lunes, 10 de marzo de 2008

La violación en (de) Haití: los logros de cuatro años de ocupación militar "humanitaria"

En toda situación de conflicto, quienes siempre se llevan la peor parte, son las mujeres. La utilización de su cuerpo como una extensión del campo de batalla no es algo nuevo. Siempre los ejércitos conquistadores, desde tiempos inmemoriales, se han apresurado ha ejercer sus derechos de "conquista" en la entrepierna femenina. En ella encuentran la manera más brutal de humillar y quebrar el espíritu de la población conquistada y mediante esta práctica horrenda logran los conquistadores dar rienda suelta a su propia bestialidad.

La ocupación "humanitaria" de Ayití no ha escapado a esta constante histórica. Los cascos azules y los makouts locales se han apresurado a utilizar la violación como una herramienta más para oprimir y castigar a una población que ha pecado de intentar muy insistentemente vivir con independencia de los dictados de las grandes potencias internacionales, crimen que para una nación del Caribe, es de carácter muy grave. Así, la violación asume frecuentemente (aunque no siempre) un carácter selectivo, políticamente motivado. La violación es realizada como un mecanismo de sometimiento político por parte de los cascos azules y las tropas de ocupación, de terrorismo de Estado o de terrorismo makout, así como por la situación de violencia generalizada propia de una ocupación militar, que instala la ley del más fuerte como parte del imaginario social.

El comportamiento abusivo, en un sentido sexual, de las tropas de la ONU no es algo novedoso: existen pruebas contundentes de abusos sexuales en las misiones "humanitarias" en Liberia, el Congo y Timor Leste[1]. Eso es lo que se ha destapado. Quizás cuánto más hay aún que ver. Lo cierto, es que desde el comienzo mismo de la ocupación comenzaron a aparecer denuncias de violaciones y abuso sexual por parte de los makouts, pero también de los efectivos militares de la MINUSTAH[2]. Soldados jordanos ya han sido acusados de violación en múltiples ocasiones[3], así como uniformados paquistaníes[4]. El resultado ha sido siempre el mismo: impunidad para los perpetradores.

Recientemente, en Noviembre del 2007, la ONU repatrió a más de un centenar de militares de Sri Lanka por abusos sexuales a mujeres y menores. Para ser más específicos, a 111 militares de un contingente de 950 tropas de Sri Lanka[5]. No hay que ser un genio de las matemáticas para darse cuenta de la gravedad de esta situación: se desprende de esto que a más del 10% de los uniformados de Sri Lanka se les ha comprobado que han estado involucrados en abusos sexuales. Si, los mismos militares que han abusado extensivamente de la población tamil en su propio país... ¿podría esperarse entonces un súbito cambio en su corazón al desembarcar en tierras caribeñas?

La respuesta del gobierno fue típica: Préval guardó silencio, no dijo nada, absolutamente nada. Y al tiempo, apenas una personera de gobierno se aventuró con una tibia condena. Reacción que llegó demasiado tarde, y que era demasiado poco para la gravedad de los hechos[6].

Si de por sí las denuncias de violaciones son escasas, lo que es un fenómeno global, debido, en gran medida, a la estigmatización inherente a tan abominable crimen, en un país donde la violación va de la mano de la fuerza que de facto ejerce el poder, es muy esperable que las denuncias de violaciones no representen más que una ínfima proporción del universo real. Y las denuncias no han sido pocas. Según el informe de derechos humanos post-ocupación de Ayití, el famoso informe "Lancet", publicado en Febrero del 2006, 35.000 mujeres fueron violadas los dos primeros años de la ocupación; de las cuales, más de la mitad eran menores de edad[7]. Los principales acusados eran brasileños y jordanos.

Estas cifras nos pueden dar una estimación de la gravedad que tiene esta situación. De hecho, las prácticas de abuso sexual a menores y de violación parecieran ser una práctica rutinaria de los cascos azules. Un reportaje realizado por la BBC, en Noviembre del 2006, reveló que, a cambio de algunos cuantos dulces y un par de dólares, los cascos azules podían tener relaciones sexuales con muchachas menores de edad. El reportaje mencionado descubrió el caso de dos chicas de 11 años que mantenían relaciones sexuales con los soldados a cambio de algunas monedas. Otras chicas, ni siquiera recibían nada a cambio: eran sencillamente violadas. Una muchacha de 14 años relataba su experiencia con un soldado de Brasil: "Él me jaló de los brazos mientras me sujetaba las muñecas, empujándolas hacia atrás y así luchamos. Luego, él me violó". La familia clamó justicia, y los oficiales de la MINUSTAH dijeron que no había evidencia suficiente y, sencillamente, lo enviaron de vuelta, aún en servicio, a Brasil. Es que los cascos azules tienen inmunidad y solamente pueden ser sancionados en su país de origen: lo que se traduce frecuentemente en que son sencillamente mandados de vuelta y que sus abusos quedan impunes[8].

Pero en un país con una tradición de organización popular de base tan arraigada como en Ayití, es muy difícil que las víctimas se conformen en ese rol: sacando valor y fuerza de lo más hondo de su ser, las víctimas se organizan y buscan luchar por la dignidad que se les ha querido arrebatar. De hecho, las víctimas de violación y violencia sexual durante la dictadura de Cedras (1991-1994), agrupadas en una organización llamada Komisyon Fanm Viktim pou Viktim (Comisión de Mujeres las Víctimas para la Víctimas -KOFAVIV), se han dedicado, desde el golpe del 2004, ha apoyar a las víctimas de la nueva violencia sexual. Víctimas cuya tragedia es de origen político y social y, por tanto, la reparación a ellas debe pasar por esos mismos canales.

KOFAVIV organizó, el 1º de Septiembre del 2006, una manifestación contra la violencia hacia las mujeres, cuya declaración es elocuente:

"Somos víctimas de violación. Grupos armados penetran nuestras viviendas, nos roban todo cuanto tenemos, nos violan a nosotras y a nuestras hijas, queman nuestras casas, y nos amenazan (...) Cuando abrimos la boca para hablar, arriesgamos amenazas o ser asesinadas.
Al reflexionar sobre nuestra situación, podemos decir que somos víctimas de violaciones porque estamos privadas de derechos sociales y económicos. Vivimos en las peores viviendas. Carecemos de medios económicos (...) proteger los derechos de las mujeres no solamente es darles seguridad de los responsables de abusos, ni la justicia es solamente enviarlos a la cárcel. Se trata de que se respeten todos nuestros derechos (...) pues sabemos que la pobreza es la razón que convierte a muchas mujeres en víctimas. Tenemos un derecho a la educación. Demandamos que el Estado pare la privatización de las escuelas y construya escuelas públicas para que las mujeres puedan acceder a la educación. (...) Tenemos derecho al trabajo. Exigimos que el gobierno genere trabajo para las mujeres, sin discriminación, trabajos que den mayor poder económico a las mujeres para que puedan tener autonomía económica. Exigimos que el Estado valore el trabajo de las mujeres. Las mujeres que trabajan en el sector informal, en especial las que han enviudado debido a que sus maridos han muerto por causa de los conflictos políticos, quedando solas con muchos hijos, necesitan apoyo social. (...) Esto nos permitiría vivir decentemente".

Como es de esperarse, mientras continúa la ocupación y mientras las condiciones de miseria que reproducen la violencia hacia las mujeres se mantienen, las mujeres ayisien siguen siendo víctimas de violaciones. Y no solamente las mujeres, sino que otros sectores vulnerables, como los niños: recientemente, dos canadienses, supuestamente haciendo trabajo humanitario con huérfanos, fueron arrestados por cargos de violación[9].

Las mujeres, por tanto, como lo ha demostrado el ejemplo de KOFAVIV, deben organizarse, a fin de apoyarse, a fin de defenderse, a fin de denunciar. La situación de violencia a la cual las mujeres de los barrios populares, de los bidonville, son sometidas, no puede abstraerse de la situación de violencia generalizada que se vive en Ayití. Mientras la nación ayisien, o más bien, la clase trabajadora de esta nación, siga siendo violada por empresas transnacionales que se aprovechan de un modelo económico que explota y perpetúa desvergonzadamente la miseria de Ayití; por empresarios locales que se enriquecen a costa de la más sórdida miseria humana; por una burocracia estatal que lo único que hace es parasitar de una clase trabajadora famélica y desesperada, que ha debido recurrir a comer barro para paliar el hambre; por la policía y los makouts, que con su violencia generan las condiciones idóneas para la explotación absoluta; y por una ocupación foránea, la MINUSTAH, que oprime y humilla a las masas ayisien; mientras esa violación constante persista, las mujeres tendrán que mantener la guardia muy firme, por ellas y por sus hijas. Pues la peor parte, como siempre, se la llevan los sectores más vulnerables de la sociedad, o sea, ellas mismas y sus hijos.

Hoy, a cuatro años de la ocupación de Ayití, la lucha por la soberanía de la sexualidad de las mujeres así como por la auto-determinación ayisien, siguen siendo la orden del día.

José Antonio Gutiérrez D.

29 de Febrero del 2008

[1] http://news.bbc.co.uk/2/hi/americas/6195830.stm

[2] http://www.haitiaction.net/News/LD/3_10_5/3_10_5.html

[3]
http://www.margueritelaurent.com/campaigns/campaignone/testimonies/jordanrape.html

[4] http://www.peacewomen.org/un/pkwatch/News/05/MINUSTAHpkersaccused.html

[5] http://www.turkishpress.com/news.asp?id=200762

[6] "La indignidad del Servilismo", Henry Boisrolin,
http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=6889

[7]http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140673606692118/fulltext
http://www.ijdh.org/pdf/Lancet%20Article%208-06.pdf

[8] "Fears over child abuse" Haiti Progrés, 6-12 de diciembre, 2006, p.9.
Originalmente publicado en BBC News, 30 de Noviembre del 2006
http://news.bbc.co.uk/2/hi/americas/6195830.stm

[9]http://www.cyberpresse.ca/article/20080220/CPACTUALITES/80220083/6488/CPACTUALITES
http://www.lemonde.fr/web/depeches/0,14-0,39-34396057@7-60,0.html

www.ainfos.ca/ca

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