lunes, 30 de junio de 2008

Crisis y petróleo : 150 años de insostenibilidad.

...por Ricardo Gómez Muñoz

Estamos metidos de lleno en una nueva crisis del sistema capitalista, una crisis que, por lo que se va viendo y algunos expertos definen, tiene poco que ver con las tradicionales de carácter cíclico.

Se trata de una crisis global sistémica, encadenada con múltiples conexiones y articulaciones, que afecta al todo sistema económico internacional globalizado y cuyas consecuencias son difíciles de prever, pero cuyos efectos entrelazados estamos ya padeciendo.

La crisis inmobiliario- financiera abierta hace un año por la debacle de las hipotecas "subprime" está llevando a un desplome del sector inmobiliario y arrastrando al sector bancario y a la economía real : menor crecimiento/recesión de la economía norteamericana y de otros países de su órbita, caída en picado del dólar, tasas de crecimiento a la baja de los países industrializados, etc. Este planteamiento estaba esbozado en un artículo que publicaba hace ya casi un año al iniciarse la crisis: ["Crisis de los mercados inmobiliarios y financieros ¿Hacía una recesión mundial ? ". Web de Attac Madrid. Septiembre de 2007 : http://www.attacmadrid.org/d/8/070908111226.php]

El paso del tiempo ha confirmado este tipo de análisis, que todavía nuestros gobernantes y nuestro Ministro de Economía quieren ignorar o tienden a minimizar, cuando ya nadie se atreve a minusvalorar el problema. Tanto políticos como ejecutivos de las principales corporaciones multinacionales, (entre ellos el presidente de la República alemana o Bill Gates) se muestran escépticos con respecto al porvenir del capitalismo y al papel de la gran banca internacional en la gestión de la crisis y enfrentan su visión a la de los "Chicago boys" y los circunspectos de Wall Street, como tuvieron ocasión de expresar en la última reunión de Davos. No se trata por tanto de pronósticos agoreros o delirios esgrimidos por movimientos altermundialistas como Attac y otros sectores críticos del sistema .

Por si fuéramos pocos, ahora se yuxtapone con fuerza una nueva crisis (rebautizada como tercer shock petrolero), que nos hace volver a 1973 y todo ello teniendo como telón de fondo el escenario global el calentamiento del planeta y la crisis alimentaria mundial, que castiga duramente a los países empobrecidos.

Los intereses del petróleo

Dentro de este panorama, nada halagüeño ciertamente, el petróleo constituye un importante factor de carácter geoestratégico, de poder y de dominio, debido al manejo que de este recurso hacen tanto las grandes corporaciones petroleras como los gobiernos. Cuando hablamos de petróleo queremos decir todo lo que se mueve a su alrededor: consumo y pautas de consumo, comercialización y precios, producción y control de los recursos y reservas, el futuro y el pico del petróleo o las energías y alternativas para un modelo sostenible.

Toda esta realidad viene configurada por el modelo de crecimiento que caracteriza nuestra sociedad capitalista: el mito de un crecimiento sin límites y altamente consumidor de recursos energéticos, basado en la concentración de la riqueza en unos pocos países, y que se mantiene merced a la depredación, el consumismo y el despilfarro de los recursos naturales del planeta.

El petróleo es, y ha sido a lo largo de los últimos 150 años, uno de los mayores negocios del mundo y el motor y estandarte del sistema. La historia del desarrollo capitalista más reciente, así como la situación hegemónica de Estados Unidos en el sistema-mundo no puede pensarse sin el petróleo.

Rockefeller y la Standar Oil, y las empresas de su entorno, simbolizaron durante décadas la concentración del poder económico y político, no solo en Estados Unidos, sino también en el ámbito mundial. Las empresas petroleras han estado, desde su origen, en la génesis de la fase actual del neoliberalismo económico capitalista.

Estas corporaciones petroleras, con el apoyo de otros sectores, se han erigido posteriormente en actores estratégicos e impulsores del proceso de globalización. En el caso del petróleo ello ha sido posible no sólo por su influencia directa en la esfera económica (organización de la producción, el consumo y los mercados), sino también por el singular protagonismo ejercido y por la acción política directa en defensa de los intereses del capitalismo dominante en el mundo globalizado.

El papel estratégico y geopolítico del petróleo fue ya decisivo en la Primera y Segunda Guerra Mundial; lo fue en la crisis (energética) capitalista de 1973, provocando el final del sistema monetario de Bretton Woods y contribuyendo a imponer la primacía del dólar como moneda de cambio; sigue siendo actualmente el principal motor de las guerras a escala planetaria. Las guerras en Oriente Medio no pueden comprenderse sin tener en cuenta el papel del petróleo y su control; tampoco es posible entender nada sin desenmascarar la estrategia definida a nivel mundial por las grandes potencias y los principales grupos económicos para controlar las fuentes energía.

En el plano económico fueron durante décadas las "Siete Hermanas " las que han dominado la escena, tanto en la explotación de yacimientos, como en el mercado del crudo: la Standard Oil ( New Yersey ); Royal Dutch Shell (Holanda/ Gran Bretaña); Texaco; Gulf ; Mobil; Standard Oil of California y British Petroleum. Cinco de estas empresas eran de origen norteamericanos y las otras dos europeas.

Este conglomerado se ha visto ampliado más recientemente con nuevos actores, tanto públicos como privados. Los grupos públicos surgen para defender los precios del petróleo ( OPEP, 1960), en base a empresas nacionales o de control estatal por parte de países que cuentan con importantes recursos petroleros (Saudi Aramco en Arabia Saudí; NIOC en Irán; Gazprom en Rusia PEDEVESA en Venezuela o PEMEX enMéxico). Los nuevos negocios privados proliferan tras los procesos de privatización que se van produciendo con la implantación del neoliberalismo en países como Gran Bretaña , Francia o España.

En España, y con el gobierno "socialista", se lleva a cabo el desguace paulatino de los sectores públicos como la energía, para hacer entrega de este patrimonio público estatal a personas o entidades privadas. Este es el caso de la entrega de la empresa nacional REPSOL creada en 1986 con el objetivo de aglutinar las producciones del Instituto Nacional de Hidrocarburos.

Este proceso de privatización se está aplicando también en importantes países productores de la órbita neoliberal como ha ocurrido con Argentina (YPF) o va a ocurrir ,con toda probabilidad, con México (PEMEX). Según las noticias más recientes, esta empresa estatal se encuentra en vías de privatización y el presidente Calderón está buscando asesoramiento en países como España para llevar adelante este proceso.

En resumen, el negocio actual del petróleo (extracción de crudo y gasoil) está dominado por una decena de grandes corporaciones: British Petroleum; Shell; Exxon-Texaco-Mobil ; Total- Fina-Elf y Chevron , entre las de capital privado y las empresas nacionales Saudi Aramco (Arabia Saudí ), Gazprom (Rusia al 50% ), NIOC(Irán ); SONATRAC ( Argelia ), PEMEX (Mëxico ) y PEVESA ( Venezuela ) . Otras compañías importantes en cuota de mercado y en valor de activos son Conoco- Philips (EEUU), ENI ( Italia ); Repsol -YPF ( España ), Petronas ( Malaysia ) o Statoil ( Noruega).

Las cinco principales petroleras privadas tuvieron en 2.007 un beneficio de 10.000 millones de dólares. Dentro de este grupo destacan tres grandes petroleras de ámbito " global" (ExxonMobil, RD/Shell y BP),que controlan una cuota de mercado del 50 % de la producción internacional de petróleo. Estas tres firmas alcanzaban en 2005 unas ventas cercanas al billón de $ (el 60% fuera de sus países) y empleaban a más de 300.000 personas. Estas empresas lideraban a su vez el ranking del mercado bursátil en ese año, junto a General Electric, Vodafone y General Motor. El valor de sus activos superaba en 2005 los 630.000 M$ (Fuente WIR- UNCTAD) .

En el núcleo de este conglomerado se encuentra el "lobby petrolero" privado que se mueve en torno a ExxonMobil. Este lobby petrolero, que agrupa a las principales empresas petroleras privadas, es en sí mismo un poder mundial dentro del sistema mundial de poder. Su capacidad de presión incide muy directamente en las políticas globales de EEUU y de la UE. Las actuaciones de este lobby petrolero son inequívocas con respecto al medio ambiente, la sostenibilidad del planeta y el cambio climático. En la Cumbre de Johannesburgo (2002) sobre desarrollo sostenible, el lobby petrolero presionó a Bush a que se desmarcara de los objetivos de esta Cumbre y le instó a oponerse a cualquier decisión contraria a los intereses petroleros y a bloquear cualquier avance en la firma de nuevos tratados sobre Medio Ambiente. Lo mismo ocurre en los pasillos de la Comisión Europea a la hora de definir las estrategias y políticas medioambientales. La influencia de este lobby petrolero ha sido decisiva para que 2.000 millones de personas no tengan acceso a la energía y para que todo el planeta esté actualmente expuesto a los impactos del cambio climático. Las connivencias entre intereses políticos y económicos son evidentes y están ampliamente documentadas.

De modo particular en Estados Unidos, el lobby petrolero ha contado durante la legislatura norteamericana con unos valedores de primera fila en el gobierno y la administración norteamericana. George Bush y Dick Cheney se han encargado de liderar durante años un "eje de petróleo" que integra a la cúspide del poder mundial. De hecho, estos gobernantes han venido definiendo la seguridad nacional norteamericana en términos de "el acceso al petróleo". La invasión de Irak, para hacerse con sus campos de petróleo, fue una consecuencia lógica de la administración norteamericana en la aplicación de su política exterior de rapiña y control de los recursos mundiales.

En este sentido, el poco probable "éxito" de la guerra en Iraq solo serviría para renovar el acceso de EE.UU a las reservas de petróleo, recursos que son casi tan grandes como los de Arabia Saudita, lo que de salir adelante podría romper la influencia y los acuerdos de los países de la OPEP. Entre tanto, la persistencia de este eje del petróleo y sus satélites, proporciona grandes beneficios a políticos y gobernantes estadounidenses y mundiales, íntimamente relacionados con compañías del negocio del petróleo como Exxon-Mobil, Halliburton, Chevron-Texaco, Shell o BP, por citar las más relevantes.

Todo lo expuesto pone de relieve que, en el actual sistema, son los gobiernos y las administraciones, como es el caso de la norteamericana, los encargados de aplicar políticas y definir unilateralmente conceptos tales como los de seguridad nacional o mundial, que actúan, en definitiva, en función de los intereses de las empresas, lo que otorga beneficios, pero solo a unos pocos. Más allá de todo este negocio, no queda nada claro quien puede beneficiarse de estas políticas y de estas situaciones.

El conflicto Norte Sur. Cambio climático y control energético.

En el mundo existe un tremendo desequilibrio entre el consumo, la producción y las reservas de petróleo y gas. Mientras el consumo de petróleo se concentra masivamente en los países desarrollados o "centrales" del sistema, la producción y las reservas se localizan básicamente en los países del Sur o fuera del mundo " desarrollado". Los países desarrollados consumen más de los dos tercios de la producción mundial de petróleo y gas y representan menos de una cuarta parte de la producción, lo que les empuja a intervenir permanentemente, ya sea de forma forzada o negociada, en los países productores.

Es así como con el pretexto del petróleo, estos países dominantes extienden su largo brazo militar, o de presión política y económica, influyendo en todos los ámbitos posibles de actuación. Puede ser por la intervención directa militar o vía las negociaciones comerciales bilaterales o multilaterales que se llevan a cabo en el marco de la OMC. En el primer capítulo se encuadran las actuaciones en los países del Golfo en defensa de los intereses de las grandes petroleras como Shell o Exxon o las intervenciones en Nigeria, Chad y otros países africanos. El petróleo, como moneda de cambio de cambio, se negocia también a través de los acuerdos económico-financieros de partenariado (EPA) con terceros países; en las mesas de la deuda o a través de los programas de la llamada "ayuda al desarrollo". Los intereses de las corporaciones petroleras son apoyados a menudo y sin ningún tipo de rubor, como si fueran un bien común "de interés nacional", por los gobiernos de los países industrializados, como hemos tenido ocasión de ver en el caso de Repsol en Argentina, Bolivia o Venezuela.

Sin embargo, esta situación resulta cada vez más insostenible y está abocada a cambiar muy rápidamente desde el punto de vista geoestratégico y de las relaciones económicas y de poder.

La voracidad de consumo de los países desarrollados está terminando con los recursos propios, que se vienen agotando a una tasa media de más de diez veces superior a la de las economías en desarrollo y en transición. Ello significa que los países industrializados deberán depender cada vez más del petróleo y del gas importados de las economías en desarrollo y en transición, en algunos de cuyos países la demanda está creciendo de forma vertiginosa. Este conflicto de intereses nos sitúa en el fin de una etapa del petróleo barato, que viene encarecido no solo por el aumento de la demanda "globalizada", sino también por la especulación sin freno del capitalismo financiero, en cuyo "casino global" se juega cada día con el precio del barril de crudo.

En el propio sector estamos viendo como se está reduciendo el margen de maniobra y de negociación de las corporaciones petroleras tradicionales de los países desarrollados en el extranjero, así como la propia competencia entre petroleras. Con precios del crudo que superan los 130 $. por barril, los países productores de petróleo quieren utilizar este aumento de la demanda y de los precios como una oportunidad de oro para aumentar sus rentas. Por otro lado las multinacionales tradicionales se están enfrentando a una competencia cada vez mayor con las empresas nacionales de los países del Sur.

Nos encontramos ante un panorama que está creando tensiones difíciles de prever a corto plazo: una situación inestable e insostenible desde el punto de vista económico y y medioambiental, pero también social; no solo por lo que representa el horizonte irreversible del agotamiento de las reservas petroleras, sino por la demanda social cada vez más amplia decidida a apoyar un desarrollo sostenible del planeta y a hacer frente a las consecuencias inmediatas del cambio climático.

Los efectos de la actual crisis petrolera

En estos momentos consumimos al día más de 85 millones de barriles, que al precio de 130 $/barril ( junio 2008) suponen en origen más de 11.050 millones de dólares de ventas al día y 4 billones de $ al año. Esta cifra viene a representar cerca del 10% del PIB mundial.

El precio del barril se ha multiplicado por cinco desde 2003 y puede alcanzar la cifra de 200$ en 2.009 según los expertos. Es decir, el precio de esta materia prima energética está jugando desde hace años un claro papel desestabilizador en el funcionamiento de la economía mundial.

Como estamos viendo estos días en España el precio del petróleo y de sus derivados modifica el precario equilibrio económico del libre mercado y el funcionamiento de numerosos sectores de actividad, en la industria, en la agricultura/pesca o en el sector del transporte y los servicios.

En este tablero de ajedrez mundial regido por la competencia, este nuevo choque petrolero va a dejar, una vez más, unos pocos ganadores y numerosos perdedores. Todo depende del lado en que se encuentre cada actor y de la capacidad imponer las condiciones de juego.

Es difícil pensar que las grandes compañías petroleras, privadas o públicas, se encuentren entre los perdedores. No han dejado de aumentar sus beneficios y sus activos a lo largo de los últimos años y, como hemos apuntado anteriormente, lo que variará es el margen de maniobra entre empresas nacionales y privadas a medida que se incremente el precio y escaseen los recursos. La determinación de los recursos o reservas realmente disponibles y el cenit del petróleo es un tema controvertido; para algunos (ASPO, Association for the Study of Peak Oil ) el pico del petróleo está a la vuelta de la esquina y se llegará en unos pocos años , suponiendo que no se produzca antes una fuerte recesión económica mundial como parece avizorarse.

Mientras tanto serán los países de la OPEP, junto con los intermediarios financieros y los especuladores que actúan en el casino neoliberal, los que establezcan las relaciones entre la oferta y la demanda e influyan en el nivel de precios. Esta crisis es un negocio redondo para los que manejan los mercados de futuro y los fondos especulativos (hedge funds) donde alcanzan rendimientos anuales del orden del 100%. La actuación especulativa de estos intermediarios financieros puede representar aumentos en el precio del crudo entre 15 y 25 dólares el barril (Le Monde, 4 de junio de 2008)

En el campo de los perdedores de esta crisis se encuentran en primera línea las empresas y empleados del transporte por carretera, así como el conjunto del sector pesquero y agrario; también los usuarios del transporte aéreo. El aumento del precio del gasóleo incide muy directamente en los costes de explotación del sector transportista. También va a incidir este aumento en los costes operativos de las compañías aéreas. Pero al final de la historia, como ocurre siempre, esta subida de precios se va a trasladar a todos los ciudadanos y consumidores, que serán quienes tengan que pagar la factura y absorber el ajuste.

En definitiva, la etapa del petróleo barato ha llegado a su fin y la dependencia del petróleo es cada vez más insostenible. Los ciudadanos debemos tomar clara conciencia de esta situación y debemos cambiar el chip hacia pautas de consumo menos consumistas y despilfarradoras y, en consecuencia, más ahorradoras en energía y carburantes. Pero esta exigencia carece de eficacia sino se traslada también a los gobiernos y para ello hay que reivindicar cambios en este modelo económico neoliberal, que favorece la ley de la selva y permite la actuación sin restricciones de las grandes corporaciones petroleras.

Junio 2008

www.attacmadrid.org

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