jueves, 3 de enero de 2008

Y en eso se fue Fidel.

...por Pascual Serrano

Si hace 17 meses, cuando el presidente cubano Fidel Castro se retiró por problemas de salud de la primera línea política, hubieran preguntado a los españoles cuál sería la situación de Cuba al comienzo de 2008, pocos hubieran afirmado que la normalidad y la institucionalidad sería absoluta. Esto no quiere decir que lo sucedido –o no sucedido– en Cuba haya sido algo imprevisto o sorprendente, sino que es una muestra del desconocimiento y desinformación que sufre la comunidad internacional sobre la realidad cubana.

Llevamos décadas escuchando la inminencia del derrumbe del socialismo cubano, de un levantamiento popular contra sus gobernantes o de una desesperación ciudadana insostenible. Sin embargo, desde la enfermedad que obligó a Fidel Castro a delegar sus responsabilidades de jefe de Estado, todos los miembros del gobierno han trabajado con normalidad, el parlamento se ha reunido regularmente, en octubre se celebraron sin incidentes y sin abstención las dos vueltas de sus elecciones locales, y en enero habrá elecciones legislativas. En cambio, en Bélgica, aquí al lado, sin que los medios y analistas hayan comentado tanto, han estado seis meses sin gobierno y ahora están con uno interino. En Cuba ninguna de las previsiones agoreras de desestabilización, crisis de balseros o manifestaciones en el malecón se ha cumplido. La obsesión de algunos por presentar un país sin institucionalidad ha sido tan demente que se ha llegado a pronunciar la Audiencia Nacional española sobre si en estos momentos Fidel Castro era o no jefe de Estado, un despropósito de injerencia y soberbia que sólo puede despertar lógica indignación al otro lado del Atlántico.

Cuba ha asistido a una impecable institucionalidad, su presidente delega su cargo por razones de salud, se le reserva la competencia como asesor temporal en la medida en que su enfermedad se lo permita y se le sustituye por el primer vicepresidente, Raúl Castro, en torno al cual se aglutinan los principales altos cargos del gobierno. Ahora, el 20 de enero, habrá elecciones al Parlamento y se sabe que Fidel será candidato, lo cual indica que se le tiene en consideración para la política cubana, como no podría de ser de otra forma. Y mientras tanto, en Cuba se discute y se debate sobre sus problemas, miles de reuniones de base del Partido Comunista han generado casi dos millones de propuestas que deberán ser atendidas por los responsables oportunos. En estos días, diez Comisiones de Trabajo del Parlamento analizaron y debatieron los principales temas económicos y presupuestarios del país. La producción y distribución de alimentos, la eficiencia, la productividad y la disciplina laboral, la situación energética será abordada sin la presencia de Fidel Castro, en un ejemplo de normalidad política.

Mientras algunos continúan con su ensoñación de desestabilización para Cuba, el país ha logrado producir la mitad del combustible que consume, su histórica pesadilla económica. Su relación comercial con la región no tiene precedentes: a través de Petrocaribe, el ALBA, misiones educativas y sanitarias internacionales, acuerdos bilaterales con numerosos países, etc… En política exterior, su denuncia del bloqueo de Estados Unidos ha alcanzado el máximo apoyo en la historia de una votación en la Asamblea General de la ONU.

Cuba ha sido el país víctima durante más tiempo de la mentira y sobre el que más se nos ha estado engañando. Donde dicen que hay represión y nunca se ha visto a la policía cargar contra una manifestación, donde muchos opositores viven mejor que los ministros, donde se afirma que Internet está prohibido pero lo utilizan gratis en el trabajo todos los estudiantes, los profesores, los médicos, los periodistas… El país al que acusan de estar gobernado por unos dinosaurios comunistas pero su mayor cargo diplomático tiene 44 años, donde dicen que no hay elecciones pero votan voluntariamente y mediante voto secreto el 96 por ciento de los cubanos.

Por supuesto Cuba tiene muchos problemas, incertidumbres y necesidad de cambios. Se trata principalmente de la vivienda, el transporte y la mejora de la producción alimentaria para su población. Pero lo sugerente es que son problemas que ya se vislumbran más fácil de resolver en el socialismo que en el capitalismo. En vivienda la solución es construir, mientras que en España, el mercado no lo resuelve teniendo dos millones de casas vacías. El transporte es más fácil solucionarlo en La Habana mediante una buena red de autobuses, o tranvías, que en ciudades colapsadas como Caracas o México D.F. Y en alimentación, el reto es comenzar a producir en la mitad de las tierras cultivables que se tienen ociosas. Es verdad que también hay problemas de ineficiencia y corrupción, pero en Cuba ninguna persona se embolsa millones de dólares recalificando terrenos como en España, y ningún ministro gasta 150.000 euros en viajes en aviones privados ni 183.000 en protocolo, como hizo Eduardo Zaplana según revela el periodista Alfredo Grimaldos en su último libro. Convencer a los ciudadanos para que trabajen eficazmente en el socialismo no es fácil, en el capitalismo basta con matar de hambre a quienes no lo hagan, por eso uno de los retos de Cuba es encontrar los mecanismos de incentivación que no generen desigualdades insultantes e intolerables. Esa discusión tampoco se ha evitado, Raúl Castro lo abordó claramente en su discurso del pasado 26 de julio.

Pero lo más indignante para todos los que están obsesionados con derrocar el socialismo cubano y comenzar el saqueo es que todo está sucediendo con Fidel Castro entre bambalinas. Se equivocaron durante décadas planificando la ausencia de Castro y se han vuelto a equivocar ahora que la naturaleza lo ha apartado de la jefatura del gobierno. Son tantas las mentiras sobre Cuba que hasta los mentirosos se las creyeron y ahora no entienden nada.

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