Por primera vez en la sangrienta historia del Estado sionista, un Tribunal Popular se ha reunido para juzgar a Israel por las acciones perpetradas contra el pueblo libanés entre el 12 de julio y el 24 de agosto de 2006 y le ha declarado culpable de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio.
Nadie lo había hecho hasta ahora. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que decidió crear un Tribunal Internacional exclusivamente para procesar a los autores del asesinato de Rafik Hariri, no consideró de interés atender las repetidas demandas de organizaciones libanesas para que hiciera otro tanto para juzgar el asesinato de miles de civiles y, como salvajemente han declarado dirigentes israelíes, la destrucción de gran parte del país de los cedros para hacerle retroceder 20 años.
Según el texto de la convocatoria, este Tribunal Internacional de conciencia para el Líbano fue convocado con unos fines bien precisos y limitaciones concretas: “se inscribe en la lucha contra la impunidad de todos los crímenes cometidos, pretende promover el derecho internacional y en particular el derecho humanitario y sitúa el respeto a los derechos humanos fundamentales por encima de cualquier otra consideración (…) Este proyecto no incluye ningún debate político sobre las relaciones entre Israel y sus vecinos, ni sobre la cuestión palestina”
No ha sido fácil la tarea de preparación del mismo para la Comisión Organizadora encabezada por la escritora libanesa Leila Ghanem. La larga mano de las embajadas de EE.UU. y Israel y del Mosad ha intentado por todos los medios impedir que el Tribunal sesionase. Por dos veces se anuló el permiso para utilizar sendas salas de la Universidad de Bruselas para la celebración de la audiencia, las presiones sobre el hotel previsto para alojar a las delegaciones extranjeras obligaron a realizar cambios de última hora, hubo amenazas telefónicas a los miembros de la Comisión, se negaron visados a abogados y magistrados que habían comprometido su presencia, a alcaldes de pueblos masacrados que iban a acudir a testificar , así como a Hisham Bastawisi, juez del Tribunal de Apelación de Egipto, a quien el gobierno de su país le impidió asistir.
Esta vez el sabotaje no fue suficiente. El Tribunal, presidido por la jueza colombiana Lilia Solano, estaba integrado además por Rajindar Sachar, ex presidente del Tribunal Supremo de Nueva Delhi, India, Claudio Moffa, profesor de la Universidad Téramo, Italia, y por el juez Adolfo Abascal de Cuba, juzgó y sentenció.
Ha sido sólo una condena ética, de conciencia, la única alcance de los pueblos, por ahora, pero que ha servido para sacar a la luz la magnitud de los crímenes y dejar en evidencia la vergüenza de la “comunidad internacional”. Al menos ante los pueblos árabes, para quienes Al Jazeera retransmitió íntegramente los trabajos del Tribunal; el resto de los grandes medios – quien paga manda – no lo consideraron de interés. La nutrida representación internacional de los cinco continentes que contaba, entre otros con la presencia de Georges Labica, Francia, Miguel Urbano, Portugal, Paola Manduca y Luisa Morgantini, Italia, John Catalinotto, EE.UU, Ángeles Maestro (Estado español), etc.
Los testimonios y los informes
La declaración del International Action Center de EE.UU. que preside Ramsey Cark, leída por John Catalinotto, dio comienzo a las intervenciones y calentó rápidamente la temperatura política de la sala. Su breve pero denso informe concluía que EE.UU ha tenido tanta responsabilidad como Israel en el ataque a Líbano y que este no se habría producido sin la complicidad estadounidense.
Citó sendos artículos de TheWashingron Post y San Francisco Chronicle en los que se afirmaba que la estrategia de debilitar a Hezbollah era compartida por Israel y EE.UU y que un año antes un alto responsable militar israelí informó detalladamente a diplomáticos, periodistas y “think tanks” estadounidenses de la planificación del ataque a Líbano.
Dio detalles acerca de los contenidos de la ayuda militar USA a Israel: al menos 90.000 millones de dólares desde 1948, que le han permitido acceder a las más sofisticadas armas fabricadas en EE.UU., incluida toda la tecnología nuclear.
En pleno ataque a Líbano, el 22 de julio, el Pentágono realizó un envió de bombas guiadas por láser con uranio empobrecido. Un millón de bombas racimo de fabricación USA fueron lanzadas en los últimos días de bombardeo y muchas de ellas están sin explotar en los campos y pueblos del país. También procedía de EE.UU. la corbeta INS Hanit , que vale 260 millones de dólares y que fue atacada y destruida por Hezbollah el 14 de julio, mientras participaba en el bloqueo naval de las costas de Líbano.
Mostró cómo EE.UU, con Condoleeza Rice en Israel, bloqueó todo tipo de negociación en el Consejo de Seguridad de la ONU para el alto el fuego. Afirmó que la Resolución 1701 de este organismo, promovida junto con Francia, formaba parte del plan para formalizar la ocupación israelí y reforzarla con tropas internacionales.
Finalmente, tras describir los estrechos vínculos entre las multinacionales petroleras, los grandes bancos y las empresas de fabricación de armamento con el lobby sionista de EE.UU., declaró que la firmeza y el valor del pueblo libanés capaz de derrotar a la más poderosa maquinaria de guerra de la región, ha sido fuente de inspiración para todos quienes luchamos por la libertad y la justicia.
La acusación ante el Tribunal fue realizada por los abogados libaneses Issam Naaman, Hassan Jouni y Albert Farhat y por Hugo Ruiz Díaz Balbuena, de Paraguay.
Afirmaron que lo que diferencia esta agresión israelí de los numerosos ataques anteriores a otros pueblos de la región, es que su ejército fue derrotado. La resistencia libanesa integrada por 2.000 guerrilleros de Hezbollah junto a los de otras organizaciones nacionalistas y comunistas, fue capaz de infligir graves daños al poderoso Tsahal israelí y, en lugar de debilitarse, obligó al agresor a retirarse.
La derrota fue tan inesperada y tan grande que Israel constituyó la Comisión Winograd para investigar su propia estrategia militar. Lo más importante para este Tribunal, dijeron, es que en el curso de las entrevistas realizadas a altos cargos militares y del gobierno por esta Comisión, las autoridades israelíes afirmaron -según se refleja en el Informe final que pretendían mantener en secreto – que la planificación del ataque se realizó varios meses antes de que se produjera el hecho aducido como causa de la agresión: la captura de dos soldados israelíes por Hezbollah.
Así pues, por si había alguna duda, queda claro quién es el agresor, el cinismo del pretexto pre-fabricado, semejante a las “armas de destrucción masiva” de Iraq, y cómo, por lo tanto, el pueblo libanés y sus milicias hicieron en julio y agosto de 2006 lo mismo que todos los pueblos a lo largo de la historia: defender con las armas su libertad y su dignidad.
Los testimonios del dolor, el horror y el ensañamiento que produjeron la muerte a más de mil civiles, muchas familias enteras, algunas de trabajadores libaneses que habían acudido a sus pueblos a pasar el verano, contenían tanta verdad, tanto sufrimiento contenido que el silencio parecia poder cortarse en la sala durante sus declaraciones:
* Como el de los familiares de los 25 muertos durante el bombardeo del edificio de Naciones Unidas, la mayor parte mujeres y niños, que mostraron las fotos de los cadáveres infantiles cuyas hermosas caritas tenían una seriedad y una serena tristeza, difícil de contemplar. Contaron cómo, cuando socorrían a los heridos, que fueron transportados al hospital de Tiro, fueron nuevamente bombardeados en la carretera.
* Como los siniestros trozos de misil encontrados en varios edificios destrozados, entre los cadáveres, firmados como regalo por niños israelíes.
* Como el relato de un médico cardiólogo que denuncia la deliberación con la que se bombardeaban hospitales, mientras el personal sanitario continuaba trabajando en lo que quedaba en pie, sin electricidad, sin medicamentos…Acusó de complicidad a las instituciones internacionales que asistieron semanas y semanas impasibles, sin reaccionar ante la descomunal masacre.
Mención especial merece el informe del físico nuclear Mohamed Al Kubaisi, que llevó a cabo una rigurosa investigación con medición de la radioactividad y recogida de muestras sobre el terreno y posteriormente analizadas en reconocidos laboratorios de Suiza y Gran Bretaña. Pudo demostrar la utilización de bombas con uranio empobrecido y enriquecido (más del 4% de U235). Su investigación, que pudo confirmar Bernard Kouchner – quien previamente había negado enfáticamente su uso – y que se encontraba de visita en la zona, demuestra la falta de rigor del estudio llevado a cabo por Naciones Unidas, que no encontró rastros de radioactividad mediante el procedimiento de tomar muestras en zonas alejadas de las que fueron bombardeadas. Los mismos restos de uranio fueron encontrados por Al Kubaisi en el filtro de las ambulancias que habían acudido a socorrer a la gente y en la orina de familias de barrios bombardeados.
El informe de la profesora italiana Paola Manduca, también realizado a partir de investigaciones sobre el terreno, dio cuenta con datos e imágenes espeluznantes de la utilización de nuevas armas, desconocidas hasta ahora. Entre ellas las termobáricas enriquecidas con metales pesados como las usadas en el bombardeo de un puente de Tiro, que dejó varios muertos, entre ellos varios niños sin grandes heridas aparentes pero que sangraban por múltiples orificios de su cuerpo. En las muestras de piel analizadas siempre se encontraba un extraño polvo negro, así como un aumento de tamaño del hígado. Los mismos resultados los encontró la investigadora italiana en cadáveres de palestinos atacados en Gaza por armamento israelí. Las armas conocidas como LCD (bajos daños colaterales) y DIME (bombas pequeñas guiadas por láser) utilizadas en Libano y en Gaza, que también contienen pequeñas partículas de metales pesados son producidas en EE.UU. y vendidas a Israel. Dado que existen acuerdos secretos para la producción de armas entre Israel y la OTAN, Paola Manduca apuntó que podrían ser fabricadas en países europeos de la OTAN.
La doctora Rani Masri de Green Line Liban realizó investigaciones sobre el impacto ambiental de la guerra como:
- las mareas negras producidas tras el bombardeo de la principal central eléctrica que dio lugar a una capa de petróleo de 140 kms de largo por 15 de ancho y más de 20cms. de espesor. La destrucción ocasionada en el mar ha dejado a 3.000 familias de pescadores sin trabajo.
- la contaminación del aire. Como consecuencia del mismo bombardeo ardieron 45.000 toneladas de petróleo de forma continuada durante tres semanas que ocasionaron una enorme polución del aire. Cuando naciones Unidas reclamó indemnizaciones a Israel, la respuesta fue que el tanque de petróleo era un objetivo legítimo de guerra.
- las bombas racimo y la agricultura. El 70% de las familias del sur del Líbano viven de la agricultura y se calcula que hay un millón de bombas sin explotar, que tapizan el suelo y que son enterradas por las lluvias. La alternativa es no cultivar los campos o quedar mutilado por estas minas anti-personas. Es lógico pensar que precisamente lo que Israel perseguía es forzar a las gentes a abandonar sus tierras. Israel no entregó nunca los mapas de las minas terrestres en Líbano, a lo que le instaba la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU.
- el polvo de demolición. El bombardeo masivo de edificios se calcula que pulverizó 100 millones de Toneladas de ladrillos, cuatro veces el ocasionado por la demolición del World Trade Center que el gobierno libanés arrojó irresponsablemente al mar Mediterráneo. además se ha liberado masivamente polvo de amianto – utilizado de forma general en la reconstrucción de Beirut tras la guerra de 1982.
El economista libanés y profesor de la Universidad del Sur de California Kamal Hamdan, analizó las graves consecuencias sociales y económicas de la agresión israelí. 2.200 millones de dólares de pérdidas directas de capital, el 5% del stock total, público y privado. Israel bombardeó sobre todo la gran industria, sobre todo aquellas más avanzadas tecnológicamente. Las pérdidas indirectas, lo que se hubiera podido producir si el ataque no se hubiera producido, alcanza el 12% del PIB de 2006. Sólo en el mes de julio de 2006 se destruyó el 17% del empleo, un 7% mas hasta octubre del mismo año y un10% más en 2007. Han aumentado enormemente las desigualdades sociales, aumentando en un 30% los hogares que tienen ingresos por debajo de 2,4 dólares por persona. Ofreció un dato espectacular: el coste directo de la guerra para Israel fue de 2.300 millones de dólares, el 2% de su PIB. Realizó una valoración estratégica acerca de la razón de fondo para producir tanto desastre: se calcula que en 2030, 2/3 del petróleo vendrán de Oriente Medio y su control permitiría a EE.UU: usarlo como arma sobre la competencia. Terminó con una pregunta inquietante: ¿quién ha sido el aliado interno de Israel que quería la derrota de la Resistencia?
El Veredicto
El Tribunal produjo el siguiente Veredicto Final que puede consultarse en http://www.corrienteroja.net /articulo.php?p=3783&more=1&c=1
No hubo sentencia condenatoria. El único Tribunal que ha conocido los hechos desde el punto de vista del Derecho internacional aplicable y ha emitido un veredicto, carece de reconocimiento oficial. Su legitimidad le es conferida por el hecho de ser el único que ha respondido a las múltiples demandas exigiendo justicia por parte del pueblo libanés por los monstruosos crímenes cometidos.
La vergüenza de la “Comunidad Internacional”
El Veredicto que, sobre fundamentos de derecho inapelables, condena a las autoridades israelíes responsables de la guerra contra el Líbano por Crímenes de Guerra, Crímenes contra la Humanidad y Genocidio, deja en evidencia la desvergüenza y el doble rasero de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de 11 de agosto[1] – ¡30 días después del inicio de los bombardeos! - que dice literalmente en su segundo y tercer párrafo:
“Expresando suma preocupación por la constante intensificación de las hostilidades en Líbano y en Israel desde el ataque lanzado por Hizbollah contra Israel el 12 de julio de 2006, que ya ha causado centenares de muertos y heridos en ambas partes, grandes daños en la infraestructura civil y centenares de millares de desplazados internos.
Haciendo hincapié en la necesidad de que se ponga fin a la violencia, pero al mismo tiempo haciendo hincapié en la necesidad de abordar con urgencia las causas que han dado origen a la crisis actual, entre otras cosas mediante la liberación sin condiciones de los soldados israelíes secuestrados”
Estas valoraciones merecerían un lugar destacado entre las ignominias producidas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra los pueblos y en defensa del imperialismo, sino fueran tan frecuentes. A partir de estas valoraciones se entiende perfectamente que dicha Resolución:
- no condene de ninguna forma a Israel, que según ella es el país atacado
- ubique las tropas de la FINUL, supuestamente de interposición, en territorio libanés y no en el del país agresor
- no trate sobre la ocupación por parte de Israel de los Altos del Golán, ni de las Granjas de la Chebá
- no establezca ninguna sanción a Israel, ni le obligue a pagar ningún tipo de deuda de guerra
- imponga un embargo de armas a la resistencia libanesa y no a Israel, una de las mayores potencias militares del mundo, que recibe anualmente más de tres mil millones de dólares de ayuda militar de EE.UU. y que emplea en asesina a diario a civiles palestinos[2].
Este Tribunal Internacional reunido en Bruselas ha contribuido a romper la losa de silencio sobre los crímenes sio-imperialista que asegura su impunidad. Sin embargo el análisis geoestratégico más elemental – que explícitamente quedó fuera de los temas tratados por este Tribunal – indican que el ataque a Líbano y la posterior ocupación, valerosamente enfrentados por las milicias de su Resistencia, formaba y forma parte de planes compartidos por Israel, EE.UU y la UE de control económico y militar de Oriente Medio y del corazón de euroasia[3].
En Líbano los planes imperialistas de dominación sufrieron un importante revés y los pueblos pudimos acceder a la imprescindible conciencia de que es posible resistir y obligar a la retirada al invasor en condiciones de escandalosa desigualdad militar y armamentística.
No obstante, es evidente que se trata de un alto en el camino. Las organizaciones políticas y el pueblo libanés están seguros de que habrá pronto una próxima guerra. Ellos saben qué hacer. Ahora toca que las organizaciones antiimperialistas de Europa sepamos estar a la altura de las circunstancias.
6 de marzo de 2008
[1] Resolución 1701 (2006) Aprobada por el Consejo de Seguridad en su 5511ª sesión, celebrada el 11 de agoasto de 2006. Puede consultarse en www.unic.org.ar/prensa%20hojasinfo/archivos/resolucion1701esp.pdf
[2] Las causas reales de la guerra de Israel contra el Líbano, amparado por EE.UU. y la UE, así como la ignorancia y/o la complicidad por parte de la izquierda europea que han contribuido decisivamente a su legitimación y a paralizar la respuesta popular, han sido analizadas en Maestro. A.
1 comentarios:
Si es q ya lo decian los Protocolos de Sion!!!!!!!!
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