lunes, 14 de abril de 2008

El Acuerdo de Belfast a diez años vista.

El militante del Sinn Féin Eoin Ó Broin hace un repaso histórico del Acuerdo de Viernes Santo al cumplirse diez años de su firma en Belfast. Ó Broin analiza en este artículo las condiciones en las que se desarrolló aquel proceso y las potencialidades del arreglo alcanzado.

Esta semana marca el décimo aniversario de la firma del Acuerdo de Belfast. A lo largo de todo Irlanda la gente reflexiona sobre los acontecimientos que siguieron al Acuerdo y el largo y difícil proceso de su implementación. A pesar de no existir consenso sobre estos temas, el Acuerdo recaba un apoyo político casi universal en Irlanda y Gran Bretaña, un hecho que tiene en sí mismo una importancia histórica nada desdeñable.

Pero, ¿cómo llegamos a este punto? ¿Cuáles fueron los factores que hicieron posible el Acuerdo de Belfast?

La base del conflicto en Irlanda reside en la negación de derechos políticos, económicos, culturales y sociales por parte del Estado británico y los unionistas irlandeses. Durante la década de 1960 los nacionalistas del norte de Irlanda lucharon no violentamente por la reforma del estado del norte. La administración unionista en Belfast se negó a esa reforma y respondió a la Campaña por los Derechos Civiles con Policía y violencia paramilitar. El Gobierno británico apoyó a la administración política en Belfast y movilizó al Ejercito británico. Radicalizados por la intransigencia de los estados y la violencia, una parte de la Campaña por los Derechos Civiles abandonó la demanda de reforma y se integró en el IRA, en un intento por minar al estado y buscar la reunificación del norte y del sur.

Durante la mayor parte de la siguiente década y media la dinámica política del norte de Irlanda estuvo determinada por la confrontación militar entre el Estado británico y los republicanos irlandeses. Ambas partes creyeron que la fuerza militar podría ejercer la necesaria presión para conseguir sus respectivos objetivos -el IRA buscando la retirada del Estado británico de Irlanda y el Estado británico buscando la derrota del IRA-.

Para mediados de los 80 muchos observadores vieron ya que el conflicto de baja intensidad que se estaba desarrollando entonces podía continuar indefinidamente sin que ninguna de las partes fuese capaz de lograr la victoria militar o política. Un nuevo pensamiento emergió, primero dentro de Sinn Féin y después en el Gobierno irlandés de Fianna Fáil y en el SDLP, que buscó reemplazar la confrontación militar por un proceso de resolución. Casi una década de conversaciones secretas entre republicanos, nacionalistas y el Gobierno británico fueron seguidas de un cambio en la estrategia del Gobierno británico, alejándose de la contra-insurgencia y la criminalización, y encaminándola al diálogo y al acuerdo.

Los ceses del fuego del IRA en 1994 y 1996 fueron intentos por parte de la organización para crear un espacio en el que pudiesen tener lugar el dialogo y el acuerdo. Y tras la elección de Tony Blair en Londres y Bertie Ahern en Dublín, en 1997, la situación se despejó para las negociaciones con todos los partidos. El objetivo de las negociaciones era un acuerdo general para resolver las causas sociales, económicas, políticas y culturales del conflicto.

Por supuesto, ni el Estado británico ni los republicanos irlandeses habían cambiado sus posiciones políticas. La cuestión era que en ausencia de una victoria militar factible la lucha debía lógicamente cambiar al terreno político, incluyendo negociaciones, movilizaciones populares y contiendas electorales. El resultado de cualquier proceso de negociación no puede depender simplemente de la habilidad y las capacidades de los propios negociadores, sino de la fuerza que puedan organizar fuera de esas conversaciones en forma de reforzamiento político y electoral.

Concluido en abril de 1998, el Acuerdo de Belfast -o de Viernes Santo- era el primer acuerdo inclusivo en la historia anglo-irlandesa que implicaba a todos los partidos políticos del norte de Irlanda y a los gobiernos británico e irlandés. El DUP de Ian Paisley decidió no ratificar el Acuerdo. Sin embargo, la mayoría aplastante de la población de Irlanda apoyó el Acuerdo en dos referéndum simultáneos en el norte y en el sur.

La fuerza del Acuerdo reside en la naturaleza del proceso negociador en sí mismo. Las conversaciones fueron inclusivas; todos los partidos estaban allí y participaron sin condiciones previas. Todos los temas estaban sobre la mesa y ningún partido podía negar el derecho de otros a poner elementos en la agenda. Las conversaciones estuvieron presididas por una figura internacional independiente de los protagonistas del conflicto. Y las conversaciones tuvieron un plazo final claro. También resultó de crucial importancia que, a pesar de sus diferentes perspectivas, todos los partidos querían un acuerdo.

El resultado final fue, como en cualquier proceso de negociación, un compromiso. Ese compromiso incluía un nuevo parlamento autónomo en Belfast, nuevas instituciones para todo Irlanda, instituciones para facilitar el diálogo entre las gentes de Irlanda, Inglaterra, Escocia y Gales, y mecanismos para avanzar en temas de igualdad y derechos humanos. El acuerdo también incluía disposiciones para la liberación de todos los presos políticos, la reforma radical de la Policía y el sistema de justicia-criminal, el desarme de las organizaciones ilegales armadas y la retirada de las tropas británicas.

Evidentemente, el trabajo real comenzó después de que se firmara el Acuerdo. A pesar de que los principios, los mecanismos y los objetivos quedaban establecidos en el Acuerdo, los detalles más pequeños de la implementación se convertirían en el foco de considerables desacuerdos políticos durante la siguiente década.

Para Sinn Féin el valor del Acuerdo estaba claro. En el corto plazo ofrecía la liberación de los presos republicanos; daba a los nacionalistas un poder real en el Gobierno del norte de Irlanda a la vez que incluía mecanismos para desarrollar la integración institucional de todo Irlanda. Además contenía temas de derechos humanos e igualdad cultural y económica. De forma relevante, mantenía la eventual desmilitarización de la sociedad y la reforma del sistema judicial-criminal.

Por supuesto el Acuerdo no era una Irlanda unida, pero era un avance significativo y proveía de una serie de puntos a través de los cuales los republicanos, si teníamos suficiente fortaleza política, podríamos avanzar hacia objetivos políticos y sociales más amplios.

En la década posterior a 1998 Sinn Féin incrementó su fortaleza política de manera espectacular. A día de hoy representamos el 26% del electorado en el norte de Irlanda y el 8% en el sur. Mientras nuestra fortaleza política se incrementó de manera significativa después de la firma del Acuerdo, el proceso de implementación fue mucho más lento, con una oposición creciente por parte de los unionistas. Aunque el DUP se opuso al Acuerdo en 1998, para 2006 habían cambiado considerablemente. Finalmente entraron al proceso durante una serie de negociaciones en 2007, que trajeron la restauración de las instituciones políticas de Belfast y de toda Irlanda, a la vez que unos acuerdos finales sobre la reforma de la Policía y el decomiso de los arsenales del IRA.

En algunos sentidos, diez años después de la firma del Acuerdo estamos tan sólo empezando a acometer seriamente las causas del conflicto. A pesar de que la calidad de vida de la gente en el norte ha mejorado considerablemente queda mucho trabajo por hacer. Como siempre existen dificultades en el horizonte. Pero lo que no se puede dudar es que como sociedad, el norte y el sur, no estamos sólo moviéndonos hacia adelante, sino que nos movemos en una dirección que traerá una mayor integración de toda Irlanda, una democracia local mayor y una mayor protección institucional de los derechos humanos y culturales y de la igualdad económica.

Diez años después está claro que el Acuerdo de Belfast aún contiene un potencial considerable para la reunificación nacional. Sin embargo ese potencial sólo puede hacerse realidad si los republicanos conseguimos incrementar el apoyo popular en favor de una democracia nacional.

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Soledad Galiana / Dublín

Hace diez años, el jefe del equipo negociador de Sinn Féin fue uno de los protagonistas de las negociaciones y la firma del Acuerdo de Viernes Santo. Hoy, Martin McGuinness, el que fuera número dos del IRA en Derry, se sienta con el unionista Ian Paisley a la cabeza del Ejecutivo multipartito de Belfast. Y desde el poder sigue apostando por avanzar hacia una Irlanda más justa y unida.

El Ejecutivo norirlandés ha sido instaurado y está trabajando. ¿Qué papel atribuye al Gobierno británico en el éxito del proceso de paz irlandés?

Han sido muchas las personas que han contribuido al éxito de las negociaciones, entre ellas los republicanos. La política norirlandesa ha sido durante años el escenario de sucesivas iniciativas políticas fallidas por parte del Gobierno británico en momentos en que éste intentaba boicotear el apoyo a Sinn Féin y propulsar a los llamados «moderados» del SDLP y UUP. Todos sus esfuerzos fracasaron. Es por ello que el cambio de actitud del Gobierno británico fue central en las negociaciones después de años de negarse a dialogar y a pesar de aquellos que deseaban seguir con una agenda política de seguridad inalcanzable.

¿Desde su punto de vista, cuáles son los cambios más destacables en el norte de Irlanda?

Ha habido muchos cambios positivos, entre ellos el fin del conflicto, la excarcelación de los presos y la desmilitarización británica. Además, ahora republicanos, nacionalistas y unionistas estamos trabajando juntos en las instituciones pluripartidistas y en el Consejo Ministerial para toda Irlanda. La Ley del Gobierno de Irlanda de 1920 ha sido derogada y el Gobierno británico se ha comprometido a aceptar el resultado a favor de la reunificación irlandesa de una consulta futura sobre la «frontera».

También se han establecido las Comisiones de Derechos Humanos en el norte y sur de Irlanda y se han creado la Comisión de la Igualdad en los Seis Condados y la Autoridad de la Igualdad en los 26 Condados [la República irlandesa]. Ahora se trabaja en establecer un reconocimiento equitativo de todas las víctimas y supervivientes del conflicto irlandés, independientemente de su procedencia, a través de la composición de la Comisión de las Víctimas. Otros aspectos a destacar son los desarrollos infraestructurales a nivel de toda Irlanda y la creación del Comité para la Implementación del Acuerdo de Viernes Santo en el Parlamento irlandés, que ha facilitado la inclusión de seis diputados de la Asamblea de Belfast con derecho a palabra en este comité del Parlamento de Dublín, algo que no tenía lugar desde la división de Irlanda.

En general, ha habido muchos cambios positivos, pero aún queda mucho por conseguir.

Claramente, Sinn Féin también ha cambiado en estos diez años, incluso en aspectos importantes de su política, como en el reconocimiento de la labor de la Policía norirlandesa, y lo ha hecho sin divisiones...

Era necesario un «volver a empezar» en el área de la Policía, y ello se está consiguiendo con la implementación progresiva de las recomendaciones de la Comisión Independiente sobre la Policía. Un representante del Consejo Policial y de las Asociaciones Policiales de Distrito están obligando a la Policía norirlandesa a aceptar sus responsabilidades. Asimismo, el Defensor del Pueblo ante la Policía puede investigar todas las quejas sobre conductas erróneas de la Policía, incluyendo casos de relevancia histórica.

Pero para que esto llegara a conseguirse se necesitaba el compromiso, esfuerzo y dedicación de nuestros activistas, quienes querían ver un servicio policial responsable y efectivo después de años de connivencia y desconfianza. Sinn Féin recorrió el país escuchando a los ciudadanos a nivel de base, algo que nadie más ha hecho en esta isla.

Se ha creado una demanda pública por parte de todos de un poder de decisión mayor en cuestiones judiciales y policiales. Porque en cuestiones fundamentales que se viven a diario en áreas de Justicia y actuación policial hay claros ejemplos de fallos que solo podrán ser resueltos con la transferencia de los poderes judiciales y de control policial al ejecutivo de Belfast. En cuestiones de sentencias, seguridad pública y el papel de la Fiscalía, la transferencia de responsabilidades acarreará mayor asunción de responsabilidades en estas áreas.

¿Cómo va el trabajo en las instituciones norirlandesas?

En los últimos meses, el Ejecutivo multipartitito ha acordado un Programa de Gobierno, un Presupuesto y una Estrategia de Inversión. Las Instituciones para toda Irlanda están funcionando.

A principios de año, una delegación de ministros del Gobierno irlandés se reunió con una delegación norirlandesa que incluía el mismo número de ministros y comenzaron a tomar decisiones en cuestiones que afectarán a todos aquellos que viven en la isla. Todos nuestros ministros han incluido temas relacionados con la igualdad y los derechos como la base de la política de sus carteras ministeriales.

«La igualdad entre todos los partidos es la base del Ejecutivo de Stormont»

Usted lidera un gobierno en el que conviven republicanos, nacionalistas y unionistas. Aunque trabajen juntos, aún hay desencuentros ¿Cuáles son los más destacados?

Evidentemente, todavía quedan muchos obstáculos. Sin embargo, creo que la gente debe poner la igualdad y los derechos de todos los ciudadanos de la isla por encima de todo. El Acuerdo de Saint Andrew's fue firmado por todos los partidos y es la clave de las negociaciones, y estoy seguro de que podremos superar cualquier dificultad que encontremos en el camino. No hay nada controvertido en la Legislación de la Lengua Irlandesa. No hay nada controvertido en la Propuesta de Ley de los Derechos que no haya habido antes en otra situación post-conflicto. Y tampoco hay controversia en la exigencia de un servicio policial local y responsable.

Hace casi un año que comparte el liderazgo del ejecutivo con el unionista Ian Paisley. ¿Cómo se ha desarrollado la relación entre ustedes en estos meses?

A pesar de las dificultades, y para sorpresa y alegría de muchos, hemos avanzado de forma significativa. Sinn Féin ha cumplido con el compromiso de crear instituciones que funcionaran. El Gobierno con el DUP no es fácil. No lo es para nosotros y tampoco lo es para ellos. Nadie esperaba que lo fuera. Pero hay un beneficio claro para todos nosotros en el hecho de que este arreglo funcione. Lo importante es el hecho de que Paisley -y quien quiera que le sustituya como líder del DUP- ha participado y participará en el Ejecutivo multipartito sobre la base de la igualdad entre todos los partidos.

¿Cómo cree que la marcha de Paisley influira en el Ejecutivo?

El acuerdo entre él y Gerry Adams en marzo de 2007 abrió la puerta a la reinstauración de las instituciones y continuará trayendo cambios. Sin embargo, quien quiera que sea el nuevo líder del DUP y el nuevo primer ministro tendrá que encarar desafíos importantes en cuestiones tales como la transferencia de poderes, los derechos de la lengua irlandesa, la legislación de derechos y muchos otros. Es importante que cuando se encuentren con estos temas en la mesa su actitud sea inteligente y positiva, y que cumplan con sus obligaciones.

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