El testimonio del durangarra -que tiene previsto presentar denuncia judicial- comienza en el momento en que fue interceptado por la Guardia Civil en una carretera cercana a Berriz, el 6 de diciembre sobre las 18.00 o 18.30. "Iba caminando y me pararon dos Patrols. Me pidieron la documentación y, después de hacer comprobaciones durante cerca de una hora y al revisar la riñonera que llevaba, me detuvieron. Me tiraron al suelo y (...) me ataron las manos a la espalda. Me dieron muchas patadas. Uno decía a los otros que me soltasen, para que huyera y poder hacer dos a uno, con referencia a Capbreton (...)".
Una vez trasladado al cuartel de La Salve en Bilbo, "me metieron en un cuarto (...) Me dieron una paliza. Sobre todo golpes en los testículos. Me empezaron a hacer preguntas sobre muchos temas, queriendo nombres. Entre continuos gritos y golpes, uno de ellos montó la pistola y me la puso en la cabeza (...)".
Tres horas más tarde, prosigue, le introdujeron en un coche rumbo a Madrid: "(...) El de mi izquierda me chillaba y golpeaba con la mano abierta. El de la derecha me puso una bolsa de plástico en la cabeza. Cada rato, la cerraba con las manos y me provocaba asfixia (...) Uno de ellos, que había estado celebrando el día de la Constitución y estaba borracho, me dijo que nadie sabía que estaba detenido y que me podía pegar un tiro (...)".
Siempre desnudo y con antifaz
Nada más llegar a la Dirección General de la Guardia Civil, "me llevaron a un cuarto, me desnudaron y me pusieron un antifaz, con el que estuve hasta ser trasladado al Juzgado (...) En día y medio me habían obligado a realizar miles de flexiones. A la vez me golpeaban en la cabeza con algo que podría ser un listín o con una porra de algún material como goma. Con los golpes, veía como luces. Me ponían una bolsa en la cabeza y me metían dentro de ella humo de tabaco. Me la cerraban hasta provocarme asfixia. Los interrogatorios eran continuos. Casi no pisé el calabozo el tiempo que estuve allí. Salvo unas horas el último día (...) Había momentos en los que contestaba a las preguntas con cosas incoherentes. Pienso que era por la falta de aire (...)".
Tras esas primeras 36 horas, en las que también le colocaban "una manta doblada sobre el cuerpo y me daban puñetazos a través de ella", comenzaron a aplicarle "la bañera, además de las cosas que ya me venían haciendo. Me ataron en un colchón de espuma, y me metieron la cabeza en agua helada. Luego empezaron a hacerme lo que ellos llamaban `aguapark'. Decían que se lo habían enseñado los israelitas. Consistía en que me tumbaban en un colchón, me sujetaban los pies, los brazos y la cabeza, y me echaban agua con una manguera, en la boca y en la nariz. Cuando ya no podía aguantar, me tiraban un balde de agua a la cara, y me ahogaba (...) Estando desnudo me obligaban a ponerme con los brazos abiertos. Me tiraban baldes de agua muy fría por encima. Como temblaba, decían que era el `ángel nervioso'".
"Aproximadamente cuando sería el segundo día y medio, entre hacerme el `aguapark' y el `ángel nervioso', me pusieron a cuatro patas en el suelo y trataron de meterme un palo por el culo. Como no pudieron hacerlo, me tumbaron en el suelo boca arriba, me sujetaron, me levantaron las piernas, y en esa posición me metieron el palo".
"En algún momento me pusieron atado en un colchón, me sujetaban un cable en el dedo gordo del pie izquierdo y otro en la mano derecha atado con celo. Oía el ruido de descargas eléctricas, pero no sentía nada".
Afirma que la médico forense le visitó todos los días, pero que no le contó nada sobre el trato por miedo. "(...) Cuando salía de la habitación, de nuevo me ponían el antifaz y me desnudaban. Me preguntaban qué había dicho a la médico mientas me daban porrazos (...) Como no quería comer, en una ocasión me metieron un sobado en la boca a la fuerza. Echaron Cola Cao al suelo y me obligaron a chuparlo. Me tiraron numerosas veces del pelo. Tanto de la cabeza como del pubis. Me arrancaron mucho pelo del lado izquierdo de la cabeza (...)".
Tirando del pene hasta sangrar
Explica que hizo tres declaraciones policiales que "estaban preparadas (...) Cuando terminé la tercera, me llevaron al calabozo y me dijeron que me iban a dejar descansar». Fueron unos pocos minutos: «Me llevaron de nuevo a un cuarto donde estaba alguien que no había intervenido en los interrogatorios de los días anteriores. Lo noté por su voz. Me dijo que él tenía una función, que era sacarme algo que no hubiera dicho con anterioridad. Me empezó a dar bofetadas en la cara, y me provocó muchas llagas en el interior de la boca. Me ató los testículos y el pene con una cuerda, y se puso a estirar. También me estiraba con la mano. En un momento empecé a sangrar del pene (...)".
"Todo esto fue poco antes de ir a la Audiencia (...) El instructor de las diligencias policiales me dijo que tenía que decir al juez lo mismo que había dicho allí. Que de lo contrario me iba a enterar. Me limpiaron, sobre todo la cabeza, y me vistieron. Cuando llegué a la Audiencia me hicieron declarar con abogado de oficio. Me negué a declarar ante el juez, y le conté los malos tratos recibidos (...)".
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