Bush, Blair y Aznar insistieron en la mentira de que Irak tenía armas de destrucción masiva. Cinco años después, el país ha sido destruido de forma masiva. El Pentágono acaba de reconocer sottovoce que no era cierto que Saddam Hussein tuviera relación alguna con al-Qaeda. Un lustro después, los propios iraquíes luchan contra los bastiones de la red de Osama Bin Laden en el centro, norte y oeste de Irak.
Balance: casi una cuarta parte de la población ha muerto o ha huido
Un nuevo informe dado a conocer en enero de 2008 (realizado por la empresa británica ORB en colaboración con una institución iraquí independiente, IIACSS) calcula en más de un millón los iraquíes muertos desde el inicio de la ocupación, una cifra diez veces superior a las cifras oficiales. Este nuevo estudio ratifica el balance aportado por los dos estudios anteriores realizados por la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad John Hopkins de Baltimore (EEUU) y publicados en la revista médica “The Lancet”, y que los ocupantes han procurado descalificar. Todos los estudios coinciden en considerar la actuación de las fuerzas de ocupación como la principal causa de muerte violenta en Irak, tanto en términos absolutos como relativos.
Además del millón de muertos, la ocupación ha generado la mayor y más rápida crisis mundial de refugiados de las últimas décadas —incluidas el éxodo palestino y el genocidio de Ruanda—. Irak es el primer país del mundo en número de refugiados, ya por delante de Colombia. Al menos 2,5 millones de iraquíes se han convertido en desplazados internos —2.000 al día— y otros 2,2 millones en refugiados en países vecinos, sobre en todo en Siria, drenando sus limitados recursos y generando tensiones.
Las causas del éxodo de la población iraquí han ido superponiéndose: los masivos operativos militares de los ocupantes y la destrucción sistemática de las infraestructuras; el deterioro de las condiciones básicas de vida de la población debido a la destrucción del Estado, la rampante corrupción y el afianzamiento de las mafias locales; y la violencia sectaria desarrollada, esencialmente a partir de 2005, por los servicios de seguridad, milicias y escuadrones de la muerte vinculados a las formaciones que integran el gobierno colaboracionista iraquí y que en su campaña de terror han contado con el estímulo o —cuando menos— con la tolerancia de los ocupantes.
Desolación: La situación cotidiana del pueblo iraquí es atroz
El 43% de los iraquíes vive en la extrema pobreza (con menos de un dólar al día); el 60-70% de la población activa no tiene trabajo. Seis millones de personas precisan ayuda humanitaria, incluida la alimentaria, el doble que en 2004. Ya solo el 60% de los iraquíes tiene acceso a las raciones de comida gubernamentales, cuya cobertura era universal antes de la invasión. Por presiones del Banco Mundial, el gobierno iraquí ha informado que el próximo mes de junio este sistema de abastecimiento se suprimirá, así como los subsidios a los carburantes.
La malnutrición infantil ha aumentado en el período de ocupación: la mitad de los menores de cinco años la sufren en alguna de sus modalidades; el bajo peso se ha triplicado hasta afectar al 11% de los nacidos.
El 70% de la población no tiene suministro adecuado de agua potable y el 80% carece de servicios de saneamiento; el cólera se extiende ya por la mitad de las 18 provincias del país.
2.000 médicos iraquíes han sido asesinados y la mitad de los 34.000 que est aban registrados en 2003 han abandonado su país. El 90% de los 180 grandes hospitales carece de recursos esenciales. Bajo control de la corriente del clérigo chií Moqtada al-Sadr, el Ministerio de Sanidad se ha hundido en la corrupción, al tiempo que los hospitales se han transformado en centros clandestinos de detención, tortura y asesinato de los escuadrones de la muerte.
La combinación de malnutrición y carencia o escasez de agua potable, junto con el deterioro sanitario, sitúa a Irak entre los 60 países del mundo con las tasas más altas de mortalidad infantil, mortalidad en menores de cinco años y mortalidad materna.
Más de 800.000 escolares han dejado de asistir a la escuela primaria (el 22%) y sólo la mitad de los que completan estudios primarios inician los secundarios. Otros 220.000 niños y niñas refugiados con sus familias en países vecinos están desescolarizados.
Al menos 300 profesores y profesoras de todas las universidades del país y de todas las disciplinas han sido asesinados en una campaña sistemática y selectiva. Las milicias confesionales paragubernamentales han impuesto en las universidades la segregación de sexos y la vestimenta islámica.
El suministro de electricidad alcanza dos horas al día, incluido Bagdad. Sin cómputo centralizado y fiable sobre la producción de petróleo, Irak tiene que importar combustibles para el transporte y el uso doméstico al tiempo que buena parte del petróleo, bajo control de mafias locales, sale de contrabando del país.
Los servicios públicos se han desmoronado. Ya en 2006, el 40% del personal cualificado iraquí había abandonado su país.
Tabula rasa: destruir la sociedad iraquí para acabar con la resistencia
Interesados en favorecer la desestructuración estratégica del país, regímenes de países vecinos de Irak (Israel, Irán, Arabia Saudí…) han alentando también la violencia sectaria. Pero es a los ocupantes a quienes cabe atribuir la responsabilidad absoluta y final de la violencia que asola el país al haber impuesto el viejo modelo colonial de reparto de poder por cuotas confesionales y étnicas, germen inevitable del sectarismo.
EEUU se ha valido de la violencia sectaria para destruir la base social de la resistencia a la ocupación y para aniquilar a los sectores civiles más cualificados y secularizados, aquellos capaces de gestionar un futuro soberano, democrático e integrador para el país. EEUU sigue justificando su presencia en Irak bajo el pretexto de evitar «una guerra civil» y «combatir el terrorismo».
La destrucción de las instituciones, el empobrecimiento generalizado y la desintegración social alimentan la expansión de las corrientes regresivas y confesionales, las cuales han recurrido al terror para controlar y fragmentar el territorio. Entre tanto, las nuevas leyes rompen el marco jurídico unitario, suprimen el concepto de ciudadanía y someten la legislación a la religión. La partición de Irak emerge así inevitablemente, y con ello cobra sentido estratégico la extrema violencia que está sufriendo el país.
Tras ello está el control del petróleo. Gravemente regresiva en derechos civiles y económicos, la nueva Constitución iraquí –aprobada fraudulentamente en 2005— anticipaba la nueva Ley de Hidrocarburos, aprobada en 2007 por el gobierno iraquí y pendiente de ratificación por el parlamento. Esta ley ha sido literalmente redactada por técnicos nombrados por EEUU y Gran Bretaña junto con nueve compañías petroleras internacionales y sancionada con posterioridad por el FMI, todo ello antes de llegar a manos de los colaboracionistas. La Ley de Hidrocarburos confirma la ruptura del marco jurídico del Estado iraquí, sanciona la gestión local de los recursos aún no explotados (el 78% de todas las reservas, más de 111.000 millones de barriles) y abre la puerta a su privatización gracias a los Acuerdos de Participación en la Producción, por los que ya compiten 70 compañías internacionales, entre ellas la española Repsol YPF.
A lo largo de 2008, los gobiernos estadounidense y el colaboracionista iraquí han de alcanzar un acuerdo para el establecimiento de un marco de relaciones bilaterales que sustituya a la actual cobertura de legitimación de la ocupación otorgada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 2003. Este acuerdo se basaría en el documento suscrito por los presidentes de ambos países el 26 de noviembre de 2007, que incluye explícitamente el compromiso de EEUU de garantizar la seguridad de Irak (por medio de bases militares permanentes) a cambio de ventajas inversoras para las empresas estadounidenses en el país, particularmente en el sector de los hidrocarburos.
Seguridad: los nuevos «exitos» de EEUU provocan más muertos y refugiados
Las afirmaciones del gobierno de EEUU sobre el incremento de la seguridad en Irak desde su redespliegue en 2007 siguiendo un plan de refuerzo distan mucho de la experiencia de violencia y falta de seguridad que la población iraquí vive a diario..
Este «aumento de la seguridad» significa ataques aéreos contra las casas antes del amanecer, arrestos arbitrarios, secuestros, asesinatos a manos de mercenarios (llamados «agentes de seguridad») y coches bomba en concurridos mercados.
Sobre los «éxitos» en el retorno de algunos refugiados y de la creación de al-Sahwa, la milicia tribal sunní financiada por EEUU [para luchar contra al-Qaeda], constituyen simplemente otra operación de (des)información en un momento de fracaso militar, cuyo objetivo es ocultar el hecho de que la mayoría de los refugiados han huido del país durante el «éxito del incremento de tropas, además de la existencia de otros dos millones de desplazados dentro de Irak.
El regreso de algunos refugiados no tiene nada que ver con el éxito de la ocupación, el restablecimiento de la seguridad o una reducción de la «violencia sectaria», eufemismo que se utiliza para los escuadrones de la muerte que se han infiltrado en los servicios de seguridad y en las milicias locales. Los ahorros de la mayoría de los refugiados se han agotado y éstos se enfrentan ahora a una pobreza real ya que no pueden competir por conseguir los pocos trabajos disponibles en países, que han sido históricamente más pobres que Irak.
En cuanto a la celebrada milicia tribal sunní aliada con EEUU llamada al-Sahwa (Despertar), las últimas semanas han demostrado que se está convirtiendo cada vez más en el monstruo que está a punto de devorar a su creador. Y es que el jeque Ali Hathem al-Duleimy, el jefe de al-Sahwa, afirmó en televisión que su milicia no permitiría por más tiempo que el gobierno iraquí o estadounidense interfiriera en su trabajo. En la provincia de Diyala grupos similares inicialmente pagados por EEUU se oponen a trabajar con las fuerzas del gobierno iraquí o estadounidense.
Modelo israelí: EEUU castiga colectivamente para reducir sus bajas
Para reducir las bajas estadounidenses durante las incursiones, los iraquíes han sido sometidos a castigos colectivos al estilo israelí. Los soldados estadounidenses quintuplicaron los ataques aéreos respecto a 2006. Sobre el terreno continúan los asesinatos y la deforestación, que ellos justifican como hechos aislados para deshacerse de «miembros sospechosos de al-Qaeda». Es más, las operaciones de quema controlada —la quema sistemática de árboles y huertos— en Diyala, Habaniya y por los alrededores de Bagdad, se han llevado a cabo para «hacer que las bases estadounidenses sean menos accesibles a los intrusos» y para «eliminar la vegetación que la resistencia utiliza como escondite para ellos mismos y sus armas». Los gobiernos iraquíes habían invertido millones de euros en plantar esos árboles.
El número de detenidos apresados ha aumentado vertiginosamente hasta un 50%; entre los detenidos hay 680 niños, y el ejército estadounidense ha ampliado las instalaciones para prisioneros en Camp Bucca, al sur de Irak y en Camp Cropper, cerca de Bagdad, para acomodar al creciente número de detenidos que van llegando.
Bajas propias: 4.000 soldados muertos y un billón de euros de gasto
EEUU mantiene en Irak el mayor contingente de ocupación desde la invasión de 2003. A principios de 2007, el presidente Bush ordenó el envío de otros 30.000 soldados estadounidenses a Irak, hasta 158.000 —una cantidad que los mandos militares consideran que no se podrá reducir en los próximos meses—, además de contingentes menores de otros países y varias decenas de miles de mercenarios sin control alguno. Oficialmente, EEUU reconoce la muerte de casi 4.000 soldados en Irak, el 82% de ellos en combate. Tras una reducción del número de soldados muertos en los últimos meses de 2007, en enero y febrero de 2008 EEUU ha vuelto a perder, como media, a más de un soldado al día en los ataques de la resistencia iraquí.
El Congreso ha reconocido recientemente que la invasión-ocupación de Irak le ha costado hasta ahora 1,3 billones de dólares, casi un billón de euros.
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