...por Eva de Bellaciao (traducción de Caty R.)
Esterilizaban a las mujeres a la fuerza porque consideraban que no merecían reproducirse. Después empezó lo que se denominó «la destrucción de las vidas inútiles». En toda la Europa ocupada se emprendió una batida de «caza a los gitanos» primero en 1939, luego en 1941 y 1943. El exterminio de 500.000 a 600.000 nómadas se perpetró, especialmente, en los campos polacos.
En realidad, la persecución de los Hijos del Viento empezó antes de la llegada de los nazis al poder, con las leyes de control de la «plaga gitana», desde 1926. Dos años después, la vigilancia se volvió específica y permanente. Luego se impuso, desde 1933, la «esterilización eugenésica», la prohibición de matrimonios mixtos en 1934-35 y, finalmente, los primeros encerramientos en el campo de Dachau en 1936.
En el otoño de 1939 las deportaciones se volvieron masivas. En febrero de 1940, en el campo de Buchenwald, los nazis probaron el zyklon B sobre doscientos cincuenta niños gitanos. Por otro lado, en Ravensbrück se practicaron operaciones pseudocientíficas en cobayas humanas, entre otros, gitanos.
Aquella política de los nazis se extendió al conjunto de la Europa ocupada.
Después se emprendió el exterminio a gran escala. Según los nazis, la mitad de la población gitana de Europa fue aniquilada. Y una tragedia suplementaria: ¡El nombre de las víctimas gitanas ni siquiera se mencionó en el Proceso de Nuremberg! Un olvido absoluto, mientras que no se deja de conmemorar el martirio judío. Un doble rasero flagrante. Por eso, como amiga de los gitanos, decidí enarbolar mi pluma para recordar al mundo esta inmensa injusticia. Ya es hora de rendir homenaje a las víctimas gitanas que, además, estuvieron entre los miembros más implacables de la Resistencia.
Efectivamente, muy pronto, este pueblo libre y orgulloso comprendió la suerte que le estaba reservada. Aceptó inmediatamente unirse a la lucha clandestina para llevar a cabo lo que el historiador holandés Jan Yoors llamó la «guerra secreta de los gitanos». Curtidos y astutos, utilizaron mil estratagemas para desbaratar la vigilancia de los nazis, llevar mensajes o transportar armas y explosivos. Muchos fugitivos se salvaron gracias a los gitanos. También les debemos numerosos ataques «terroristas» de resistencia contra el enemigo hitleriano.
En 1945 los nazis, acorralados, todavía perpetraron múltiples masacres contra los gitanos que permanecían prisioneros en los campos alemanes. ¡Y algunos países europeos mantuvieron presas a sus poblaciones gitanas durante varios meses! En cuanto a los miembros de la resistencia que sobrevivieron, ni siquiera gozaron, después de la guerra, de las promesas de integración social que les habían hecho. Y no encontraron a nadie para defenderlos ni para recordar la memoria de los desaparecidos. Por supuesto, ninguno de ellos reclamó reparación por todos los perjuicios sufridos. El pueblo gitano jamás reivindica; sufre en silencio –y llora su cante jondo-, porque entre ellos el instinto de supervivencia y el gusto por las artes siempre superan los acontecimientos más dramáticos. Lo experimenté personalmente compartiendo su existencia miserable en un barrio de chabolas situado en una escombrera pública madrileña, el horror absoluto; y una alegría inscrita en los genes para superar los momentos más difíciles. ¡Admirable pueblo! Esa estancia marcó de forma indeleble mi espíritu y reafirmó mi oficio de periodista.
¿Cuál fue la política con respecto a los gitanos en Francia?
Tradicionalmente, los sedentarios desconfían de los nómadas. Desde 1912, a las poblaciones errantes se les asignó un carné antropométrico que se debía visar en todos los municipios, tanto a la entrada como a la salida. Ya en aquella época los gitanos, exactamente igual que los judíos, eran víctimas de persecuciones y discriminaciones.
El gobierno de Vichy endureció esa política. Y desde el otoño de 1940, se internó a los gitanos en campos de concentración en Argelès-sur-Mer y Barcarès, en los Pirineos orientales, campos creados inicialmente para acoger a los refugiados españoles y judíos. La misma lógica de exclusión para poblaciones sin embargo diferentes. Cerca de tres mil gitanos en total estuvieron encerrados en los campos de Francia entre 1940 y 1946.
En 1942 se creó el único campo de internamiento reservado exclusivamente para los nómadas: el campo de Saliers.
Dicho campo estaba situado en zona libre, en el municipio de Arlés, en Bouches-du-Rhône. Primero se inscribió en una lógica de sedentarización, después en la de encerramiento. Para empezar, trescientos nómadas tuvieron que hacinarse en pequeñas casetas a medio hacer, sin electricidad. Las condiciones de hospedaje y avituallamiento eran lamentables. La suerte de los niños fue especialmente difícil; obviamente no iban a la escuela. Sin ropas para cambiarse, los internos acabaron cubiertos de andrajos. Estaban esqueléticos pero resistieron. Curtidos e indomables. Por fin, el subprefecto de Arlés ordenó el cierre del campo en julio de 1944.
Los que sobrevivieron al infierno conservaron viva la memoria del campo. Pero la zona donde estuvo ubicado no conserva ningún rastro.
En los campos de concentración alemanes, los gitanos fueron masacrados literalmente. Sólo en la noche del 31 de julio de 1944 en Auschwitz exterminaron a 20.000 personas. El 1 de agosto, un oficial de las SS de Auschwitz pudo escribir, después del envío de los gitanos a la cámara de gas: «misión cumplida, tratamiento especial ejecutado». ¡Tratamiento especial! ¡Peor todavía que lo que sufrieron los judíos, minusválidos, enfermos mentales, homosexuales, comunistas o los miembros de la resistencia! Y en resumen, sólo en Alemania perecieron entre 500.000 y 600.000. En Dachau los asesinaban el mismo día que llegaban o al día siguiente. Simplemente porque habían nacido gitanos.
Como los judíos, los gitanos fueron víctimas de la ideología nazi, de la política racista que pretendía regenerar la sangre alemana, y de la política del espacio para la creación de una Gran Alemania liberada de elementos impuros, extranjeros e inferiores. La eliminación de los gitanos sería mejor aceptada porque ya estaban señalados desde hacía mucho tiempo.
Ninguna voz se levanta para defender la causa de los gitanos discriminados, esterilizados, perseguidos, expoliados y exterminados. Ninguna memoria, ninguna indemnización, ninguna conmemoración. Nada. El vacío absoluto. Ostracismo total.
¿Definitivamente?
Hasta mi último aliento lucharé por el reconocimiento de este pueblo admirable.
Eva, periodista resistente, es francesa de origen ruso, licenciada en Letras Modernas por la Universidad de la Sorbona y diplomada en periodismo. Escritora profesional y periodista de prensa, radio y televisión. Informadora, reportera, cronista, presentadora de radio y productora de programas para la televisión.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y la fuente.
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