... por Oscar Simón El título de la columna es copia directa de una película de Elia Kazan, autor de películas como Un tranvía llamado deseo y Al este del edén. Este largometraje se estrenó en 1954, durante el apogeo de la caza de brujas macarthysta. La acción se centra en los muelles de Nueva York y en ella el director volcó toda su maestría cinematográfica en justificar sus delaciones al poder de otros compañeros tachando a comunistas y sindicalistas de mafiosos. Kazan, en 1952 acudió a declarar al Comité de Actividades Antiamericanas (CAA), dirigido por el ilustremente infame senador Mc Carthy. Allí Elia Kazan se pasó de bando descaradamente, en un alarde de cobardía, renegó de su antigua afiliación y delató a 8 compañeros. Es ese mismo ambiente represivo relatado recientemente en la película de George Clooney Buenas noches y buena suerte. Muchísima gente fue perseguida por sus ideas, no sólo comunistas sino personas con ideas de izquierdas. Sin embargo no todos actuaron de la misma forma que Kazan, algunos cómo Arthur Miller o John Ford se negaron a denunciar a nadie y en una época de recorte de libertades eligieron permanecer leales a sus convicciones. Y cincuenta años después, más de lo mismo. Sucede que nuestras sociedades cada vez huelen más a cerrado y no sólo por la contaminación atmosférica, sino por el recorte de libertades que padecemos aquí y ahora. Los de las clases dirigentes, que en realidad son muy pocos, necesitan mantenernos dominados. Chomsky lo explica bastante bien en su libro Cómo mantener la chusma a raya. En el Estado español las cosas se están poniendo realmente feas. Desde la represión de los trabajadores, las ordenanzas cívicas, las cacerías de inmigrantes (en especial de musulmanes), hasta los encausados por quemar fotos del monarca y sobretodo la persecución de la izquierda abertzale. En apariencia son hechos aislados, pero no es así. El aparato estatal ha ido tejiendo una red de leyes, normas, reglamentos y ordenanzas destinadas a sofocar cualquier tipo de disidencia. Esta gran maquinaria ha tenido su banco de pruebas en Euskal Herria. Bajo la doctrina de quitarle el agua al pez, las sucesivas administraciones han ido generando cada vez más figuras penales. Desde la invención del delito de colaboración con banda armada en 1988 (único en la legislación europea) hasta el “terrorismo callejero” pasando por la doctrina Garzón de “todo es ETA”, que ha llevado al esperpento de que miembros de la fundación Josemi Zumalabe sean condenados a penas de cárcel por terrorismo, a pesar de que en los estatutos de dicha fundación se apueste por la no violencia. Un punto y aparte merece la ley de partidos en la que se conculcan los derechos colectivos de más de 200.000 personas y se instaura un apartheid político y, cómo eso aún se les queda corto, recurren a la arbitrariedad de la suspensión cautelar de actividades de ANV-EIA y EHAK. Todo sea por impedir que concurran las elecciones generales del 9 de Marzo. Uno de los personajes de la genial película Los lunes al sol explicaba: “Un siamés se empezó a reír cuando su hermano cayó al suelo después de un tropezón, pero no se daba cuenta que él también estaba cayendo”. Y así nos ha estado pasando a la izquierda del resto del estado, que no hemos sido capaces de aglutinar una respuesta lo suficientemente potente a la escalada represiva desatada sobre la izquierda abertzale. El actual ordenamiento jurídico mantiene la Audiencia Nacional (un tribunal de excepción franquista) donde ya no sólo “acuden” vascos, sino que también los catalanes empiezan a “visitarla” a menudo. Bajo esa legislación dos sindicalistas como Cándido y Morala fueron condenados a 3 años de cárcel por el único delito de no guardar silencio ante los despidos de compañeros, y sólo la movilización popular y su entereza los sacó de la cárcel después de un mes. Pero no son los únicos: Teo, un conductor de autobuses de Barcelona al que se le pide un año de prisión por participar en un piquete, compañeros de la CGT de Madrid, sindicalistas del SOC, incluso de CCOO como los sevillanos de Extruperfil, y un largo etcétera. Por no hablar de los despidos o no renovaciones de contratos disciplinarias que constituyen un arma capaz de fulminar la más nimia reivindicación en los centros de trabajo. Otra vuelta de tuerca más la constituyen las ordenanzas cívicas: el caso de Barcelona es un ejemplo clamoroso de cómo una administración intenta silenciar las protestas cosiendo a multas a la disidencia. Espero que algún día se cumpla aquello que cantaba Sabina “que ser valiente no salga tan caro”. Mientras tanto no nos queda otra que romper la ley… del silencio, claro.
George Orwell en su novela 1984 retrataba una sociedad asfixiantemente opresiva. Sin llegar a tanto en nuestra sociedad cada vez sale más caro expresar ideas contrarias a las hegemónicas. Que no lo son porque sean mejores sino porque tienen todo el dinero, los medios de comunicación, las leyes y los policías del mundo para extenderse.
lunes, 3 de marzo de 2008
La ley del silencio.
Publicado por Roig i Negre en 23:02
Etiquetas: Agresiones fascistas, Censura, Derecho, Iberia, Panóptico, Pensamiento, Política
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