martes, 15 de enero de 2008

¿De qué Democracia me hablan?

...por Genaro López


El neoliberalismo no es sólo una expresión económica, sino también política. La imposición de las medidas de globalización neoliberal han demandado, si bien un Estado más chico, también un Estado más controlador, en el sentido de intentar acallar las voces de quienes luchan por respuestas a las justas demandas de la población, lo que ha significado cercenamiento de las libertades de expresión, represión a movimientos sociales, persecución a los dirigentes de organizaciones populares.

Serios cuestionamientos se han vertido a los distintos Órganos del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), por los altos grados de corrupción y nepotismo que denotan estas instancias totalmente deslegitimadas. La crisis alcanza también la cúpula de los partidos políticos, los gremios empresariales, la dirigencia sindical y gremial plegada al gobierno, la Policía y hasta la jerarquía de algunos grupos religiosos.

¿Quiénes han ejecutado esta política? Todos los gobiernos que se han sucedido, esto significa que entre gobierno y oposición no existe diferencias, sus intereses de clases son los mismos. Es más, hoy la patronal (grandes capitales) se han «conglomerado» y sus enormes capitales actúan en todos los sectores, por tanto, las expresiones políticas de la clase dominante también se fusionan, cualquiera de sus partidos políticos (PRD, Arnulfismo, Solidaridad, Molirena, Liberal, Cambio Democrático, Vanguardia Moral, etc.) representan globalmente los mismos intereses, el de la clase dominante.

Esto explica, por qué el último proceso electoral para presidente, alcaldes y diputados fue testimonio de una gigantesca campaña de mercadeo, donde las grandes publicitarias, a través de los grandes medios de comunicación bajo control de grupos políticos y económicos reconocidos, se encargan de vender un producto (lavar la imagen de candidatos o sencillamente darlos a conocer). Dónde se siembran falsas ilusiones y promesas electorales, mismas que se desvanecen al poco tiempo de ejercer el poder el nuevo Gobierno.

Los datos del proceso electoral del 2004 confirman que uno de cada cuatro panameños muestra rechazo o se pronuncia en contra del sistema electoral excluyente, por lo que optan por la abstención, voto en blanco o nulo.

Encuestas realizadas, por los diversos medios de comunicación social, indican una alta percepción de que los partidos políticos no contribuyen en nada a la democracia, que estos sólo aparecen en el período electoral y que jamás toman en cuenta los problemas de las comunidades.

Cabe preguntarse ¿qué democracia puede haber en un país donde más del 60% de la población vive en pobreza, donde niños mueren de hambre o por falta de medicamentos básicos en nuestros hospitales, donde más del 40% de la población que recibe salario no logra cubrir el costo de la canasta de necesidades materiales de vida, donde la población que acude a las instalaciones de salud muere envenenada? Todo ello frente al silencio de gobierno y partidos políticos. ¿Qué hay de democrático en la exoneración de impuestos a los grupos de poder económico?

¿Qué democracia hay en votar por partidos con una larga trayectoria de corrupción, de atropellos al pueblo, de represión, de imposición de medidas antipopulares?, ¿qué civismo puede haber en votar por partidos y figuras que se prestaron a la violación de los derechos humanos y las libertades ciudadanas?, ¿de qué civismo podemos hablar cuando un importante número de legisladores reconocidos como vagos, corruptos e incapaces vuelven a la Asamblea Legislativa, mientras otras desprestigiadas y desgastadas figuras de la politiquería criolla se refugian en el PARLACEN?

Los llamados partidos políticos imponen la dinámica del dedo en sus decisiones internas, donde no hay debate, donde se manipula la verdad y convierten las elecciones en esa especie de marketing publicitario, vulgar mercadeo electoral carente de propuestas de solución seria y real a los grandes problemas nacionales.

En realidad lo que debe ser debatido es la necesidad de romper con este sistema de elecciones excluyente, reservado a los partidos burgueses, que promueve el clientelismo, que no pone límite a las «donaciones» ni a los espacios televisivos, radiales, etc.

Democracia es más que un proceso electoral, en lo cual nos han querido sumergir, las élites dominantes. En Panamá, no existe una real democracia, no existe democracia participativa. El juego de la democracia se quiere imponer en el marco de los procesos electorales, donde la normativa jurídica pasa a favorecer la partidocracia, el clientelismo electorero.

Para el pueblo panameño, el concepto de democracia debe estar expresado hoy en la conciencia de lucha para demandar la atención a las necesidades más urgentes, la superación de las condiciones de superexplotación y miseria en que viven los trabajadores y campesinos, la edificación de una sociedad que, al basarse en el respeto a la voluntad de la mayoría, haga de los intereses de ésta el criterio prioritario de acción. En esta perspectiva, la lucha por la democracia es la lucha contra la dominación y explotación de los muchos por unos cuantos, es la lucha por un orden social tendiente a la justicia y a la igualdad.

En medio del carnaval electoral, en que la maquinaria publicitaria de los llamados partidos políticos nos quiere arrastrar, los sectores populares, democráticos y patrióticos estamos llamados a redoblar la lucha por el respeto a los derechos humanos, por la defensa ecológica, por la real democracia, por la defensa de la soberanía nacional y por la emancipación social. Igualmente, seguir luchando contra la partidocracia, contra la corrupción y la impunidad. Se trataría de un planteamiento que recoja las demandas de la población, de ir creando conciencia de la necesidad de un cambio político transformador, donde el pueblo sea finalmente quien tome las decisiones que atañen a su propio destino.

Es necesario organizarnos para construir un poder popular que permita crear las condiciones para llamar a una Asamblea Constituyente Originaria, que refunda la República, como única garantía para que nuestras demandas sociales sean atendidas; para que haya democracia, donde tengamos plena participación en la toma de decisiones.

-El autor es obrero de la construcción, Secretario General del SUNTRACS y miembro de la Dirección Nacional de FRENADESO.

www.suntracs.org

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