miércoles, 16 de enero de 2008

La cuarta vía de Toñín Blair.

...por Abel Ortiz

Después de millones de artículos, la mayoría de ellos muy bien pagados, publicitando la tercera vía, hacia no se sabe donde, que vendieron eficazmente Blair y sus chicos de Oxford, ya sabemos el final del camino; la banca JP Morgan y la conversión al catolicismo. No está mal habiendo salido de los sindicatos, ganando elecciones al frente de la “izquierda”, corrigiendo el rumbo después hacía ese “centro izquierda” de color pastel con el que se puede ir a lejanas guerras y salir en las fotos que “sacan a los países del rincón de la historia”.

Durante años periodistas de las más variadas cataduras fueron partícipes conscientemente en la construcción de un personaje falso. La tercera vía no era más que otro recorte a la izquierda, más o menos realmente existente, otro falso camino, voces de sirena grabadas en los laboratorios del Doctor Kissinger o en el fondo del güisqui de la señora Tatcher. La posguerra fría ya tenía sus topos en el poder. La izquierda inglesa soñada por el pentágono, por su majestad la reina, por el Papa de Roma, por el mossad, se mudaba a, posiblemente, una de las direcciones más famosas del mundo. Después llegaron las explicaciones, aquello tenía un porqué: Afganistán, Irak, Irán, Pakistán. La gran ofensiva neocon; nazis disfrazados de neonazis que dicen, con el discurso de los nazis, que no son nazis aunque hagan lo mismo que los nazis.

Ahora Blair pasea por el mundo, cobrando conferencias, sus nuevas ideas. El mismo vendedor vende la bomba y el extintor. Dice que la división entre derechas e izquierdas está superada, ya no hay clases. Es decir uno de los más viejos discursos de la derecha. Ni izquierdas ni derechas, el yugo y las flechas, decían los falangistas anticipándose a Blair setenta años. En la campaña electoral francesa, del brazo de Sarkozy, se postula como futuro presidente de la Unión. Monsieur le president, con un ojo puesto en la jubilación, inicia un reciclaje de antiguos “servidores públicos”. Un ascenso.

Toñín Blair, el sonrisitas, fue una pieza imprescindible en los planes estadounidenses para parar el reloj de varios países. Era vital el apoyo de un gobierno laborista, mucho más capacitado que los conservadores para enfrentarse a la opinión inglesa, apabullantemente contraria a la guerra, era una obsesión desarmar el modelo francés de la gauche plurielle, como veinte años antes lo había sido el Partido comunista italiano, era una prioridad proyectar una tercera vía a ninguna parte que jalearían los analistas de fino olfato para apostar a caballo ganador.

La banca Morgan, con nombre de pirata, como es natural, saca a Blair de la cola del paro. Pasarse al enemigo, con armas y bagajes, ha sido muy habitual desde que San Pablo se cayó del caballo, e incluso antes. Hay que reconocer el enorme mérito circense del ejercicio de funambulismo mágico transformista que El Gran Toñin ha ejecutado ante el publico sin despeinarse. Ahora vendrá el más difícil todavía: la cuarta vía de Tony Blair.

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