sábado, 8 de diciembre de 2007

La memoria torcida

El Congreso de Diputados de la nación ha declarado 2006 como "Año de la Memoria Histórica". A finales del mes de julio el Consejo de Ministros del gobierno socialista aprobó un Proyecto de Ley de las Víctimas del Franquismo con el declarado objetivo de establecer medidas a favor de quienes padecieron persecuciones y represalias durante la Guerra Civil y la posterior dictadura de Franco.
Evidentemente, no es ninguna casualidad que todas estas manifestaciones hayan coincidido con el 70 aniversario de la Guerra Civil y que estemos ante una operación de manipulación a varias bandas.
Por un lado, los residuos del Partido Comunista (PC) se empeñan en hurgar esta zona delicada porque en algún sitio tienen que rascar votos. A la vez, intentan acaparar el espacio de la memoria sobre la Guerra como si fuese el principal, por no decir el único, actor que se enfrentó contra el levantamiento de las derechas. Y no deja de ser irónico que los herederos de los estalinistas, el PC de Llamazares y el PSUC de Saura, que entonces persiguieron con saña a anarquistas, cenetistas y poumnistas, hoy pretendan ser los campeones de la memoria histórica.
Por otra parte, al partido socialista, partido de gobierno que dice haber optado por la pacificación en todos los frentes, le interesa cerrar heridas todavía abiertas, aunque sólo sea con unas tímidas y roídas declaraciones.
El PP ni quiere ni sabría cicatrizar las heridas de la Guerra. Pero, a pesar de los alborotos de los hijos y nietos del franquismo, al sector supuestamente civilizado del PP, también partido de gobierno, le interesa hacer tabla rasa histórica de la Guerra y superar, para llegar al Ejecutivo, el incómodo recuerdo de las dos Españas.A todos ellos les debería picar la cara de cinismo político. Porque hagamos memoria en este supuesto "año de la memoria" y presuntas intenciones de reparaciones para los vencidos.
El primer entuerto surge hace ya más de 30 años en el primer abrazo de Vergara, en el que los hijos y nietos de los vencedores y parte de los vencidos (socialistas, comunistas y nacionalistas) pactan en secreto las "pautas de gobernabilidad" de la "transición" que preceden a los Pactos de la Moncloa. Una de ellas es el pacto de silencio sobre la reciente memoria histórica. Es decir, que había que lamerse las heridas en silencio otros cuarenta años para acceder a los pesebres de una democracia parlamentaria torcida.
Esto le permite hoy al señor Rodríguez Zapatero presumir que "este es un país donde somos todos ya hermanos políticos y de convivencia". No dice Zapatero que hay algunos hermanos que lo son más que otros. Así, quienes firmaron el pacto de silencio han recibido, aparte de varios miles de millones de su patrimonio histórico (los socialistas y la UGT), sustanciosas subvenciones de los presupuestos generales que les permiten mantener un aparato y bailar al son del sistema, así como el apoyo mediático con la versión políticamente correcta que les garantiza monopolizar el supuesto espacio político social. Quienes se negaron a ser cómplices de este silencio (los libertarios y la CNT), no sólo no han recibido subsidios ni soportes mediáticos, sino que ni siquiera se les ha devuelto el patrimonio histórico de sus abuelos. Así pues, los propios socialistas y comunistas contribuyen a que perduren heridas abiertas y a que subsistan esas dos Españas.
Tampoco dice Zapatero que sus reparaciones son puro sarcasmo. Los represaliados y exiliados de la Guerra y el franquismo, hoy han muerto todos. A eso han estado esperando los socios del pacto de silencio. Inclusos los hijos de la guerra y el exilio rondan ya los 70 años. Unas medidas que quizás, en otro contexto y con otro tratamiento, podrían haber tenido sentido hace 30 años, hoy son un pedo al aire y descarado cinismo.
Desde lo que era y es el sector más numeroso de las víctimas del franquismo, no se piden honores ni reconocimientos piadosos. Tampoco quiere, como el PSOE y los comunistas, justificar que hubo desmanes por ambos bandos, gracias y santo amén. Los presuntos "desmanes" de los vencidos ya fueron pagados con creces bajo el triunfalismo franquista. Ahora se les pide un nuevo ajuste de cuentas envuelto en una cínica hipocresía de supuesta concordia que queda simbolizada por la siniestra sombra de la monstruosa Cruz del Valle de los Caídos.
No, el colectivo de víctimas libertarias ni pide honores ni nada que no sea lo suyo. Sí pide que las memorias históricas, en lugar de ajustarse a objetivos políticos partidistas, se ajusten a la verdad histórica. También reclaman la revisión de los juicios sumarísimos del franquismo —y no sólo el de Companys—. Rechazan y denuncian la legitimación de los consejos de guerra que hacen hoy los señores del Supremo argumentando el supuesto derecho vigente del franquismo. ¿Acaso no tenía la República también una Constitución y unos derechos constitucionales tan válidos como la actual Constitución borbónica? ¿O es más constitucional una que otra como el caso de los supuestos hermanos?
El cinismo de todas estas manifestaciones queda aún más a la vista ante los gestos pusilánimes del Ejecutivo socialista de suavizar sus proposiciones para aplacar al PP y a una Iglesia Católica tan beligerantes hoy como en tiempos del Levantamiento y la Cruzada. Los mismos responsables del golpe de estado fascista que provocó y sustentó la Guerra Civil se están cebando hoy en demostrar que las raíces de la guerra de clases del trasfondo de la contienda siguen vivas: quienes viven a duras penas del trabajo y quienes se lucran explotando a los trabajadores.

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