El asesino del joven antifascista muerto en Madrid el 11 de noviembre es militar profesional. No es el único caso. Militares y policías han sido implicados en numerosos ataques.
“La verdad es que muy habitual que cada vez que hay una redada o una actuación contra grupos fascistas o parafascistas, alguno de ellos sea militar o directamente policía”. Es lo que afirma Jorge del Cura, uno de los responsables del Centro de Documentación contra la Tortura de Madrid, que desde hace años sigue muy de cerca las actuaciones de los cuerpos de seguridad del Estado.
Y es que la implicación de militares, sobre todo soldados profesionales y oficiales de baja graduación en grupos ultras organizados es antigua. El considerado primer crimen por motivos raciales en el Estado español, en 1992, fue organizado por un guardia civil. El agente, acompañado de un grupo de neonazis, disparó su arma en una discoteca abandonada de Aravaca, Madrid, a la que iban a dormir inmigrantes, acabando con la vida de la dominicana Lucrecia Pérez.
Igualmente, en 2003, en Valladolid, fueron detenidos tres fascistas cuando, según la policía, iban a atacar las sedes de diferentes organizaciones sociales. Llevaban cócteles molotov, y gasolina. Entre los detenidos estaba Alberto Aparicio, militar formado en la Academia de Zaragoza y destinado en el cuartel leonés del Ejército de Tierra de El Ferral del Bernesga.
Según colectivos antifascistas, la policía nunca ha intentado investigar su relación con los neonazis de León destinados en este mismo cuartel. Ultras como, por ejemplo, David Miguel Galán Da Costa, alias ‘Cholo’, destinado en ese cuartel que destaca entre los nazis responsables de las agresiones en León.
En el Levante, una de las zonas de mayor actividad de grupos ultras, también son sonados algunos casos. Como la desarticulación, en 2005 en un operativo de la Guardia Civil del grupo Frente AntiSistema (FAS), al que le fue requisado armamento de guerra. Entre sus miembros había dos militares. El local del FAS continúa abierto ahora como sede de AN en Valencia.
Ni siquiera la conmoción social tras el asesinato de Carlos ha mitigado la actividad de los grupos neonazis. En la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) el 15 de noviembre, 15 neonazis amedrentaban a estudiantes en la facultad de derecho y poco después agredían a una persona en la estación de Cercanías del campus. Según afirman estudiantes, se trataba de militares que provenían del cercano cuartel de El Goloso.
Abusos de uniforme
En Almería, en septiembre, varios cientos de inmigrantes denunciaron públicamente malos tratos y abusos policiales al amparo de supuestos controles rutinarios de documentación en una zona de Níjar con gran presencia de temporeros inmigrantes. Los testigos apuntan a un agente “rubio y joven” como uno de los más agresivos. Según el Sindicato de Obreros del Campo, el agente ha sido reconocido “como un miembro de un grupo neonazi de la hinchada del equipo de fútbol de Almería. Ya teníamos denuncias previas de que hay neonazis metiéndose en la Guardia Civil. Eso explicaría un poco su manera de actuar”.
Como remacha Del Cura, “Es evidente que si un grupo de estos tiene contacto con la policía se entera de cosas. No es que toda la policía esté detrás, pero en los grupos fascistas es evidente que hay muchos”.
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