...por BL Rocha
La coyuntura latinoamericana es dura como siempre pero no caben alarmismos. Es duro desde Brasil apuntalar una posibilidad de golpe de tipo oligárquico en el país o una intervención directa de los gringos estadounidenses. Los riesgos que corremos son otros. Los pueblos de América Latina están empujando los límites de esa falsa democracia de mercado, donde cada partido que entra tiene que repetir todo lo que la canalla anterior acertó. El imperialismo que opera en América Latina hoy se asocia a los gobiernos que se dicen de “izquierda” y gobiernan por la derecha.
El propio ejemplo de la 4ª Flota de la Marina yankee es que la política del “big stick” (palo largo) sigue. Quieren nuestras reservas de agua, la Amazónia, el patrimonio de la biodiversidad y los hidrominerales. Sofocan la unidad latino-americana, llenando nuestros oídos con las estupideces de las transnacionales que operan telecomunicaciones por satélite y proveedores de internet. Cumpliendo el triste papel de bombero del Imperio está Lula y Bachelet. En Chile, el nivel represivo es mayor. ¡La concertación opera como heredera de los Chicago Boys y hasta hoy prohíbe la mayoría de las marchas y actos callejeros!
Si estos son los bomberos, la punta de lanza del Mando Sur de los gringos está en Colombia gobernada por el narco y paraco Álvaro Uribe y su equipo de paramilitares. Siguiendo de cerca la narco república está el actual gobierno del Perú. Justo en el país donde cupe al anarquismo aproximar las raíces indígenas de la lucha obrera urbana, a través de la obra magíster de González Prada, el presidente Alan García, que tiene en su registro niveles represivos absurdos en la guerra interna de los ’80, busca el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y China.
Es preciso resaltar que existe resistencia, tanto de la insurgencia como de la lucha popular organizada, intentando de todas las formas impedir los TLCs y la militarización de la sociedad en estos países. Reconocemos que el caso brasileño es el más grave y trataremos de eso más adelante. Lo importante es decir que el neoliberalismo perdió en algunos países donde el pueblo se levantó en los últimos diez años e hizo la democracia de mercado insostenible.
El desafío de ir más allá que las urnas y la votación de tipo burgués es el tema de fondo en el Continente. Para el pueblo paraguayo, es el momento de avanzar la organización social, teniendo en cuenta la tarea de romper el TLC y ultrapasar las dulces palabras del obispo Fernando Lugo para con el sub-imperio de Brasil. La punta de la lucha está en la zona andina pero se depara con la cristalización de líderes de tipo carismático, lo que casi siempre genera desorganización de clase. Los mejores ejemplos de Latinoamérica vienen del Ecuador de la CONAIE heroica que derrumbó tres presidentes; de Bolivia del levante de los campesinos del Chapare, de las guerras del agua y del gas; y en Venezuela del Caracazo y del contra golpe de abril de 2002. En estos países hermanos, la derecha y el imperialismo juegan duro y las izquierdas pelean por dos proyectos distinguidos. Uno de ellos, actualmente victorioso, es lo de un gobierno nacional-popular capitaneado por un Ejecutivo fuerte. Disputando palmo a palmo con los oficialistas, el concepto de Poder Popular se materializa en barricadas, radios comunitarias, fábricas ocupadas, economía cooperativista y movimientos populares que de tan orgánicos pueden pasar a formar una milicia. Esto ya ocurrió con la Coordinadora 23 de Enero de Caracas y hoy, en este exacto momento, se da en la Bolivia de los Ponchos Rojos.
De común entre los gobiernos Morales, Chávez y Correa es la ausencia de organismos políticos que expresen un poder además del carisma de los presidentes y el control del Estado. Todos se dieron cuenta del límite de la Reforma Constitucional y de los peligros de una derecha escuálida en Venezuela de tipo golpista, aliada de Colombia en Ecuador y fascista en el caso boliviano. Los pueblos también van dándose cuenta que construir instituciones políticas de Poder Popular Permanente es mucho más avanzado que apoyar un gobierno nacionalista. El último referéndum en Venezuela es la prueba viva de lo que dijimos. La tentativa de separación de la llamada Media Luna boliviana, teniendo los narcotraficantes, latifundistas de la soya y aliados de las empresas brasileñas al frente, es hoy el mayor riesgo que corre el proceso en la tierra de las radios mineras y donde militó el anarquista Liber Forti.
No serán las fuerzas armadas de estos países las instituciones defensoras de un proceso de cambio. ¡Por el contrario, como todos saben, ninguna fuerza armada derechista es antiimperialista! ¡Ningún gobierno estatal radicaliza un proceso revolucionario! Los pueblos de los países hermanos están encontrando la liberación a través de entidades de base y coordinaciones populares. Faltan organizaciones específicas de intención revolucionarias, falta una referencia de teoría y organización política, pero tenemos la certeza de que esta vía es posible y deseada por las mayorías de cholos, pueblos originales, negros y trabajadores de la sierra, altiplano y las costas. América Latina encontró un camino además del neoliberalismo y no va a retornar más por la vía de la muerte lenta.
Por más fuerza que Lula y su gobierno de políticos de la dictadura y banqueros haga, el Continente no padecerá de los males de las políticas de Brasil. Infelizmente, en el caso brasileño, tenemos una agenda marcada por los hechos de las transnacionales, los medios mentirosos y las elecciones de tipo burgués. Es verdad, politiqueros y demagogos tienen mayor capacidad de absorción de movimientos y sectores por aquí. Las organizaciones políticas con intención de cambio profundo apuestan en el largo plazo y los políticos profesionales juegan en el inmediatismo.
Es lo que ocurre hoy en Argentina, cuando la pareja Kirchner se apoderó del Partido Justicialista, hace alianza con sectores mafiosos del menemismo y acumula para sí la mayor parte de la generación de piqueteros. Cuando pierde, pierde feo por su propia estupidez, como es el caso de los latifundistas soyeros y especuladores del Puerto. Ni por eso el movimiento popular paró de crear nuevas condiciones y salidas para la lucha real. La Federación de Organizaciones de Base (FOB) es el mejor ejemplo de que es posible una vía popular y no peronista. En las provincias argentinas, además del lock out de los latifundistas, estallan luchas directas por la conquista de fábricas y la dignidad en el territorio. Es preciso entender que los caminos más largos son los más consistentes. Y que a todo el momento el sistema está poniendo a la prueba dirigentes y sectores organizados. Esta es una de las funciones de la organización política anarquista, la de demarcar el objetivo finalista y la estrategia permanente a todo el momento. Porque para nosotros, los fines son los medios, y la forma como llegamos a un objetivo es como queremos que este sea conquistado.
Volviendo al análisis rápido, una situación parecida, el deterioro de los valores y códigos de izquierda, se da entre Brasil y Uruguay. Fenómenos semejantes porque algunas reglas de la política real son inevitables. Siempre dijimos que la fórmula electoral es una fábrica de traidores de clase. También afirmamos que la independencia de clase es la única garantía que las entidades de base y el movimiento popular tienen para garantizar sus conquistas. Pues bien, todo lo que el anarquismo afirma hace doscientos años está aconteciendo ahora en nuestro país y en la Banda Oriental. La diferencia es que allá el fenómeno de la corrupción es más leve y la cara dura de los ex-socialistas arrepentidos es más pequeña. Aquí, hicieron alianza descarada con antiguos políticos de la Dictadura. Allá, gracias a fuerza del pueblo organizado luchando por Memoria, Verdad y Justicia, parte de la milicada fue punida.
Aquí, Lula ni siquiera recibió los familiares de víctimas y desaparecidos y no abrió los archivos de la dictadura. Antes de la crisis de la hipotecas podridas (sub prime), conmemoraba junto a Henrique Meirelles (presidente del Banco Central y expresidente mundial del BankBoston) y a Collor de Mello (que apoya a su gobierno) el hecho de que el país fue clasificado como “inversión segura” por una agencia de especulación mundial.
No basta tener las críticas correctas. Tenemos que combatir la descreencia y la desconfianza en la base de las clases oprimidas tras 23 años de falsa democracia en Brasil y traición de clase. El presidente ex-metalúrgico gritó que “¡nunca fue de izquierda!”, y no fue aún. Luiz Inácio es el Lech Walesa de los trópicos. Por lo tanto, la pelea dura que la clase obrera, generando el poder del pueblo, dio en la Gdansk de los ’80, hay que darla otra vez. Cuidando la ruta, para evitar otra traición más en el sur del mundo occidental.
www.radioklara.org
La coyuntura latinoamericana es dura como siempre pero no caben alarmismos. Es duro desde Brasil apuntalar una posibilidad de golpe de tipo oligárquico en el país o una intervención directa de los gringos estadounidenses. Los riesgos que corremos son otros. Los pueblos de América Latina están empujando los límites de esa falsa democracia de mercado, donde cada partido que entra tiene que repetir todo lo que la canalla anterior acertó. El imperialismo que opera en América Latina hoy se asocia a los gobiernos que se dicen de “izquierda” y gobiernan por la derecha.
El propio ejemplo de la 4ª Flota de la Marina yankee es que la política del “big stick” (palo largo) sigue. Quieren nuestras reservas de agua, la Amazónia, el patrimonio de la biodiversidad y los hidrominerales. Sofocan la unidad latino-americana, llenando nuestros oídos con las estupideces de las transnacionales que operan telecomunicaciones por satélite y proveedores de internet. Cumpliendo el triste papel de bombero del Imperio está Lula y Bachelet. En Chile, el nivel represivo es mayor. ¡La concertación opera como heredera de los Chicago Boys y hasta hoy prohíbe la mayoría de las marchas y actos callejeros!
Si estos son los bomberos, la punta de lanza del Mando Sur de los gringos está en Colombia gobernada por el narco y paraco Álvaro Uribe y su equipo de paramilitares. Siguiendo de cerca la narco república está el actual gobierno del Perú. Justo en el país donde cupe al anarquismo aproximar las raíces indígenas de la lucha obrera urbana, a través de la obra magíster de González Prada, el presidente Alan García, que tiene en su registro niveles represivos absurdos en la guerra interna de los ’80, busca el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y China.
Es preciso resaltar que existe resistencia, tanto de la insurgencia como de la lucha popular organizada, intentando de todas las formas impedir los TLCs y la militarización de la sociedad en estos países. Reconocemos que el caso brasileño es el más grave y trataremos de eso más adelante. Lo importante es decir que el neoliberalismo perdió en algunos países donde el pueblo se levantó en los últimos diez años e hizo la democracia de mercado insostenible.
El desafío de ir más allá que las urnas y la votación de tipo burgués es el tema de fondo en el Continente. Para el pueblo paraguayo, es el momento de avanzar la organización social, teniendo en cuenta la tarea de romper el TLC y ultrapasar las dulces palabras del obispo Fernando Lugo para con el sub-imperio de Brasil. La punta de la lucha está en la zona andina pero se depara con la cristalización de líderes de tipo carismático, lo que casi siempre genera desorganización de clase. Los mejores ejemplos de Latinoamérica vienen del Ecuador de la CONAIE heroica que derrumbó tres presidentes; de Bolivia del levante de los campesinos del Chapare, de las guerras del agua y del gas; y en Venezuela del Caracazo y del contra golpe de abril de 2002. En estos países hermanos, la derecha y el imperialismo juegan duro y las izquierdas pelean por dos proyectos distinguidos. Uno de ellos, actualmente victorioso, es lo de un gobierno nacional-popular capitaneado por un Ejecutivo fuerte. Disputando palmo a palmo con los oficialistas, el concepto de Poder Popular se materializa en barricadas, radios comunitarias, fábricas ocupadas, economía cooperativista y movimientos populares que de tan orgánicos pueden pasar a formar una milicia. Esto ya ocurrió con la Coordinadora 23 de Enero de Caracas y hoy, en este exacto momento, se da en la Bolivia de los Ponchos Rojos.
De común entre los gobiernos Morales, Chávez y Correa es la ausencia de organismos políticos que expresen un poder además del carisma de los presidentes y el control del Estado. Todos se dieron cuenta del límite de la Reforma Constitucional y de los peligros de una derecha escuálida en Venezuela de tipo golpista, aliada de Colombia en Ecuador y fascista en el caso boliviano. Los pueblos también van dándose cuenta que construir instituciones políticas de Poder Popular Permanente es mucho más avanzado que apoyar un gobierno nacionalista. El último referéndum en Venezuela es la prueba viva de lo que dijimos. La tentativa de separación de la llamada Media Luna boliviana, teniendo los narcotraficantes, latifundistas de la soya y aliados de las empresas brasileñas al frente, es hoy el mayor riesgo que corre el proceso en la tierra de las radios mineras y donde militó el anarquista Liber Forti.
No serán las fuerzas armadas de estos países las instituciones defensoras de un proceso de cambio. ¡Por el contrario, como todos saben, ninguna fuerza armada derechista es antiimperialista! ¡Ningún gobierno estatal radicaliza un proceso revolucionario! Los pueblos de los países hermanos están encontrando la liberación a través de entidades de base y coordinaciones populares. Faltan organizaciones específicas de intención revolucionarias, falta una referencia de teoría y organización política, pero tenemos la certeza de que esta vía es posible y deseada por las mayorías de cholos, pueblos originales, negros y trabajadores de la sierra, altiplano y las costas. América Latina encontró un camino además del neoliberalismo y no va a retornar más por la vía de la muerte lenta.
Por más fuerza que Lula y su gobierno de políticos de la dictadura y banqueros haga, el Continente no padecerá de los males de las políticas de Brasil. Infelizmente, en el caso brasileño, tenemos una agenda marcada por los hechos de las transnacionales, los medios mentirosos y las elecciones de tipo burgués. Es verdad, politiqueros y demagogos tienen mayor capacidad de absorción de movimientos y sectores por aquí. Las organizaciones políticas con intención de cambio profundo apuestan en el largo plazo y los políticos profesionales juegan en el inmediatismo.
Es lo que ocurre hoy en Argentina, cuando la pareja Kirchner se apoderó del Partido Justicialista, hace alianza con sectores mafiosos del menemismo y acumula para sí la mayor parte de la generación de piqueteros. Cuando pierde, pierde feo por su propia estupidez, como es el caso de los latifundistas soyeros y especuladores del Puerto. Ni por eso el movimiento popular paró de crear nuevas condiciones y salidas para la lucha real. La Federación de Organizaciones de Base (FOB) es el mejor ejemplo de que es posible una vía popular y no peronista. En las provincias argentinas, además del lock out de los latifundistas, estallan luchas directas por la conquista de fábricas y la dignidad en el territorio. Es preciso entender que los caminos más largos son los más consistentes. Y que a todo el momento el sistema está poniendo a la prueba dirigentes y sectores organizados. Esta es una de las funciones de la organización política anarquista, la de demarcar el objetivo finalista y la estrategia permanente a todo el momento. Porque para nosotros, los fines son los medios, y la forma como llegamos a un objetivo es como queremos que este sea conquistado.
Volviendo al análisis rápido, una situación parecida, el deterioro de los valores y códigos de izquierda, se da entre Brasil y Uruguay. Fenómenos semejantes porque algunas reglas de la política real son inevitables. Siempre dijimos que la fórmula electoral es una fábrica de traidores de clase. También afirmamos que la independencia de clase es la única garantía que las entidades de base y el movimiento popular tienen para garantizar sus conquistas. Pues bien, todo lo que el anarquismo afirma hace doscientos años está aconteciendo ahora en nuestro país y en la Banda Oriental. La diferencia es que allá el fenómeno de la corrupción es más leve y la cara dura de los ex-socialistas arrepentidos es más pequeña. Aquí, hicieron alianza descarada con antiguos políticos de la Dictadura. Allá, gracias a fuerza del pueblo organizado luchando por Memoria, Verdad y Justicia, parte de la milicada fue punida.
Aquí, Lula ni siquiera recibió los familiares de víctimas y desaparecidos y no abrió los archivos de la dictadura. Antes de la crisis de la hipotecas podridas (sub prime), conmemoraba junto a Henrique Meirelles (presidente del Banco Central y expresidente mundial del BankBoston) y a Collor de Mello (que apoya a su gobierno) el hecho de que el país fue clasificado como “inversión segura” por una agencia de especulación mundial.
No basta tener las críticas correctas. Tenemos que combatir la descreencia y la desconfianza en la base de las clases oprimidas tras 23 años de falsa democracia en Brasil y traición de clase. El presidente ex-metalúrgico gritó que “¡nunca fue de izquierda!”, y no fue aún. Luiz Inácio es el Lech Walesa de los trópicos. Por lo tanto, la pelea dura que la clase obrera, generando el poder del pueblo, dio en la Gdansk de los ’80, hay que darla otra vez. Cuidando la ruta, para evitar otra traición más en el sur del mundo occidental.
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