lunes, 30 de junio de 2008

¿Quién manda realmente en el Estado español?: Panorámica de nuestra “democracia” postmoderna, un fascismo “light”.

...por Alfredo Apilánez

“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”

Antonio Gramsci

“Combatir las ilusiones sobre una situación equivale a exigir que se abandone una situación que necesita de esas ilusiones”

Carlos Marx

Digámoslo bien claro desde el principio: La llamada democracia española es una farsa absoluta. En fechas recientes (9 de marzo), hemos asistido de nuevo a la mascarada electoral periódica con la que en este país (y en tantos otros) se vende al pueblo la vigencia de un régimen parlamentario, supuestamente participativo y democrático, con el que se pretende canalizar la expresión de la metafísica soberanía popular.

Sin embargo, en esta pantomima de marketing electoral, no aparece nunca sobre la mesa ninguno de los temas que afectan directamente a la población en su procelosa cotidianeidad, ya que las cuestiones candentes para el “españolito” de a pie se hurtan sistemáticamente del debate político.

Simultáneamente, todo el aparato periodístico de manipulación y propaganda está al servicio de la ocultación de esta impostura. En los mentideros (nunca mejor dicho) de los esbirros mediáticos del poder, haciendo “gárgaras” en el coro de arribistas, se inundan de propaganda las o­ndas, las pantallas catódicas y las cabeceras de los tabloides patrios y se habla sólo de aquello que no roza siquiera las auténticas estructuras del poder social efectivo, pero nunca de los hilos ocultos que manejan las vidas de los ciudadanos de este país.

El resultado de este fraude meticulosamente planificado es que el pueblo ejerce su puramente formal derecho de voto con ejemplar pulcritud y disciplina, sin que ello tenga ninguna repercusión relevante en los problemas que realmente le incumben.

La prueba más palmaria de ésta colosal estafa es la indiferencia complaciente con la que los prebostes de la banca o de la CEOE, que son los auténticos “padrinos” de la clase política española, esperan el resultado de las elecciones periódicas, así como la aquiescencia cínica con la que bendicen desde sus intocables poltronas todo el tinglado legitimador en que consiste la susodicha farsa electoral.

Cabría preguntarse pues, en última instancia, en qué afecta realmente a estos poderes fácticos que gane las elecciones uno u otro de los clonados contendientes. La pregunta es retórica, ya que la respuesta es obvia: en nada.

Mientras tanto, la liturgia parlamentaria resultante de esta fabulosa maniobra de distracción que representa el “circo” electoral pugna por ensordecer al pueblo para que la tozuda y cruda realidad que sufre y sus reglas, por cierto, nada democráticas, estén bien ocultas bajo siete llaves.

Sin embargo, si vamos pelando un poco las capas de la cebolla social, por debajo del ruido atronador de los “mass media” y de la vacua pantomima parlamentaria el estado real del país resulta calamitoso. He aquí unas sombrías e impresionistas pinceladas:

El ritmo de crecimiento de los beneficios de los capitalistas patrios y los pelotazos recurrentes de los “tiburones” inmobiliarios no está condicionado en absoluto por el partido que detente el control del llamado, eufemísticamente, poder ejecutivo (sería más apropiado llamarle ejecutor, pero no de políticas que satisfagan demandas populares, sino de las directrices emitidas por el gran capital).

Y lo que es más grave, y debería producir pasmo e indignación a cualquiera con “dos dedos de frente”: las multinacionales bananeras y los bancos de la “piel de toro” baten marcas de beneficios bajo un gobierno “socialista”, que se regodea ufano bendiciendo la buena marcha de los negocios y del sacrosanto y pseudocientífico producto interior bruto.

Estos renegados politicastros han completado su giro copernicano y están ya a años-luz de cualquier orientación remotamente izquierdista.

Paralelamente, los temas (recurrentes hasta el hartazgo) puestos sobre la palestra del tinglado político-mediático en el mercadeo electoral, rezumante de demagogia por los cuatro costados, son los de siempre: el terrorismo marginal de ETA; la “revolucionaria” conquista social que representa que los homosexuales puedan ir al juzgado a firmar un contrato matrimonial; las míseras ayudas concedidas a los jóvenes mileuristas para que puedan alquilar una casa o aumentar su prole; el supuesto secesionismo de los nacionalismos periféricos (a saber: los prebostes de la burguesía catalana, satélites de la Caixa y de Núñez y Navarro, y los fieles cachorros de los jesuitas vascos y del BBVA), y toda una retahíla de nimiedades, ofrecidas al pueblo como carnaza, para desviar su atención de las verdaderas maquinaciones del poder real.

Esta ceremonia de la confusión perfectamente orquestada y amplificada por el estamento mediático, se produce mientras nuestros oligarcas neoliberales se regocijan en sus poltronas ante la fabulosa maniobra de distracción que protagonizan los llamados poderes “públicos” y sus conmilitones en los medios de comunicación, pudiendo seguir engordando a manos llenas sus cuentas de resultados y robando al pueblo con sus recurrentes chanchullos financiero-hipotecarios. Todo ello por supuesto con la entusiasta bendición del complaciente papá Estado.

Ellos (la gran banca y las multinacionales patrias), continúan amasando regalías y beneficios astronómicos, defraudando impuestos masivamente y recortando de forma drástica las condiciones laborales, sin inmutarse en absoluto ante los vaivenes de la política-espectáculo, que les sirve de parapeto legitimador para ocultar sus trapacerías. Éstos prebostes de los conglomerados empresariales improductivos y parasitarios a la española (herederos de los antiguos monopolios públicos y por tanto, con una descarada posición de privilegio en sus negocios), se congratulan de la política económica del neoliberal ministro de economía “mister” Solbes, y les es completamente indiferente el triunfo de uno u otro de los partidos hegemónicos.

Para más inri, y dicho sea de paso, en España no existe una sola multinacional productiva relevante a nivel mundial y las únicas grandes empresas son las financieras (que viven de vampirizar la actividad económica y las sufridas rentas de los trabajadores), y los antiguos monopolios del franquismo, como Telefónica y Repsol, que simplemente abusan de la heredada posición dominante en sus mercados cautivos (la segunda es una petrolera sin petróleo, dedicada a la especulación en los mafiosos mercados de futuros y a la usurpación de los recursos energéticos de los países pobres, sobre todo latinoamericanos que, con la colaboración necesaria de sus gobiernos corruptos y vendidos al imperialismo, quedan indefensos ante la actividad depredadora de esta empresa pirata, encarnación máxima del imperialismo a la española).

Sin embargo, la undécima economía mundial, según los datos ortodoxos basados en el sacralizado, pero totalmente manipulado, producto interior bruto, no puede exhibir ni una sola gran empresa internacional en los sectores industrial o tecnológico. ¡Qué botón de muestra éste más simbólico para destruir la falacia de la tan cacareada robustez del llamado milagro económico español, basado, casi exclusivamente, en el turismo y el ladrillo, pero que, según nos cuentan los “voceros” del régimen, nos está haciendo alcanzar los estándares de desarrollo de los países punteros del, mal llamado, primer mundo! Cosas veredes, amigo Sancho…

Pero, si bajamos a la cruda realidad, saliendo fuera de los cenáculos de los oligarcas que dirigen los destinos del país, el panorama toma un cariz mucho más sombrío, y la procelosa vida cotidiana del ciudadano medio sigue su curso, bien alejada del estruendo ensordecedor de la maquinaria de propaganda de los mass-media.

Veamos qué nos muestra una sucinta y apresurada panorámica:

En toda España, tres millones de pisos vacíos permanecen “criando telarañas” para que sus propietarios-rentistas y los inversores especulativos obtengan plusvalías astronómicas al ponerlos en venta en un contexto de escalada del precio de la vivienda.

Sin embargo, esta situación es una bomba de relojería, ya que la inminente caída en picado de los precios en el sector saturará aún más el mercado con toda esa avalancha de pisos desocupados que obviamente no encontrarán comprador, lo que agudizará espectacularmente el colapso del boom inmobiliario español (sólo hay que pasearse por las calles de nuestras ciudades para contemplar la proliferación creciente por doquier de carteles de pisos en venta o alquiler).

Así, nuestros incautos e hipotecados compatriotas contemplarán pasmados como todas sus expectativas de ganancia fácil se irán al garete, junto con su riqueza patrimonial, que comenzará a mermar inexorablemente con la consiguiente incidencia negativa sobre el consumo privado y la capacidad de endeudamiento de la población, que son los fulcros sobre los que se apoyó el milagroso auge económico español de los últimos años.

Éste es el cóctel explosivo que puede convertir la crisis actual en un crack económico de consecuencias impredecibles.

Simultáneamente, la numerosísima población precaria y sobreexplotada se queda sin posibilidad de acceso a un techo digno, con millones de jóvenes imposibilitados de “levantar el vuelo” de sus hogares familiares, con unas consecuencias vitales catastróficas para ésta generación, por la frustración que produce carecer de opciones viables de emancipación personal.

Por esta vía aparece un nuevo cisma social y una nueva división clasista (como corolario de la canónica entre explotados-trabajadores y explotadores-capitalistas), la cual enfrenta a mileuristas, precarios e inmigrantes, por el lado de las víctimas, con rentistas, constructores, promotores y demás agiotistas inmobiliarios, que pretenden sacar tajada de la violación sistemática, perpetrada por el poder político-financiero, del derecho ciudadano a tener un lugar decente para vivir.

Siguiendo con este somero repaso a las trapacerías sin fin presentes en esta democracia de pacotilla, vemos cómo las multinacionales españolas ejercen el latrocinio directo en América Latina (a través de la compra de empresas públicas de servicios privatizadas por gobiernos títeres que las venden a precios de saldo) mientras estafan fiscalmente al gobierno español y a la ciudadanía con sus descomunales “mangoneos” en paraísos fiscales. Eso sí, prudentemente alejadas de la mirada, huelga decir que harto complaciente, de nuestra hacienda pública (cómplice necesaria en este expolio) y defraudando de paso, a manos llenas, en estos agujeros negros del imperialismo actual que son las llamadas zonas off-shore, mediante el uso masivo de técnicas de ingeniería financiera (como los precios de transferencia entre filiales de una misma firma y demás maniobras especulativas de tiburones sin escrúpulos), para tratar de maximizar sus ya astronómicos dividendos con la aprobación y la complicidad del servil y sumiso gobierno doméstico.

Asimismo, y claramente conectado con lo anterior, la banca bate récords históricos de beneficios, atrapando de rebote en un cepo de deuda creciente a la sufrida clase media, hipotecada hasta las cejas, y dejada “al pairo” ante cualquier crisis que aparezca por el horizonte, y que amenace con reducir el valor de sus activos inmobiliarios por una contracción brutal del mercado especulativo de la vivienda o con aumentar las cuotas de su hipoteca por una escalada de los tipos de interés. Eventualidades que, por cierto, ahora mismo contemplamos, y que pueden poner “patas arriba” toda la entelequia de bienestar y seguridad vendida por los gestores del tinglado.

Un ejemplo más de este cinismo galopante de nuestros gobernantes lo representa la práctica de la política urbanística por parte de las administraciones públicas. Así, vemos día sí, y día también, como las recalificaciones de suelo público para mastodónticos proyectos urbanísticos, son una fuente de pingües regalías para los ayuntamientos y los partidos políticos, sin que nadie “meta mano” en el festín de corruptelas y comisiones que generan estos “chanchullos”.

Lo cual demuestra, una vez más, que los poderes públicos están totalmente supeditados a los conglomerados bancarios e inmobiliarios, que son los que realmente “cortan el bacalao”, decidiendo dónde y cuándo se pone patas arriba un barrio entero para engrosar sus arcas con las suculentas plusvalías obtenidas con las recalificaciones de suelo, y arrastrando así una vez más “el agua a su molino” con la sucesión interminable de “pelotazos” urbanísticos que presenciamos cotidianamente, todo ello por supuesto con la bendición de nuestros, en este caso como en todos los anteriores, absolutamente complacientes representantes “populares”.

Por otro lado, la Unión Europea, a la que pertenecemos, no tiene instituciones democráticas y las decisiones relevantes las toman tecnócratas que no están sometidos en absoluto al control popular.

La política agraria común es un escándalo que mata por inanición a millones de latinoamericanos y africanos, imposibilitados por los aranceles agrícolas comunitarios para vender sus productos en el mundo del llamado “libre mercado”.

Mientras tanto, los sobreprotegidos agricultores europeos reciben fortunas de los fondos comunitarios por destruir excedentes para manipular los precios de sus productos manteniéndolos artificialmente elevados, exportando a continuación su muy contaminante producción a precios subvencionados por el sufrido e ignorante contribuyente a través de las, en este caso sí, generosas arcas públicas, provocando un genocidio silencioso en el mal llamado Tercer Mundo y arruinando los sectores agrícolas de los países pobres.

¿Puede haber un espectáculo más bochornoso que subvencionar un cultivo para luego impedir que caigan los precios mediante la destrucción de los excedentes, mientras gran parte de los habitantes del Tercer Mundo se muere de hambre porque, entre otras cosas, es prácticamente imposible exportar sus productos a la fortaleza comercial europea?

Simultáneamente, los jerarcas de la Unión Europea y de los Estados Unidos tienen la desfachatez de denunciar con lágrimas de “cocodrilo”, haciendo gala de nuevo de su infinita capacidad de cinismo y grosera manipulación, la competencia desleal de las empresas industriales y tecnológicas del sudeste asiático contra sus caducas multinacionales manufactureras, cuando lo único que hacen los llamados “dragones” es seguir fielmente las reglas del juego del régimen neoliberal imperante que, por cierto, no las respeta para sí mismo y sin embargo las impone al resto del sufrido planeta.

De ello se encargan, como auténticos perros de presa, los agentes económicos del imperialismo mundial: el FMI y el Banco Mundial, encarnaciones supremas de la estafa grosera que supone que el autodenominado mundo “libre” esté dirigido por organismos ajenos a cualquier atisbo de control democrático y supeditados únicamente al dictado de las grandes corporaciones empresariales y de sus sicarios en la política imperial.

Tristemente, la lista de servidumbres del fascismo postmoderno a la española continúaad nauseam:

La monarquía sigue siendo sagrada e intocable, exenta incluso de rendir cuentas al erario público por sus dispendios astronómicos y sin someterse a ninguna clase de control mínimamente democrático.

La despenalización de las drogas, vieja reivindicación de la auténtica izquierda histórica, ni siquiera entra en el debate público por ser considerado un tema tabú, competencia exclusiva de jueces y brigadas policiales. Sin embargo, las cárceles están atestadas de camellos de “poca monta”, mientras los delincuentes de “guante blanco” tienen bula del poder para cometer todo tipo de tropelías mafioso-financieras (Botín, De la Rosa, Pizarro, etc)

Girando un poco el “foco” de atención, contemplamos asimismo el escándalo que representa que en un país supuestamente laico y aconfesional, la iglesia católica controle la mitad del sistema educativo y reciba escandalosas subvenciones públicas por impartir un ideario reaccionario a los jóvenes cachorros de la burguesía patria, con la aquiescencia resignada de un supuesto gobierno laico y progresista.

En esta sufrida “piel de toro”, además, no existe el referéndum ni ningún otro vehículo genuino de expresión de la voluntad popular.

Los medios de comunicación están en manos de los grandes capitalistas y banqueros y son el opio del pueblo que trata de neutralizar las conciencias críticas con su identificación total con la ideología de la clase dominante.

El mercado de trabajo, en fin, es un marasmo de precariedad, de recorte de derechos laborales y de explotación creciente…

Mientras tanto, los únicos pseudoavances sociales que nos venden hasta la saciedad nuestros supuestos representantes en el metafísico poder legislativo (bien adornados y amplificados por los mass-media con su dosis habitual de propaganda neoliberal aderezada con gotas, en el caso por ejemplo de El País, de un falso y vergonzante progresismo “light”), se refieren a cuestiones que no rozan en absoluto los fulcros donde se apoyan las palancas del poder efectivo.

Verbigracia: se nos vende como una gran conquista social la legalización de las bodas homosexuales, cuyos colectivos y asociaciones, dicho sea de paso, tradicionalmente lucharon por la libertad sexual, sin ataduras burocráticas, y no, como se nos pretende vender actualmente, mutatis mutandis, por su asimilación a la sociedad patriarcal centrada en la retrógrada institución matrimonial.

Asimismo, se esparcen a los cuatro vientos los avances decisivos en la lucha por la tan cacareada igualdad de género, tema “políticamente correcto” donde los haya, pero centrado de hecho exclusivamente en bendecir la incorporación femenina a los cenáculos del poder político y a la cogestión del “cotarro” económico-financiero, es decir, a su incorporación, eso sí, en términos “paritarios”, a la clase dominante.

Así, contemplamos la increíble demagogia y la desfachatez que acompañan a la noticia de que el gobierno español tenga mayoría de mujeres en su composición, como si este hecho anecdótico implicara una transformación relevante en la estructura del poder efectivo (no siendo en realidad más que otra maniobra de distracción propagandística que, pretendiendo vender una conquista de derechos, mantiene incólumes las reglas de la gestión real de la política-espectáculo).

Sin embargo, en un ejercicio más del habitual cinismo insostenible de nuestros jerarcas, no se toca el limitadísimo derecho al aborto, y las remuneraciones laborales de las mujeres trabajadoras continúan claramente por debajo de las de los hombres, debido a la discriminación sistemática de la mujer en el mercado de trabajo por su condición de mamá “in péctore”, entre otros miserables motivos centrados en la competencia a la baja de los, ya de por sí, raquíticos sueldos imperantes en el mercado laboral español.

En conclusión, como podemos ver en esta somera y (por desgracia), sórdida panorámica, el poder político supuestamente legítimo no roza siquiera en su actuación los sacrosantos intereses de los omnímodos agentes del gran capital, y tiene como función principal, más allá de la propaganda, servir de eficaz “correa de transmisión” para imponer el statu quo de la clase dominante.

Así pues, reiteramos una vez más, las elecciones supuestamente democráticas son una farsa absoluta en la que no se discuten las cuestiones realmente relevantes para la ciudadanía, y su única función es ofrecer una cortina de humo (la cara del verdugo siempre debe estar bien oculta) que esconda la ubicación real del auténtico poder social, ejercido éste por individuos, totalmente anónimos para el pueblo y ubicados en la cúspide de los consejos de administración de la banca, las multinacionales patrias (ventajistas herederas como hemos dicho de los monopolios públicos del franquismo) y los poderes fácticos de toda la vida (iglesia, terratenientes y grandes capitalistas).

De esta manera, no estamos hablando de democracia, sino de fascismo, pero de un fascismo light, que también podríamos calificar de postmoderno, que no tiene cámaras de gas para los resistentes, pero está basado en el mismo cometido de mantener bien ocultas las verdaderas fuentes del poder alienante que se ejerce sobre el machacado pueblo trabajador, y evitar a toda costa la eclosión de una auténtica alternativa revolucionaria que ponga al descubierto la estafa, meticulosamente planificada, que representa la democracia moderna.

La superestructura del poder político y su maquinaria burocrático-asistencial, desmovilizadora de las masas.

“Hay alienación en el sentido del Marx joven cuando los individuos creen que son fatales, por naturales, cosas que dependen de su conducta o de la de otros individuos, y que, sin embargo, cambiarían al cambiar esas conductas”

Manuel Sacristán Luzón

“Se puede conseguir comprensión de la realidad sin necesidad de demasiados esfuerzos ni de cambiar de pensamiento; pero me parece difícil que el que aprende a disfrutar revolcándose en el lodo tenga un renacer posible. Una cosa es la realidad y otra la mierda, que es sólo una parte de la realidad, compuesta, precisamente, por los que aceptan la realidad moralmente, no sólo intelectualmente...”

Manuel Sacristán Luzón

Veamos ahora en esta segunda parte cuál es el sombrío panorama de la presunta opción reformista que nos ofrecen los títeres socialfascistas que nos gobiernan y sus adláteres que dirigen el “cotarro” de la política-espectáculo.

El espectro que contemplamos cuando observamos el llamado arco parlamentario es sumamente desolador, y resulta palmario que no existe ningún partido de izquierdas (ni siquiera tangencialmente), que tenga representación parlamentaria.

La debacle electoral sufrida por Izquierda Unida en los pasados comicios no es más que la crónica de una muerte anunciada y, por otro lado, merecida, por su traición a la clase obrera y su abandono de cualquier postulado revolucionario, demostrando de rebote, que la tan publicitada vía del eurocomunismo reformista de los años 60, que representaba la supuesta panacea ideológica para sacar a los partidos comunistas europeos de la égida de Moscú e integrarlos en las democracias “civilizadas” a la europea ( renunciando de paso a su “raison d’être” revolucionaria), hace tiempo que ha periclitado, llevándose incluso por delante la misma existencia de estas organizaciones renegadas y decadentes.

Así pues, la mascarada electoral cuatrianual significa únicamente escoger entre “los mismos perros con distintos collares”, ubicados todos en el mismo sector ideológico de la derecha de toda la vida, y cuyas políticas efectivas en ningún caso rozan siquiera las incólumes estructuras del poder económico, que campa gozoso por sus respetos celebrando esta fabulosa maniobra de distracción que le deja las manos libres para proseguir con sus draconianas prácticas neoliberales (en España la participación de los salarios en la renta nacional no ha dejado de menguar en las últimas décadas con la inacción consciente y culpable de los sucesivos gobiernos títeres, satisfechísimos todos ellos de que esta sobreexplotación de los trabajadores ayudara a controlar el monstruo más temido por los especuladores financieros: la inflación).

Excuso decir, por otro lado, que del sindicalismo burocrático y “conchabado” con los oligarcas económico-financieros de la gran patronal, no se puede esperar la más mínima actitud contestataria o simplemente crítica ante el statu quo.

Éstos renegados de la UGT y de Comisiones Obreras son simplemente un espectro patético del difunto sindicalismo de clase, que hace mucho que han perdido cualquier conexión con la tradición secular de las luchas obreras reivindicativas, y ejercen una función totalmente deletérea para el surgimiento de cualquier movimiento realmente alternativo que pudiera germinar en estos tiempos de crisis en la clase trabajadora. Son una recua de burócratas y “liberados” sindicales totalmente serviles al capital, y alejados años-luz de las condiciones reales de una clase trabajadora de precarios, inmigrantes y mileuristas, a la que estos “dinosaurios” reaccionarios no tienen otra cosa que ofrecer que un miserable cursillo de reciclaje para entretener con falsas expectativas de reinserción laboral a los desgraciados parados que caen en sus garras. La historia les barrerá como el viento a las hojas en otoño.

Desde luego que tampoco puede aglutinar la formación de una nueva organización popular realmente reivindicativa y antisistema todo el sector asistencial de o­nG’s, fundaciones, asociaciones y demás “chiringuitos” asistenciales, cuya única función real es chupar de la “ubre” pública mediante la “implementación” de proyectos, llamados eufemísticamente de intervención social, y peticiones de subvenciones al papá Estado, para así poner paños calientes a las fracturas sociales de todo tipo provocadas por elrégimen neoliberal imperante.

Éstos son los mejores voceros del sistema porque tienen buena prensa y prestigio popular, y gozan del apoyo propagandístico descarado de todo el ejército de creadores de opinión, para ejercer, con su entusiasta beneplácito, su función caritativa y, por tanto, reaccionaria.

Asimismo, resulta evidente que estas nuevas burocracias asistenciales son sólo las herederas “putativas” del reformismo clásico de la socialdemocracia europea y constituyen el rescoldo mortecino del estado del bienestar de las décadas de los cincuenta y sesenta (que los partidos y sindicatos socialfascistas abandonaron hace años para apuntarse a la corriente neoliberal hegemónica), encarnando de nuevo bajo otra faz la cándida y falsa utopía de que el capitalismo puede reformarse desde dentro mediante bocados y dádivas obtenidas “graciosamente” del gran capital y de sus acólitos en el poder político.

Eso sí, las crisis económicas como la que comenzamos a presenciar, con sus consecuencias catastróficas para las supuestamente inamovibles conquistas de la clase trabajadora, les harán darse de bruces con la realidad implacable del neoliberalismo hegemónico y desvelarán su auténtica condición de correas de transmisión de la clase dominante.

Así pues, su función social real no tiene nada que ver con esta “música celestial” propagandística basada en su supuesta condición de representantes de la sociedad civil, (a la que dicen cínicamente servir para mejorar sus condiciones de vida y de inserción social), y consiste esencialmente en servir de amortiguadores de las crecientes desigualdades de clase, para neutralizar los radicalismos sociales y las esporádicas explosiones de descontento que pudieran surgir de la erupción de los antagonismos objetivos agudizados por el neoliberalismo imperante.

Ésta es su tarea sociológica esencial, constituyendo por tanto una influencia totalmente desmovilizadora y reaccionaria para la reconstrucción de una izquierda que represente realmente una alternativa al capitalismo, y tratando, en consecuencia, de canalizar los impulsos radicales y espontáneos que pudieran brotar del sufrido tejido social (sobre todo de la juventud) en épocas de crisis como la actual, para encauzarlos a través decircuitos políticos ortodoxos, entusiastamente bendecidos y auspiciados por los poderes público-privados a los que, en última instancia, si se pretende ir “en serio”, se trataría precisamente de combatir. Pero ya se sabe que el siervo nunca muerde la mano que le da de comer.

Asimismo, estas agencias burocráticas de la llamada metafísicamente sociedad civil, operan en su actividad cotidiana a través del eficacísimo y desmovilizador mecanismo ideológico de trocear cuidadosamente la realidad en pedacitos temático-sectoriales (abriendo departamentos ad hoc para practicar el asistencialismo caritativo hacia las víctimas del sistema), con el fin de impedir una visión de conjunto de los problemas acuciantes que conforman nuestra cotidianeidad.

De esta forma, se trata de ofrecer migajas al pueblo en forma de proyectos caritativo-asistenciales, generosamente financiados por las arcas públicas, para tratar de mejorar infinitesimalmente las condiciones de vida de los llamados eufemísticamente colectivos desfavorecidos (mujeres solteras con hijos, ancianos, jóvenes mileuristas, toxicómanos, parados, inmigrantes y un largo etcétera de parias del sistema), dando la falsa impresión de que se van aliviando sus más acuciantes carencias, pero impidiendo de facto que se iluminen las causas auténticas de las mismas y que quede al descubierto y a la vista del pueblo todo el entramado de explotación salvaje que practican los poderes político y económico, que son los que las provocan y amparan.

El objetivo implícito en esta fenomenal pantomima alienante ejercida por esta nueva superestructura ideológica es impedir la construcción de una visión de conjunto de la totalidad social, que pueda generar, en base a ella, la formación y el desarrollo de nuevas organizaciones populares que pongan en marcha acciones que, inevitablemente, a través de esa visión interconectada de los problemas, tiendan a cuestionar globalmente el eje que constituye el fulcro de la actual realidad social, a saber, la supeditación de la vida humana a la lógica depredadora del capital financiero.

Además, y aún a riesgo de abusar de preguntas retóricas, ¿a qué ingenuo idealista se le puede realmente pasar por la cabeza que el poder político vigente, esbirro fiel del gran capital, financie a colectivos que trabajen realmente para destruirlo o transformarlo radicalmente? ¿Cómo es posible que no nos demos cuenta de que, bajo esas redivivas congregaciones caritativas (equiparables a las de la iglesia católica con sus dos mil años de experiencia en el tema), encargadas supuestamente de aliviar los problemas de los colectivos marginados de la sociedad civil, sólo opera la necesidad de crear unos “agit-prop” del régimen vigente, que puedan amortiguar los efectos de la explotación creciente ejercida por el actual régimen capitalista, para tratar de desactivar, de paso, las potenciales erupciones sociales que puedan surgir espontáneamente del pueblo, hastiado ante la interminable lista de atropellos cotidianos que padece?

Así pues, esta reducción de la pseudoizquierda oficial a la función de cataplasma asistencial, cuyo paradigma representa la avalancha de o­ng’s, fundaciones y demás “hermanitas de la caridad” financiadas generosamente por papá Estado, es uno de los agentes principales de la deletérea influencia ideológica desmovilizadora ejercida por la falsa izquierda realmente existente, y una de las represas que impiden la aparición de una alternativa realmente revolucionaria que pueda luchar por la hegemonía ideológica en la construcción de un auténtico movimiento emancipatorio.

Y sin embargo, se mueve…

Posibilidades de construcción de una auténtica alternativa a la égida del capital y sus epígonos.

“Su propio ejemplo indica que tal vez no sea siempre verdad eso que, de viejo, afirmaba el último guerrero apache, Gerónimo, a saber, que no hay que dar batallas que se saben perdidas. Es dudoso que hoy hubiera una consciencia apache si las bandas de Victorio y de Gerónimo no hubieran arrostrado el calvario de diez años de derrotas admirables, ahora va a hacer un siglo.”

Manuel Sacristán Luzón.

“En el fondo uno ama al mundo apartir de la certeza de queeste mundo, triste mundo convertido en campo de concentración, contiene otro mundo posible.
O sea, que el horror está embarazado de maravilla. Si uno no tuviera esa certeza a prueba de balas, a prueba de desencantos y traiciones ¿qué sería de nosotros?
En el fondo el acto de vivir, a pesar de todo, es un acto sagrado de locura”

Eduardo Galeano

Así pues, ante este panorama verdaderamente desolador anteriormente descrito en los dos primeros capítulos del trabajo, la pregunta inevitable que cabría hacerse en este instante sin mayor dilación sería del siguiente tenor: ¿dónde podemos encontrar acaso el germen de una auténtica alternativa real al capitalismo hegemónico y depredador cuya égida parece, por ahora, lamentablemente intocable?

La única actitud contestataria auténticamente dañina para los jerarcas de la clase dominante está en la emergencia de movimientos genuinamente populares, llamados genéricamente alternativos o antisistema, que traten de desafiar el consenso cínico imperante en el escaparate superestructural descrito anteriormente, y de denunciar el silencio clamoroso sobre la connivencia entre los poderes político y económico, para tratar de ofrecer un poco de luz sobre la auténtica naturaleza depredadora del sistema.

Un ejemplo de este tipo de rebeliones espontáneas alejadas de los aparatos político-asistenciales de la burocracia gobernante es el movimiento por el derecho a una vivienda digna.

La escalada exponencial de los precios en el mercado inmobiliario español, causada por la huída hacia delante del capitalismo patrio ante la desaparición de sus “nichos” de inversión productiva tradicionales (la industria básica y manufacturera sobreprotegidas del franquismo), ha causado la exclusión de una gran parte de la población del mercado inmobiliario y el endeudamiento masivo del resto para poder conseguir acceder a la tan preciada vivienda en propiedad.

Así, las legiones de mileuristas víctimas de la precariedad laboral no tienen donde “caerse muertos”, mientras la banca y los “tiburones” inmobiliarios hacen su agosto provocando una inflación de precios astronómica, sin parangón en el llamado mundo desarrollado.

Este escándalo moral, alentado y bendecido por los sucesivos gobiernos pseudodemocráticos, ha generado una situación social explosiva que, si bien sólo tiene aún formas de expresión y de organización embrionarias y carece de acceso a los medios de comunicación de masas, podría llegar a servir de catalizador de las revueltas populares futuras y pugnar por capitalizar la insatisfacción de la sufrida clase media ante el recorte progresivo de sus condiciones de vida.

Y lo que es incluso más importante, podría ayudar a poner al desnudo la mencionada falacia que sustenta todo el entramado del poder social vigente: su supuesta sumisión a los intereses del pueblo al que dice servir, mientras colabora en la marcha sin sobresaltos de la acumulación de capital a costa del bienestar de unos ciudadanos convertidos en súbditos impotentes y, aparentemente, también resignados a su suerte.

La forma más eficaz de hacer visible esta violación escandalosa del derecho constitucional a la vivienda es la okupación popular de propiedades vacías y la organización paralela de asambleas ciudadanas que denuncien este atropello impune y que defiendan la justicia de que el pueblo haga efectivos por sus propios medios los derechos que parece que sólo existen en el limbo jurídico de las constituciones y las leyes.

Otro frente abierto de lucha por una democracia que merezca ese nombre, es la defensa de la abstención activa como medio de denuncia de la consabida mascarada electoral.

Es necesario constituir un movimiento popular que haga campaña por la abstención en todos los procesos electorales y que ofrezca una alternativa real al sistema a través de nuevos modelos organizativos, independientes de los tentáculos del poder vigente.

La tecnología moderna brinda además a través de Internet una herramienta extraordinaria de comunicación y coordinación de los movimientos populares (como están demostrando actualmente, insistimos, las plataformas de lucha por el acceso a la vivienda), que puede permitir la interconexión y el desarrollo de redes sociales que aglutinen y estimulen la participación ciudadana en la construcción de proyectos antisistema, y que puedan destruir de un plumazo el tan cacareado mito vigente, sostenido y fomentado por todo el aparato propagandístico oficial, centrado en las supuestas pasividad y resignación de la población ante los atropellos recurrentes sufridos en su existencia cotidiana.

Y también resultaría de gran utilidad para la aparición de esa imprescindible conciencia social crítica con el poder hegemónico la denuncia constante de los atropellos de todo tipo cometidos por nuestra clase empresarial de oligarcas sin escrúpulos. ¿Cómo es posible que se trate de convencer al pueblo de que pague sus impuestos religiosamente, y que se permita paralelamente que las multinacionales españolas sigan defraudando masiva e impunemente a la hacienda pública a través por ejemplo de sus opacas operaciones en los paraísos fiscales que pululan por doquier? ¿Por qué sólo las rentas del trabajo están sujetas a un exhaustivo control fiscal mientras se hace la vista gorda con las descaradas manipulaciones que las rentas del capital realizan sistemáticamente para minimizar sus pagos impositivos?

Y por último, la pregunta que debería una vez más soliviantar a las, por ahora, dóciles masas de ciudadanos sería: ¿Qué hace el gobierno de turno para controlar este robo masivo a la población que podría financiar, si se atajara la sangría y se cumplieran las leyes, la prestación de servicios públicos de urgente necesidad?

El simple planteamiento de estas cuestiones debería provocar una respuesta popular a esta estafa flagrante a la ciudadanía, que tendría que consistir en la objeción fiscal o en el boicot al consumo de los productos de estos conglomerados multinacionales de expoliadores del planeta y de sus sufridos pobladores.

Para ello es imprescindible que se difundan estos atropellos fuera de los canales establecidos por los medios de comunicación al servicio del poder, cuya única función es tratar de ocultarlos para mantener la docilidad ciudadana ante las ocultos manejos y expolios de los jerarcas que ocupan la cúspide social.

Estas recomendaciones pueden parecer utópicas y poco realistas, pero son las únicas respuestas verdaderamente dañinas que pueden atacar los cimientos de la estructura de poder imperante. Aún más ante la desaparición de las organizaciones obreras y de sus acciones reivindicativas de los derechos de los trabajadores (abandonando prácticamente el ejercicio del derecho de huelga y no digamos el planteamiento de la necesidad de una huelga general), y ante la consiguiente necesidad de reconstrucción de una oposición ciudadana al neoliberalismo al margen de estas burocracias sindicales, convertidas en apéndices de la oligarquía dominante.

Vemos así, que la nueva izquierda en construcción tiene que establecer sus modelos organizativos al margen de las “vajillas de plata” que las oligarquías burocrático-estatales ofrecen solícitamente en bandeja a cualesquiera colectivos que surjan de forma espontánea de la llamada sociedad civil, para apaciguar sus ímpetus reivindicativos, e incorporarlos cuánto antes al aparato institucionalizado de prebendas y subvenciones, constituido en torno al marasmo de o­ng’s, fundaciones, sindicatos y demás aparatos funcionariales ocupados en la gestión de las dádivas públicas, para cumplir con su ya señalada función legitimadora del poder establecido.

Y esa nueva alternativa se construye, no nos cansaremos de insistir en ello, en los movimientos sociales de lucha por la consecución de los derechos básicos de la población que la partitocracia neoliberal aplasta día tras día haciendo de “correa de transmisión” del gran capital.

Asimismo, y como otro destello de luz al final del túnel, contemplamos como fuera del foco cegador de la propaganda manipuladora de los mass-media, están en marcha otros procesos que podrían llegar a dar al traste con la supuesta docilidad resignada del pueblo trabajador y causar un despertar súbito de la conciencia de clase de las masas: la crisis económica en ciernes, el estallido de la burbuja inmobiliaria y las dificultades crecientes de la clase media para mantener su nivel de vida pueden en conjunto constituir la espoleta que provoque un estallido social hasta el momento totalmente insospechado que dé un ímpetu decisivo a las actualmente embrionarias y esporádicas oleadas de protestas populares.

Pero, incluso aunque no sea así, y esta crisis económica galopante que se avecina no logre fraguar una alternativa política de oposición real al fascismo postmoderno vigente en el estado español, queda la posibilidad de practicar el viejo principio del internacionalismoproletario y apoyar con todas nuestras fuerzas la efervescencia en algunos lugares del planeta de procesos revolucionarios y antiimperialistas que emergen con frecuencia creciente del mal llamado tercer mundo, sobre todo en Latinoamérica(Cuba, Venezuela y Bolivia principalmente) a los que, en este planeta globalizado por la égida del capital, puede agarrarse un auténtico proyecto socialista para escapar del marasmo derrotista de la izquierda renegada española y la de los países occidentales de nuestro entorno.

Por último, añadir solamente de paso, que el desastre ecológico que se abalanza vertiginosamente sobre el planeta deviene una prueba más de la insostenibilidad del sistema económico vigente, y, por lo tanto, debería ser otro catalizador que pudiera aglutinar la formación de nuevas organizaciones antisistema que clamaran por la sustitución de este modo de producción depredador y genocida antes de que sea demasiado tarde.

Eso sí, sin perder nunca de vista que la ilusión delautocontrol o reforma del capitalismo es una entelequia, y que la única manera de detener el ecocidio rampante es la sustitución de este “moloch” por un modo de producción y de organización de la vida social con unas reglas del juego radicalmente diferentes.

Así pues, o el ecologismo es una “modulación” del comunismo, o no es nada más que otro agente legitimador del orden actual, vendiendo la falsedad de que es posible evitar el colapso telúrico-ambiental que se avecina irremisiblemente corrigiendo sólo algunas disfunciones del sistema, sin alterar lo esencial (la propiedad privada de los medios de producción y el trabajo asalariado), que es lo que provoca todas las desastrosas realidades que contemplamos cotidianamente.

En conclusión, la lucha ha de centrarse en los eslabones más débiles de la cadena que sustenta los mecanismos del poder: ante todo, la ya mencionada exclusión de la mayor parte de la ciudadanía de la posibilidad de acceder a una vivienda digna, además de la existencia de un mercado de trabajo basado en la precariedad y en la sobreexplotación de los trabajadores ( que los aparatos sindicales han renunciado hace mucho tiempo a combatir), por no hablar también de la situación calamitosa de la educación y la sanidad públicas, supuestos pilares del sacrosanto estado del bienestar, que están siendo progresivamente privatizados y desmantelados en aras de la productividad y la eficiencia, mandamientos supremos del régimen neoliberal que convierte todo lo que toca en mercancía con valor de cambio sujeto a las reglas del mercado.

Estas demandas populares crecientemente insatisfechas son las que reflejan de una forma más descarnada la estafa que supone la existencia de una “superestructura” socio-política en la que el pueblo no tiene voz ni voto, sin influir ni por asomo (por mucho que quieran vender lo contrario los burócratas de las organizaciones asistenciales con su mística de la participación ciudadana) en la toma de decisiones sobre las cuestiones relevantes que acompañan el discurrir de su sufrida vida cotidiana.

Así pues, la única manera plausible de revertir la tendencia conservadora y apolítica de la gran masa de la población es, como decimos, poner de manifiesto las intolerables connivencias entre poder político y económico que constituyen el nudo gordiano del actual modo de producción, y la complicidad descarada con el statu quo de todo el conglomerado de organizaciones satélites dependientes de esta matriz hegemónica.

Se trata de desnudar de una vez por todas las descaradas servidumbres de una clase política que, bajo todo el oropel de su liturgia pseudodemocrática, esconde una identidad total con los intereses de la clase dominante, y de acompañar esta denuncia de una defensa enérgica de la abstención activa para sabotear el principal mecanismo legitimador del régimen, la farsa electoral periódica.

Es cierto que la situación arriba descrita tiene un cariz sumamente desolador dado que actualmente y, salvo colectivos todavía muy minoritarios, no se atisba la emergencia de ninguna organización que pueda hacer pasar el “Rubicón” a la maltrecha izquierda española y vertebrar la construcción de una auténtica alternativa a la égida del fascismo postmoderno vigente.

Sin embargo (como ya hemos apuntado), a pesar de esta sombría constatación, existen algunos catalizadores que podrían dar al traste con esa certeza de estabilidad monolítica y de tenerlo todo “atado y bien atado” por parte de la oligarquía gobernante, que es la sombría impresión que aparentemente caracteriza a la situación actual.

Y sin pretender caer en la trampa de las ensoñaciones utópicas o de las prospecciones teleológicas, cabe sin duda la posibilidad de que en un momento de crisis económica como el que se avecina inexorablemente, el enojo ciudadano ante los atropellos crecientes a su nivel de vida, el resentimiento de los trabajadores precarios y de los inmigrantes por su inseguridad laboral y legal, la creciente movilidad social descendente de la clase media por la deuda insostenible que acumula y que puede llevar a una gran parte de sus miembros a la ruina, la explotación creciente de la clase obrera, y el escándalo social ante los beneficios “torticeros” de los especuladores que amasan fortunas con los cotidianos pelotazos inmobiliarios y financieros, puedan dar al traste con esta aparente paz social y con el estado de sumisión absoluta por parte de la “mayoría silenciosa” hacia la hegemonía de nuestra parasitaria clase gobernante.

En cualquier caso, como la historia demuestra en múltiples encrucijadas semejantes a la que vivimos actualmente, queda siempre la esperanza de que esa marea de descontento creciente pueda alumbrar, más temprano que tarde, un movimiento auténtico de rebelión colectiva contra el poder realmente existente.

Recordemos además que la mayoría de los acontecimientos históricos auténticamente revolucionarios surgieron en contextos en los que nadie, ni por asomo, los esperaba y la historia milenaria de la especie humana enseña que un pueblo puede permanecer durante mucho tiempo aletargado, pero cuando despierta tiene un poder insospechadamente arrollador.

En última instancia, y ante la futilidad de los futuribles, queda el imperativo moral de dar las batallas justas, incluso aunque se sepan probablemente perdidas. La situación de la humanidad y del sufrido planeta que nos acoge es suficientemente desesperada como para que sea inexcusable tratar de revertir la presuntamente inexorable marcha triunfal del imperialismo capitalista, y encontrar colectivamente la fórmula para que nuestra especie pase por fin del reino de la necesidad al reino de la libertad.

Que así sea, y que de esta forma no se cumplan las tristes premoniciones de Rafael Sánchez Ferlosio en éstos, por otro lado, bellísimos versos:

“Vendrán más años malos / y nos harán más ciegos; / vendrán años ciegos, / y nos harán más malos. / Vendrán más años tristes / y nos harán más fríos / y nos harán más secos / y nos harán más torvos”.

www.kaosenlared.net

0 comentarios: