lunes, 24 de marzo de 2008

Los obispos españoles, rumbo al Medievo.

Con el ultraconservador cardenal Rouco Varela de nuevo en la presidencia, los partidarios de la injerencia de la Iglesia en los asuntos públicos controlan la Conferencia Episcopal. Los colectivos de base exigen democracia interna y pluralidad.

El pasado 4 de marzo el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, inauguró su tercer mandato al frente de la Conferencia Episcopal (CEE). Con Rouco y Antonio Cañizares, Carlos Osoro y Juan Antonio Martínez Camino (arzobispos de Toledo y Oviedo y portavoz de la CEE respectivamente) en la comisión permanente de la CEE, se consolida la hegemonía del sector ultraconservador. Otros cambios dan fe de su poderío: el obispo de Terrassa, Josep Àngel Saiz Meneses, formado en el conservador seminario de Toledo, sustituyó en la presidencia de la Comisión de Seminarios y Universidades a Joan Enric Vives, obispo de Urgell. Vives fue una de las pocas voces críticas al documento de la comisión permanente que pedía el voto para los partidos que rechazaran el matrimonio homosexual y el aborto. Además, el arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, fue reelegido presidente de la Comisión de la Doctrina de la Fe, antigua Inquisición.

A Arcadi Oliveres, presidente de Justícia i Pau (sección catalana de la ONG cristiana de ámbito estatal) la reelección de Rouco no le sorprende, “dada la estructura de la Conferencia con los últimos nombramientos dictados desde Roma”. En febrero, el Vaticano nombró obispo auxiliar de Bilbo a Mario Iceta Gavicagogeascoa, cercano al Opus Dei y apadrinado por Rouco Varela y Cañizares. La designación convulsionó a la Iglesia vizcaína, ya que Roma no contó con la opinión del Consejo Pastoral Diocesano, máximo órgano laico. Tras la elección de Ricardo Blázquez como presidente de la CEE en 2005 el Consejo se quejó por no ser consultado y se creó un protocolo para estas situaciones. Sin embargo, el Consejo supo del ascenso de Iceta por la prensa y cuatro de sus miembros se plantearon dimitir.

El 9 de marzo, el secretario, Bittor Uraga, abandonó el cargo en respuesta a “una falta de respeto difícilmente tolerable”, según declaró al diario Deia. Uraga seguirá en la institución para “oponerse al despotismo ilustrado y antievangélico”. En el Consejo de Presbiterio, consejo de sabios elegidos democráticamente por los sacerdotes, también se han planteado dimitir nominalmente e incluso en bloque. Blázquez, obispo de Bilbo, tildó la elección de Iceta de “regalo de Dios” y apeló a la “comunión con la Iglesia” para frenar las discrepancias.

Falta de democracia interna

Jaume Botey es miembro de Cristians pel Socialisme y Cristianisme Segle XXI y fundador de Redes Cristianas, plataforma estatal que reúne a más de 150 entidades de base. Para él, “entre Rouco y Blázquez no hay diferencias más allá de que uno tenga más capacidad de insultar y sea más siniestro. Junto con arzobispos como Cañizares y García-Gascó, son hijos del pontificado de Juan Pablo II, que tira por tierra todo lo acordado en el Concilio Vaticano II y hace una especie de restauración inspirada en la vuelta a la Edad Media, línea que continúa Benedicto XVI.

De fondo está el conflicto entre la jerarquía de la Iglesia y el Estado y el seno de la Iglesia”. La corriente Somos Iglesia critica “la ausencia de democracia” interna y recuerda que en el cristianismo primigenio se elegía directamente a los obispos. Frente a una Iglesia “jerárquica y piramidal”, exige “que la participación y la democracia sean pronto una realidad” y “que no se confunda la opinión de los obispos y ciertos sectores” con la de toda la Iglesia. Eliza Gara (Somos Iglesia Bizkaia) abrió una campaña de desobediencia civil, presentando a la candidata “imposible”, Elena Sanz, a las elecciones de la CEE para “generar debate sobre la falta de democracia y el ninguneo de las mujeres”. Sanz se pregunta “cómo se puede elegir el liderazgo de la Iglesia sin consultar a las bases”.

Según Borja Aguirre, miembro de Eliza Gara, tanto Rouco como Blázquez son “conservadores y de línea rígida, pero Rouco alterna el lobbying político con la doctrina de la Cristiandad, acuñada por el emperador Constantino en el siglo IV, que concibe el cristianismo como imperio”. Para Aguirre, “ser cristiano hoy es una experiencia personal. Pero hay sacerdotes y laicado que dependen directamente de la Iglesia, por lo que disentir es complicado. Los sacerdotes no tienen experiencia laboral ni derecho a paro. Muchos comparten nuestro discurso pero están atados de pies y manos”. En Eliza Gara lo saben bien. En 2004, Aitor Urresti, miembro del colectivo, perdió su empleo como responsable de la Pastoral de Juventud de dos parroquias vizcaínas. Urresti había invitado a un encuentro diocesano juvenil en el santuario de Urkiola a un cristiano que leyó un manifiesto ante el obispo Blázquez criticando la falta de democracia de la Iglesia y su actitud con el papel de la mujer o la homosexualidad.

En el futuro, Oliveres cree que “Rouco nombrará a gente afín y fiel, lo que es un perjuicio para la Iglesia, los fieles y la ciudadanía”. Javier Baeza es cura de la madrileña parroquia de Entrevías, que Rouco amenazó con el cierre porque sus rituales no se ajustaban al ordenamiento católico. Cree que “Rouco es más beligerante desde el no poder” y ahora “será más dialogante con el Gobierno. La prueba es que lo primero que hizo al salir electo fue ofrecerle diálogo y luego felicitó a Zapatero por ganar las elecciones”. Eso sí, “dialoga desde la autoridad absoluta. Es capaz de escuchar, pero no cuestiona ni un ápice su postura”. En Entrevías ganaron la batalla cuando Rouco les “concedió” ser centro pastoral. Así, Baeza cree que más que entenderse, con Rouco se puede lograr como mucho “una pax americana”. Ya veremos cuánto dura.

Voces disidentes al discurso eclesiástico oficial
25 entidades cristianas de base de Catalunya suscriben el manifiesto Otra voz de Iglesia, que afirma que “la negativa a modificar los acuerdos entre el Estado español y el Vaticano es clave en la tensión” entre un sector de la jerarquía eclesiástica y la sociedad, por lo que piden al Gobierno que los anule. Según estos grupos, “las cuestiones que los obispos ven incompatibles con la fe cristiana no cuentan con el consenso de la comunidad creyente, la teología católica, la comunidad científica, ni siquiera del mismo obispado”. Reclaman una Iglesia que “abandone el privilegio que le otorga el Concordato y apueste por la autofinanciación económica”. Del 7 al 9 de febrero el Consejo Pontificio de los Laicos organizó un congreso internacional en el Vaticano sobre el papel de la mujer con motivo del XX aniversario de la carta apostólica de Juan Pablo II sobre la dignidad y la vocación de la mujer. La corriente Somos Iglesia Internacional criticó el evento por no tener en cuenta “el diálogo entre la teología feminista y el reconocimiento de la igualdad de género dentro de las estructuras eclesiásticas”. Según Somos Iglesia “hablar de dignidad de la mujer no es suficiente cuando se impide la ordenación de sacerdotisas y se niega la igualdad de derechos y la participación en el desarrollo de la Iglesia”. En una carta remitida al Arzobispado de Barcelona, Dones en l’Esglèsia (Mujeres en la Iglesia) lamentó que la Santa Sede aún no haya aceptado la Declaración sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. El grupo criticó la exaltación de la feminidad basada en la maternidad y el servicio a la familia.

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