Se sabe que durante meses que el gobierno Bush-Cheney y sus aliados han estado maniobrando para fortalecer su control político de Pakistán, allanando el terreno para la expansión y profundización de la “guerra contra el terrorismo” en toda la región. El asesinato de Benazir Bhutto no cambia esta agenda. De hecho, simplifica las opciones de Bush-Cheney.
Pretexto para acelerar el caos
“Llevar la democracia al mundo musulmán” ha sido la retórica orwelliana utilizada para enmascarar la aplicación por Bush-Cheney de presión y fuerza, su intento dramático de remodelar el gobierno paquistaní (hacia una coalición Bhutto/Sharif-Musharraf) y planes encubiertos para una intervención militar. Varios planes estadounidenses de desestabilización, conocidos desde hace meses por responsables y analistas, propusieron el derrocamiento de los militares de Pakistán.
El asesinato de Bhutto parece haber sido previsto. Incluso hubo informes de “charlas” entre responsables de EE.UU. sobre posibles asesinatos de Pervez Musharraf o Benazir Bhutto, mucho antes de que tuvieran lugar los verdaderos atentados.
Como resumiera sucintamente el artículo de Jeremy Page: “¿Quién mató a Benazir Bhutto? los principales sospechosos:” los principales sospechosos son: 1) “Militantes islamistas paquistaníes y extranjeros para quienes era una hereje y una títere estadounidense,” y 2) Los Servicios de Inteligencia Internos (ISI), una rama virtual de la CIA. El esposo de Bhutto, Asif Ali Zardari, acusó directamente al ISI de estar involucrado en el ataque de octubre.
Previsiblemente se culpó por el asesinato de Bhutto a al Qaeda, sin mencionar el hecho de que al Qaeda mismo es una operación de la inteligencia militar anglo-estadounidense.
El artículo de Page fue uno de los primeros que nombró al hombre al que le han puesto la etiqueta de principal sospechoso: Baitullah Mehsud, un supuesto militante talibán que lucha contra el ejército paquistaní desde Waziristán. Informes contradictorios vinculan a Mehsud con al Qaeda, con los talibanes afganos, y con mullah Omar. Otros análisis lo asocian con el terrorista A.Q. Khan.
El perfil de Mehsud y, las informaciones al respecto, se hacen eco del tratamiento propagandístico de todos los “terroristas” posteriores al 11-S. Esto por su parte provoca preguntas familiares sobre la participación de la agencia de inteligencia anglo-estadounidense. ¿Está conectado Mehsud con el ISI o la CIA? ¿Qué sabían el ISI y la CIA sobre Mehsud? Aún más importante es saber, ¿Provee Mehsud, o la propaganda que lo rodea a Bush-Cheney con un pretexto para una futura agresión en la región?
Clásica propaganda de la “guerra contra el terrorismo”
Mientras siguen apareciendo detalles sobre el asesinato de Bhutto, lo que está claro es que fue un ataque político. siguiendo las líneas del agente de EE.UU. Rafik Hariri en el Líbano. Como el ataque altamente sospechoso contra Hariri, el asesinato de Bhutto ha sido presentado por los medios corporativos como el martirologio de un gran mensajero de la “democracia” de estilo occidental. Mientras tanto, las implacables acciones entre bastidores del gobierno de EE.UU. han recibido escasa atención.
La cobertura del New York Times del 28 de diciembre de 2007 del asesinato de Bhutto es un ejemplo perfecto de la distorsión orwelliana de los medios dominantes que oculta la verdad sobre la agenda de Bush/Cheney tras un descarado humo propagandístico. El artículo se hace eco de la retórica de la Casa Blanca que proclama que los principales objetivos de Bush son “llevar la democracia al mundo musulmán” y “expulsar a los militantes islamistas.”
De hecho, el gobierno abiertamente criminal de Bush-Cheney sólo ha apoyado y promovido las antítesis de la democracia: el caos, el fascismo, y la instalación de regímenes títeres amigos de los anglo-estadounidenses.
En los hechos, la geoestrategia central y consistente de Bush-Cheney, y sus homólogos de la elite en todo el mundo, es la continua imposición y expansión de la guerra amañada “contra el terrorismo”; la continuación de la guerra en el subcontinente eurasiático, con eventos provocados mediante operaciones de bandera falsa y pretextos apañados.
En realidad, los principales instrumentos utilizados en la “guerra contra el terrorismo” siguen siendo militantes islamistas que trabajan por cuenta de las agencias de inteligencia militar anglo-estadounidenses – entre ellos, al Qaeda y los Servicios de Inteligencia Internos (ISI) de Pakistán. Mehsud se ajusta al mismo perfil.
Salvando el Pakistán de Bush-Cheney
En una cita entretenida del mismo artículo del New York Times, Wendy Chamberlain, ex embajador de EE.UU. en Pakistán (y personaje central tras los esfuerzos multinacionales por construir un gasoducto trans-afgano, relacionados con el 11-S) declara orgullosamente: “Somos un actor en el sistema político paquistaní.”
EE.UU. no ha seguido sólo siendo un “actor,” sino también uno de sus principales gerentes durante décadas.
Cada líder sucesivo paquistaní desde comienzos de los años noventa – Bhutto, Sharif y Musharraf – se ha inclinado ante los intereses occidentales. El ISI es una rama virtual de la CIA.
Aunque Musharraf ha sido, y sigue siendo, un hombre fuerte de Bush-Cheney, dudas sobre su “fiabilidad”, y control – tanto el control de su régimen sobre el pueblo y el creciente malestar popular, y el control de la elite sobre su régimen – han llevado a los intentos de Bush-Cheney a imponer un torpe gobierno con compartimiento del poder (pro-EE.UU., al estilo iraquí). Como señala Robert Scheer, Bush-Cheney han estado jugando a la ruleta rusa con Musharraf, Bhutto y Nawaz Sharif – cada uno de los cuales ha sido profundamente corrupto, fachadas anuentes de EE.UU.
El retorno tanto de Bhutto como del otro ex primer ministro Nawaz Sharif, no ha sido más que un intento de EE.UU. de proteger sus apuestas por el poder regional.
¿Qué fue lo que estuvieron estableciendo realmente John Negroponte y Condoleeza Rice durante los últimos meses?
¿Quién se beneficia con el asesinato Bhutto?
La estrategia de la “guerra contra el terrorismo” y el entorno propagandístico, el diseño que ha sido utilizado por los intereses de la elite desde el 11-S para imponer una continua guerra mundial, es el evidente beneficiario del asesinato de Bhutto. Bush/Cheney y sus homólogos en el Partido Demócrata, igualmente cómplices favorables a la guerra y a la ocupación, apoyan con entusiasmo el uso rutinario de los pretextos de “terror” para imponer políticas bélicas permanentes.
Como era de esperar, el miedo, el “terrorismo,” la “seguridad” y la fuerza militar, constituyen una vez más, el centro de la retórica política de Washington, y la permanente cortina de fuego mediática.
Los candidatos presidenciales de EE.UU. para 2008 y sus asesores de la elite para la campaña, todos los cuales, con pocas excepciones, apoyan con entusiasmo la “guerra contra el terrorismo,” se han relevado en la presentación de sus respectivas versiones de la retórica de “debemos detener a los terroristas” destinada a electores con cerebros confusos. Los candidatos cuyos sondeos han bajado, encabezados por el participante y oportunista del 11-S, Rudy Giuliani, y la neoliberal belicista Hillary Clinton, ya se han beneficiado con una nueva vuelta de temor masivo.
Musharraf se beneficia con la eliminación de una rival acérrima, pero debe encontrar un camino para restablecer el orden. Musharraf tiene ahora una justificación ideal para tomar medidas enérgicas contra “terroristas” e imponer la plena ley marcial, mientras Bush-Cheney trabajan entre las sombras para respaldarlo – y seguirán manipulando o eliminando su aparato, por si Musharraf resultara ser demasiado poco fiable
o disminuido para corresponder a los planes anglo-estadounidenses.
La probable participación del ISI tras el ataque contra Bhutto no puede ser exagerada. El papel del ISI tras cada importante acto de “terrorismo” desde el 11-S sigue siendo la verdad central tácita tras las realidades geopolíticas actuales. Bhutto, pero no Sharif o Musharraf habría sido una amenaza para los planes del ISI.
Bhutto, el Islam militante, y los gasoductos
Ahora que ha sido convertida en mártir, muchos hechos históricos poco halagadores sobre Benazir Bhutto serán ocultados u olvidados.
La propia Bhutto estuvo íntimamente involucrada en la creación del mismísimo entorno “terrorista” que es supuestamente responsable por su asesinato. En toda su carrera política, apoyó a islamistas militantes, a los talibanes, al ISI, y las ambiciones de los gobiernos occidentales.
Como señala Michel Chossudovsky en “La guerra contra el terrorismo,” de EE.UU., durante el segundo período de Bhutto llegaron a destacarse Jamiat-ul-Ulema-e-Islam (JUI) y los talibanes, con el beneplácito del gobierno de coalición de Bhutto. En ese punto se establecieron los lazos entre JUI, el ejército y el ISI.
Aunque la relación de Bhutto tanto con el ISI como con los talibanes estuvo marcada por turbulencias, es obvio que Bhutto, cuando estuvo en el poder, apoyó a ambos – y apoyó con entusiasmo las intervenciones anglo-estadounidenses.
En sus dos importante libros: “Taliban: Militant Islam, Oil and Fundamentalism in Central Asia” y “Jihad: The Rise of Militant Islam in Central Asia,” Ahmed Rashid detalla con lujo de detalles las conexiones del régimen de Bhutto con el ISI, los talibanes, el “Islam militante”, e intereses petroleros multinacionales, así como con responsables y delegados de la inteligencia anglo-estadounidenses.
En “Jihad”, Rashid escribió:
“Irónicamente no fue el ISI sino la primera ministra Benazir Bhutto, la dirigente más liberal, laica, en la historia reciente de Pakistán, quien dio el golpe de gracia a una nueva relación con Asia Central. En lugar de apoyar un proceso más amplio de paz en Afganistán que habría abierto un proceso de paz más amplio en Afganistán, Bhutto apoyó a los talibanes, en una política apresurada y presuntuosa para crear una nueva ruta comercial y de gasoductos orientados hacia Occidente desde Turkmenistán pasando por el sur de Afganistán a Pakistán, con seguridad provista por los talibanes. El ISI pronto apoyó esa política porque su protegido afgano, Gulbuddin Hekmatyar, no había logrado progresos en la captura de Kabul, y los talibanes parecían ser suficientemente fuertes para hacerlo.”
En “Talibán”, Rashid suministró aún más detalles históricos:
“Cuando Bhutto fue elegida primera ministra en 1993, tenía interés en abrir una ruta a Asia Central. Apareció una nueva propuesta respaldada enérgicamente por la mafia frustrada paquistaní del transporte y el contrabando, JUI y responsables militares y políticos pashtunes.”
“El gobierno de Bhutto respaldó plenamente a los talibanes, pero el ISI se mantuvo escéptico sobre sus capacidades, convencido de que seguirían siendo una fuerza útil pero periférica en el sur.”
“El Congreso de EE.UU. había autorizado un presupuesto clandestino de 20 millones de dólares para que la CIA desestabilizara Irán, y Teherán acusó a Washington de canalizar parte de estos fondos a los talibanes – una acusación que siempre fue desmentida por Washington. Bhutto envió varios emisarios a Washington para instar a EE.UU. a que interviniera de un modo más público apoyando a Pakistán y a los talibanes.”
El error fundamental de Bhutto fue que apoyo vehementemente el gasoducto propuesto por la compañía petrolera argentina Bridas, y se opuso al de Unocal (favorecido por EE.UU.) Esto contribuyó a su deposición en 1996, y al retorno al poder de Nawaz Sharif. Como señala Rashid:
“Después de la destitución del gobierno de Bhutto en 1996, el recién elegido primer ministro Nawaz Sharif, su ministro de petróleo Chaudry Nisar Ali Khan, el ejército y el ISI respaldaron plenamente a Unocal. Pakistán deseaba más apoyo directo de EE.UU. para los talibanes e instó a Unocal a comenzar rápidamente la construcción a fin de legitimar a los talibanes. Básicamente, EE.UU. y Unocal aceptaron el análisis y los objetivos del ISI – que una victoria de los talibanes en Afganistán facilitaría en mucho la tarea de Unocal y aceleraría el reconocimiento por EE.UU.”
A pesar de su atractiva y glamorosa imagen pro-occidental, el verdadero historial de Bhutto tiene que ver con corrupción y componenda.
La “guerra contra el terrorismo” vuelve a desencadenarse
Cada importante crimen geoestratégico anglo-estadounidense ha sido precedido por un pretexto conveniente, orquestado y realizado por agentes “terroristas” conectados directa o indirectamente a la inteligencia militar de EE.UU., o manipulados para que actúen como activos de la inteligencia. El asesinato de Benazir Bhutto no es más que otro ejemplo brutal.
Es el 11-S de Pakistán; el asesinato de Kennedy de Pakistán, y su impacto resonará durante años.
Contrariamente a la información en las noticias de los medios corporativos dominantes, el caos beneficia a la “guerra contra el terrorismo de Bush-Cheney. Los llamados por “más seguridad mundial” allanarán el camino para una reacción violenta de EE.UU.: fuerza dirigida por EE.UU. y otras formas de “medidas enérgicas” de Bush-Cheney en toda la región. En otras palabras, el asesinato ayuda a asegurar que EE.UU. no sólo nunca se vaya, sino a que aumente su presencia.
La elección paquistaní, si llega a tener lugar, representa una doble alternativa más simple: Musharraf, favorable a EE.UU. o Sharif, favorable a EE.UU.
Aunque el éxito de la agenda del 11-S de Bush-Cheney ha logrado resultados muy diversos, y ha provocado un amplio despliegue de resistencia (“terrorista” así como política), no cabe duda de que el fundamento propagandístico de la “guerra contra el terrorismo” se ha mantenido firme, impertérrito y rutinariamente reforzado.
Nawaz Sharif, quien ahora emerge como el único competidor de Musharraf, él, como Musharraf y Bhutto, es legendario por sus componendas con los intereses anglo-estadounidenses – gasoductos, comercio y la continua presencia militar de EE.UU. Como señalaran Jean-Charles Brisard y Guillaume Dasquie en el libro: “Forbidden Truth” [Verdad prohibida], el golpe militar de 1999 encabezado por Musharraf que derribó originalmente el régimen de Sharif fue provocado por la animosidad entre los dos campos, así como por la “corrupción personal y la megalomanía política de Sharif,” y “la preocupación por el exagerado afán con el que Sharif le seguía la corriente a Washington respecto a Cachemira y Afganistán.”
En otras palabras, Bush-Cheney ganan, no importa cuál de sus activos termina en el trono.
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