lunes, 14 de abril de 2008

La máscara de la economía senegalesa. Crecimiento sin desarrollo.

Senegal crece. Al menos eso es lo que sostienen los organismos internacionales, atendiendo a la positiva evolución de la economía senegalesa en los últimos 15 años. Pero, cifras macroeconómicas aparte, los senegaleses y senegalesas no se están beneficiando de este aparente crecimiento y son muchos y muchas los que siguen optando por la emigración como única salida a la falta de oportunidades que ofrece un país marcado por la corrupción institucional. La diáspora es hoy el principal sostén de la economía senegalesa: las remesas enviadas por los emigrantes superan ya con creces las entradas de Ayuda Oficial al Desarrollo e Inversión Extranjera Directa. Así, mientras unos se hacen ricos sin trabajar, otros trabajan lejos de sus familias, por unas condiciones de vida más dignas que nunca llegan.

Los informes elaborados por los diferentes organismos internacionales dan una visión muy positiva de la evolución de la economía senegalesa. A modo de ejemplo, en el documento “Senegal: Conseguir apoyo para el crecimiento”, elaborado en marzo de 2007 por la Asociación Internacional de Fomento (AIF) [1], se afirma:

Senegal ha crecido en forma sostenida desde enero de 1994, cuando el país devaluó su moneda. El PIB creció a un promedio de 5 por ciento anual durante los últimos 10 años y la proporción de la población que vive en condiciones de pobreza disminuyó en más de 10 puntos porcentuales. Los esfuerzos por mejorar las condiciones básicas de vida de la población también están dando frutos: aumentó la asistencia escolar al igual que las tasas de vacunación, y la desnutrición disminuyó en las regiones tomadas como objetivo. El éxito de Senegal se puede atribuir a una combinación de tres factores: buena gestión económica, estabilidad política y sólido apoyo financiero.

A lo largo del documento de la AIF se proporciona una información detallada sobre la evolución de las grandes variables macroeconómicas durante el período 1994-2004. Sin embargo, no se encuentra el mismo detalle para las variables de desarrollo (como el desempleo, la pobreza o las desigualdades de la renta y riqueza). Estos aspectos o no se comentan o se comentan de un modo interesadamente sesgado. Por ejemplo, se indica que el porcentaje de población que vivía en la pobreza era del 67,9 por ciento en el año 1994 y del 57,1 por ciento en el año 2001. Esta evolución no parecería tan positiva si se indicara que el porcentaje de población que vivía por debajo de la línea de pobreza era del 33,4 por ciento en el año 1992 [2]. Dar este dato significaría reconocer que hay más pobres en el año 2001 que en el año 1992, algo que refutaría la idea de partida, la buena marcha de la economía senegalesa. En estos momentos no podemos dejar de recordar a Joan Robinson, cuando nos decía que hay que saber economía para que no nos engañen los economistas.

¿Crecimiento sin desarrollo?

El documento de AIF no es un caso aislado. Los informes realizados por el BM, FMI, UNCTAD y demás organismos internacionales siempre destacan el importante crecimiento del PIB per per y el control de la inflación como algo positivo. Y ciertamente puede serlo, pero tal vez no lo sea tanto si hay otras cuestiones que no mejoran. En el año 1962 Dudley Seers escribió:

Por tanto, lo que hay que preguntar acerca del desarrollo de un país es: ¿qué ha sucedido con la pobreza?, ¿y con el desempleo?, ¿y con la desigualdad? Si los tres alcanzaban antes niveles elevados y ahora han disminuido, podemos afirmar sin lugar a dudas que ha habido un proceso de desarrollo en el país en cuestión. Pero si uno o dos de estos problemas fundamentales ha empeorado, y sobre todo si han sido los tres, no podemos llamar a ese proceso “desarrollo” aunque la renta per cápita se haya multiplicado por dos [3].

Por lo tanto, un país puede crecer (porque aumenta su PIB per per) y al mismo tiempo no desarrollarse. Para desarrollarse necesitaría cumplir, como mínimo, tres requisitos: disminuir su desempleo, disminuir su pobreza y reducir sus desigualdades en términos de renta y de riqueza. Si analizamos estas variables para el caso concreto de Senegal podemos afirmar que Senegal crece, pero no se desarrolla.

Esta visión “oficial” de la economía senegalesa, la que resaltan siempre que pueden los organismos internacionales, se contrapone a la que tienen los miles de senegaleses que cada año toman la decisión de salir de su país. Y es que con una tasa de desempleo de casi el 50 por ciento pocas son las esperanzas de conseguir un trabajo. Tampoco compartimos esta visión “oficial” los senegaleses que nos encontramos en la diáspora. Cada mes tenemos que aumentar el envío de dinero que hacemos a nuestras familias porque nos dicen que el precio de los productos básicos se incrementa cada día. A través de Internet leemos con atención las noticias de nuestro país y habitualmente encontramos datos que nos indican que la cosa no va bien.

La agricultura, que sigue siendo el sector que más ocupados tiene, sufre una grave desorganización de su estructura: desvalorización de la cultura del cacahuete, atraso en los pagos de la producción que el gobierno compra a los agricultores, ausencia de salida para un gran número de producciones (arroz, tomate, frutos, producciones hortenses), etc. La climatología, marcada por la escasez de lluvias, tampoco ha ayudado mucho al sector. De esta forma, el éxodo rural se conforma como un mecanismo de supervivencia para las familias. Sin calificación, lo más habitual es que las hijas de estas familias lleguen a las ciudades para trabajar en el servicio doméstico y que los hijos lo hagan informalmente en el pequeño comercio.

Es cierto que algunas cosas han mejorado, pero no tanto. La tasa de escolarización ha aumentado, sobre todo la de las niñas. La enseñanza es pública y gratuita, pero muchos niños y niñas que viven en las zonas rurales tienen que andar varios kilómetros al día para llegar a la escuela más cercana, un esfuerzo físico que no está al alcance de todos. El gasto de material escolar por persona no llega a los 10 euros anuales, pero hay familias que no disponen de esta cantidad de dinero. Las escuelas están masificadas, siendo habitual clases de más de 100 alumnos. Y las condiciones de los educadores tampoco son mucho mejores: el pasado curso académico los profesores estuvieron en huelga más de un mes para protestar por el atraso de varios meses en el pago de sus salarios.

También han mejorado las condiciones sanitarias, sobre todo en las ciudades, pero éstas siguen siendo precarias. La sanidad es pública, pero el paciente tiene que pagar unos 50 céntimos de euro para ser atendido. A esta cantidad hay que sumar el gasto de los medicamentos, un montante de dinero que es inalcanzable para muchas personas, lo que las lleva a optar por la medicina tradicional, mucho menos eficiente en determinadas enfermedades como la malaria, tan habitual entre la población.

No dispongo de datos, pero cada vez que asisto a una conferencia sobre inmigración descubro que con la desinteresada aportación de los inmigrantes ésta o aquélla ONG está desarrollando un nuevo proyecto para la construcción de una escuela o un hospital en Senegal. No sé si con su esfuerzo superan en número a las construidas por el gobierno, pero sí sé que en el año 2006 el gasto militar en Senegal fue del 2 por ciento del PIB, mientras que el español se situó en el 1 por ciento [4].

El precio de la corrupción

Senegal es un país conocido por su estabilidad política y social. De hecho, nunca ha sufrido una guerra civil, ni enfrentamientos étnicos, tan habituales en el resto de África. Pero Senegal también se sitúa entre los países más corruptos del mundo, una corrupción de la que no se libran ninguno de los tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial). En relación al poder ejecutivo, el Partido Socialista, que estuvo en el poder 40 años, desde la independencia hasta el año 2000, se enriqueció a costa del pueblo utilizando la corrupción. Ahora, la nueva clase política, del Partido Liberal, continúa en la misma línea de corrupción y enriquecimiento. Eso sí, los políticos piden a la población que “se aprieten el cinturón”, pero el cinturón ya no tiene más agujeros. Mientras tanto, el gobierno se aplica otro criterio: en el último año los diputados en el Congreso aumentaron un 50 por ciento (de 100 a 150) y el Senado, que fuera eliminado en el anterior mandato, se ha vuelto a constituir con 100 miembros. Actualmente, Senegal, un país con 12 millones de habitantes, tiene 28 ministros, mientras que España con 44 millones de habitantes sólo tiene 16.

En el documento con el que iniciábamos este artículo, “Senegal: Conseguir apoyo para el crecimiento”, se comenta el triste lugar que ocupa Senegal en el tema de la corrupción:

No obstante, la calidad de las instituciones de Senegal aún se encuentra rezagada respecto de la de otras economías emergentes de éxito y de los países de la OCDE. Los indicadores de gobernabilidad publicados por el Instituto del Banco Mundial de hecho muestran que la eficiencia del gobierno y el respeto por el imperio de la ley han empeorado entre 1994 y 2004. Los poderes judicial y legislativo ejercen poco control sobre el presupuesto ejecutado por el Estado, mientras que las empresas públicas y cuasi públicas siguen afectadas por el flagelo de la corrupción.

Y mientras unos se enriquecen sin trabajar otros trabajan sin enriquecerse. En el interior y en el exterior. De hecho, uno de los grandes pilares de la economía senegalesa son sus emigrantes. En el año 2007, las estadísticas oficiales del Ministerio de Economía y Finanzas contabilizaron la entrada de 1.139 millones de dólares en remesas. Además, estudios realizados por el Banco Mundial indican que en ese mismo año entrarían por vía informal entre 893 y 1.005 millones de dólares [5]. La aportación representa más que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), que en el año 2005 fue en Senegal de 689 millones de dólares [6]. En la cumbre del G8 celebrada en Escocia en 2005 se fijó como objetivo para el año 2015 destinar el 0,7 por ciento del PIB comunitario para Ayuda Oficial al Desarrollo [7], mientras que hoy en día el conjunto de remesas que llega a Senegal por canales oficiales es del 12,7 por ciento del PIB. Las remesas también superan con creces el valor de la Inversión Extranjera Directa (IED), que se situó en 54 millones de dólares en 2005 [8].

Sin embargo, la falta de una política económica que canalice estas remesas hacia los sectores productivos provoca que éstas sean utilizadas casi exclusivamente para el consumo de las familias, con una nula incidencia en el crecimiento económico del país. Esta cantidad ingente de dinero se hace con un gran esfuerzo, porque los inmigrantes estamos en el mejor de los casos relegados a los peores puestos de trabajo o trabajando en la economía sumergida, sin derechos de ningún tipo y con los peores salarios y condiciones laborales. El dinero que enviamos es el fruto de nuestras privaciones diarias. Aunque nuestros compatriotas que están en Senegal no se lo acaben de creer.

Notas:

[1] Entidad del Banco Mundial.

[2] Dato publicado en la base de datos de los “Indicadores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio”.

[3] Seers, Dudley (1962): “The Limitations of the Special Case”, en Bulletin of the Oxford Institute of Economics and Statistics, 25 (2), pp. 77-98.

[4] Datos extraídos de la estadística World Development Indicators del Banco Mundial.

[5] Información extraída del periódico Le Quotidien (28/12/2007).

[6] Datos extraídos de la estadística World Development Indicators del Banco Mundial.

[7] De todas formas, la AOD tampoco es jauja. Se concede a aquellos países que llevan a cabo políticas de privatización y de liberalización de sus mercados, lo que en la inmensa mayoría de los casos agrava su pobreza. Pueden verse ejemplos para diferentes países en Stiglitz, Joseph. E (2002): El malestar en la globalización, Madrid, Taurus.

[8] Datos extraídos de la estadística World Development Indicators del Banco Mundial.

www.revistapueblos.org

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