lunes, 11 de febrero de 2008

El Infierno sí existe.

El papa Benedicto XVI indicó ayer en Roma, con motivo del inicio de la Cuaresma, que el Infierno es una realidad para los pecadores y que la salvación no es para todos; además, llamó la atención sobre lo poco que se habla en la Iglesia actual del pecado y del Paraíso. “La salvación no es inmediata ni llegará para todos. El Infierno es una posibilidad real”, señaló el máximo jerarca de la Iglesia católica durante un encuentro con párrocos en la Diócesis de Roma. Su antecesor, Juan Pablo II, corrigió el concepto tradicional de Infierno en el verano de 1999, cuando hubo cuatro audiencias para hablar sobre el Cielo, el Purgatorio, el Infierno y el Diablo. “El Cielo”, dijo entonces Juan Pablo II, no es “un lugar físico entre las nubes, el Infierno tampoco es un lugar, sino la situación de quien se aparta de Dios”.

El Purgatorio es un estado provisional de “purificación” que nada tiene que ver con ubicaciones terrenales. Y Satanás “está vencido: Jesús nos ha liberado de su temor”, según dijo en esa ocasión.

Sin embargo, Joseph Raztinger, mucho más tradicional al respecto, aseguró ahora que “el Infierno del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno”, y agregó que no está vacío.

El Papa señaló que la vida no acaba en el vacío y subrayó la doctrina sobre la existencia del Purgatorio y del Infierno, aunque precisó que si el Juicio Final fuera “pura justicia, podría ser finalmente sólo un motivo de temor” para los hombres.

Perspectivas jesuitas

El teólogo jesuita Carlos Novoa señaló que Benedicto XVI en ningún momento ha dicho que el Infierno sea un lugar, como se ha afirmado en algunos sectores.

También aclaró que el anterior papado nunca desconoció la existencia del Infierno, sino que afirmó que sí existía como un estado del ser humano. El papa Wojtyla “dijo que el Infierno lo producimos nosotros, y que es, básicamente, la ausencia de Dios en cada ser. Benedicto XVI y Juan Pablo II coinciden en este tema”, añadió Novoa.

El también jesuita Alfonso Llano piensa que Benedicto XVI, con esa aseveración, quiso hacer una reflexión sobre el pecado y la penitencia, temas de los que se ha dejado de hablar en los tiempos modernos. Y que al afirmar que el Infierno sí existe, lo hace para aquellas personas que aún necesitan de la imaginación para ajustar sus comportamientos.

Llano advirtió que el Infierno, en un caldero lleno de personas consumidas por el fuego, es mera imaginación de la Edad Media. Sin embargo, asevera que las conductas humanas sí tienen consecuencia a la hora de la muerte.

“El que no responda a Jesucristo y se dedica a pecar está condenado a no salvarse”, indicó el sacerdote al explicar que quien ha pecardo no podrá gozar de la vida eterna. Es decir, según él, no resucitará.

Benedicto XVI dijo que en la Iglesia “tal vez” se habla “demasiado poco” del pecado, del Paraíso y del Infierno, y que por ello ha querido tocar esos temas en su segunda encíclica Spe salvi, en la que ofrece un horizonte de esperanza a la Humanidad.

Manifestó que “quien no trabaja buscando el Paraíso, no trabaja siquiera para el bien de los hombres sobre la Tierra”.

Subrayó que “el nazismo y el comunismo afirmaron que querían cambiar el mundo y, sin embargo, intentaron destruirlo”.

Papel del diálogo

Ratzinger habló con los párrocos de la evangelización y dijo que “diálogo quiere decir respeto por los otros, pero que no excluye el anuncio del Evangelio, donde la verdad, que no podemos tener sólo para nosotros, sino que debemos ofrecerlo a los demás.

“Misión no es imposición, es ofrecer el regalo de Dios, dejando que sea su bondad la que nos ilumine”, dijo el Papa, quien agregó que si los cristianos no proponen su fe, en pleno respeto de la libertad de los otros, serían “infieles”, y recordó cómo para el líder indio Mahatma Gandhi el Sermón de la Montaña fue un punto de referencia que marcó su vida.

Benedicto XVI señaló que el trabajo misionero es “fundamental”, y reiteró que diálogo y misión “no se excluyen, al contrario, se necesitan el uno al otro”.

Dijo que la Cuaresma, además de tiempo de ayuno del cuerpo, también debería serlo de palabras e imágenes, “ya que necesitamos –afirmó– un poco de silencio, un espacio sin el bombardeo constante de las imágenes”.

Benedicto XVI, según informó Radio Vaticano, manifestó que esta época está “abarrotada” de imágenes y palabras, y que por ello es necesario “crear espacios de silencio y sin imágenes para reabrir nuestro corazón a la imagen verdadera y a la palabra verdadera, que es Dios”.

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