“El escritor George Orwell tenía toda la razón cuando dijo que la guerra civil española era una guerra de clases. La España democrática ofrecía una promesa de mejor vida a sus ciudadanos. El gobierno republicano promulgó la reforma agraria, redistribuyendo las haciendas feudales en secciones más pequeñas y otorgándolas a los campesinos empobrecidos. Los republicanos iniciaron la educación laica y gratuita. La seguridad social se convirtió en una prioridad nacional. La España fascista, por otro lado, ofrecía privilegios a los propietarios de las tierras y a los capitalistas urbanos, prometiendo el retorno al status quo pre-republicano, “los buenos viejos tiempos” cuando la gente trabajadora era puesta en su sitio.”
«Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo»
La Vida de la Razón, George Santayana
Como parte de mi educación, me enseñaron que los hombres y mujeres que lucharon contra los fascistas en la Guerra Civil española eran gigantes. Recuerdo que, siendo un niño, me dijeron en tonos reverenciales mientras comía en el restaurante Ratner en el Lower East Side de Nueva York, que una persona a la que acababa de conocer había luchado en España con la Brigada Abraham Lincoln. Mis padres, que eran miembros del Partido Comunista durante la guerra civil, no pudieron alistarse en la Brigada porque tenían a cargo a personas dependientes. El Partido Comunista, como intermediario de voluntarios, prohibía a cualquier persona con dependientes que fuera a luchar a España. Me gusta pensar que hubieran ido si se lo hubieran permitido. Cuando me hice mayor, también me enseñaron sobre los “bastardos”, principalmente capitalistas, que apoyaron a Franco durante la revolución fascista en contra de los republicanos de izquierdas democráticamente elegidos. Actualmente, mientras los gigantes se extinguen, la importancia de la Brigada Lincoln está siendo reconocida en los EEUU. La Biblioteca Tamiment de la Universidad de Nueva York se ha convertido en el depositario de todas las cosas relacionadas con la Brigada. El año pasado el Museo de la Ciudad de Nueva York organizó una exhibición importante: “Enfrentando el Fascismo: Nueva York y la Guerra Civil Española”. También en 2007, el Centro Internacional de Fotografía en la ciudad de Nueva York expuso una exposición de fotografías de la Guerra Civil Española hechas por Robert Capa y su mujer Gerda Taro, que a los 26 años murió mientras fotografiaba en España. Sin embargo, si bien se reconocen los esfuerzos heroicos de la Brigada, estas instituciones están minimizando el rol de los comunistas y otros de izquierdas que eran la mayoría de los luchadores y organizadores de la Brigada. Estas instituciones están también olvidando las fuerzas capitalistas que operaban en los EEUU y que alimentaron y financiaron el fascismo desde sus inicios en Italia y Alemania y apoyaron la toma del poder por Franco y el secuestro de España. Sin el apoyo corporativo al fascismo alemán e italiano, el fascismo español hubiera sido abortado o derrotado. En lugar de eso, los EEUU tenían que contender con tres países fascistas y una guerra mundial que mató al menos a 50 millones de personas. La Brigada Lincoln estuvo apoyada por la Unión Soviética y las pequeñas donaciones que la clase trabajadora mundial hizo durante la Depresión. Se necesitaron tres años y el dinero y apoyo de los fascistas de todo el “mundo libre” para derrotar a la España democrática. Los EEUU se mantuvieron oficialmente neutros, pero el propósito de la así llamada neutralidad era de hecho el apoyo a los fascistas españoles. Las compañías estadounidenses fácilmente minaron las dos leyes de neutralidad de 1937 usando su red global de subsidiarias, afiliados, junta de directores, bancos y control directo sobre la producción extraterritorial de EEUU como conductos para enviar dinero y material de guerra a los fascistas españoles. General Motors, Ford, Standard Oil, IBM, y otras tenían plantas de manufactura en la Alemania Nazi. No es posible que los defensores de las leyes de neutralidad no supieran esto. Un número suficiente de ellos eran favorables al fascismo para permitir que las leyes –irrelevantes para las líneas de provisión de Franco pero no para los republicanos desesperados— se aprobaran. Cuando el material de guerra era enviado directamente de los EEUU a los fascistas españoles, las compañías de EEUU contaron con la ayuda de Cordell Hull, el Secretario de Estado bajo el Presidente FDR, el “Santo”, para cubrirles. El mito para explicar el apoyo de EEUU al fascismo era el temor a la Unión Soviética y a la difusión del comunismo “represivo”. De hecho, el único criterio que los EEUU ha seguido siempre para apoyar o rechazar cualquier régimen o política es si daría la bienvenida a, cuando no fomentar, las necesidades de beneficio capitalistas. En las colonias americanas británicas y después en los recién fundados EEUU, el racismo y genocidio eran tolerados y fomentados mientras los beneficios llegaran en abundancia. La esclavitud enriqueció a los propietarios de plantaciones en el sur y a los mercaderes, consignadores y compañías en el norte. Durante 246 años la muerte, el dolor y el sufrimiento de los esclavos afro-americanos fue legal e institucionalizado. La constitución estadounidense legalizó la inferioridad negra (Artículo 1, sección 2, P 3). El racismo “científico” floreció. La revista Eugenical News: Current Record of Human Genetics and Race Hygiene [Noticias Eugénicas: Registro Actual de Genética Humana e Higiene de Raza] publicó muchos artículos “científicos” verificando el racismo jerárquico. Miles fueron linchados, y miles fueron esterilizados cuando la tecnología estuvo disponible. Los Americanos Nativos fueron masacrados y sus culturas vilipendiadas por los misioneros cristianos financiados por capitalistas como John D. Rockefeller y J.P Morgan. Sacados de tus territorios, los Nativos fueron puestos en campos de concentración llamados “reservas” o, desprovistos de su fuente principal de comida y vestimentas, murieron de hambre. Después de que los trabajadores chinos finalizaran la mitad occidental de la línea de ferrocarril transcontinental en 1869, fueron recompensados con la Ley de Exclusión China. Aprobada el 6 de mayo de 1882, bloqueó la inmigración china a los EEUU hasta 1943, cuando China se convirtió en el aliado 11 contra Japón en la Guerra Mundial, cuyos inmigrantes y descendientes en los EEUU también fueron colocados en masa en campos de concentración. Cuando la Guerra Civil española tuvo lugar, los militares de EEUU estaban segregados y sólo los blancos eran promocionados a rangos superiores. Cuando los fascistas europeos empezaron a legalizar su propia marca de racismo opresivo, usaron el modelo estadounidense para diseñar sus leyes. Sólo cambió el objetivo humano. El laboratorio de horror del trastornado doctor nazi Josef Mengele tuvo un precedente en los horrores consumados a jóvenes esclavas afro-americanas por el Dr. J. Marion Sims. En el libro Medical Apartheid, Harriet Washington escribió que Sims llevó a cabo operaciones vaginales sin anestesia a estas mujeres. Sims estaba intentando perfeccionar un procedimiento para corregir un problema ginecológico, pero solamente las mujeres blancas ricas se beneficiaban. En la edición de octubre de 1937 de la revista Story, el dramaturgo George Bernard Shaw escribió que el fascismo hundiría a la civilización occidental si continuaba siendo “solamente la última mascara del capitalismo”. El escritor George Orwell tenía toda la razón cuando dijo que la guerra civil española era una guerra de clases. La España democrática ofrecía una promesa de mejor vida a sus ciudadanos. El gobierno republicano promulgó la reforma agraria, redistribuyendo las haciendas feudales en secciones más pequeñas y otorgándolas a los campesinos empobrecidos. Los republicanos iniciaron la educación laica y gratuita. La seguridad social se convirtió en una prioridad nacional. La España fascista, por otro lado, ofrecía privilegios a los propietarios de las tierras y a los capitalistas urbanos, prometiendo el retorno al status quo pre-republicano, “los buenos viejos tiempos” cuando la gente trabajadora era puesta en su sitio. Bajo el capitalismo, los beneficios deben de anteponerse a las necesidades de la gente. Incluso antes de que surgiera la necesidad de apoyar al fascismo español, el capital estadounidense se afanaba en la ayuda al desarrollo de otros países fascistas como la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini. Ellos, a su vez, ayudaron a los rebeldes fascistas a derrotar a la España democrática con dinero y recursos estadounidenses redirigidos. Italia fue el primer Estado moderno fascista. Cuando Mussolini empezó a “organizar” a Italia, el mundo estaba contemplando. Mussolini consiguió que los trenes fueran puntuales, domesticó a los díscolos sindicalistas, liquidó a la oposición política y juró lealtad a los intereses de las finanzas estadounidenses. Su violencia contra la oposición fue aceptada como necesaria para eliminar los elementos que interferían con el desarrollo del totalitarismo corporativo. Para estadounidenses como Henry Luce, fundador y editor de las revistas Time, Life y Fortune, este panorama era tan natural como arar antes de plantar. Para Luce, el único propósito del gobierno –o de cualquier otra institución— fue promover el negocio. Cualquier organización social preocupada por el bienestar de la gente trabajadora era el enemigo. En 1928, Luce proclamó: “El líder destacado del mundo hoy es Mussolini”. Anteriormente, en 1925, J.P. Morgan prestó a la Italia fascista cincuenta millones de dólares para estabilizar su moneda. El New York Times informó del evento el 2 de junio de 1925, afirmando que el Ministro de Finanzas italiano, de Stefani, “anunció en la Cámara de Diputados esta tarde que un consorcio de bancos de emisión italianos, liderados por el Banco de Italia, ha recibido un crédito de 50.000.000 de dólares por J.P. Morgan & Co. de Nueva York. Parte o la totalidad de esta suma, añadió, será usada cuando se presente la ocasión para comprobar fluctuaciones en el cambio italiano”. Poco después, circularon rumores de otro préstamo, esta vez de doscientos millones de dólares. El New York Times informó el 15 de agosto de 1925: “Durante meses han circulado rumores en el distrito financiero de que J.P. Morgan & Co. concedería otro préstamo al Gobierno Italiano en algún momento este otoño. Hasta donde se pudo averiguar ayer noche no han habido nuevos desarrollos en la situación”. Los “nuevos desarrollos” llegaron en noviembre de 1925 “con la aprobación por parte del Gobierno estadounidense”, menos de una semana después de la “financiación de la deuda italiana por los EEUU”. Un préstamo de cien millones de dólares “anunciado al público ayer por un sindicato nacional liderado por J.P. Morgan & Co., se completó rápidamente. Se anunció rápidamente que los libros fueron cerrados, y estimaciones no oficiales situaron las subscripciones para la emisión de 100.000.000 de dólares en más de 400.000.000”. El Ministro de Finanzas italiano Volpi no perdió tiempo en asegurar al mundo financiero americano que medidas de austeridad continuarían operando en Italia y que estaban “trayendo satisfacción a su pueblo además de condiciones económicas y políticas de estabilidad”. Henry Ford, otro promotor temprano del fascismo, era un admirador y fan de Adolf Hitler. La edición del 20 de diciembre del 1922 del New York Times decía que “Berlín escucha que Ford está apoyando a Hitler. El principal anti-semita bávaro tiene el retrato y el libro del americano en su despacho”. El articulo continúa: “Un rumor corre por aquí según el cual Henry Ford, el fabricante de automóviles americano, está financiando al movimiento nacionalista y anti-semita de Adolf Hitler en Munich. El Berlin Tageblatt ha solicitado al embajador estadounidense en Berlín que investigue e interfiera”. Desde Detroit, el secretario general de Ford, E.G. Liebold, dijo que Ford no sabía nada de los informes que corrían sobre él en Berlín. El 21 de abril de 1924, después del intento fallido de golpe de estado, Hitler fue enviado a la prisión de Landsberg, donde escribió Mein Kampf. Incluyó una especial alabanza para Henry Ford: “Son los judíos quienes gobiernan las fuerzas de cambio bursátil en EEUU. Cada año les convierte más y más en los dueños de los productores en una nación de ciento veinte millones; sólo un único gran hombre, Ford, para la furia judía, mantiene independencia plena”. Los banqueros, industriales y sus políticos estadounidenses proporcionaron un programa a los fascistas sobre cómo tratar con la gente trabajadora que tenía el nervio de interponerse entre ellos y los beneficios que buscaban. El racismo fue a menudo un elemento importante en ese programa. El 7 de noviembre de 1938, Herschel Grynzpan, un refugiado judío alemán adolescente, entró en la embajada alemana en París y mató al diplomático alemán Ernst vom Rath. El asesinato fue en protesta por la persecución de los judíos alemanes, entre los que estaba el padre del joven. Los nazis usaron la acción de Grynzpan para organizar un disturbio racista “espontáneo” en contra de los judíos alemanes la noche del 9 de noviembre. Los resultados del disturbio fueron horribles: cientos de judíos fueron asesinados y algunos centenares más fueron heridos; 7.500 tiendas fueron saqueadas y otras 815 destruidas; 171 casas y 119 sinagogas fueron incendiadas, y 76 sinagogas más fueron completamente calcinadas. Este evento censurable es presentado a menudo como únicamente nazi por su ferocidad. Sin embargo, en Tulsa, Oklahoma, 17 años antes (y al menos en otras 25 ciudades americanas en otros momentos), similares disturbios racistas “espontáneos” explotaron contra comunidades afro-americanas pacíficas y exitosas. El ataque de Tulsa ocurrió el 31 de mayo de 1921, como represalia a un suceso ocurrido el día anterior. Dick Rowland, un adolescente afro-americano, tropezó y cayó sobre una mujer blanca mientras se dirigía a unos sanitarios segregados para hombres negros. La mujer no sufrió daños y rechazó presentar cargos. La policía local, la Guardia Nacional y una caterva de al menos 10.000 blancos con mentalidad fascista lanzaron una reacción en cadena de violaciones, asesinatos, incendios y atentados con bomba en la próspera sección afro-americana de Tulsa conocida como “Wall Street negro”. Treinta y cinco manzanas fueron arrasadas. Al menos 301 afro-americanos fueron asesinados, muchos más heridos, y 10 personas blancas fallecieron. Además, 1.500 casas y 600 negocios fueron destruidos, también 21 iglesias, 21 restaurantes y bibliotecas, así como escuelas, almacenes, un banco, un hospital y una oficina de correos. Se declaró la ley marcial y se inició una búsqueda casa por casa de afro-americanos. Más de seis mil personas fueran encerradas en tres campos de concentración separados por su propia “seguridad”. Durante dos meses se les permitió salir solamente para ir a trabajar. Cuando la ley marcial fue revocada, los afro-americanos fueron obligados a llevar tarjetas verdes firmadas por sus jefes en las ropas. Si eran sorprendidos en la calle sin las tarjetas, se les arrestaba. Cuando la destrucción física y económica fue completada, el “Wall Street negro” había sido diezmado. El lunes 26 de abril de 1937, más de dos docenas de aviones de guerra de la Legión Condor nazi bombardeó la “capital” vasca de Guernica. Era la presentación al mundo de la guerra relámpago. Había objetivos militares cerca, pero sorprendentemente ninguno fue escogido: el puente, las líneas ferroviarias, y las fábricas de armas permanecieron intactos. Los objetivos civiles, sin embrago, eran una presa fácil porque el lunes era el día de mercado y el lugar estaba lleno de compradores y mercaderes. Mientras la iglesia de Santa María y otros edificios eran reducidos a escombros, dos docenas de aviaciones acribillaron a los civiles desarmados con fuego de ametralladora. Los pilotos alemanes pasaron muchas veces sobre la enloquecida muchedumbre que trataba de escapar de una muerte segura. Cuando el ataque acabó, los muertos y heridos sobrepasaba los 1.500. Guernica ardió durante tres días, con casi tres cuartas partes de la ciudad destrozadas. Los pilotos alemanes hicieron volar los aviones de guerra, pero los capitalistas estadounidenses les ayudaron a despegar, cometer sus actos de terrorismo y regresar a casa. Henry Ashby Turner, JR, en su libro General Motors y los Nazis escribió que la GM controlada por Du Pont, el Standar Oil de New Jersey controlado por Rockefeller, y la compañía alemana IG Farben produjeron tetraetilo de plomo en plantas alemanas bajo el nuevo nombre de Ethyl G.m.b.H. El tetraetilo de plomo fue usado para reforzar la gasolina alemana de bajo grado hecha de carbón y así convertirla en combustible adecuado para la aviación. GM produjo componentes del motor de aeroplanos para la compañía alemana Daimler-Benz y partes de aeroplano para los aviones de guerra alemanes Junker, incluyendo el JU-88, el caza bombardero más usado por la Luftwaffe. Los aviones nazis que arrasaron Guernica eran JU-52/3m, originalmente impulsados por motores de la estadounidense Pratt & Whitney. El combustible usado en los aviones que destrozaron Guernica pueden haber sido producidos por las compañías estadounidenses en Alemania, con motores probablemente hechos por Pratt & Whitney en Connecticut. El 30 de julio de 1938, un poco más de un año después de la barbarie cometida en Guernica, Henry Ford fue galardonado con la medalla civil nazi más prestigiosa en pago a su largo apoyo al fascismo y a Hitler. También en 1938, James D. Mooney, presidente de la División Exterior de la GM, quien personalmente aprobó la producción de GM de material de guerra, fue galardonado con la “Orden del Mérito del Aguila” nazi. En aquel momento era un oficial de reserva en el ejército estadounidense. Incluso después de haber aceptado esta condecoración, Mooney siguió siendo un consejero cercano de Roosevelt. El hombre que voló a través del Atlántico por primera vez, Charles Lindbergh, realizó una gira por las plantas de aviones alemanas el 19 de octubre de 1938. Estaba muy impresionado por lo avanzadas que eran. Dadas las opiniones pro-nazis, anti-británicas, anti-semitas, y pro- supremacía blanca, fue galardonado con la “Orden del Águila Alemana con estrella” por su guía turístico, el comandante en jefe de la Luftwaffe Herman Goering. Cuando Lindbergh regresó a casa, dedicó mucho tiempo viajando por EEUU y proclamando su visión de que la supremacía de la raza blanca significaba el éxito de la nación, y de que la supervivencia de la raza blanca era más importante que la supervivencia de la democracia en Europa. A pesar de la muy vendida “neutralidad” estadounidense, la administración liberal de Roosevelt permitió que GM, Ford, Texaco y otros mandaran material de guerra a los fascistas españoles. Recuerdo que escuché a veteranos brigadistas en una reunión en Nueva York “bromear” sobre su huída de una columna de camiones Ford transportando a un destacamento de tropas de Franco. Puede que las compañías de los EEUU hayan aportado más vehículos a los fascistas que ningún otro grupo en el mundo. El deseo de las grandes democracias, incluyendo a los EEUU, de parar el fascismo era un mito. Muhcos grandes capitalistas en esos países apoyaban el fascismo. No se hizo nada cuando los alemanes marcharon en Renania el 7 de marzo de 1936, rompiendo con el tratado de Versalles. Sabemos ahora que los generales alemanes tenían miedo de una respuesta militar porque no hubieran sido capaces de repelerla en aquel momento, y su empuje a la remilitarización de Alemania hubiera sido severamente mermado. Cuando los italianos atacaron Etiopía, la ficción de que alguna clase de acuerdo negociado se podía conseguir por parte de la Liga de Naciones fue liquidada por el artículo de Gaetano Salvamini de enero de 1936 en Foreign Affairs: “¿Puede Italia vivir en casa?” Escribió este artículo cuando el embajador francés ofreció a Mussolini una forma de “solucionar” la crisis italo-etiope pacíficamente. La respuesta de Mussolini fue: “Si me trajeras Abyssinia en una bandeja de plata, no la aceptaría pues estoy decidido a tomarla por la fuerza”. Afortunadamente, el periodista francés “Pertinox” escuchó y publicó este intercambio. La Liga de Naciones impuso un embargo, incluyendo el petróleo, en contra de Italia. No es necesario ser un Von Clausewitz para saber que un ejército moderno funciona con petróleo. Sin lubricantes y combustible, los aviones, tanques y camiones se quedan en el estacionamiento. En apoyo a Mussolini, uno de los bienes que los EEUU dejó escapar del embargo de la Liga de Naciones fue el petróleo. Italia ocupó la capital de Etiopía Addis Abeba el 2 de mayo de 1936. La Liga de Naciones terminó el embargo en contra de la Italia fascista el 4 de julio de 1936, a pesar de la revelación de Pertinox. En la edición del 20 de julio de 1936, la revista Time de Henry Luce zahirió a Etiopía y trató con respeto a la Italia fascista. Time publicó: “la actitud de los italianos con la Etiopía conquistada es cristiana en su predisposición a colaborar con los paganos y convertirlos, y es romana en su drástica finalidad. La Pax Romana sobre Etiopía ha sido siempre vista por el Dictador como algo a conseguir y consolidar en unos 25 años, siempre y cuando los salvajes etíopes puedan convertirse a la ciudadanía civilizada bien pronto”. Incluso después de su asalto brutal a Etiopía, el fascismo italiano continuaba contando con el apoyo de este representante de la así llamada prensa libre norteamericana. La siguiente jugada de Italia fue extender sus tentáculos a España. El 18 de julio de 1936 comenzó la revuelta fascista en contra de la España democrática. Las fuerzas fascistas españolas dejaron Marruecos en barco para viajar por el Mediterráneo a la península. La fuerza aérea italiana, Regia Aeronautica, les cubrió. Etiopía era un terreno de entrenamiento para la alianza italiana con la España fascista en contra de las fuerzas democráticas españolas. En Etiopía, el teniente general italiano Luigi Frusci, dirigió dos pequeñas unidades de voluntarios italo-americanos en abril de 1936 en la frontera sur de Etiopía. Los voluntarios fueron parados en Sassa Baneh por los luchadores pro libertad etíopes. Al mismo tiempo, un soldado heroico afro-americano estaba entrenando y dirigiendo a etíopes. El coronel Hubert F. Julian, apodado “Águila Negra”, había sido relegado a lavar platos en el ejército estadounidense de aquel tiempo. En la guerra civil española otro afro-americano, Oliver Law, era un comandante de la Brigada Lincoln. Murió en acción mientras dirigía la primera unidad integrada de tropas estadounidenses. En 1937, en otro frente, el general Frusci fue subcomandante de “voluntarios” italianos en la Guerra Civil española. Esta vez la fuerza de Frusci contó con entre 60.000 y 70.000 soldados además de aviones de guerra, tanques, camiones, y todo lo demás requerido para mantener una fuerza de ese tamaño, incluyendo, claro está, mucho petróleo. La IG Farben fue unos de los patrocinadores financieros de esta campaña. Libros de contabilidad de la IG Farben, capturados después de la Segunda Guerra Mundial, muestran que las sumas transferidas a los fascistas españoles fueron muy grandes. Josiah E. Dubois, Jr. en su libro Los químicos del diablo menciona a miembros estadounidenses entre el personal del consejo de directores de la subsidiaria de Farben en EEUU durante los años treinta: Walter Teagle, presidente de Standard Oil de New Jersey; Charles Mitchell, presidente de National City Bank de Nueva York; y Edsel Ford. Otro auxilio vino de los gerentes de Rockefeller: Charles Higham escribió en su libro Comerciando con el enemigo que Joseph J. Larkin, vicepresidente para asuntos europeos del Chase National Bank de Rockefeller, fue otro vehemente partidario de los rebeldes fascistas españoles. Cuando el embajador republicano español, Fernando de los Ríos, trató de abrir una cuenta en el Chase en octubre de 1936 “con el propósito de ser utilizada para conseguir ayuda local para el gobierno español, incluyendo la Brigada Lincoln,” Larkin la rechazó. Larkin también canceló una cuenta abierta para la España Republicana en la filial del Chase National en París. Para destacar su posición favorable a los fascistas, “Larkin aceptó la cuenta de Franco y la cuenta del Reichsbank, aunque el Reichsbank estaba bajo el control personal de Hitler.” Los nazis terminaron por gastar unos 500 millones de marcos en apoyo a los rebeldes fascistas españoles y suministraron una gran cantidad de material bélico. Desconozco qué parte de esa infecta contribución comenzó con dinero de Ford, GM o Rockefeller. La continuación del apoyo al fascismo fue algo fundamental para Luce. Después de la invasión de Etiopía por Italia, la revista Time de Luce apuntó su ojo aprobatorio a los rebeldes fascistas españoles y sus dirigentes. Time comenzó por llamar correctamente rebeldes a los fascistas y a las fuerzas democráticas, partidarios del gobierno. En informes posteriores, cambió las etiquetas: “blancos” eran los fascistas y “rojos” las fuerzas democráticas. La última personificación que hallé llamaba a los fascistas “derecha”, y a las fuerzas democráticas “izquierda.” (Ernest K. Bramsted escribió en su libro Goebbels y la propaganda nacionalsocialista 1925-1945 que se ordenó a la prensa nazi que empleara los términos “rojos españoles” para el gobierno republicano y “nacionalistas” para los rebeldes fascistas). Además de este divertimento con los nombres, se ordenaba el uso de estereotipos positivos para los cabecillas fascistas del tipo galantes, calmos, determinados, equilibrados y pacientes; y de estereotipos negativos para el gobierno democrático como cobardes, gordos, caras de rana e impulsivos, dificultaba a veces la comprensión de cuál era el gobierno elegido y quienes eran los rebeldes. No contento con su apoyo a los fascistas, el Time de Luce se lanzó a un prejuicio de género que parecerá disparatado al lector actual. El 10 de agosto de 1936, Time publicó un fotomontaje de soldados femeninos del gobierno llamado “Mujeres de guerra de España,” Utilizando la insensata noción reaccionaria de que las mujeres están encaminadas por sus hormonas y son por lo tanto irracionales, y que todo el mundo “sabe” que tanto hombres como mujeres con sangre española tienen más hormonas que la media, Luce el “endocrinólogo” publicó el siguiente texto: “En la revolución de este año los corresponsales han señalado la salvaje ferocidad de las mujeres combatientes españolas. Incluso los aficionados españoles a la fiesta taurina, se horrorizan ante la sed de sangre de sus compañeras de armas.” Las fotos, sin embargo, muestran a grupos de soldados femeninos felices y resueltas con sus armas. En el centro del montaje hay un combatiente caído, con probabilidad un fascista. Finalmente, lo que tal vez sea lo más importante, está el hecho de que las “mujeres de guerra de España” no fueron defensoras de “la revolución de este año” sino del gobierno democráticamente elegido de España. En su mejor momento, las Brigadas Internacionales llegaron tal vez a los 32.000 soldados de todos los lugares del mundo. La Brigada Lincoln se enorgulleció de tener 2.800 soldados estadounidenses y 250 combatientes irlandeses. En el verano de 1938, quedaban sólo 450 estadounidenses entre los 3.000 voluntarios internacionales que continuaban la refriega. Durante una ofensiva sorpresa de las fuerzas democráticas que capturaron Fatarella, los lugareños contaron a los soldados de la Brigada cómo los fascistas españoles estaban asesinando a combatientes presos de la Brigada. Sin embargo, los fascistas fueron incluso poco eficientes como asesinos. Fue preciso que el presidente de IBM, Thomas Watson, dispusiera que sus secuaces les enseñaran cómo utilizar la tecnología de IBM para hacer redadas y asesinar eficientemente a numerosos antifascistas desarmados. Antes del fin de la guerra civil en 1939, Watson vendió a los fascistas españoles 700.000 tarjetas perforadas y máquinas Hollerith, necesarias para situar a nuestros camaradas. En IBM y el Holocausto, Edwin Black explica que IBM tenía un monopolio absoluto de tarjetas perforadas en toda Europa, totalmente impuesto por Watson. De no haber podido adquirir los fascistas las tarjetas de IBM, las máquinas habrían sido inútiles, y las redadas más complejas e ineficaces. Entre 1939 y 1945, los rebeldes fascistas españoles asesinaron al menos a 200.000 personas localizadas con el auxilio de las tarjetas IBM de Watson. Con anterioridad, Watson había elogiado entusiásticamente a Mussolini. Watson también fue premiado con una medalla nazi especial en junio de 1937. “La cruz del mérito del águila alemana con estrella fue creada para Thomas Watson," escribió Black, “para ensalzar a nacionales extranjeros que aparecían meritorios al Reich alemán.” Fue el segundo galardón civil nazi por su importancia. Watson fue tan “merecedor” por su apoyo al nazismo, incluyendo la venta de innumerables tarjetas perforadas IBM para auxiliar a los nazis a capturar contrincantes, y por su acceso a Roosevelt con información conveniente a los nazis. El 3 de abril de 1939, antes de que se hubieran enfriado los cañones de los fusiles que acabaron con tantos antifascistas, Roosevelt reconoció al régimen fascista de Franco. El fascismo europeo contaba ahora con otro país, España, y con sus recursos. El gobierno de Franco comenzó de inmediato a colaborar con las potencias del Eje. En el otoño de 1939, el nuevo embajador español en Francia envió información a los alemanes sobre la despreocupación de los franceses por la reciente guerra relámpago contra sus aliados polacos. Esta información indudablemente alentó a la maquinaria de guerra nazi para que fuera preparando su próxima acción. En el verano de 1942, los fascistas españoles enviaron una división de soldados al frente oriental para combatir contra el aliado de EEUU en aquel entonces, la URSS. Ese acto ayudó a prolongar la guerra. La misma España se convirtió en un refugio en el que espías del Eje pudieron observar los movimientos aliados en el Gibraltar británico, de importancia estratégica. También pudieron observar los movimientos de todos los barcos hacia y desde el Atlántico y el Mediterráneo. En el otoño de 1942, mientras el general Eisenhower reunía una fuerza anglo-estadounidense para desembarcar en el norte de África, el servicio de espionaje alemán mantuvo constantemente informado a Berlín acerca de la dimensión y la capacidad de la armada y su día de partida. ¿Cuántos soldados aliados murieron como resultado de esa información? Probablemente la mayor pérdida para la lucha democrática fue el asesinato entre 1939 y 1945 de 200.000 españoles antifascistas, por los franquistas, con la ayuda de Thomas Watson y de la IBM. La contribución a la lucha aliada que hubieran podido hacer es inconmensurable. Desgraciadamente, muchos gobiernos y movimientos populares progresistas, fueron derrocados o debilitados por EEUU desde la derrota de la democracia española. “Entre 1945 y 2005 EEUU ha tratado de derrocar a más de 50 gobiernos extranjeros, y de aplastar más de 30 movimientos populistas nacionalistas que luchaban contra regímenes intolerables,” escribió William Blum en la tercera edición de Estado canalla, una guía a la única superpotencia del mundo: “Al hacerlo, EEUU ha causado la muerte de varios millones de personas, y condenado a muchos millones más a una vida de inquietud y desesperanza.” Esas acciones fueron apoyadas por la misma “gran democracia” que apoyó a Italia, Alemania y España, y por las mismas compañías que apoyaron a Mussolini, Hitler y Franco. La razón es la misma: para la elite corporativa de EEUU, “democracia” significa tener una economía de mercado, y poca cosa más. Colin Powell lo dijo más de una vez cuando fue Secretario de Estado entre 2001 y 2005. Según la “izquierda educada”, todo es culpa de Bush, por lo que necesitamos que nos devuelvan nuestro país. “¿Devolver para qué? es una respuesta razonable. ¿Quinientos mil niños muertos en Irak durante el gobierno de Clinton? ¿Incontables veteranos estadounidenses que sufrieron de enfermedades relacionadas con la guerra y no recibieron tratamiento después de la guerra de Vietnam, o la guerra relámpago en Guernica o más bien la sacudida y el espanto en Bagdad? ¿Hiroshima y Nagasaki? ¿Tulsa? Que cada uno se haga su propia lista. En otro 11 de septiembre anterior, el de 1973, un sonriente Henry Kissinger apareció en la televisión con el general Augusto Pinochet, el cabecilla de la nueva junta que acababa de derrocar al gobierno chileno democráticamente elegido de Salvador Allende. A pesar del asesinato del presidente Allende, el reconocimiento de la junta por EEUU llegó con toda celeridad. En cuanto Pinochet llegó al poder un régimen de terror se extendió como una niebla mefítica por Chile y Sudamérica. El régimen fue financiado por EEUU y llevado a cabo por la junta chilena con una cuadrilla de fascistas que formaron la llamada Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Miles de izquierdistas de todas las ideologías fueron apresados, torturados, secuestrados, hechos desaparecer y asesinados. Kissinger sonreía porque el alba de una economía de mercado reinstalada estaba siendo nutrida con la sangre de esos activistas progresistas. El gran cambio era de estilo más que de contenido. El fascismo ya no era alabado públicamente, pero sus técnicas seguían siendo utilizadas. El fascismo fue rebautizado como autoritarismo. Suena severo, pero también paternal. La barbarie no era desconocida para Pinochet. Era un gran admirador de Franco y sus tácticas, y fue a España al funeral de Franco en noviembre de 1975. A diferencia de Franco, no acabó sus días sin ser responsabilizado por sus actos inhumanos. Cuando murió el 10 de diciembre de 2006, había por lo menos 300 acciones legales presentadas contra él por chilenos progresistas y otros. El juez español Baltasar Garzón llegó más allá de las fronteras nacionales y acusó a Pinochet por el asesinato de ciudadanos españoles en Chile en los años setenta. El 16 de octubre de 1998 fue arrestado por la policía británica. Desgraciadamente, no murió en la cárcel. El 12 de diciembre de 2006. Alvaro Vargas Llosa escribió un obituario intitulado “Pinochet” en el Wall Street Journal. Aunque Pinochet era deshonrado en Chile y en todo el mundo, los primeros cinco párrafos de Vargas Llosa condenaron a la izquierda en general y a Fidel Castro en particular por el baño de sangre en Chile, sin ninguna evidencia. No culpó a la contrarevolución derechista de Pinochet contra el gobierno democráticamente elegido de la República de Chile. USA Today fue más allá aún que las falsedades del Wall Street Journal en su “Muerte de un tirano” del 11 de diciembre de 2006 al no mencionar para nada la contrarevolución de Pinochet contra Chile. De nuevo, el 11 de diciembre, el artículo de Pascale Bonnefoy "Alegría y violencia en la muerte de Pinochet” en el New York Times, informó en su primer párrafo sobre los esfuerzos que debía hacer la policía para controlar a los manifestantes “violentos” que celebraban la muerte de Pinochet. Bonnefoy no escribió ni una sola palabra sobre la brutalidad de Pinochet en su párrafo introductorio. A favor de los Los Angeles Times debe decirse que publicó en su edición del 11 de diciembre un artículo de Marc Cooper y otro de sus colaboradores Sebastian Rotella y Patrick J. McDonnell que hilvanaron gran parte del papel de EEUU en el derrocamiento por parte de Pinochet del gobierno chileno democrática elegido. En otro 11 de diciembre, el de 1941, EEUU declaró la guerra a los fascistas en Alemania e Italia. Cuando descubrimos el motivo por el que Henry Kissinger nos lanzaba sonrisas lozanas en 1973, ¿qué precio exigimos por los crímenes de guerra perpetrados por el gobierno de EEUU y las compañías transnacionales? Fue el mismo precio que exigimos de nuestro gobierno después de la derrota de la España democrática en 1939, al final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, cuando Franco murió en 1975, cuando Pinochet murió en 2006. Nada de nada. Debemos emular esta acción del juez español Baltasar Garzón, y de los gigantes de la Brigada Lincoln y nombrar a los criminales de guerra en nuestro medio. Debemos tratar de darles el castigo del que son merecedores por sus crímenes. A menos que alcemos esa exigencia, no podemos esperar nada de las instituciones que supuestamente enaltecen a la Brigada Lincoln, más allá de ese mismo silencio. Nuestro silencio también animará al próximo gobierno de EEUU para que conciba y lleve a cabo impúnemente el “cambio de régimen” del año próximo en nombre de una supuesta democracia de libre mercado, cuyo mercado y democracia están dominados por los monopolios.
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