Finlandia parece ser un ejemplo de calidad de vida, de bienestar y todo eso, pero los trapos sucios los lavan sus multinacionales en el extranjero. El paraiso tiene un patio trasero que se está viendo con suma claridad en Argentina y Uruguay, donde se han apostado celulosas finesas altamente contaminantes, para preservar la ecología y la belleza de Finlandia. Cómo se ve el tema desde la propia Finlandia, es el tema del artículo de Jaana Kannien* aparecido en el diario Página12, del artículo que se reproduce a continuación.
Resulta ilustrativo el análisis de los finlandeses sobre la estrategia de sus multinacionales de la industria forestal para comprender con criterio amplio el conflicto con las papeleras.
Kemijärvi es una pequeña ciudad, de 10.000 habitantes, en el norte de Finlandia. Allí está situada la planta de celulosa más nórdica del mundo, la planta Kemijärvi de Stora Enso. El pasado octubre la firma anunció a sus trabajadores, sorpresivamente, que la planta será cerrada, a pesar de que estaba en plena producción: 240 trabajadores quedarán cesantes en la región más pobre de Finlandia, justamente donde no hay ningún otro tipo de trabajo en oferta. A principios de enero 2008 los trabajadores tomaron la planta, exigían que el Estado finlandés viniera en su ayuda o que Stora Enso vendiera la planta de celulosa para que así alguien más pudiera continuar la producción. En Kemijärvi ha surgido un poderoso movimiento social en apoyo a la planta. En Finlandia, es un fenómeno extraño, pues los habitantes del norte son generalmente gente pacífica, de movimientos lentos a los cuales no se les lleva a las barricadas fácilmente. Pero ahora llama la atención su decisión de actuar.
El cierre de la planta de celulosa de Kemijärvi es sólo una de las noticias sombrías que han tocado a las comunidades finlandesas productoras de celulosa. Varias plantas han sido cerradas en diferentes lugares de Finlandia y miles de personas han quedado sin trabajo. Al mismo tiempo, las empresas finlandesas han construido plantas, una tras otra, en América latina y Asia.
Stora Enso, en conjunto con la empresa brasilera Aracruz, empezó la conquista de América latina construyendo una gran planta de celulosa en Brasil. La empresa ha empezado a plantar eucaliptus en Uruguay y ha comprado en Brasil, junto con la empresa chilena Celulosa Arauco, una fábrica de papel y celulosa. También la planta de celulosa de Fray Bentos, a pesar de todas las objeciones y protestas, ha empezado a producir celulosa de los eucaliptus uruguayos. Aún más, gran parte de la celulosa producida en Fray Bentos termina de vuelta en Europa.
El cierre de la planta de Kemijärvi se justificó por el alto precio de la madera. En el Norte la madera es cara. En la latitud de Kemijärvi un árbol finlandés necesita por lo menos cien años para estar maduro para talarlo. En Uruguay un eucaliptus está listo para talar en siete u ocho años. Además, Uruguay atrae las inversiones con la liberación del pago de impuestos, por ejemplo, creando zonas francas.
La tendencia es bien clara: la producción mundial de celulosa se traslada desde el Norte hacia el Sur. Esta tendencia crea inquietud, tanto entre los finlandeses que temen por sus puestos de trabajo, como entre los argentinos, que temen por la contaminación de su medio ambiente.
Los numerosos argentinos que me han preguntado por qué los finlandeses traen desechos a sus patios han planteado su pregunta de un modo errado. Los finlandeses no quisieran llevar sus fábricas a ningún lado; ellos quisieran mantener sus fuentes de trabajo. Los ciudadanos finlandeses tampoco son la misma cosa que las industrias forestales finlandesas. Aun después de terminada la Segunda Guerra Mundial, la industria forestal permitió a Finlandia levantarse por sí misma y pagar las pesadas deudas de guerra (hasta 1952, a la Unión Soviética). Hoy día muchas de las empresas forestales son de propiedad multinacional, más alejadas de la identidad finlandesa que en el pasado.
A muchos finlandeses les resulta triste darse cuenta de que la imagen de Finlandia en América latina ha cambiado, a causa de las incursiones de las empresas forestales. Un amigo ingeniero forestal chileno me comentó: “Nuestra imagen de Finlandia ha sido siempre muy positiva. Sabemos que en Finlandia hay un sistema educativo público excepcional y que los estudiantes finlandeses resaltan en las estadísticas a nivel mundial. Sabemos también que Finlandia es uno de los países con menos corrupción en el mundo, que nuestros países tienen razón de envidiar. Pero en los últimos tiempos la imagen finlandesa ha cambiado. Gracias a la industria forestal hemos empezado a tener una imagen de una Finlandia capitalista, globalizadora, y hasta imperialista”.
Como habitante de este pequeño país nórdico, este cambio en la percepción de la imagen de mi nación me parece chocante. Esta tendencia de ninguna manera responde a lo que la mayoría de la población finlandesa vislumbra como el futuro del país. A los argentinos quiero decirles: ¡Estamos en el mismo bote! Apoyémonos unos a otros, en vez de alimentar el odio y la amargura entre nuestros pueblos.
*Periodista de asuntos internacionales en la Radio Nacional de Finlandia. Es graduada en Biología y Limnología en la Universidad de Helsinki.
www.insurgente.org
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