martes, 18 de diciembre de 2007

La invisibilidad de las mujeres en televisión.

...por Cristina Guardamino Miguel

“Mientras no se muestren los logros y capacidades de las mujeres en los medios de comunicación social y la victimización se convierta en lo predominante, no avanzaremos nada”.

Así resumía la catedrática de Filosofía Amelia Valcárcel la pauta que debe primar en el quehacer periodístico durante el congreso Televisión y políticas de igualdad celebrado en Madrid el 16 y 17 de octubre. El debate se centró en la sensibilización de profesionales de la comunicación para que implementen políticas de igualdad en su trabajo diario y contribuyan a transmitir a través de la televisión una imagen igualitaria, plural y no estereotipada de mujeres y hombres.

Esta iniciativa, organizada por el Instituto de la Mujer y el Instituto Oficial de RTVE, reunió a periodistas, responsables de programación de las cadenas públicas y privadas, representantes de las diferentes administraciones en materia de igualdad y expertas en el tema de género que, a través de una serie de mesas de trabajo, como la titulada “¿Es necesario regular la imagen de la mujer que ofrecen los medios?”, hablaron sobre la situación laboral de las periodistas y las medidas que la Ley de Igualdad establece: que “todos los medios de comunicación respetarán la igualdad entre mujeres y hombres, evitando cualquier forma de discriminación”.

Algunos de los datos que se pusieron de manifiesto en las ponencias reflejan, en cambio, otra realidad. A pesar del gran desembarco de mujeres en las redacciones en los últimos años, ellas sólo suponen el 8% de los cargos de dirección en los medios de comunicación. El Informe sobre representación de género en los informativos de radio y televisión de 2005 recoge que “casi la mitad, el 47%, de todas las personas mencionadas en las noticias de los telediarios está formada por hombres de dos profesiones: deportistas y políticos. Las mujeres más mencionadas fueron, con un 3,8%, aquéllas de las que se desconoce su profesión”. Según este mismo estudio, una de cada dos mujeres representadas no tiene nombre en la noticia, lo que revela que en la actualidad hay más mujeres en periodismo, pero no tantas mujeres en las noticias.

En el acto se hizo público un documento que contiene diversas propuestas de actuación para cambiar las rutinas profesionales de elaboración y exposición de la información, como desterrar el lenguaje sexista, evitar los estereotipos de género y aumentar la presencia de las mujeres en todos los ámbitos. En él se incluyen también otras prácticas dirigidas a erradicar esquemas simplistas que operan en los medios, como referirse a las mujeres por su apariencia física y a los hombres por cualidades racionales, o fomentar los foros de diálogo y reflexión sobre el tema.

Algunas ponencias apuntaron a la necesidad de constituir organismos independientes que regulen las prácticas de los medios, como el Consell de l’Audiovisual catalán.

La actitud autocomplaciente de los representantes de las televisiones no fue bien acogida por un auditorio mayoritariamente formado en temas de género y crítico con las intervenciones. “Yo no soy educadora, yo soy periodista”, advirtió Montserrat Domínguez, periodista de la Cadena Ser, que tras el revuelo de la sala matizó que no abdica de “la responsabilidad social que tienen los periodistas”.

Algunos de los dardos lanzados contra los medios de comunicación fueron a parar al tema de la violencia machista y al tratamiento informativo que de ella se hace. “Es preciso que cambie el enfoque de estas noticias, en las que las mujeres aparecen representadas como víctimas y sujetos pasivos ante el maltrato, mientras que el agresor es el sujeto activo”, explica Enriqueta Chicano, ex presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas. Casi una de cada dos mujeres mencionadas en los informativos de televisión es víctima de algún delito (41%), mientras que los hombres son representados de esta manera sólo en un 6% de las noticias. Según las expertas, este modelo, unido a la situación de impunidad social de la que goza la figura del agresor, contribuye a que las conductas discriminatorias contra las mujeres pervivan.

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