En los últimos meses más de un londinense se ha llevado una buena sorpresa mientras esperaba el típico autobús rojo de dos pisos. Junto a muchas paradas se han situado gigantescos carteles publicitarios anunciando “tarifas a mitad de precio en el transporte para los londinenses en paro”. Lo llamativo del tema es que el cartel viene firmado por el Ayuntamiento de Londres y por una flamante rúbrica del Gobierno Bolivariano de Venezuela con su bandera tricolor. Los londinenses sin trabajo pueden tener acceso a un descuento en el transporte –un billete sencillo de metro cuesta alrededor de seis euros– gracias a un acuerdo entre el alcalde Ken Livingstone y el presidente de Venezuela. Mediante el pacto la compañía estatal PDVSA vende combustible un 20% más barato a la capital británica, lo que permite un ahorro de unos 24 millones de euros, que son invertidos en los descuentos. Londres, a cambio, provee asistencia técnica especializada a varias ciudades venezolanas, en ámbitos como el transporte, la protección ambiental y la planificación urbana.
El alcalde de Londres, conocido como Ken ‘el Rojo’ ha manifestado en numerosas ocasiones su simpatía por Hugo Chávez. Recientemente aclaró con ironía que él “preferiría meterse en la cama con el presidente de Venezuela que como lo ha hecho el gobierno británico con George W. Bush”. Pero no se trata de una “extravagancia” más de Ken. El acuerdo tiene sus precedentes en EE UU.
Desde hace tres años Venezuela provee combustible para calefacción a bajo precio a familias con pocos recursos en 23 Estados de Norteamérica, entre los que se encuentran Nueva York, Massachusetts, Nueva Jersey o Alaska. A través de su empresa subsidiaria Citgo, la petrolera venezolana PDVSA también ofrece asistencia directa a 200 reservas indígenas en el territorio estadounidense. El acuerdo de cooperación ‘Venezuela- Citgo Heating Oil’ se originó en 2005, como respuesta a la petición de un grupo de senadores del Congreso de Estados Unidos. Solicitaban que las grandes empresas petroleras subsidiaran el combustible para la calefacción a los más necesitados, ante la inminente subida de tarifas. La única respuesta a esa llamada la obtuvieron de la filial venezolana Citgo.
¿Pero a qué se deben estos pioneros e inusuales acuerdos de cooperación Sur-Norte? ¿Se trata, como han definido el grupo de los conservadores en la Asamblea de Londres de la “explotación de una de las capitales más ricas del mundo hacia una nación en vías de desarrollo”? ¿Se trata de un “ejercicio de populismo”, según los detractores de Chávez en Venezuela, de las “aspiraciones de expandir políticamente el proyecto bolivariano en la esfera internacional”? “Queremos demostrar, con la práctica”, según explica para DIAGONAL el embajador venezolano en Londres, Samuel Moncada, “que un mundo más justo es posible, ejerciendo un nuevo tipo de relaciones internacionales, basadas en valores de solidaridad y no de explotación, en las que existe un beneficio mutuo”. Este discurso de corte altruista viene también acompañado de una estrategia política, según los especialistas en el tema.
Julie Hearn, profesora de Política Internacional de la Universidad de Lancaster, señala que existe una “intencionalidad pragmática” en los pactos Sur-Norte. “Venezuela necesita aliados ideológicos que apoyen la revolución bolivariana”. La misma idea es compartida por el escritor Hugh O’Shaughnessy, colaborador de The Guardian, quien asegura para DIAGONAL que con el acuerdo con la alcaldía londinense se pretende dar una “visión positiva” de Venezuela a los británicos, en general desconocedores de la realidad del continente. Los pactos Sur-Norte además implican una crítica al modelo neoliberal. “Ponen en evidencia que el problema de la pobreza no pertenece sólo al llamado Tercer Mundo”, afirma Terry Gibbs, director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Cape Breton (Canadá). Según Gibbs, en los últimos años de era neoliberal, las diferencias sociales han aumentado en el Norte, por lo que son necesarios métodos creativos para afrontar el problema de la pobreza, que contemplen una “crítica genuina al status quo”.
“Nos guste o no Chávez”, continúa Gibbs, “es necesario reconocer que Venezuela, con sus innovadoras políticas, genera un espacio de debate necesario en la esfera internacional”. “Desafía la lógica del libre comercio y la actual relación Norte-Sur, denunciando que ésta se basa en la obligación de aplicar políticas que posibiliten el acceso a los recursos naturales del Sur, a cambio de caridad, de la llamada ayuda al desarrollo”.
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