lunes, 4 de febrero de 2008

¿Imperfección o fraude?

...por Leyla Carrillo

Los ardides utilizados para el enriquecimiento ilicito revelan que la Unión Europea asciende la cuesta de la corrupción como parte de su propio sistema. A pesar que algunos repiten hasta el cansancio las virtudes de la democracia y del Estado de derecho en la Unión por lo que se intuye que los gobernantes desconocen su imperfección.

Considerarse perfectos constituye una de las debilidades de los poderosos. Los psicólogos califican esta actitud como un complejo de superioridad, que intenta esconder la mediocridad de algunos seres humanos. Y cuando aquellos repiten hasta el cansancio las virtudes de la democracia y del Estado de derecho en la Unión Europea (UE), se intuye que los gobernantes desconocen su imperfección.

Los juristas catalogan al fraude como un acto realizado para eludir una disposición legal que perjudica a uno u otro Estado, o para burlar los derechos de una persona. El fraude civil evade las obligaciones del deudor y, el fraude fiscal obstaculiza la aplicación normal de leyes. En el contexto político, se manifiesta en manipulaciones durante la preparación, convocatoria, emisión del sufragio, escrutinio o proclamación de los resultados electorales. En la educación es fraude cuando un alumno copia u otro facilita el conocimiento subrepticiamente, con la intención de aprobar una asignatura.

Lo que antecede nos conduce a pensar que toda actitud fraudulenta lleva en sí misma engaño y falacia. El siguiente paso es cuestionarse si la UE es realmente perfecta o está ajena al fraude, a pesar de la infinidad de resoluciones, proclamas y publicidad, mientras se erige en juez sobre la democracia, las elecciones o las finanzas respecto a países e individuos que no pertenecen a la Unión.

¿Cómo, cuándo y para qué cometen fraude quienes dictan el comportamiento gubernamental, profesional o individual? El fraude más común es la creación de sociedades ficticias –multiplicadas en los últimos decenios- donde “alguien” recibe fondos de una empresa o asociación virtual, inexistente.

La libre circulación de servicios en el Derecho comunitario no significa necesariamente libertad, sino el traslado hacia lugares más lucrativos. ¿Adónde queremos llegar? Simplemente a que se entienda que la UE puede dictar cuanta legislación le convenga, sin que nadie la acuse de fraude, pero que éste, en medio del lucro empresarial, partidista o gubernamental, es inevitable y –tarde o temprano- sale a la luz pública.

La Comisión Europea, por ejemplo, reconoció en diciembre de 2007 que varios países de la Unión no cumplieron la confiscación de los bienes adquiridos de forma ilícita. ¿De qué se trata? Muy sencillo: el dinero proveniente del tráfico de drogas, la trata de seres humanos (mujeres y niños) o el tráfico de armas reporta ganancias incontrolables, convertidos mediante el lavado de dinero.

En medio de acontecimientos tan escabrosos como la guerra, las torturas en los campos de concentración de la CIA, los crecientes compromisos diplomático-militares de la UE o la pugna por garantizar fuentes energéticas; los medios de prensa, pero especialmente las personalidades políticas de la Unión, soslayan las acciones fraudulentas y, con ello, la imperfección del capitalismo desarrollado, mientras dejan la solución a los economistas. Sin embargo, sería sensato que los simples mortales puedan inventariar, los ejemplos de fraudes más recientes ocurridos en países de la UE, porque permite comparar la aparente legalidad con la realidad:

El excanciller federal de Alemania, Gerhard Schröder, garantizó su “jubilación” mediante acciones en la empresa petrolera rusa Gazprom. El consorcio alemán de telecomunicaciones SIEMENS pagó 12 millones de euros para sobornar a decenas de funcionarios “tercermundistas”, entre los que estaban involucrados un senador y cuatro ex ministros de Nigeria, Rusia y Libia. El tribunal investigó sobre dádivas para inversiones “libres de impuestos”.

En la República Checa, el vicepremier y ministro de Vivienda, Jiri Cunek renunció, debido a las acusaciones por recibir sobornos, ascendentes a 125 mil euros, enmascarados en supuestas ayudas sociales, de las que ningún checo común se benefició.

En España son frecuentes la especulación urbanística y los escándalos de Marbella, Barcelona o Madrid. La personalidad política más cuestionada, resulta el expresidente del Gobierno, José María Aznar, reputado como “máquina de hacer euros”. Aunque parezca historia antigua, sus vínculos con dirigentes de la contrarrevolucionaria Fundación Cubano Americana y con el Director de operaciones especiales de la CIA -involucrado en narcotráfico y contrabando de armas- contribuyeron a su campaña electoral en los años noventa, que compensó con la venta del grupo telefónico SINTEL, el 1 de abril de 1996, por la suma de 490 millones de dólares. Varias fuentes suramericanas insistieron sobre sus “relaciones financieras” con al expresidente argentino, Carlos Menem. Más cercano en el tiempo, episodios vinculados a la actividad “comercial” lindan con el fraude, tales como la consultora Farmaztella (de la familia Aznar-Botella) y su Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), que recibe la mayor ayuda estatal (el 60%). A esto se añaden el control de las acciones del imperio mediático de Rupert Murdoch, la compañía inmobiliaria J.E. Robert y las carreras automovilísticas, pertenecientes a su yerno.

Al abandonar su cargo, el ex presidente francés, Jacques Chirac fue interrogado retroactivamente sobre empleos “favoritistas”, concedidos a varias personalidades, que pudieron haber financiado ilegalmente su partido RPR, cuando era Alcalde de la capital, entre 1977 y 1995. También es sometido a una investigación judicial por utilización de fondos ilegales de la compañía petrolera ELF, el exministro francés, Dominique Strauss-Kahn, a quien apadrinó la Secretaria de Estado estadounidense, para presidir el Fondo Monetario Internacional.

La frecuente acusación contra el exprimer ministro italiano, Silvio Berlusconi se ha convertido en un hábito para los ciudadanos de ese país, que van desde fondos ilícitos para alcanzar o repetir el cargo, la utilización de los emolumentos y control de los principales medios de difusión –especialmente la cadena televisora RAI involucrada en escuchas ilegales; o las investigaciones sobre corrupción por el presunto pago de sobornos para emitir certificados de máquinas de juego. El comandante general de la Policía de Finanzas, Cosimo D´Amigo reportó que de 27 700 millones de euros, figuras del gobierno de Berlusconi evadieron el impuesto fiscal por más de 4 200 millones.

El candidato a dirigir el consorcio aeronáutico holandés, EADS lamentó las “filtraciones a la prensa sobre las investigaciones judiciales contra varios directivos de la empresa, por el presunto uso de información privilegiada en la venta de acciones”. Esto provocó el desplome de la cotización para el programa del avión Airbus A380.

El primer ministro británico, Gordon Brown enfrentó en noviembre de 2007 un nuevo escándalo sobre el financiamiento del Partido Laborista y tuvo que admitir 600 mil libras recibidas, en donaciones no declaradas, prometiendo su devolución. La segunda personalidad del laborismo, Harriet Hannan, al parecer, también había aceptado donaciones de un misterioso sector inmobiliario, por alrededor de 858 mil euros. Una reciente “falla” gubernamental provocó que el Primer Ministro se disculpara por la pérdida de millones de datos personales mediante un enorme “error de seguridad”, que representa un riesgo de robo de identidad o fraude bancario para 25 millones de personas.

Las sumas mencionadas se dispersan en el aire cuando los “estudiosos comunitarios” destacan que el 33% del ciudadano promedio en países del sur europeo sobornó para obtener servicios. Ellos propagan que Rumania es el país más corrupto de la UE, que en Grecia, el índice es del 27%, mientras que en Bulgaria alcanza el 7%. ¿Quién da más? (diría una apuesta en la bolsa). El resultado sería incomparable. La algarabía contra elecciones que les insatisfacen en otros países no afines, oculta los hechos reales sobre el fraude en la UE. A la larga, los poderosos políticos y empresarios siempre son exonerados por una justicia cuestionable y persiste la sombra de la duda.

Creerse perfecto es peligroso. Esconder el fraude más aún. La sociedad de consumo, los ardides utilizados para el enriquecimiento –sin sonrojarse por los métodos aplicados- o mediante el perpetuo cuestionamiento a los países menos desarrollados, revelan que el mundo desarrollado asciende la cuesta de la corrupción como parte de su propio sistema. ¿Qué opinarían los expoliados del planeta, los asalariados de las grandes empresas, los decrecientes electores de la sociedad de consumo, los inmigrantes o las personas más vulnerables que se trasladan arrullados con cantos de sirena al paraíso de la Unión Europea? Son preguntas para responder en otra ocasión.

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