lunes, 3 de marzo de 2008

El mito de la guerra buena. EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial.

La Editorial Hiru cuenta entre sus excelentes publicaciones con este imprescindible y magnífico ensayo del belga Jacques R. Pauwels, traducido por José Sastre, sobre la verdadera posición de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial. Un trabajo de historia reciente que desvela datos, verdades y tremendos engaños. Un trabajo que sepulta la mentira y la arrincona. Un trabajo que recupera la memoria olvidada, ninguneada y falseada por la historia oficial, la de los poderosos, la del capital que compra lo incomprable pero que no puede con la verdad.

El libro entero no tiene desperdicio. A pesar de ser un ensayo sobre historia reciente, con multitud de datos, está realizado de forma que su lectura es totalmente asequible, fácil y tremendamente recomendable.
Aquí sólo les mostramos unas pequeñas reseñas. No se priven.

“Hoy muchas empresas alemanas que colaboraron activamente con los nazis y las SS, continúan haciendo magníficos negocios gracias a los norteamericanos, no sólo en Alemania, sino en toda Europa y el resto del mundo. Un buen ejemplo es IG-Farben, gran empresa alemana que apoyó a Hitler con gran devoción y obtuvo grandes sumas de dinero por parte de las SS. Con la venta del gas venenoso “Zyklon-B” fabricado en su planta de Degesch, el gas de las cámaras de Auschwitz. De hecho, los americanos llevaron a IG-Farben a los tribunales, pero los responsables principales de la empresa salieron con condenas “tan ligeras que hubieran contentado a un ladrón de gallinas”, como afirmó el acusador Josiah Dubois. La gran empresa se dividió en un cierto número de “empresas sucesoras” (Nachjolgegesellschaften), pero de forma tan superficial que la propiedad y el poder corporativo se mantuvieron, a pesar de las demandas populares de drásticas reformas. A los directores de IG-farben también se les permitió continuar trabajando en esas empresas sucesoras, con la ayuda de banqueros y economistas como Josef Abs y Ludwung Erhard, que antes habían hecho un trabajo útil para el régimen nazi. Las principales de esas llamadas “nuevas empresas”, Bayer, Hoechst y BASF, continúan hoy día ganando dinero para los anónimos accionistas que solían cobrar dividendos de IG-Farben. Otras empresas que colaboraron estrechamente con las SS fueron, AEG, Siemens, Daimler Benz y BMW, en otras palabras, la crême de la crême de la industria alemana actual. No sin razón algunos alemanes se quejan de que la forma de desmantelar el nazismo que practicaron los americanos, permitió al “pez grande” deslizarse fácilmente a través de los agujeros de la red (…)

“Los americanos sabían bien que durante la época del Tercer Reich la élite industrial alemana se había guiado por el lema “los negocios, como siempre”. Después de todo, las grandes corporaciones americanas también habían sabido beneficiarse de la guerra. Además los líderes americanos veían en las grandes empresas alemanas los socios indispensables para la construcción de la nueva Alemania, en la que la propiedad privada y la libre empresa serían sacrosantas como en los Estados Unidos. El pasado nazi de las principales de estas firmas se ocultó bajo la alfombra, porque la ardua tarea que prometía ser la reconstrucción del país presumiblemente no podría llevarse a cabo sin la ayuda de estos “expertos”. Todos los que pidieron las cabezas de los financieros de Hitler, de los responsables de IG-Farben, del fabricante de armas Krupp, etc. fueron denunciados como enemigos de la libre empresa, como comunistas.(…)

La planta de Coca Cola en Essen, por ejemplo, prosperó a cuenta de la guerra, porque sus ventas y operaciones de embotellado subieron considerablemente cuando la subsidiaria alemana siguió a la victoriosa Wehrmacht a los países ocupados, como Francia y Bélgica. Cuando fue imposible importar el sirope de Coke de los estados Unidos, después de Pwearl Harbor, continuó haciendo negocio con una nueva bebida refrescante, Fanta, de la que se vendieron en 1943 casi tres millones de cajas. La conducta de Coca Cola durante la guerra en tierras del enemigo nazi no fue muy compatible con su imagen en los Estados Unidos, donde la bebida refrescante de Atlanta “simbolizaba la libertad de América y todas las cosas buenas por las que luchaban los soldados americanos”. La conexión de Coca Cola con la esvástica es un ejemplo sin importancia de las actividades de las corporaciones americanas en la Alemania nazi, al menos comparado con empresas como IBM, ITT, Ford y General Motors. (…)

“De acuerdo con Edwin Black, autor de un reciente estudio muy completo sobre las actividades de IBM en la Alemania nazi, la tecnología de esta empresa americana capacitó a los nazis par que su maquinaria de guera fuera “metódica, veloz y eficiente”. Black señala que IBM, vía su subsidiaria alemana Dehomag, no sólo puso el relámpago en la Blitzkrieg, sino que su tecnología de tarjetas perforadas, precursora del ordenador, también capacitó a los nazis para una “persecución automatizada”. IBM se dice que “puso los fantásticos números al holocausto”, porque suministró al régimen de Hitler las calculadoras Hollerith y otros equipos que se usaron para “generar listas de judíos y otras víctimas, que se usaron para su deportación” (…)

ITT, dirigida por el filofascista Sosthenes Behn, había adquirido la cuarta parte de las acciones de la fábrica de aviones Focke-Wulf en los años treinta y por tanto estuvo involucrada durante la guerra –al menos indirectamente- en la construcción de cazas que derribaron cientos de aviones aliados (…)

“Sin los sofisticados equipos de comunicaciones suministrados por ITT en los primeros pasos de la guerra Alemania no habría sido capaz de infligir a sus enemigos las mortales derrotas con lo que se conoció como Blitzkrieg, que necesitaba ataques altamente sincronizados por aire y por tierra. Después de Peral Harbor ITT suministró a Alemania los sistemas de comunicación más avanzados, en detrimento de los americanos, cuyo código diplomático fue descifrado por los nazis con la ayuda de estos equipos.(…)

Las fábricas alemanas de General Motors se convirtieron enteramente en productoras de equipos bélicos tras la reunión de Hotler y Göring con el ejecutivo de la GM Mooney, el 19 y 20 de septiembre de 1939 en Berlín. El resultado fue que la factoría Opel de Brandenburgo, fundada en 1935, pasó a producir el “Blitz”, modelo de camión para la Wehrmacht, mientras que la Opel de Rüsselsheim comenzó a trabajar principalmente para la Luftwaffe. Hubo un momento en que General Motors y Ford juntas fabricaron no menos de la mitad de la producción de tanques en Alemania. (…)

“Muy poca gente sabe que Gm, Ford, ITT y otros gigantes de las corporaciones americanas funcionaron durante la guerra como una especie de “arsenal del nazismo”. Estas empresas naturalmente siempre se han mantenido mudas acerca de este delicado tema.

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