller.
Considerado uno de los concordatos que más apreciaciones diferentes ha tenido entre historiadores y vaticanistas, el acuerdo todavía sigue en parte en vigor, después de una sentencia del Tribunal Constitucional Federal alemán de 1957.
Hasta 1933, el Vaticano mantenía concordatos sólo con estados alemanes como la católica Baviera, Prusia y Baden -que aún siguen- pero no con el estado alemán como tal.
Según contó a la agencia católica Zenit el jesuita Peter Gumpel, relator de la causa de beatificación de Pio XII, Hitler ofreció un acuerdo al Vaticano, cuyas cláusulas eran 'muy favorables' a la Santa Sede.
Por aquellos años, el comunismo crecía y era visto como un peligro por el Vaticano y aunque en la Santa Sede se miraba con recelo a Hitler también algunos pensaban que el régimen alemán recién instaurado serviría de dique.
Aunque el concordato contemplaba que la Iglesia tenía derecho a erigir escuelas de filosofía y de teología, que dependerían 'exclusivamente de la Autoridad Eclesiástica', la contrapartida era en realidad muy dura para la Iglesia local.
Y es que el artículo 14 precisaba que antes del nombramiento de los obispos y arzobispos había que comunicar al Reich el nombre del escogido para 'constatar' que no existían contra el mismo 'objeciones de carácter político general'.
No era el único. El artículo 16 señalaba que los obispos antes de tomar posesión de sus diócesis tenían que prestar juramento de fidelidad ante el Reich, comprometiéndose 'a respetar y hacer respetar' al Gobierno establecido y a 'tratar de impedir todo daño que pueda amenazarlo'.
Según los expertos, los prelados quedaban maniatados, renunciando en la práctica a cualquier oposición a la dictadura.
El concordato, según los historiadores, ofreció al régimen nazi su mayor éxito de propaganda exterior y a la vez sirvió para desarticular al catolicismo político, cuya voz era el partido del Centro Católico.
Según el jesuita Gumpel, a pesar de la firma del acuerdo, en la Curia Romana 'todos' sabían que Hitler no lo respetaría.
Cuenta al respecto que el cardenal Pacelli fue preguntado en aquellas fechas por un diplomático británico si el líder nazi respetaría el concordato y su respuesta fue tajante: '... absolutamente, no. Lo único que podemos esperar es que no viole todas las cláusulas a la vez'.
El actual Papa de Roma, Benedicto XVI, formó parte de las juventudes hitlerianas en su juventud en 1941-1942, según su autobiografía.
www.kaosenlared.net
El concordato fue firmado el 20 de julio de 1933 en el Vaticano por el cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli, el futuro papa Pío XII, y el vicecanciller alemán, Franz Von Papen. La firma se produjo seis meses después de que Hitler fuera elegido canciller.
Considerado uno de los concordatos que más apreciaciones diferentes ha tenido entre historiadores y vaticanistas, el acuerdo todavía sigue en parte en vigor, después de una sentencia del Tribunal Constitucional Federal alemán de 1957.
Hasta 1933, el Vaticano mantenía concordatos sólo con estados alemanes como la católica Baviera, Prusia y Baden -que aún siguen- pero no con el estado alemán como tal.
Según contó a la agencia católica Zenit el jesuita Peter Gumpel, relator de la causa de beatificación de Pio XII, Hitler ofreció un acuerdo al Vaticano, cuyas cláusulas eran 'muy favorables' a la Santa Sede.
Por aquellos años, el comunismo crecía y era visto como un peligro por el Vaticano y aunque en la Santa Sede se miraba con recelo a Hitler también algunos pensaban que el régimen alemán recién instaurado serviría de dique.
Aunque el concordato contemplaba que la Iglesia tenía derecho a erigir escuelas de filosofía y de teología, que dependerían 'exclusivamente de la Autoridad Eclesiástica', la contrapartida era en realidad muy dura para la Iglesia local.
Y es que el artículo 14 precisaba que antes del nombramiento de los obispos y arzobispos había que comunicar al Reich el nombre del escogido para 'constatar' que no existían contra el mismo 'objeciones de carácter político general'.
No era el único. El artículo 16 señalaba que los obispos antes de tomar posesión de sus diócesis tenían que prestar juramento de fidelidad ante el Reich, comprometiéndose 'a respetar y hacer respetar' al Gobierno establecido y a 'tratar de impedir todo daño que pueda amenazarlo'.
Según los expertos, los prelados quedaban maniatados, renunciando en la práctica a cualquier oposición a la dictadura.
El concordato, según los historiadores, ofreció al régimen nazi su mayor éxito de propaganda exterior y a la vez sirvió para desarticular al catolicismo político, cuya voz era el partido del Centro Católico.
Según el jesuita Gumpel, a pesar de la firma del acuerdo, en la Curia Romana 'todos' sabían que Hitler no lo respetaría.
Cuenta al respecto que el cardenal Pacelli fue preguntado en aquellas fechas por un diplomático británico si el líder nazi respetaría el concordato y su respuesta fue tajante: '... absolutamente, no. Lo único que podemos esperar es que no viole todas las cláusulas a la vez'.
El actual Papa de Roma, Benedicto XVI, formó parte de las juventudes hitlerianas en su juventud en 1941-1942, según su autobiografía.
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