...por Fede de los Rios
A una amiga mía la campaña electoral se le asemeja a una comedia de malas actrices y peores actores. Si la historia se repite, me dice, cuando lo hace ya no es drama sino comedia, al tiempo que cita la definición de comedia que hiciera Aristóteles: «una imitación de gente ruin, pero no centrada en lo malo sino en lo ridículo, que constituye una modalidad de lo feo».
Efectivamente, ridículos los candidatos, ridículos unos eslóganes para analfabetos funcionales; ridículas parodias sus debates y lo que en ellos se dice. Los tertulianos mediáticos discuten acerca de lo idóneo de trajes y corbatas o de la vehemencia de sus vacíos discursos. No escuchamos propuestas y argumentos sino falacias. Antes más, nos prometían el oro y el moro; ahora, prometen deshacerse del moro y al oro lo han reducido a cuatrocientos putos euros que previamente nos los han birlado. Con pedofílica demagogia nos hablan de un prototipo de niña-nasciturus modelo Rajoy que se convertirá gracias a España en «mujer madura y responsable». ¿En quién piensa?... ¿Esperanza Aguirre? ¿la San Gil? ¿la Botella? ¡Dios santo! Como si no fueran suficientemente terribles los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas, ahora quiere animar a la población al retorno del infanticidio femenino.
Hay algo que mi alegre amiga no tiene en cuenta. La continuación de la cita aristotélica dice así: «Pues lo ridículo es un error o deformidad que no produce dolor o daño a otros. De ahí que la máscara cómica sea fea, aunque sin expresión de dolor». Y todo lo que hacen estas gentes ruínes repercute en nuestra vida. Sus beneficios son nuestras pérdidas; sus sueños, nuestras pesadillas. Su tranquilidad es encarcelamiento de los que se atreven no sólo a hablar sino a actuar.
Un 2 de marzo dieron garrota vil a Puig Antich, hoy su carcelero es dirigente de CCOO. Mañana es 3 de marzo, el responsable de la masacre en Gasteiz sigue activo en política. En unos días será el treintagésimo aniversario de la muerte en Carabanchel del anarquista Agustín Rueda por una brutal paliza a manos de sus carceleros. Hoy uno de ellos es concejal del PP.
Hace treinta años, la izquierda abertzale no pudo presentarse a las elecciones que inauguraban esta democracia a la española. No la legalizaron. Hoy vuelven a impedirlo con su ilegalización. Feos, sí; cómicos no: farsantes. Algunos siguen de espectadores. Bajaremos el telón.
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