sábado, 8 de diciembre de 2007

La represión franquista en el cine.

Hace pocas fechas se ha estrenado en las pantallas españolas película de Emilio Martínez-Lázaro "Las 13 rosas". Cuenta la historia de trece jóvenes muchachas de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), asesinadas impunemente por la maquinaria franquista en lo que fue el inicio de esa larga noche de la dictadura.

Lo primero que hay que aclarar en este artículo es que a pesar de que las 13 rosas no sean anarquistas, la sensibilidad que a cualquier anarquista nos produce la injusticia provocada por un régimen como el franquista, montado sobre el odio, la opresión y el oprobio, no es un acontecimiento que podamos pasar por alto. Muchas de estas jóvenes, menores de edad, eran idealistas que tenían toda la vida por delante y que de forma súbita se la cortó el capricho de un régimen liberticida y criminal. Ellas son 13 nombres entre muchos nombres, muchos de ellos de anarquistas, que perecieron bajo la dictadura asesina de Franco.
Pero si el acontecimiento y el hecho podría haber dado para hacer una buena película que mostrara toda la crueldad generada por el franquismo, lo cierto es que el director no ha cumplido su objetivo. La película es inconexa, no deja clara la ideología que perseguían las jóvenes muchachas y acontecimientos trascendentales como para entender la tragedia se presentan como martillazos sin sentido, que de no conocer la historia de las 13 rosas es difícil de saber por qué aparecen ahí. Este último aspecto se ve cuando el asesinato del comandante de la Guardia Civil, Isaac Gabaldón Irurzún. También por la acusación que pesa sobre ellas de intento de asesinato a Franco el día del Desfile de la Victoria. Martínez-Lázaro, más acostumbrado a comedias como "El otro lado de la cama" no ha sabido tratar este acontecimiento.
Lejos de las críticas que podamos hacer a la ideología que defendían las JSU o su papel en la Guerra Civil española, la muerte de estas trece chicas se convierte en uno de los episodios más trágicos de la inmediata posguerra. Siete de las trece chicas eran menores de edad (entonces la mayoría de edad estaba marcada en 21 años) y el escándalo por este acontecimiento fue tal, que desde entonces no se fusiló a ningún menor de edad más. Y más teniendo en cuenta que el odio que tenían las autoridades contra todo lo que olía a "rojo" llevó a fusilar a estas jóvenes tan solo 48 horas después del suceso, cuando todavía no se había recibido ni el visto bueno de Franco para la ejecución.
Es difícil tratar un acontecimiento como un fusilamiento, pero lo que no se puede hacer de esto es materia gratuita. Se prefiere no contar una historia en el cine a contarla de forma deficiente. Por otra parte, un ejemplo de buen trabajo documental alrededor de este acontecimiento es el que nos ofrecieron José María Almela y Verónica Vigil con "Que mi nombre no se borre de la historia", título tomado de una frase de Julia Conesa, una de las fusiladas aquella trágica mañana del 5 de agosto de 1939. Se reconstruye un documental donde se narra los últimos días de la Guerra Civil en Madrid (quizá aquí es donde puede quedar mas cojo el documental, por insistir en algunos lugares comunes) hasta el fusilamiento de las jóvenes. A través de testimonios e imágenes de la época, se hace un alarde de buen montaje cinematográfico bajo un guión trabajado y bien estructurado, por lo que la historia de de las 13 rosas queda muy bien explicada.
Lo mismo cabría decir del libro de Carlos Fonseca. Este periodista reconstruye esta historia en "Trece rosas rojas", donde tras un trabajo de investigación en archivos militares, consultando la causa generado por ellos (la 30426), contrastando los datos con testimonios y documentándose bibliográficamente sobre la época, presenta un trabajo interesante y bien cimentado.
Está claro que las 13 rosas son asesinadas por el hecho de ser militantes antifranquistas. De esto no hay ninguna duda. Da por ello verdadero asco cuando determinados personajes del inframundo derechista, como Pío Moa, dice que aquellas jóvenes no eran inocentes porque eran estalinistas. Cuestión que para Moa es suficiente como para proceder a su fusilamiento.
Pero el trabajo de Martínez-Lázaro, lejos de aclarar y poder rescatar bien el tema, deja un mar de dudas. Lo primero porque como hemos dicho más arriba la película es inconexa y tiene muchísimas lagunas, que al espectador en más de una ocasión le puede hacer perderse. Lo segundo porque en las escenas carcelarias parece como si las presas estuvieran de vacaciones en la cárcel de Ventas. Esta prisión fue una de las más terribles de la inmediata posguerra. Impulsada durante el período republicano por la directora general de Prisiones, la radical-socialista Victoria Kent, tenía una capacidad para unas 400 presas. Con el final de la Guerra Civil en 1939 la prisión de Ventas albergaba a más de 3.000 personas hacinadas entre sus muros. Por ello se abusa en demasía de los recursos cinematográficos de mujeres cantando, atusándose el pelo, bailando claque en el patio de la prisión o haciendo bromas en la misa de la cárcel. La vida en las prisiones era mucho más dura y más terrible de lo que cuenta la película. Y más si tenemos en cuenta que eran presas sobre cuyas cabezas recaía la petición de pena de muerte (aunque es cierto que existían esos cantos sobre la prisión). En cuanto a la elección de las actrices, los mejores papeles lo representa Pilar López de Ayala (Blanca Brisac) y Marta Etura (Virtudes González). El resto esquematizan mucho a los personajes. Aparecen incluso personajes poco definidos como el que se hace pasar por novio de Julia Conesa, que unas veces aparece vestido de requeté y otra de militar sin explicar el porqué. O el personaje de la carcelera Carmen Castro, interpretado por Goya Toledo, que desde luego es un recurso cinematográfico del director.
Pero no todo son críticas a la película. El acto de un fusilamiento también tiene una parte sentimental de despedida. Y el final de la película, cuando entran en capilla y redactan sus últimas cartas a sus familiares, y al ser trasladadas a los muros del Cementerio del Este para ser ejecutadas, está bastante logrado. Sabe trasmitir la tensión de los últimos momentos de unas personas inocentes que mueren por sus ideas. Y es entonces cuando te acuerdas de tantos miles que pasaron por las mismas circunstancias en esa España de cruz y bayoneta, en esa España de las esperanzas aplastadas bajo la bota militar y la sotana clerical.
Está claro que todo esto son reflexiones particulares tras ver la película. Cada cual podrá sacar la lectura que quiera. Pero desde luego que un acontecimiento como este, y otros muchos similares, hubiese merecido un mejor trabajo.

Mauricio Basterra

www.nodo50.org/tierraylibertad

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