lunes, 14 de enero de 2008

El corralito del Santander.

Hay días en que las monedas no son solamente algo por lo que se pelea el mundo de la codicia. Además de ser el más oscuro objeto del deseo y un leviatán que aniquila la vida para derivarla en poder, la moneda como tal reviste carácter simbólico. Su cara y su cruz son los dos rostros opuestos de Jano o Enero, dios romano de las puertas, los principios y los finales, sin equivalencia en la mitología griega. Es el héroe al que se atribuye, precisamente, la invención del dinero.
Teniendo parné parece que se puede hacer de todo y a menudo es así al compás de la realidad habitual, pero no siempre o no de manera permanente o no hasta cierto punto. Que se lo digan a Ana Patricia Botín, estrella polar de la saga bancaria Santander. Después de haber sido una de las principales muñidoras del corralito argentino, desde su sillón de mando en el Banesto, ahora es llamada por la Justicia de aquel país. A rendir cuentas de aquel gran timo institucional que dejó a los argentinos sin ahorros en 2001 y que aún arrastra secuelas. Una ruina lacerante que tan bien se cuenta en la ilustrativa película “Memoria del Saqueo”.
Así que para la rutilante ejecutiva financiera, así como para el emporio monetario que representa, cuyo origen y matriz es la ciudad-logotipo Santander y cierra España, lo que antes era la cara de la moneda ahora es la cruz del sobresalto. Aunque, naturalmente, ya al más alto nivel, el rey de los botines esté tocando teclas de piano ilustres, para que no aprieten en demasía los cilicios ni se produzcan penitencias exageradas. No en vano los Botin son socios del Club Bilderberg, élite de élites donde se esbozan en secreto los destinos del mundo. Allí comparten mesa y mantel con la reina Sofía de España, el Grupo Prisa, el asesor del Papa Henry Kissinger, los banqueros Rockefeller y un amplio plantel de embajadores internacionales del Poderoso Caballero, tan denostado en verso por Quevedo y por el Arcipreste de Hita.
De momento lo niegan todo, como tradicionales y discretos chuetas.

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