Tras la lectura del parte oficial con la terminación de la Guerra Civil, el 1º de abril de 1939, en realidad, la contienda no terminó para todos. Una enorme cantidad de españoles, combatientes o no, se tuvieron que marchar de aquella España, en la que no tenían sitio. Eran los exiliados. La mayoría de ellos se instalaron en Francia; pero sobre ellos, poco más de un año después, se precipitó otro conflicto bélico que complicó más su ya de por sí difícil situación: la invasión alemana de Francia. Entre los más de 10.000 republicanos españoles que sufrieron y murieron en los campos nazis se encuentran dos ceutíes, Eugenio Amador Mayano y Enrique Mateo, y siete melillenses, Joaquín Callejón Inglada, Antonio Delgado Jurado, José Fajardo García, Rafael García Segura, Antonio Muñoz Zamora, Manuel Rojas de la Cruz y Mariano Tost Planet.
Estos ceutíes y melillenses en su gran mayoría eran exiliados que habían abandonado España en 1939 y contribuyeron a la defensa de Francia contra la Alemania nazi. La derrota francesa llevó a miles de ellos a caer prisioneros del III Reich; conocieron posteriormente un régimen inhumano que les llevó a la muerte a la mayoría de ellos. A partir de agosto de 1940 llegaron los primeros detenidos españoles a Austria. De agosto de 1940 a octubre de 1941 todos los transportes de detenidos españoles se dirigían a Mauthausen. Avanzada la Guerra Mundial, hubo más ciudadanos españoles -ahora también mujeres- que sufrieron la deportación desde Francia por su implicación en la resistencia contra el ocupante nazi.
De todos ellos cinco fueron asesinados y cuatro fueron puestos en libertad. Los ejecutados, Eugenio Amador Mayano, nacido en Ceuta el 6 de enero de 1906, tras su detención estuvo en la XI-B Fallingbostel, con el número de prisionero 87377. Se le deportó posteriormente a Matauthasen el 27 de enero de 1941. Recordemos que el 6 de agosto de 1940 llegaron los primeros españoles a Mauthausen, donde fueron enviados alrededor de 7.200. También sería asesinado en ese campo de concentración el melillense José Fajardo García, de 32 años, que estuvo en la prisión de Salzburgo, y que con posterioridad fue trasladado a Mauthausen donde el 8 de enero de 1942 falleció. Rafael García Segura, nacido en Melilla el 7 de abril de 1918, fue asesinado en el Campo de Concentración de Mauthausen, el 10 de julio de 1942. El también melillense, Manuel Rojas de la Cruz, ejecutado en ese campo de concentración, cuando tan sólo contaba con 29 años. Y el último de los que fallecieron en los campos de concentración fue Mariano Tost Planet, de 21 años, también nacido en Melilla.
Los cuatro que salvaron la vida tras la caída de los Nazis en mayo de 1945 fueron, Enrique Mateo, nacido en Ceuta el 21 de marzo de 1926, ingresado en la prisión de Compiègne, el 2 de julio de 1944, siendo deportado al campo de concentración de Dachau tres días después, tenia el numero de matricula 77972. También salvaron la vida los melillenses, Joaquín Callejón Inglada, nacido el 7 de mayo de 1915. Fue liberado del campo de concentración de Mauthausen. Otro de los también liberados de aquel campo del horror fue Antonio Delgado Jurado, natural de Melilla y nacido en 1921. Y el último melillense liberado fue Antonio Muñoz Zamora, nacido el8 de octubre de 1919, en primer lugar estuvo en la presión de Compiègne y con posterioridad fue trasladado al campo de Concentración de Dachau. En el periodo 1940-1945 Europa vivía uno de sus episodios más negros y en ese marco transcurrió el camino trágico de estos ceutíes y melillenses. Pero, tal vez estos no sean los únicos que estuvieron en los campos de concentración nazis, pero si son los que tenemos documentados hasta hoy.
La gran mayoría de los ceutíes y melillenses estuvieron en Mauthausen este tenía aspecto de fortaleza inexpugnable de granito, edificada sobre la sangre de miles de victimas. Al entrar al campo, eran obligados a desnudarse en el patio, donde en el más crudo invierno, se registraba 12 grados bajo cero. Después separaban a los hombres de las mujeres y a los jóvenes de los viejos, a las mujeres y niños menores de 13 años. Se les despiojaba rapándoles la cabeza y los desinfectaban con agua de zotal rebajada, luego se les vestía con el “Drillich”, el traje a rayas, marcado con un número, un triángulo azul de apátrida y una “S” blanca de “spanier”. Estos trajes, se les quitaba a los presos muertos antes de quemarlos y luego eran entregados a presos nuevos. Los españoles fueron los primeros en sufrir las consecuencias de la ira de los nazis, cuando todavía los judíos y los rusos no habían llegado a ser el objeto de su locura exterminadora.
Los liberados no tuvieron un país al que volver
Tras el fin de la Guerra Civil, los republicanos españoles lograron alcanzar a duras penas la frontera francesa, buscando refugio en el suelo galo. Donde fueron distribuidos por el sur de Francia en campos de refugiados. Desde su llegada a este país, debieron soportar un trato cruel y unas condiciones de vida pésimas por parte de las autoridades francesas. Fueron internados en campos de reagrupamiento, subalimentados y en condiciones sanitarias e higiénicas deplorables. El derecho de asilo otorgado por el gobierno francés fue acompañado de un compromiso de prestaciones de trabajo, ya que un decreto-ley del 12 de abril de 1939, fijó las obligaciones de los extranjeros considerados como refugiados o sin nacionalidad, y dispuso que los hombres de entre 20 y 48 años estarían obligados a proporcionar, en tiempos de paz, prestaciones de una duración igual a la del servicio militar francés. Los apátridas, los refugiados políticos y los que no habían sido movilizados por sus autoridades nacionales, podían ser objeto de requerimiento, al igual que los franceses. A los españoles se les ofrecieron cuatro opciones: ser contratados de manera personal por patronos agrícolas o industriales, integrarse en Compañías de Trabajadores Extranjeros, alistarse en la Legión Extranjera, o alistarse en los Batallones de Marcha de Voluntarios Extranjeros, unidades militares con mandos franceses, contratados por el tiempo que durase la guerra.
Unos 50.000 españoles fueron asimilados por las Compañías de Trabajadores, generalmente empleados en la construcción de fortificaciones, carreteras, puentes, presas, fábricas de carbón, talas de árboles, etc. Mandados por oficiales franceses y suboficiales españoles, alrededor de 12.000 de ellos fueron enviados al Norte para reforzar las defensas francesas en la línea Maginot, y al "Primer Frente" y unos 30.000 a la zona comprendida entre la línea Maginot y el Loira. Otros 5.000 se encuadraron en los Batallones de Marcha. En los campos quedaron los hombres mayores, los enfermos, los mutilados y aquellos considerados peligrosos por su activismo político.
En los primeros días de junio el ejército alemán deshizo las líneas defensivas francesas y avanzó hacia París. El avance de los alemanes sorprendió a estos republicanos españoles, los primeros que recibieron el impacto de la Wehrmacht, cuando las defensas francesas fueron desbordadas en Sedán el 14 de mayo de 1940. Muchos de los españoles que se dedicaron al trabajo de fortificación se vieron transformados en soldados al avanzar el ejército alemán. Por su condición de obreros, no contaban con el estatuto de prisioneros de guerra. Cuando cayeron presos, los alemanes se negaron a reconocerles su condición de militares y como “prisioneros políticos” fueron deportados a Mauthausen o a sus dependencias. El Gobierno de Reynaud abandonó la capital el 10 de junio de 1940 y dimitió. El nuevo gobierno francés, dirigido por Petain solicitó un armisticio y Francia quedó dividida en dos zonas: la costa atlántica y el Canal de la Mancha junto con gran parte del norte quedó ocupada por Alemania, y el resto bajo la administración del gobierno colaboracionista de Vichy presidido por Petain.
En la zona libre, el llamado Gobierno de Vichy, reorganizó las Compañías de Trabajo con el nombre de Grupos de Trabajadores Extranjeros, mientras que en los campos de concentración franceses quedaron los hombres mayores, los enfermos, los mutilados y aquellos considerados peligrosos por su actividad política que fueron enviados al campo de castigo de Vernet d´Ariège, al fuerte prisión de Colliure y en algunos casos, al norte de África. La actividad de los partidos y organizaciones se hizo clandestina. Muchos republicanos, aprovechando la circunstancia de la guerra, escaparon de los campos de concentración y se unieron a las fuerzas de los resistentes franceses.
Según los documentos encontrados prueban, las autoridades nazis preguntaron a las españolas qué debían hacer con los “dos mil rojos españoles capturados en Angulema (Francia)”. Si los extraditaban a España. Los campos de concentración españoles estaban a rebosar de presos, contestó Serrano Suñer, rechazando la extradición, alegando que no se trataba de españoles, sino de “apátridas indeseables”. Así que la Gestapo se hizo cargo de ellos. Fueron internados en Stalags como prisioneros de guerra y conducidos muchos de ellos a campos de concentración como Dachau, Buchenwald, ...
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