sábado, 19 de enero de 2008

Orwell en "Los escritores y la guerra de España"

...por Pepe Gutiérrez-Álvarez

Orwell se ha convertido en una “bête noire” para los restos del naufragio estalinista. En su afán de desmontar el “mito Orwell”, no reparan en medios. Hasta se le culpa de haber contribuido de manera importante en la descomposición de lo que llamó el “socialismo real”…

Últimamente, elaborando en un libro sobre La cuestión Orwell (en preparación para editorial Sepha), he dedicado una cierta atención a la campaña denigratoria que contra él se ha desarrollado desde el negacionismo estalinista, campaña en la que –a pesar de mi modesta estatura de divulgador- también tengo el honor de formar parte. Me preguntaba de donde surgían las posibles lecturas de los dardos anónimos que –invariablemente- aparecían en cualquiera de los “blogs” abiertos en los que se hablaba del escritor británico. Pensaba que –necesariamente- tendría que haber algún estudio con afán demoledor en el que encontrar más o menos razonadas que animaban a su linchamiento.

La verdad es que no he encontrado nada parecido. En medio de un inmenso océano de biografías, reediciones, exposiciones, ensayos de todo tipo, y un largo etcétera, todo lo que encontré fueron un par de trabajos que no daban ni para una isla, si acaso para unos cuantos frutos secos. Lo único de cierto que tenían para agarrarse era la historia de las listas en las que el escritor agonizante trataba de impresionar a una amiga que trabajaba para los servicios secretos británicos, los mismos que un poco antes habían colaborado con los soviéticos en la guerra contra el Eje. Se trata de una mancha en una historial de integridad que podía indicar una posible deriva derechista del escritor, no fue otra cosa lo que sucedió con otros no menos radicales anteriormente como por ejemplo John Dos Passos, Rafael J. Sender o André Malraux.

De haber sido así, lo cual queda por demostrar, el gesto no habría invalidado el cojito de su obra, como la derechización cierta de los mencionados no invalidada el carácter abiertamente subversivo de obras como El gran dinero, Viaje a la aldea del crimen o La condición humana, respectivamente. Existe en la historia del comunismo una anécdota en la propia biografía de Stalin quien –después de haber cambiado su actitud inicial de apoyo al gobierno provisional-, escribió un artículo bramando contra “Plejanov, Kropotkin, Breshkóvskaya, Zusilith y, en general, todos los viejos revolucionarios cuya única notabilidad es ser viejos. Nos tememos que los laureles de estos “puntales” no den sosiego a Gorki. No tememos que Gorki se vea “mortalmente” atraído hacia donde ellos están, al archivo. ¡Qué se la va hacer¡. allá cada cual…La revolución no sabe ni llorar ni enterrar a sus cadáveres políticos” (citado por Isaac Deutscher, en Stalin. una biografía política, México, ERA, 1969, p. 170)…En esta actitud se percibe –nos dice Deutscher- “el triunfo del oscuro y anónimo hombre del comité sobre las `celebridades’ del socialismo ruso”.

En resumen, la mezquindad más absoluta. Por el contrario, Lenin se preocupó y muy seriamente porque la obra de Plejanov fuese pródigamente editada, en ofrecer los máximos honores a Kropotkin en el momento de su muerte, y por recuperar a Gorki. La revolución no solamente no puede ser vengativa con sus forjadores iniciales, y sin haber llegado hasta el final, estos grandes hombres y mujeres hicieron posible que organizaciones e ideas alcanzaran niveles que sin ellos jamás habría alcanzado. Por lo mismo, no se puede dejar la obra revolucionaria de autores como Dos Passos, Sender o Malraux a lo que luego hicieran con sus vidas. Sus obras ya no eran suyas, eran mucho más de los que las leían y se adueñaban de ella. En el caso de Orwell, ni tan siquiera hay tiempo para ningún giro, solamente un gesto absurdo, impropio.

Por lo demás, ¿quienes se erigen en jueces?, ¿qué han hecho, aportado, escrito?, ¿qué cualidades humanas puede tener quienes desde el anonimato hace una pintada insultado a un autor que ni tan siquiera se atreve a leer?, ¿qué clase de escritores, de publicistas o de lo que sea pueden ser quienes dedican su empeño en denigrar una obra tan representativa y tan reconocida como la de Orwell?. Son gente que no lo han leído, que no lo quieren leer, que ya tienen su pequeña Biblia que les dice donde está la verdad y donde el mal. En esta categoría se inscribe el incalificable libelo de Albert Escusa titulado ¿Quién fue realmente George Orwell?, que resume todos sus supuestos en el siguiente subtítulo: Los mitos orwellianos: de la Guerra Civil española al holocausto soviético, sobre el que ya me he ocupado tanto en el citado libro como en un pequeño ensayo pensado para Rebelión que es donde originariamente apreció el suyo.

En este que presento a los lectores de Kaos, me limitó a llamar la atención sobre una cita de su trabajo, aquella en la que se dice: “La vida real de Orwell ha sido poco estudiada, seguramente de manera interesada por la fuerza anticomunista que tuvieron sus obras. Tras su muerte, se publicaron sus cartas, que en España no se conocen o se conocen poco, lo que dio más razones para pensar que Orwell fue bastante diferente a la biografía comúnmente divulgada: Orwell era un pseudónimo y como lo han revelado sus cartas recientemente publicadas, Eric Blair era muy distinto -y mucho menos admirable- que el literato George Orwell”, y cita el capítulo del profesor canadiense Murray A. Sperber en Los escritores ingleses, incluido en la antología sobre Los escritores y la guerra de España, que reunía otros trabajos firmados por autores como Corrales Egea, Muñón de Lara y otros, y que fueron reunidos por Marc Hanrez para Libros d Monte Avila (Barcelona, 1977), por cierto, en una editorial de la que, por cierto, se comentó en su tiempo que había trabajado para…la CIA. Como de mi lectura no desprendía ninguna pretensión ni lejanamente parecida a la que parece querer inducir Escusa en su utilización, me he repasado el trabajo, y como lo he encontrado del mayor interés, lo he reproducido para hacerlo llegar al máximo posible de lectores que puedan de esta manera constatar su significado.

Sperber dice concretamente sobre Orwell: “Sólo un escritor británico en España se distinguió de todos sus colegas, y éste fue George Orwell. Al considerarse siempre como un no-conformista, Orwell podía evitar la moda y situarse en una tradición literaria mucho amplia: la del hombre honesto, la del simple portavoz. Orwell fue a España a titulo individual, y luchó junto a los poumistas impopulares, y compuso el mejor libro en inglés sobre la guerra: Homage to Catalonia (1938). (Entonces sólo se vendieron unos centenares de ejemplares; desde entonces se ha reimpreso varias veces y es el libro más frecuentemente leído de un autor inglés sobre la guerra de España.)

La guerra de España fue la aventura más grande de George Orwell. Primer participó en ella como hombre y luego como escritor. No envió despacho o poemas heroicos desde el frente (en realidad, su principal experiencia militar fue el aburrimiento y vio al miedo provocar más acción que heroísmo); si se hubiera muerto a resultas de su herida en el cuello, nunca será convertido en mártir como los escritores muertos de las Brigadas Internacionales. Por haber sido España, desde los puntos de vista personal y político, el momento más intenso de su vida, para siempre se le quedó grabado. Motivo por el cual hallamos a lo largo de su obra ensayos sobre el conflicto español, incluido el excelente Looking back on the Spanísh War, y otras muchas referencias. Con todo, España no significa para Orwell este sentimentalismo que marca las alusiones de Spender. España representa-ara él, seres verdaderos, como el inolvidable miliciano italiano, y la auténtica muerte.

Homage to Catatonía es una composición simple y sutil a la vez. Orwell dc de forma directa, descriptiva y da una imagen viva de las condiciones reales en España. Recuerda un poco a los soldados que han contado la Gran Guerra, en particular a los ingleses, tales como Graves y Sassoon, con su búsqueda —no de pacifismo— sino de honestidad. Orwell intenta al mismo tiempo convencer a sus lectores ingleses, no comprometidos, de lo acertado de sus concepciones políticas. A tal efecto, divide su obra en capítulos des­criptivos y en capítulos polémicos (la mayoría de los críticos han considerado a estos últimos como intrusiones inútiles). En realidad todos los capítulos guardan una relación entre sí mediante puntos de referencias constantes y un matiz literario). Todo lleva a las escenas culminantes de la batalla que se desarrolla en las calles de Barcelona entre comunistas, anarquistas y poumistas, en la que política y acción sólo forman un todo. (¿Y cómo podemos comprender el sentido y asir la ironía de esta guerra-en-la:guerra si no conocemos a los participantes políticos?) La estrategia retórica de Orwell actúa de un extremo al otro; más por un sistema literario que propagandístico trata de persuadir a sus lectores ingleses apolíticos de esta verdad que, en una época política, a un hombre sin conciencia política no solamente lo matarán: sino que morirá en la ignorancia.

La intención final de Orwell es, sin embargo, profundamente británica e irónicamente, fuertemente antipolítica. Para Orwell, las virtudes humanas son la honestidad y la dignidad personales; los vicios son la deshonestidad, sobre todo en el campo de la política, y la deshumanización. A diferencia de todos los demás ingleses de su época, comprende que en el mundo moderno el individuo no puede subtraerse a la política. Todo hombre debe pasar de la inocencia a la consciencia soportando los horrores de la política. Esta odisea, Orwell la ilustra con su personaje de narrador de Homage to Catatonía. (1)

La fuerza de esta obra, así como de los mejores libros de Orwell, reside en que el lector se identifica con el narrador. Lo llama George Orwell y logra convencernos de que nos está hablando directamente y ello con toda honestidad (desde luego, Orwell era un pseudónimo y como lo han revelado sus cartas recientemente publicadas, Eric Blair era muy distinto –y mucho menos admirable— que el literato George OrweIÍ). Antes de la guerra de España, Orwell había utilizado con sumo éxito la técnica de la narración personal en Down and Out in París and London (1933) y en The Road to Wigan Pier (1936), pero con Homage realiza su obra maestra.

Porque es en Homage donde Orwell logra plenamente integrar la experiencia personal en la experiencia política. Uno de los motivos es que España le constriñe a fundir sus experiencias políticas con su personalidad madura. En Homage, la política lo invade y controla todo: no está enlazada en sus venturas de trotamundos como en Dow and out; tampoco sale escupida en diatribas socialistas, entre las bajadas a la mina de carbón, como en The Road o Wigan Pier. Desde un principio, en cuanto Orwell llega a España, comprende que lo personal y lo político se confunden, pero para él y por encima de todo, había la fe en la revolución y el futuro, el sentimiento de haber de pronto surgido en una era de igualdad y de libertad. Los seres humanos trataban de comportarse como seres, humanos y no como engránales en la ma­quinaria capitalista_(p. 6).

Y sólo en último término accede a la consciencia (que se remite una vez más a la individualidad y a la inocencia): “Esta guerra en la que he desempeñado un papel tan ineficaz me ha dejado recuerdos que en su inmensa mayoría son malos, y sin embargo no deseo no haberla conocido. Cuando se ha tenido aunque sólo sea una idea general de un tal desastre —y, sea cual fuere el desenlace de la guerra de España resultará haber sido un terrible desastre, aparte de las muertes y de los sufrimientos físicos— el resultado necesariamente no es la decepción y el cinismo. Aunque parezca mentira esta experiencia me ha dejado no con menos, sino con más fe en la dignidad de [os seres humanos» (p. 230).

Finalmente resulta difícil resumir el acierto de Orwell en Homage to Catalonia. Después de todo, sólo ha visto una parte mínima, y además una parte rara, de una guerra vasta y complicada, y con todo, ha sido capaz de extrapolar a partir de esta experiencia el significado esencial, no solamente de la guerra de España, sino del hombre moderno en la política y la guerra. La inmensa mayoría de los escritores, emplazados en un terreno tan difícil y limitado, hubieran desistido ante la contrariedad (los pocos que han intentado escribir sobre Cataluña han fracasado), pero Orwell, ha logrado dar vuelta a la cosa en su favor. Ha convencido al lector, —sin mentirle nunca— que era una de las experiencias más importantes que un hombre pueda vivir. Logró incluso que muchos de sus lectores abrieran los ojos sobre nuevas perspecti­vas. Los escritores que participaron con las Brigadas Internacionales en todos los sucesos “importantes” —desde la defensa de Madrid hasta las retiradas— fueron incapaces de alcanzar tal acierto.

Salvo contadas excepciones, los escritores ingleses fueron a la guerra de España por motivos personales más bien que políticos. Eran tributarios de una tradición literaria británica que subrayaba la individualidad y las relaciones privadas. En su mayoría desconocían la política (incluso la de la clase obrera inglesa) y carecían de ideología. Comprendían menos la guerra de España, y en realidad todas las guerras, que sus colegas del continente. Habiendo te­nido mayores ilusiones, mayor fue su decepción y pronto abandonaron su breve compromiso político para dedicarse de nuevo a sus preocupaciones ínti­mas y a sus capillas literarias.

Como todos los que actúan por delegación, los escritores y los intelectua­les británicos militando en la misma en Inglaterra fueron los más amargados después de la derrota de la República española. Como nunca habían exami­nado de cerca los clisés de la guerra —contrariamente a los que combatían— forjaron mitos para substituirlos. «España» llegó a ser palabra mágica, un tótem, significando, supuestamente, que el orador había buceado en el fondo de la experiencia política y había vuelto totalmente horrorizado para siempre. Para este tipo de personas les era más fácil, más agradable, vivir con estos mitos que el estar atormentado, como Orwell, por el recuerdo de los verdaderos españoles y de cadáveres humanos.

Nota de Sperber

1. Orwell se ha interesado toda su vida por el lenguaje, y la guerra de España le brindó cantidad de ejemplos de mentira y de deformación de orden político. En Homage to Catalonia, analiza ampliamente varios artículos de prensa, sobre todo la explicación que dan los comunistas de su exterminación del POUM (los acusaron de ser agentes trotskistas de Franco). Estos análisis se integran perfectamente en la estructura del Homage; pero ulteriormente Orwell desarrolló los puntos esenciales en importantes ensayos corno «Politics and the English Language», de los famosos «eslogans» como «Algunos cerdos son más iguales que otros» (Animal Farm) y las declaraciones de Big Brother. 1984. Por lo demás, la lengua inglesa ha adoptado las expresiones de Orwell “Nuevahabla» y «doblepensar.», así como el adjetivo «orwelliano»: todo lo cual designa a lo que Orwell se ha referido en Homage to Catalonia.

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