domingo, 28 de septiembre de 2008

La Iglesia católica abandona sus millonarias inversiones en bolsa para buscar otros mercados con menos riesgo.

La crisis financiera ha pasado factura a la jerarquía católica española. Tras una década de inversiones en bolsa, la Iglesia acaba de liquidar y disolver de forma definitiva Umasges, su mayor firma de inversión. Y eso, al margen, de haber salido también del capital de Gran Premiere, otra sociedad similar en la que participaba a través del Arzobispado de Oviedo. Ahora "tan sólo" le quedan 850.000 euros de la Diócesis de Astorga, que están invertidos en renta fija y variable a través de la única sicav o sociedad de inversión en la que todavía sigue confiando -Vayomer-, pero todo indica que si la crisis sigue golpeando los mercados, podría optar también por la venta de sus acciones.

El Economista

La Iglesia, que llegó a tener invertidos más de 18 millones de euros en bolsa poco después de haber quedado atrapada en Gescartera, se ha vuelto así algo más conservadora con sus inversiones financieras. Y es que Vayomer apuesta sólo por las compañías más grandes, por valores que en teoría deben ser más sólidos. Al margen de pequeñas inversiones en el exterior, tiene 131.000 euros en Santander, 128.000 en Telefónica, 103.000 en Repsol YPF y 60.000 en BBVA.

El mejor ejemplo es sin duda lo que ha ocurrido con Umasges. Esta firma, que llegó a controlar participaciones en bolsa valoradas en más de 10 millones de euros en la última década, adquirió títulos, entre otras compañías, de Endesa, Telefónica, BBVA, Indra, Mapfre o Altadis.

Sin embargo hace justo un año, tras el estallido de la crisis de las hipotecas basura en Estados Unidos y ante la crisis que empezaba a golpear ya de forma virulenta a los mercados, inició un proceso de desinversión, que se ha saldado con importantes minusvalías en la mayoría de los casos.

Según los datos del Registro Mercantil de Madrid, el accionariado de Umasges se repartía entre Umas, la mutua que asegura a las personas y bienes eclesiásticos y cuyo Consejo de Administración está integrado por la cúpula eclesiástica, que tenía el 51,73% del capital; el Arzobispado de Burgos, que controlaba un 32,80%, y el de Madrid, con otro 12,20%.

Benedicto Poza, director general de Umas, ha confirmado a El Economista, que "la sociedad ha quedado disuelta tras hacer efectiva la liquidación de las últimas acciones que quedaban en el mercado". Poza no oculta, además, el desinterés reciente de la Iglesia por la bolsa. "Tanto el Arzobispado de Burgos como el de Madrid salieron de la sociedad antes ya de su liquidación", asegura. Umasges, que se creó curiosamente en 1999, apenas dos meses después de que el Arzobispado de Valladolid consiguiera recuperar unos 6 millones de euros que había invertido en Gescartera, pone así punto y final a su corta historia.

La Iglesia no confía ya en la bolsa y parece que tampoco lo hace demasiado en las sicav. Estas sociedades de inversión en valores mobiliarios y otros activos financieros le habían servido hasta ahora de herramientas para rentabilizar su dinero, pero todo indica que en el futuro apostará por otro tipo de sociedades. Las sicav gozan de importantes ventajas fiscales, porque sólo tributan por el 1% de sus ganancias, lo que ha provocado que en los últimos años se hayan convertido en el principal refugio de las grandes fortunas españolas y que prácticamente todos los grandes empresarios participen en alguna.

El único problema es que están sujetas a una serie de estrictos requisitos, que a menudo les restan atractivo. De acuerdo con la legislación vigente, las sicav deben tener un mínimo de cien accionistas -en algunas firmas se ha descubierto que estaban bajo el control de una sola persona y que el resto lo integraban lo que se ha denominado como hombres de paja-, deben tener un capital mínimo de 2,5 millones de euros, están sujetas a la tutela y contol de la CNMV y la Dirección General del Tesoro y Política Financiera y sus inversiones están limitadas.

La incógnita está en saber cuál será el instrumento que utilizará a partir de ahora la Iglesia para canalizar su inversión. Al margen de las sicav, la última moda entre las grandes fortunas son las pequeñas firmas de capital riesgo, que gracias al cambio de la legislación gozan de una exención fiscal sobre el 99% de las plusvalías que obtengan en una operación y, además, no tributan, en general, por los dividendos percibidos. Pero, ¿está dispuesta la Iglesia a arriesgar tanto?

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