miércoles, 23 de enero de 2008

La indignidad de Esperanza Aguirre.

"Vienen muchos extranjeros a delinquir, porque es muy barato”, dijo Esperanza Aguirre el pasado lunes 21, parafraseando los lemas de la manifestación que los racistas de Democracia Nacional habían celebrado un día antes en Madrid, por decisión unilateral de “los demócratas de toda la vida” del Tribunal Superior de Justicia.

Había dudas de por qué en España no cuajaba electoralmente un partido fascista, como el de Le Pen en Francia. Tras estas declaraciones ya no queda ninguna duda, pues la ideología de estos partidos está en el interior del Partido Popular, como así nos muestran con frecuencia sus destacados dirigentes. Ellos recogen en frutos electorales el odio que siembran entre la población, sobre todo en los períodos de crisis que su sistema genera.

Sabemos que las palabras de Aguirre (“o la cólera de dios”, como se titulaba una película) van dirigidas contra los extranjeros/inmigrantes pobres, a los que trata de atemorizar y humillar, para que de esa manera los empresarios puedan abusar mejor de ellos con el beneplácito o complicidad de la opinión pública. Pero si Aguirre se refiriese a los “amigos del bribón” y otros dueños de capitales que vienen de lejos a blanquearse en las costas de nuestro país (en la “Blanca” como el polvillo que introducen, y en otras), o a los que cobran suculentas subvenciones públicas para abandonar al poco tiempo las instalaciones dejando en la calle a miles de trabajadores, pues a lo mejor podíamos estar de acuerdo con ella. Pero esto, que lleva ocurriendo mucho tiempo (KIO, Delphi, etc), no se lo habíamos oído denunciar.

Esperanza Aguirre es una indigna presidenta de la Comunidad de Madrid. El hecho de que haya sido elegida por votación no garantiza tener las virtudes que requiere el ejercicio de la actividad pública, tal como la historia nos muestra, no sólo en la Alemania nazi, sino en varios municipios de nuestra cercana geografía.

Además de ser indigna de su cargo, esta señora no tiene autoridad para encabezar las celebraciones conmemorativas del levantamiento popular de 1808, pues dicho levantamiento fue la expresión de la resistencia de un pueblo contra los invasores franceses (lo mismo que hace ahora el pueblo iraquí contra la invasión norteamericana, en la que su gobierno participó), y de la rebeldía popular contra un poder corrupto y despilfarrador de los bienes públicos, como el que ella representa.

200 años después, el pueblo de Madrid debería ser capaz de levantarse de nuevo contra sus gobernantes, antes de que dejen esquilmado todo el patrimonio público que los votantes depositaron en sus manos, y que, en lugar de proteger y administrar, están regalando a sus amigos.

Pedro Casas

Carabanchel, 22 de enero de 2008


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